El autor de las fotos, aún sin identificar, parece ser un trabajador de la construcción (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)La colección incluye imágenes de la Zona Cero tomadas tanto desde la superficie como desde arriba (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)Interior de un edificio de la Zona Cero (TextFiles / Flickr/)El material fue encontrado en viejos CDs durante una subasta casera (TextFiles / Flickr/)La colección incluye imágenes de la Zona Cero tomadas tanto desde la superficie como desde arriba (TextFiles / Flickr/)El material fue encontrado en viejos CDs durante una subasta casera (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)Se filtraron 2400 fotos inéditas de la Zona Cero tomadas después de los ataques de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)Se filtraron 2400 fotos inéditas de la Zona Cero tomadas después de los ataques de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 (TextFiles / Flickr/)La colección incluye imágenes de la Zona Cero tomadas tanto desde la superficie como desde arriba (TextFiles / Flickr/)Alrededor de 400.000 personas fueron expuestas a contaminantes debido al atentado (TextFiles / Flickr/)Las fotos inéditas del atentado del 11-S en Nueva York halladas en una subasta (TextFiles / Flickr/)El material fue encontrado en viejos CDs durante una subasta casera (TextFiles / Flickr/)Trabajadores en una cochera de la Zona Cero (TextFiles / Flickr/)Interior de un edificio de la Zona Cero (TextFiles / Flickr/)Fotos: TextFiles / FlickrEdición Fotográfica: Enrique Villegas

Fuente: La Nación

 Like

????? Libro, dirección, vestuario y actuación: Gabriela Acher. Luces: Virginia Magnano. Música: Alejandro Pinnejas. Producción general: Chino Carreras. Teatro: Sala Pablo Picasso (Paseo La Plaza): Av. Corrientes 1660. Funciones: domingos a las 19:30. Duración: 80 minutos.Texto: 1.551 caracteresEn tiempos de monologuistas y standaperas varias, de irregular nivel, que hacen del grito y las malas palabras un estilo, es un verdadero lujo el regreso de Gabriela Acher a los escenarios. Dueña de un humor inteligente, irreverente y con clase, da otra vez cátedra de cómo hacer reír sin parar en su nuevo unipersonal ¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta?, basado en su best seller del mismo nombre.Esta vez, y como lo anticipa su título, esta feminista a ultranza se presenta con una charla Ted dirigida “a las nuevas generaciones de mujeres”; esto es: a las de 40, de 50, de 60 y de 70, aquellas que por haberse reído mucho más que sus madres y abuelas lograron atrasar 20 años el gen del envejecimiento y, por eso, “son las jóvenes de hoy”. Así la disertadora se pregunta: “¿Los 60 son los nuevos 40?, ¿los 40 son los nuevos 20?”. Luego de la exposición, la conferencia da paso a un desopilante consultorio sentimental, en el que la profesional responde las inquietudes que le van llegando vía fax desde distintas latitudes. Entonces se habla de Tinder, Viagra, celulitis, menopausia, cirugías estéticas, fallas de la memoria, relaciones intergeneracionales, de la era A.C. (antes del clítoris) y del antídoto ideal para un mal marido: Netflix.Si bien el espectáculo tiene por objeto central a las mujeres, y a ellas está dirigido, no deja a los espectadores masculinos de lado; los integra y los hace cómplices de cada relato hilarante. Esto provoca el jolgorio general y ratifica, una vez más, que el buen humor no tiene género.

