El periodista militante Diego Brancatelli analizó esta noche los resultados de la elección Primaria, Abierta, Simultánea y Obligatoria (PASO) en donde se impuso la coalición opositora Juntos a nivel nacional y el oficialismo además sumó una inesperada derrota en la provincia de Buenos Aires, al perder en la cuna del kirchnerismo.“Va a sonar raro y si lo sacan de contexto va a ser meme, pero es una derrota esperanzadora”, dijo el panelista de Intratables, en América TV, ante la mirada atónita de sus compañeros. Según Brancatelli, el presidente Alberto Fernández “está rodeado de gente que le dice que las cosas están bien y quizás entendieron que las cosas no estaban bien”.Diego Brancatelli: “Es una derrota esperanzadora”#EleccionesArgentina #Elecciones2021 pic.twitter.com/QN2Jva9CR4— Emiliano G. Arnáez ? (@Cynega) September 14, 2021En esta línea, el periodista desestimó el resultado de las PASO. “No está nada dicho, de acá a noviembre tienen que cambiar muchas cosas y ahí si querés discutimos”, le dijo al conductor Alejandro Fantino. Y agregó: “Esta derrota es simbólica, porque todavía esto no es nada”. En ese momento, Fantino le consultó: “¿La pueden dar vuelta?”. Brancatelli se mostró optimista y dijo que el Gobierno puede revertir el resultado de estas elecciones. “Sin lugar a dudas”, defendió. No obstante, hizo una salvedad: “Pero tienen que hacer mucho: tienen que empezar a gobernar, hacer peronismo de verdad. Una cosa es decir, pero hay que hacer: microeconomía, inflación, seguridad y libertad”.Su compañero Pablo Vilouta defendió a su colega: “Tiene todo el derecho a estar esperanzado”, dijo. Aunque, agregó: “Pero la culpa no puede ser sola de Alberto Fernández. Es muy fácil tirarle la responsabilidad de tener 4 millones 800 mil votos menos”.

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La ciudadanía emitió en las primarias abiertas (PASO) realizadas anteayer un contundente mensaje: no está dispuesta a tolerar más abusos de poder ni arrebatos autoritarios que condicionen el ejercicio de las libertades individuales o que limiten los principios esenciales de nuestro sistema republicano y democrático.El notable descenso de la adhesión electoral a los precandidatos del oficialista Frente de Todos en el orden nacional con respecto a los votos obtenidos por esta fuerza política dos años atrás no solo habla a las claras de la insatisfacción mayoritaria de la población con una gestión gubernamental equivocada e ineficaz, que ha agravado los problemas del país. Da cuenta también de un fuerte cuestionamiento a un singular sistema de toma de decisiones, donde el presidente de la Nación se encuentra subordinado a su vicepresidenta, y en el que el eje de las políticas públicas es dominado por los intereses particulares de esta última.Si bien faltan dos meses para las elecciones generales, las PASO arrojaron un resultado tan inesperado por muchos como catastrófico para la coalición gobernante. El 31% de votos cosechado por el Frente de Todos en el orden nacional –la peor elección en la historia del peronismo– muestra un retroceso de 17 puntos con respecto a las elecciones presidenciales de 2019. Su derrota en 17 de los 24 distritos del país –solo ganó en las provincias de Formosa, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Catamarca, La Rioja y San Juan– es el mejor indicador de que el resultado electoral constituyó un plebiscito en contra de la gestión de Alberto Fernández.Las autoridades nacionales no pueden escudarse en la pandemia para explicar el veredicto de las urnas. Como lo reconoció tímidamente el primer mandatario anteanoche, en el búnker del Frente de Todos, “algo no habremos hecho bien”. La pregunta que debe responder es qué cree realmente que