Javier Gotta es responsable de producción en Aibal Servicios Agropecuarios, una empresa familiar dedicada al acopio, venta de insumos y producción agrícola en campos propios y alquilados entre Bragado, Trenque Lauquen, Pehuajó y Carlos Tejedor.
Tras incorporarse en 2018 a la Chacra de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) Bragado-Chivilcoy, Aibal apunta a modelos más ‘verdes’. “Nos interesa pasar de rotaciones de tercios a planteos con mayor tiempo de ocupación y diversidad de cultivos, buscando una proporción de gramíneas del 60-70%”, señala. La estrategia se basa en trigo y cebada como gramíneas de invierno, arveja como antecesor de maíz tardío en lotes de alto potencial y cultivos de servicios como centeno en lotes que van a soja, y centeno+vicia en lotes de menor potencial que van a maíz tardío.
¿Por qué cebada?
La cebada tiene dos destinos: producción de semilla e industria cervecera, y es una opción interesante por varias razones. Primero porque corta el ciclo de varias enfermedades que impiden hacer trigos sucesivos. Es más plástica y responde mejor que trigo a cambios en la fecha de siembra.
“La siembra puede extenderse de inicios de junio hasta fin de julio casi sin sacrificar potencial. Hemos logrado hasta 6.000 kg/ha en cebadas sembradas el 20/7”, explica el experto. Además, es más eficiente en el uso del N y responde mejor al mismo planteo tecnológico. “El rinde medio en los últimos 6 años fue superior a trigo”, resalta.
También parece mejor antecesor para soja. “Vemos que, en igual lote y fecha de siembra, una soja antecedida por cebada rinde 10-20% más sobre antecesor cebada que sobre trigo, pero aun desconocemos las causas”, sostiene Aibal.
Por último, aunque no menos importante, la cebada ofrece seguridad y certeza en la comercialización. “Cada año renovamos convenio con Maltería Pampa, de Cervecería Quilmes, estableciendo fechas de entrega, calidad y precio, este último ligado a trigo y cebada forrajera en el mercado internacional. Esto ofrece previsibilidad respecto de trigo, que es más especulativo, además de bonificaciones adicionales por contenido de proteína”, cuenta.
Claves para el manejo
La cebada sucede a la soja de primera. Luego de descartar lotes anegados – la cebada no es amiga de los charcos – lo primero es evaluar presencia y tamaño de malezas, factor que determinará la fecha de siembra (FS). “El mayor problema en la zona es Raigrás, aunque también Rama negra y Nabolza. Si el lote requiere graminicidas sabemos que la siembra puede atrasarse cerca de 20 días, que es el tiempo de carencia de algunos activos. Esto afectará el potencial de rinde al que aspirar”,
El segundo factor es el N inicial, que evalúan con muestreos de suelo. La disponibilidad de N y la FS determinan el potencial esperable en cada ambiente y la variedad a elegir. “En siembras tempranas Montoya es la variedad de maltería de mayor potencial y requerimiento nutricional va a los mejores ambientes. Siembras tardías en lotes con bajo N se siembran con Andreia”.
La fertilización va de 150 a 180 kg N/ha según el potencial, y el esquema se decide cada año. En años secos y cebada para semilla – donde lo que se busca es rinde – se aplica todo a la siembra. “En años “Niño” se divide la aplicación dejando un remanente para macollaje, y así disminuir el riesgo de lavado del N”.
En cebada para maltería – donde lo que se busca buen contenido de proteína – se hace aplicación dividida, 70% en pre-siembra y 30% en macollaje.
Una clave del éxito es el manejo de enfermedades foliares, en especial Ramularia. Ante condiciones predisponentes – stress por heladas, anegamiento, etc. – la enfermedad se propaga rápidamente y no da tiempo a controles. “El uso de carboxamidas en curasemilla está dando buenos resultados, ya que permite arrancar un cultivo sano y bajar inoculo inicial, dando más margen de acción”.
Según el año y el monitoreo semanal, suele complementarse con aplicaciones foliares de estrobirulinas + triazoles, o bien un refuerzo de carboxamidas si amenaza Ramularia.
Fuente: InfoCampo