Fuente: La Nación

 Like

Anya Taylor-Joy es una de las actrices que mayor revuelo está generando en Hollywood luego de protagonizar éxitos comola serie Gambito de Dama y la muy esperada película El Misterio de Soho. En una reciente entrevista, la joven de 25 años aseguró tener ganas de volver a vivir a la Argentina donde tiene a gran parte de su familia.Se filtraron imágenes de Black Panther: Wakanda Forever y apareció un oscuro personaje MarvelEn diálogo con la revista InStyle, le preguntaron si tenía ciudadanía argentina o estadounidense, a lo que respondió: “Tengo un pasaporte estadounidense y otro británico, y además tengo la residencia argentina, lo cual me hace muy feliz porque me gustaría vivir en la Argentina”.Taylor-Joy nació en Miami, Estados Unidos, pero es hija de un papá escocés-argentino y de una mamá española-inglesa. La actriz estudió en el colegio Northlands School de Olivos, el mismo en el que lo hizo Máxima Zorreguieta, la reina de los Países Bajos. En otra entrevista, llegó a admitir que sus comidas favoritas son las que puede comer en nuestro país. “Las empanadas, el pan de provolone -que me gusta más que la pizza-, y los churros con dulce de leche”.Hace pocos días, la actriz fue captada por los fotógrafos en un balcón de un hotel junto a Malcolm McRae a los besos. Al parecer, la acompañó al Festival de Venecia, donde ella acudió como invitada para presentar su nueva película, Misterio en Soho. La actriz de películas como Emma y La bruja comenzó un nuevo vínculo con el joven dos años mayor que ella, que tuvo su paso por el mundo de la actuación, pero que ahora se encuentra enfocado en su carrera musical.El épico baile de Neymar con un personaje de La casa de papelMisterio en Soho, dirigida por Edgar Wright y protagonizada por Taylor-Joy, Smith y Thomasin McKenzie, es una película de terror psicológico ambientada en el Soho londinense de la década del 70. “La nostalgia puede ser peligrosa: si pasás demasiado tiempo mirando hacia atrás, podés ignorar el peligro que está justo frente a tus ojos”, expresó su director. “Es una advertencia para los soñadores como yo que quieren volver a una época que, paradójicamente, nunca vivieron. La pregunta realmente debería ser: si pudieras retroceder el tiempo, ¿deberías?”.