hizo mal. De la respuesta que dé a ese interrogante podremos prever si la Argentina tendrá alguna chance de recuperarse de la gravísima situación que atraviesa en los dos años que le quedan de mandato a Alberto Fernández, o si solo cabe esperar que las cosas vayan de mal en peor.Quienes le quitaron su respaldo en las urnas a la coalición gobernante pueden enumerar una gran cantidad de razones para la pérdida de apoyo electoral al Gobierno.La irresponsabilidad en el manejo de la gestión sanitaria en la pandemia, los inadmisibles privilegios para los amigos del poder a través del vacunatorio vip, las fiestas clandestinas en la quinta presidencial de Olivos con la consecuente violación de la cuarentena por el propio Presidente, el año y medio sin clases presenciales y el inicial rechazo hacia las vacunas provenientes de los Estados Unidos, con el enorme costo en vidas humanas que pudo haberse evitado, son parte del cuestionamiento expresado en las urnas.Pero no termina ahí. Cuentan también el impulso oficial a la liberación de peligrosos presos y de no pocos exfuncionarios procesados o condenados por corrupción; el afán oficial por someter a la Justicia a sus designios en procura de impunidad para la vicepresidenta y sus testaferros; la cómplice indiferencia gubernamental frente al crecimiento del narcotráfico; el doloroso aumento de la pobreza y el desempleo, de la mano del cierre de miles de pequeñas y medianas empresas; la fuga del país de muchos argentinos y de un buen número de compañías de capitales extranjeros; la creación de 18 nuevos impuestos en un país con una de las presiones tributarias más elevadas del planeta; la inflación y el deterioro del poder adquisitivo de la población, y una política exterior que ha alineado al país con las peores dictaduras del continente, como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua.Frente a este apretado compendio de gruesos errores, el Gobierno puede optar por un giro de 180 grados o bien por profundizar y radicalizar el rumbo, recurriendo a un mayor aumento del gasto público que solo podrá ser financiado con más emisión monetaria, que conducirá a su vez a una inflación más insoportable aún, y continuará perjudicando a todos, principalmente a quienes menos tienen, y expulsando a más argentinos al exilio.Debilitado en su imagen, cuestionado internamente y con perspectivas de que su coalición política pierda la mayoría en el Senado de la Nación, el jefe del Estado deberá buscar acuerdos con la oposición, que permitan construir consensos duraderos capaces de transformarse en políticas de Estado para enfrentar los más graves problemas del país.Los dirigentes de la oposición, especialmente aquellos aglutinados en torno de Juntos por el Cambio, deberán exhibir su cuota de responsabilidad, conscientes de que han sido depositarios también de un voto castigo que no se traduce en apoyo incondicional a sus propuestas. Claro que cualquier entendimiento deberá anteponer la buena fe y el respeto por la Constitución nacional.Frente a los nuevos tiempos, será vital que la oposición se mantenga cohesionada en torno de los principios republicanos y que evite caer en concertaciones que deriven en pactos espurios, cuyo fin no sea otro que garantizar impunidad. El camino hasta 2023 estará plagado de obstáculos que solo el diálogo sincero y genuino entre los actores políticos, junto a la ratificación del principio de la independencia del Poder Judicial y el respeto por los derechos esenciales –incluida la libertad de prensa–, ayudarán a conjurar.La ciudadanía, con particular madurez y compromiso, ha fijado en las PASO de anteayer un sendero y ha expresado un mensaje que la dirigencia política toda debería empeñarse en no desnaturalizar.

