La cepa del coronavirus que hoy conocemos como COVID-19 fue descubierta en diciembre de 2019 a partir de un brote originado en la ciudad de Wuhan, China. Rápidamente, la enfermedad demostró una muy alta facilidad de contagio propagándose por dicho país primero, y por otras naciones (especialmente del Hemisferio Norte, que atravesaba los meses más fríos de su invierno) después. En este contexto, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) analizó la situación de la economía global y la del país.
Caída de los mercados globales
El golpe a los mercados proviene del hecho que, incluso en el escenario más optimista respecto a la contención de la enfermedad, ésta se consigue a costa de una virtual paralización de la actividad económica (cancelación de vuelos, suspensión de eventos, cierre de escuelas y universidades, “cuarentena” o aislamiento de las personas, limitación de la cantidad de gente que puede permanecer simultáneamente en cualquier tipo de almacenes, etc.).
La alerta está puesta en tomar los recaudos necesarios para asegurar que este shock transitorio no se convierta en una crisis económica y social de mediano plazo por un círculo vicioso de empresas que no tienen la capacidad financiera de mantenerse en pie luego de las semanas de freno en la actividad y que ello active un círculo vicioso de cierre de empresas, aumento del desempleo, profundización de la caída en la actividad económica, etc.
Argentina

En lo que va del año, el índice de productos agrícolas elaborado por S&P cayó un 16% fundamentado en la menor demanda proyectada de productos agrícolas tanto para consumo humano directo como para para forraje animal. La menor actividad económica global que se espera para este año se verá reflejada en menores ingresos que recortaran y/o modificarán el consumo de alimentos, a la vez que caería la demanda de aceites vegetales y maíz para la producción de biocombustibles.
Del lado del comercio internacional, entre los países afectados por el brote COVID-19 China es un caso paradigmático para Argentina ya que es el destino de casi el 90% de las exportaciones de poroto de soja (que aportaron cerca de US$ 3.000 millones en el 2019), el 70% de las carnes bovinas (por más de US$ 2.000 millones) y el 22% de la carne porcina (con un valor de US$ 3,5 millones en el 2019).
En Brasil, nuestro principal socio comercial y termómetro de lo que puede esperarse para la actividad económica local, la participación del gigante asiático en las exportaciones es incluso más alta, estimándose que se deterioren sus perspectivas de crecimiento para este 2020. Si a ello se le suma la caída de precios que vienen mostrando en el mercado externo los commodities agrícolas, principal complejo exportador argentino, se comprende que el impacto por esta vía puede ser notable.
Por otro lado, la caída del precio del petróleo impacta directamente sobre las proyecciones de crecimiento de la actividad de Vaca Muerta al restarle competitividad al shale oil ya que desincentiva la inversión en exploración y extracción, perjudicando la expectativa que el yacimiento se convierta prontamente en un rubro líder de las exportaciones argentinas.
Si a ello se le suma el amesetamiento proyectado en el crecimiento y el comercio mundial para este 2020, se puede concluir que existe un riesgo concreto de una erosión del comercio exterior y, consecuentemente, del ingreso de divisas por exportaciones para este año. Ello, por un lado, presiona sobre el tipo de cambio, especialmente en un contexto donde mientras la moneda local perdió un 4% de su valor en relación al dólar desde el 1ro de enero, el real brasileño se depreció un 18% en el mismo lapso, perjudicando la competitividad argentina en relación a nuestro principal socio comercial.
“Sin embargo, dejar correr el tipo de cambio conlleva el riesgo latente de un traspaso a la inflación en los precios domésticos, que ya se encuentra en niveles excepcionalmente altos desde hace unos años, convirtiéndose en un arma de doble filo”, explicó la bolsa.

Por otro lado, este impacto llega en un momento muy delicado para Argentina, en pleno proceso de renegociación de la deuda. Si bien la caída de tasas en el mundo puede de algún modo limitar el peso de la deuda, lo cierto es que bajo las circunstancias actuales los inversores tienden a preferir desprenderse de sus activos más riesgosos, entre los que lamentablemente se encuentran los bonos argentinos, para ir hacia otras colocaciones consideradas más seguras. Así, el riesgo latente es que los compradores de nuestros títulos a valores muy bajos sean fondos especulativos de alto riesgo (popularmente conocidos como fondos buitre), que tienden a apostar por cobrar la totalidad de la deuda vía su judicialización.
En este contexto, se cree que el país haría bien en resolver la negociación que asegure la sustentabilidad de su deuda pública en el lapso más corto posible, para afrontar un año volátil en las mejores condiciones posibles.

Fuente: InfoCampo

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