Fuente: La Nación

 Like

Apenas dos meses después del atentado a las Torres Gemelas que transformó para siempre la geografía de Nueva York y la política mundial sobre el terrorismo, la cadena Fox estrenó 24, una serie creada por Robert Cochran y Joel Surnow que tenía como protagonista a un agente de inteligencia que debía evitar un atentado contra el futuro presidente de los Estados Unidos. Jack Bauer, interpretado por un renacido Kiefer Sutherland, era no solo la expresión temeraria de esa lucha contra una amenaza invisible, camuflada en un entorno cercano y conocido, sino también el signo evidente de ese inmediato desconcierto, y del progresivo descubrimiento de que los aliados podían ser enemigos y el complot para la destrucción podía hallarse más cerca de lo imaginado. La idea de Cochran había sido desechada inicialmente por Surnow por considerarla inviable, en tanto dependía del tiempo real que se construía en cada episodio: una hora de ese día en que el atentado debía evitarse. Finalmente la coyuntura definió la paranoia ideal para el estreno y la serie se convirtió en un éxito que duró nueve temporadas y dejó una estela imborrable en la televisión del futuro.¿Qué hubiera sido de 24 si no hubiera ocurrido el 11 de septiembre? Vista a la distancia, uno puede pensar que la serie fue menos una consecuencia directa de ese escenario que una narrativa perfecta para capturar el clima que se vivía en los Estados Unidos por esos meses. La desesperada carrera de Bauer por descifrar la identidad del traidor en la Unidad Antiterrorista en la que operaba, al mismo tiempo que detectar el mecanismo del atentado contra el senador David Palmer, se conjugaban con la preocupación por el paradero de su hija adolescente, fugada de la casa familiar para asistir a una fiesta estudiantil (la serie está disponible en Star+). El ritmo frenético de la acción enlazaba eventos institucionales de impacto en la seguridad nacional con la preocupación de un padre por la integridad de su hija, lidiando con las consecuencias de una separación, con las culpas de su crisis doméstica. Esa sensación era la que atravesaba a los Estados Unidos: un asunto de política global que tocaba la puerta de su casa, incendiaba el corazón de su ciudad y erradicaba para siempre su anhelada sensación de seguridad.24Las series siempre han tenido la ventaja, sobre todo en la era previa al reinado del streaming, de dar cuerpo a los fantasmas de una sociedad en tiempo directo. La experiencia del consumo semanal –o aún con más intensidad en las ficciones diarias- garantizaba la permanencia del tema en la conversación pública. Allí fue permeando ese clima de angustia que escaló con las políticas posteriores del gobierno de George W. Bush y el inicio de la guerra en Afganistán. Por ello, a partir de mediados de la década del 2000, las narrativas audiovisuales comenzaron a dar cuenta de los efectos de una nueva guerra para la nación –algo que en el cine consagró de manera ejemplar Vivir al límite (2008) de Kathryn Bigelow-, pero también de las sombras que el atentado dejó en el imaginario popular. En 2004, J.J. Abrams y Damon Lindelof conjuraron esa imagen de los aviones en llamas en el inicio de Lost, una de las series imprescindibles para entender la transformación de la televisión a mediados de esa década (también disponible en Star+), pero fue Abrams quien logró expresar en un territorio tan lejano como la ciencia ficción el recuerdo de ese mundo definitivamente perdido.Fringe se estrenó a fines de 2008 como un intento de combinar el espíritu de Los expedientes secretos X con el nuevo clima mundial después del 11 de septiembre. Una división secreta del FBI debía detectar los tentáculos de una organización terrorista cuyo propósito parecía ser convertir al mundo en un caos infernal. Para ello, la agente Olivia Dunham (Anna Torv) aunaba fuerzas con el doctor Walter Bishop (John Noble), un desterrado científico de los 70, preso en un manicomio y redimido por su genio visionario, para encontrar las claves de una serie de inexplicables sucesos. Más allá de las referencias a la tradición clásica de la ciencia ficción, lo que se propone la serie en sus juegos temporales y en sus universos desdoblados es asomar las narices a la escena de un mundo en el que las Torres Gemelas siguen erguidas, pero otros desastres parecen amenazar su equilibrio. El pulso inquietante de Fringe, que logró convertirse en una serie de culto con el correr de las temporadas –no está disponible aún en streaming–, estuvo definido por suprecisa sintonía con ese escenario convulso e indescifrable, por su clara consciencia de que hay traumas que moldean realidades y que el espejo deformado del mundo alternativo no es otro que el resultado de la paranoia pronosticada.Las Torres Gemelas aparecen como doloroso recuerdo en el universo alternativo