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La palabra “algo” no tiene plural. Significa “cualquier cosa indeterminada”. O “cantidad indeterminada, generalmente reducida”. ¿Reducida?“Algo no habremos hecho bien”, dijo Alberto Fernández en el cénit de su discurso de ocho minutos destinado a reconocer la derrota ciclónica. ¿Cuántos algos no se habrán hecho bien?¿Insistir en un relato épico, tanto pandémico como económico, que al ciudadano medio le resulta impalpable? ¿No tener plan y jactarse de no tenerlo? ¿Encerrar a la gente y hacer cumpleaños en Olivos? ¿”La foto” de la fiesta, como analizan sesudamente algunos kirchneristas? ¿La pátina autoritaria? ¿Zigzaguear una y otra vez con todos los temas y todas las palabras? ¿La inflación y la pertinaz caída del poder adquisitivo del salario? ¿El manejo fallido de la economía? ¿Haber armado una estruendosa coreografía de lucha contra el hambre para después agrandar la pobreza y fingir que el hambre se esfumó? ¿Abrazar la causa del cierre de las escuelas con un fervor digno de la ley 1420? ¿El vacunatorio vip? ¿La ramplona ideologización de las vacunas? ¿Las infinitas promesas sanitarias incumplidas? ¿La impudorosa búsqueda de impunidad judicial personalizada? ¿Maldecir a Macri cada dos palabras como única explicación de los graves problemas del país? ¿Llevar la campaña a extremos de frivolidad como si lo importante ya estuviera resuelto? ¿Machacar con eslóganes antidiscriminatorios y discriminar sin pudor? ¿Fatigar con la inclusión y excluir? ¿Burlarse de la desesperanza colectiva que dramatizan los jóvenes que emigran? ¿Abandonar la construcción real de un futuro asequible?“Escuchamos el veredicto de la gente con atención”, asegura ahora Fernández. Encomiable evolución cívica de un presidente que con el fin de contestarles a los que habían ganado la calle para criticarlo prometía movilizar a la gente de bien. Pero como las boletas electorales no traen un espacio para que el votante escriba lo que siente (y mejor si no lo expresa de prepo, porque en 2001 por hacerlo hubo récord de impugnados y anulados), los votos hay que interpretarlos. Tarea que seguramente sería más eficaz si no hubiera que hacerla bajo estado de shock.Acabamos de celebrar las segundas PASO consecutivas con sorpresa disruptiva bajo el poncho. En 2019, PASO presidenciales, los ganadores y perdedores estaban al revés, pero la neutrónica sorpresa tampoco reconoció fronteras ideológicas, lo que no hablará bien de los encuestadores, pero peor habla de los gobernantes. Se entiende que nuestros gobernantes le hagan gastar carradas de plata al Estado para contratar encuestas: necesitan saber qué siente, qué le duele, qué piensa el pueblo, parece que un Covid metafórico les atrofió el olfato. ¡Auscultan mal a la sociedad, esencia de su trabajo! Y, lejos de rescatarlos, los encuestadores arrullan a sus contratistas con números exprimidos a encuestados telefónicos refractarios.La regocijante danza del sobre, ese impúdico alarde de centralidad que Cristina Kirchner hizo el domingo cuando fue a votar en Río Gallegos (voto que a los contribuyentes les costará decenas de miles de dólares, ya que la misión requirió de un avión oficial para que la vicepresidenta cumpliera con el deber cívico que otras veces se salteó), quedó de prueba: la líder del oficialismo, la madre del proyecto, no tenía idea de lo que se le venía. El mismo grado de información con el que candidatos y funcionarios bailaron poco después de las 19 para festejar el triunfo. Antes, eso sí, desparramaron elogios para el corajudo presentismo en las urnas, que resultó el más bajo de toda la democracia.Estos criterios valorativos probablemente sean de la misma escuela que los que los llevaron a convencerse de que estaban cuidando al pueblo del Mal, una simbiosis del coronavirus y Macri. Eran los vacunadores salvadores: lo demostraban estadísticas propias. Gambeteadores magistrales del impacto de la pandemia sobre la economía. Vamos, ya llega la felicidad de nuevo.