de FringeEn ese sentido, es interesante que tiempo después otro de los creadores de Lost haya dado su propia versión de un mundo en crisis con The Leftovers. Estrenada en 2014 e inspirada en la exitosa novela de Tom Perrotta, la serie creada por Damon Lindelof pone en escena un suceso excepcional: en un abrir y cerrar de ojos, el 2% de la población desaparece de la faz de la Tierra. El hecho traumático apenas tiene expresión narrativa en los primeros minutos del primer episodio y a partir de allí nos dirigimos al estado del mundo tres años después, cuando los sobrevivientes de esa tragedia deben lidiar con su extraño presente. Han surgido cultos religiosos, las familias se han disgregado, ha crecido la paranoia y el mesianismo, pero entre todo ello hay un débil intento de seguir adelante. Lindelof explora cuestiones existenciales e interrogantes profundamente humanos pero al mismo tiempo registra la devastación que dejó el trauma social tras su paso, la persistente amenaza de su repetición, el intento de volver a construir una vida sobre esos escombros (The Leftovers está disponible en HBO Max).La capacidad de la ficción televisiva de asimilar los hechos de la realidad, tanto los paulatinos cambios sociales como los acontecimientos abruptos e intempestivos, fue puesta a prueba ante la magnitud de lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001. Dar cuenta del estado de zozobra de la sociedad, incluir la referencia al atentado como una cita aislada en un drama o una comedia, pensarlo como metáfora de un nuevo mundo que se configura a partir de ese cambio de paradigma en la geopolítica fueron las primeras reacciones, indirectas en tanto resultaba demasiado doloroso enfrentar en una emisión regular las visiones traumáticas de aquello que se quería olvidar. Y más allá del atentado mismo, del trasfondo de la operatoria de Al Qaeda, la figura de Osama Bin Laden, el rol de las fuerzas de seguridad de Estados Unidos y el clima bélico que invadía al mundo, estaba la emergencia de ese nuevo tópico para pensar las narrativas de espionaje e inteligencia: el escenario de Medio Oriente. Fue ese espacio el que invadió las historias de espías, las ficciones bélicas, los relatos de leales y traidores en la nueva cartografía global.La consciencia de una sociedad de vigilancia en Homeland.La aparición de Homeland en 2011, inspirada en una serie israelí y creada por Alex Gansa y Howard Gordon, este último productor de 24, fue la expresión definitiva de lo que 2001 había dejado en la televisión. El termómetro de esa crisis era el personaje de Carrie Mathison, interpretada por Claire Danes en ese intento de conjugar la inquietud interior del personaje con el clima de época. Todo comienza con el regreso a Estados Unidos de un prisionero de guerra convertido en un posible espía de Al Qaeda. Condecorado por el ejército como héroe, extraviado en su propio entorno familiar, el sargento Nicholas Brody (Damian Lewis) se convierte en la piedra angular de la obsesión de Mathison, atravesada por sus propios sentimientos, enraizada en su largo trabajo en la CIA, signada por la persistente disgregación de los límites entre lo real y lo generado por la paranoia circundante. Homeland –disponible en Star+, Movistar Play y DirecTV Go– no solo ensaya la puesta en escena de un escenario esquivo y demencial, en el que es difícil discernir amigos de enemigos, amenazas de fabulaciones, sino también una puesta a prueba del espíritu de quienes deben encarnar la expresión pública de esa custodia del orden.Diez años después de los atentados, la ficción televisiva había dejado la expresión del shock y el desconcierto inicial para explorar los cambios a largo plazo, tanto en el contexto doméstico como en la política internacional. El trauma latente persistía en la nueva configuración de la realidad representada, expuesto de manera evidente en los documentales sobre el 11/9, en las ficciones bélicas sobre el escenario convulso de Afganistán, en las historias de espionaje asentadas en el combate del terrorismo enemigo. Pero la distancia recogía también efectos colaterales, tanto en los soldados que llegaban de la guerra con fantasmas parecidos a los que el cine había escenificado respecto a Vietnam, como en el diseño de una sociedad en persistente vigilancia, cuya seguridad era una prioridad aún a riesgo de restringir las libertades. A medida que avanzó en sus temporadas, Homeland pudo asimilar esas derivaciones: el monitoreo de la vida urbana, el control de la sociedad civil, el derrotero caótico del sobreviviente de la guerra, la inclusión de las formas culturales y religiosas de Medio Oriente como una nueva variante en la escena a representar.The Looming Tower pone en juego las disputas internas entre la CIA y el FBI en la antesala del 11 de setiembre del 2001.En 2018 llegaron dos nuevas series que ensayaron nuevas bifurcaciones, áreas de reflexión que ofrecían un salto hacia atrás y otro hacia adelante. En el primer caso, la miniserie The Looming Tower, basada en el libro de Lawrence Wright, ganador del Pulitzer en 2006, exorcizaba las culpas que atravesaron los organismos de defensa de Estados Unidos respecto a la posible prevención del atentado. Creada por Wright junto a Alex Gibney y Dan Futterman, el ciclo, que aquí se vio en Amazon Prime Video, intentaba recrear la disputa entre la CIA y el FBI por la información respecto a la operatoria de Al Qaeda, las amenazas televisivas de Bin Laden y el seguimiento de las pistas que podían haber evitado la masacre de Nueva York. Aún bajo el paraguas de la ficción, los creadores intentan arrimarse a la realidad de la escena allí por 1998, cuando la información era una prenda en diputa entre los egos de los funcionarios y la burocracia de la inteligencia. Es el pasado el que parece tener la clave para el persistente interrogante: ¿se podría haber evitado el atentado? La miniserie, al igual que el libro, intenta enfocarse en las dimensiones humanas de aquella investigación, antes que en las institucionales, y explora a esos hombres ante un escenario difícil de discernir pero en el que interpusieron sus egoísmos y ambiciones ante su deber público.El caso de Jack Ryan es diferente, aquí el salto hacia el futuro ofrece otro interrogante: ¿es posible que aparezca un nuevo Osama Bin Laden? La tarea anodina del agente de operaciones Jack Ryan, imaginado por Tom Clancy para un escenario deudor de la Guerra Fría, se convierte en el impulso para la investigación de una serie de transacciones económicas que conectan Yemen y París y parecen anunciar la planificación de un nuevo golpe maestro a la seguridad de Occidente. Más allá del aggiornamento del espíritu paranoico de Clancy y la tensión de su narrativa, la serie creada por Carlton Cuse (otro alumno de Lost) y Graham Roland para Amazon ¨rime Video consigue revivir el escenario de 2001 como inquietante preámbulo de una repetición de la modalidad de aquel atentado. En relación a ello, el reciente retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán, en el cierre simbólico de una era, habilita la aparición de nuevas ficciones que aspiren a un balance de lo ocurrido en las dos últimas décadas.Jack Ryan (John Krasinski, aquí junto a Noomi Rapace) especula con el surgimiento de un nuevo Osama Bin Laden en Medio Oriente.Las perspectivas que conjugan series relativamente recientes como The Looming Tower o Jack Ryan permiten exponer las tensiones internas en el aparato de seguridad de los Estados Unidos y, al mismo tiempo, la difícil tarea de dilucidar los humores de Medio Oriente, asediados por la memoria de invasiones del pasado, rencores y hostilidades alimentadas por las escaladas bélicas y los intereses económicos de las potencias, pero en el fondo asumen un escenario en el que el conflicto resulta inevitable. La expiación de las culpas que ensaya el texto de Wright, cargando las tintas sobre la ambición de la figura ficticia de Martin Schmidt (interpretado por Peter Sarsgaard), preocupado por salvaguardar el secretismo que habilita la acumulación de poder, apunta a dilucidar el rol de su país en Medio Oriente en la antesala de los atentados. Los ataques a las embajadas de Nairobi y Dar es Salaam en 1998 dividieron aguas entre la propuesta de Schmidt de bombardear Afganistán y la de su contraparte del FBI, representada por el sí existente John O’Neill (Jeff Daniels), partidario de evitar nuevos motivos para la causa extremista. En Jack Ryan también las tensiones entre el desterrado James Greer (Wendell Pierce), de regreso en Langley luego de una serie de traspiés en Pakistán, y su superior en la cadena de mando, Nathan Singer (Timothy Hutton), sintetiza un frente en tensión ante a la inevitable escalada de los sucesos del otro lado del mundo.Las series han logrado asumir ese escenario en conflicto, tanto en la referencia evidente a lo sucedido veinte años antes en el corazón de Nueva York, como en la constante exploración de lo que sigue aconteciendo en Medio Oriente. Series bélicas, thrillers de espías, historias de ciencia ficción, todas y cada una de las ficciones televisivas que han tocado el 11/9 han recogido la estela de aquel trauma para pensar sus consecuencias inmediatas o a largo plazo. En 24 el tiempo real y la pantalla partida sintonizaban con la inmediatez, en The Looming Tower la reconstrucción expresaba la vocación de evaluar los aciertos y errores cometidos. El 11 de septiembre cambió la geografía de una ciudad, la geopolítica y sus ecos económicos y bélicos, pero también la fisonomía de las narrativas televisivas, que siempre dieron lugar a las memorias y los imaginarios perdurables sobre las realidades más desgarradoras.