¿Algo habremos hecho mal? Una generosa paleta de disgustos, por decirlo amablemente, seguramente dificulte el empeño auditivo de Fernández, quien asegura querer escuchar las urnas. ¿Cómo hará el Gobierno, que por lo menos hasta las siete y media del domingo esperaba ser aplaudido, para saber a toda prisa de qué “errores” se quejó la sociedad a los gritos? ¿Las desvirtuaciones también son errores?Porque una cosa trajo la otra. Cristina Kirchner descubrió hace tres años que para zafar de las garras de la Justicia no le bastaba con ser una senadora con fueros ni la líder de la facción más grande del peronismo, necesitaba volver al poder como fuera. Y para eso el peronismo debía rejuntarse. De manera concomitante Alberto Fernández volvió a invertirse, lo mismo que Massa, gimnasia para la que les sobra musculatura. Entonces ella pergeñó, después del suceso de la república matrimonial, un nuevo tuneo del sistema político institucional: deslumbró a sus admiradores (y a unos cuantos antikirchneristas también) armando una fórmula contra natura, en la que el vicepresidente, único caso en el mundo, escoge al presidente, para luego subordinarlo, contrariando por igual el orden jerárquico, el sentido común y la Constitución.Cualquier electrodoméstico viene con instrucciones en las que el usuario es advertido de que si altera el mecanismo de fábrica, si le mueve un tornillo, como mínimo pierde la garantía. Los constitucionalistas comparan el sistema político con un mecanismo de relojería, no solo por las premeditadas renovaciones desfasadas de representantes, sino por el equilibrio de poderes y contrapoderes. ¿Por qué habría de ser inocua la alteración del diseño constitucional original, negada antes con ira, ahora hasta teatralizada en los actos de campaña como si la república fuera un stand up?Este es uno de esos momentos en los que quienes proponen abandonar el encorsetado presidencialismo y pasar a un sistema parlamentario lucen sabios. En el parlamentarismo los cambios de humor social permiten reconfiguraciones casi instantáneas para poder seguir adelante.El asunto es bastante más complejo. Ni el parlamentarismo funciona sin un sistema de partidos robusto ni la decadencia argentina se revierte mágicamente cambiando reglas. Pero es cierto, inquietantemente cierto, que el presidencialismo, sobre todo combinado con la grieta, que es lo que hay, carece de dispositivo para procesar huracanes electorales en medio del río. La grieta, plantación de la lógica en la que el adversario pasa a ser tratado como enemigo, es una patología de la democracia que aniquila la búsqueda de acuerdos, justo lo que le hará falta al Gobierno para seguir gobernando.Cuando a un presidente le quedan dos años para terminar y no tiene posibilidades de continuar, tampoco su sector político, se habla de pato rengo (lame duck, porque le cuesta mucho nadar hasta la otra orilla). Pero Fernández, por su debilidad intrínseca, ya era un pato rengo antes de perder las elecciones intermedias. ¿Será un pato sin patas? Basada en pactos, no en imposiciones, la democracia sacraliza el sufragio, aunque tampoco parece bueno aferrarse a aforismos del tipo “el pueblo nunca se equivoca”, que casi siempre gustan más a los ganadores. Otro aforismo acaba de quedar pulverizado. Es el que decía que el peronismo unido jamás será vencido.