Fuente: La Nación

 Like

Elisa Carrió publicó esta mañana, antes de las 8 (horario en que comienza la veda electoral frente a las primarias del domingo) un tuit en la que se la ve explicando el significado del cuadro de 1937 de Pablo Picasso, Guernica. La líder de la Coalición Cívica dijo que la obra representa que “la ciencia sin ética sirve a la destrucción de la humanidad” y algunos usuarios interpretaron el mensaje como una crítica más al precandidato a diputado nacional en Buenos Aires por Juntos, Facundo Manes, con quien tuvo varios cortocircuitos en la campaña.”El Norteño”, el mejor restaurante del norte del país, en Gobernador Crespo, dónde venía desde que era chica a comer los mejores sorrentinos del país.Al lado del Guernica de Picasso, que significa: “una ciencia sin ética, sirve a la destrucción de la humanidad”. pic.twitter.com/xEZZIBw8Kx— Elisa Lilita Carrió (@elisacarrio) September 10, 2021“Esta es la luz, es la ciencia, ¿qué te dice? Te dice que es un bombardeo hecho por los nazis para ayudar a Franco en la Guerra Civil española”, comienza Carrió al señalar la réplica del cuadro desde un video que subió a su cuenta de Twitter y que grabó, según afirma, en el norte del país.“Lo que quiere decir Picasso es que si la ciencia se pone al servicio del poder se destruye a la humanidad”, continúa. “Es el cuadro por excelencia del siglo XX que preanuncia la Segunda Guerra Mundial, la bomba atómica, significa cómo la ciencia sin ética sirve a la destrucción de la humanidad”, cerró.Tras su mensaje, algunos usuarios de Twitter interpretaron el video como un tiro por elevación contra Manes, con quien tuvo varios roces, por ejemplo en julio, cuando el también neurocientífico aseguró a LA NACION que “Lilita” le pidió que la secundara en la fórmula hacia la Casa Rosada, en 2015 y ella lo desmintió diciendo que “en Juntos por el Cambio no se permiten mitómanos”.

Fuente: La Nación

 Like

Todos recordamos dónde estábamos en el momento en que nos enteramos de que el World Trade Center, de Nueva York, se desmoronaba luego de haber sido literalmente atravesado por un avión de línea. Esa memoria colectiva compuesta por el aporte individual de cada uno de nosotros es la primera señal del impacto de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y del cambio que produjeron en la historia contemporánea, fundamentalmente en la dinámica de la política internacional. En especial, afectó el estatus de potencia de EE.UU., impregnó sus políticas exterior y de defensa y alteró la política interna, incluyendo aspectos ideológicos e identitarios. Dos décadas después, la agenda internacional evidencia sus múltiples consecuencias y los costos de mediano y largo plazo que continúa generando este evento, en particular en Afganistán.EE.UU. lo vivió como un ataque a su soberanía: fue inmediatamente procesado y canalizado con un prisma militar. No se trata de un aspecto menor: se lo podría haber conceptualizado como un hecho policial y que cayera bajo la órbita de las fuerzas de seguridad. Pero al quedar encuadrado como una amenaza de seguridad nacional, se activaron los aparatos militares, de inteligencia interna y externa, y –en una media muy inferior– también los diplomáticos. Esto llevó a lo que se conoce como “securitización” de las relaciones internacionales norteamericanas: todas las cuestiones –desde las comerciales hasta las humanitarias, desde las financieras hasta las tecnológicas– comenzaron a quedar supeditadas al efecto que tuvieran sobre la “guerra” contra el terrorismo.El principal logro: se evitaron todos los intentos de llevar a cabo otro ataque en EE.UU. de la escala del 11-S. Luego de 20 años de haber movilizado la estructura militar más poderosa de la historia de la humanidad contra Al-Qaeda, esta organización no se parece en nada a lo que era en el momento de la caída de las Torres Gemelas. Su fundador y líder, Osama ben Laden, fue asesinado en Pakistán hace diez años. Todos y cada uno de los dirigentes de alto nivel resultaron muertos o capturados. Según informes públicos del Pentágono, siete de sus principales comandantes fueron eliminados desde 2019. Casi nada de esto se refleja en las percepciones de la sociedad. De acuerdo con el Pew Research Center, unos meses después de los atentados, el 83% de los estadounidenses decían que “defender al país de futuros ataques terroristas” era “la más alta prioridad” del presidente y del Congreso. Para fines de 2020, ese porcentaje solamente había descendido nueve puntos.Los frustrantes resultados de las campañas militares en Afganistán y en Irak, deslegitimadas desde un inicio por el bluff de las “armas de destrucción masiva”, aportan a la continuidad del trauma. La reciente caída de Kabul y el colapso del sistema de defensa basado en un ejército afgano entrenado durante largos años y que costó cientos de billones de dólares a una coalición liderada por EE.UU. y que cedió sin resistencia al rápido avance talibán expusieron el rotundo fracaso que atravesó cuatro presidencias. La distracción inútil por construir naciones (nation building) en esos territorios y avanzar en la utopía de extender la democracia a Medio Oriente dejó demandas internas desatendidas y un deterioro de su propia infraestructura, tanto física (carreteras en mal estado, puertos poco competitivos) como institucional: descendieron los niveles de transparencia, se incrementó la polarización política, se profundizaron las divisiones sociales, y la desigualdad económica alcanzó los niveles más altos de la historia del país.El financiamiento de estos desastres militares está envuelto en polémicas. El organismo de control independiente del Congreso sobre Afganistán concluyó en su último informe que los costos directos de las guerras en ambos países treparon a dos trillones de dólares hasta 2020. Aunque el 18 de septiembre de 2001 el Congreso autorizó a las Fuerzas Armadas a perseguir a los culpables de los atentados, nunca se votó una declaración oficial de guerra. El Subcomité de Defensa del Senado discutió los costos de Vietnam 42 veces, contra apenas cinco –hasta mediados de 2021– de las campañas de Afganistán e Irak. El Comité de Finanzas del Senado mencionó esos costos apenas una vez desde el 11 de septiembre de 2001.En el terreno militar, EE.UU. mantiene la superioridad con respecto a cualquiera de sus potenciales contrincantes, pero la brecha se redujo de manera significativa. En algunas áreas, como ciberseguridad, incluso estaría detrás de China, Rusia o hasta Corea del Norte. Washington identificó 16 sectores de infraestructuras críticas cuyos activos, sistemas y redes se consideran tan vitales que su inutilización o destrucción tendría un efecto debilitador sobre la seguridad, la actividad económica y la salud pública. La Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de las Infraestructuras (CISA) fue creada para asesorar sobre amenazas digitales y físicas provocadas por el hombre o de origen tecnológico o natural. El panorama a veinte años del 11-S es mucho más complejo, con actores diversos que se relacionan de maneras cambiantes y constituyen amenazas alarmantes.En el plano económico, el país perdió la posición privilegiada que ocupaba a comienzos del nuevo milenio. Su participación en el comercio mundial se redujo del 31% en 2001 a menos del 25% en 2021, mientras que su deuda casi se sextuplicó: de 5 a 28 trillones. A pesar de tener uno de los cinco mejores sistemas educativos universitarios a nivel mundial, obtiene sistemáticamente puntuaciones más bajas que muchos otros países en pruebas estandarizadas tanto en matemáticas como en ciencias. Su ubicación en los rankings globales en esta materia viene en baja, en consonancia con la disminución de la financiación en educación, que es de solo un 3% del PBI.El efecto más devastador de los atentados de septiembre de 2001 no fue material, sino de pérdida en la dirección estratégica. Como esos autos chocadores en los que se veía a los talibanes mientras llegaban imágenes dantescas del aeropuerto de Kabul, Ben Laden logró que EE.UU. descuidara su bienestar interior, priorizando actores no estatales por sobre las grandes potencias competidoras por la supremacía geopolítica. Hoy paga los costos: una sociedad empobrecida material y moralmente, con una democracia disfuncional, menos aliados internacionales y cada vez más competidores y enemigos. También perdió el rumbo de su imagen internacional: el prestigio del que gozó fue sepultado bajo la revelación de la fabricación de información falsa para justificar la invasión de Irak, los escándalos de tortura ilegal en Abu Ghraib, los sitios de tortura clandestinos de la CIA durante la gestión Bush, los asesinatos selectivos y las campañas de bombardeo a través de drones con Obama al mando y las escuchas ilegales o los berrinches diplomáticos de la era Trump. El soft power del sueño americano se desmoronó con la postura nativista, xenófoba y racista de la última administración frente a la inmigración y los refugiados, provocados al menos en parte por los desatinos de su intervencionismo militar. La densidad moral que mantenía cohesionado el orden internacional liberal se volvió endeble y poco confiable. Eso aplica tanto para sus aliados, que ya no cuentan con el respaldo de EE.UU. en sus conflictos internacionales, como para sus propios ciudadanos, que no desean arriesgar tropas ni recursos para “expandir la libertad en el mundo”.

Fuente: La Nación

 Like

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha mantenido este jueves una conversación telefónica con su homólogo chino, Xi Jinping, en la que han abordado las relaciones bilaterales entre ambos países.”Los dos líderes tuvieron una discusión amplia y estratégica en la que discutieron áreas donde nuestros intereses convergen y áreas donde nuestros intereses, valores y perspectivas divergen”, tal y como ha destacado la Casa Blanca en un comunicado.Por su parte, China ha catalogado esta comunicación como un “intercambio estratégico sincero, profundo y amplio sobre las relaciones bilaterales y cuestiones relevantes de interés compartido”, ha informado la agencia oficial china Xinhua.Así, Biden ha catalogado este acercamiento como “parte del esfuerzo continuo de Estados Unidos” para gestionar de forma responsable la competencia que existe entre ambas naciones.El presidente estadounidense ha subrayado también el interés de su país en mantener “la paz, la estabilidad y la prosperidad” en la región indo-pacífica y el resto del mundo.Finalmente, la Casa Blanca ha detallado que los dos mandatarios han discutido sobre la responsabilidad de sus respectivas naciones para garantizar que la competencia entre ellas no se torne en un “conflicto”.

Fuente: La Nación

 Like

Por Lucila SigalBUENOS AIRES, 10 sep (Reuters) – Los argentinos asistirán el
domingo a las urnas en unas primarias para las elecciones
legislativas de noviembre marcadas por la apatía, preocupaciones
sobre la situación económica y malestar por escándalos políticos
vinculados a beneficios obtenidos durante la pandemia del
coronavirus.El Gobierno buscará ampliar su mayoría en el Congreso,
aunque las encuestas no lo favorecen, en unos comicios de medio
término vistos como un plebiscito al presidente de
centroizquierda Alberto Fernández, cuyo período de gestión
transcurrió casi completamente en pandemia.”Podría entrar al cuarto oscuro y hacer un ‘ta te tí’ (juego
de azar), porque creo que ya es indistinto”, dijo en Buenos
Aires Gonzalo Barmasch, un estudiante de 22 años.”En estas elecciones estoy desinteresado (…) Los años
anteriores creo que el voto siempre se marcó por parar al
kirchnerismo (por el peronismo oficialista) y así voté, pero
este año hasta perdí el interés en la oposición, ya que no veo
grandes cambios”, añadió.Analistas políticos citan además el malestar de la población
por la violación por parte de Fernández de la estricta
cuarentena que él mismo impuso, cuando en 2020 celebró en la
residencia presidencial el cumpleaños de su pareja, sumado a
otro escándalo por la prioridad dada a funcionarios en la
vacunación contra el COVID-19.”Venimos de un año muy complicado con la pandemia y con un
Gobierno muy debilitado, con seis de cada 10 personas que no
tienen confianza en cómo el Gobierno está gestionando la
pandemia y siete de cada 10 que no tienen confianza en cómo el
Gobierno está gestionando la economía”, dijo a Reuters Mariel
Fornoni, directora de la consultora Management and Fit.Muchos argentinos consideran que los políticos están
alejados de sus preocupaciones más cotidianas, vinculadas a la
crisis económica que atraviesa la tercera economía de América
Latina, con altos niveles de inflación, pobreza y desempleo,
agravada por la pandemia de coronavirus.”Hay muchísima apatía, enojo (…) Hoy casi el 60% de la
principal mención tiene que ver con temas de economía,
fundamentalmente la inflación y el desempleo”, dijo Fornoni.Según analistas, la oposición basó su campaña en ataques
directos al Gobierno y el oficialismo intentó centrarse en los
logros alcanzados en el manejo de la pandemia, en momentos en
que los casos y muertes por coronavirus están cayendo gracias a
una aceleración de la campaña de vacunación.Las elecciones del domingo, que en Argentina son
obligatorias, serán las primeras a nivel nacional en medio de la
pandemia del coronavirus y el Gobierno dispuso cambios que
incluyeron aumentar en un 30% los lugares de votación para
evitar las aglomeraciones, además de protocolos sanitarios.El interrogante es cuál será el nivel de participación, que
Fornoni estima que caerá cerca del 15% con respecto a elecciones
previas, de acuerdo con encuestas recientes y lo ocurrido en
comicios provinciales y municipales celebrados en pandemia.”No encuentro razones que me lleven a inclinarme por alguna
de las listas, ninguna campaña me convence como para poder
elegir una lista, solo algunas me ayudan a descartar”, señaló
Ramiro Gomez, un estudiante de 21 años.A Yiya Carrillo, una profesora de literatura jubilada de 89
años que ya recibió la vacuna de COVID-19, el virus no le
resulta un impedimento y prevé ir a votar el domingo.”Por supuesto que voy a ir a votar”, dijo Carrillo. “Lo que
más me preocupa en este momento es la actitud de la oposición
tan feroz, tan poco positiva y con tan pocos aportes”, agregó y
aclaró que no es seguidora de ningún partido político.
(Reporte de Lucila Sigal, con reporte adicional de Agustín
Geist
Editado por Nicolás Misculin)

Fuente: La Nación

 Like

La pandemia de coronavirus lleva más de un año, y la Argentina atraviesa la segunda ola de contagios, que afecta en mayor o menor medida a todos los distritos del país. Al 10 de septiembre en Río Chico, Tucumán, se registran 6389 casos de infectados desde el inicio de la pandemia.En las últimas 24 horas no se han informado sobre casos nuevos de coronavirus en Río Chico, según lo detallado por las autoridades sanitarias. Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se han detectado 8 casos de personas afectadas por Covid-19.A la fecha, en la provincia de Tucumán, se registra un total de 200.038 infectados por coronavirus y 2.992 muertos, mientras que en todo el país se contabilizan 5.218.993 casos positivos, 5.062.115 pacientes recuperados y 113.099 muertos.Estas cifras surgen a partir de la base de datos abiertos del Ministerio de Salud de la Nación. Como la contabilización de casos por partido o departamento se realiza bajo el criterio de lugar de residencia que figura en el DNI del paciente, puede suceder que la persona no se encuentre en ese partido o departamento transcurriendo la enfermedad.El avance de la vacunación contra el Covid 19 en la ArgentinaA su vez, en el “Monitor Público de Vacunación” se indica que se distribuyeron 51.970.024 dosis. De ese total, 46.008.312 ya se aplicaron: 28.572.805 personas recibieron una sola dosis y 17.435.507 completaron el proceso de vacunación.* Esta nota fue confeccionada a partir de la base de datos abiertos del Ministerio de Salud nacional. Por favor, en caso de encontrar algún error o sugerencia, enviar un correo a: lndata@lanacion.com.ar.

Fuente: La Nación

 Like