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El gobierno nacional ha recibido una dura derrota en las urnas. Habrá que evaluar los alcances de este descalabro, pero en el oficialismo la sensación de derrota es indisimulable. ¿Ganó la oposición o perdió el oficialismo? Lo seguro en todos los casos es que un significativa mayoría de ciudadanos expresó su disconformidad con el Gobierno. Dicho de una manera convencional, el pueblo como entidad política reafirmó su condición de soberano. El resultado del domingo no es concluyente. Bien podría hablarse de un final abierto que como todo final abierto incluye algunas señales no sé si concluyentes, pero sí significativas. Según Alberto Fernández, por ejemplo, la campaña recién comienza. Es probable que en sus circunstancias no pueda decir otra cosa. Por el contrario, para observadores entusiastas de la oposición, la campaña ha terminado con los resultados conocidos. ¿Empieza o termina? Entre ambas interpretaciones se abren espacios que la política se encargará de explorar.Una certeza podemos permitirnos: dar vuelta este resultado será para el oficialismo tarea ardua, por no decir imposible. Resulta muy difícil revertir en dos meses los errores y, para algunos votantes, los horrores de dos años. Escándalos, tragedias o grotescos como el “vacunatorio vip” o “la cena de Olivos”, para mencionar los más “destacados”, son símbolos grabados en el imaginario de la sociedad cuya textura, cuya consistencia, no se borra de un día para el otro. Por otra parte, un escenario desolado y desconsolado, con casi la mitad de la población sumergida en la pobreza, no se revierte con recursos demagógicos.Más: no es políticamente imposible que las diferencias en noviembre a favor de la oposición sean más amplias. Esa mayoría silenciosa que recela de las PASO, esos votantes poco aficionados a la participación ruidosa de los escenarios públicos, pero que piensan, votan y deciden, suelen ser más un capital político de la oposición que del peronismo. Por otra parte, para bien o para mal, el voto exitoso, el voto a ganador suele ejercer una atracción irresistible para ciertos votantesDesde ciertas zonas del oficialismo hablan de mejorar las condiciones de consumo de los pobres, lo que significa, traducido al lenguaje populista, repartir recursos económicos para convencer a los ciudadanos sobre las bondades contantes y sonantes de su gestión. Colocado ante la alternativa de ganar o perder el poder, el peronismo recurrirá a lo que mejor saber hacer en estas emergencias. Un populismo precipitado a la derrota suele ceder a la tentación de reforzar el clientelismo en sus versiones más irresponsables. ¿Podrán hacerlo? Difícil. Muy difícil. Un populismo sin plata es como un mago sin trucos, una hechicera sin magia, un embaucador sin labia.Lo sucedido el domingo sorprendió al Gobierno, lo cual es previsible, pero también sorprendió a los ganadores, lo cual no deja de ser algo curioso. Esa sorpresa podría llegar a ser el dato más significativo de la jornada. Esa sorpresa merece ser interpretada, porque en toda sorpresa, se sabe, palpita una señal, tal vez un enigma. Las sorpresas también incluyen revelaciones más o menos inquietantes. El mito de un peronismo unido invencible se esfumó en el aire, y hacia el futuro inmediato se abre el interrogante acerca de las conclusiones a las que pueden arribar quienes en nombre de la eficacia electoral estaban dispuestos –en algunos casos de muy buen grado– a digerir los platos más indigestos del menú kirchnerista y ahora advierten que los sacrificios han sido gratuitos o no son tan eficaces como les habían prometido.El peronismo fue derrotado y la derrota compromete a sus principales dirigentes. La impugnación incluye a la fórmula presidencial, es decir, a Alberto y a Cristina. ¿Perdió el kirchnerismo o el peronismo? No hay una sola respuesta a esta pregunta, pero muy bien podría decirse que el derrotado fue el peronismo y su versión hegemónica conocida como kirchnerismo.Sobre las consecuencias de esta derrota habrá muchas evaluaciones que hacer. La derrota del peronismo es un dato objetivo de las urnas, pero no es una tragedia para la nación y me atrevería a decir que en términos históricos tampoco es un tragedia para el peronismo. En homenaje a la historia, diría que en 1983 la derrota del peronismo le permitió a esta fuerza política sacarse de encima a personajes siniestros e iniciar un proceso interno de renovación que, más allá de las evaluaciones que nos merezca, dio cuenta de la vitalidad del peronismo. Con las diferencias del caso, la derrota del peronismo tal vez sea el camino inevitable para asegurar la perdurabilidad futura del peronismo sin la gravitación de su facción interna hegemónica en los últimos veinte años conocida como kirchnerismo. Si allá lejos y hace tiempo el dirigente sindical Augusto Timoteo Vandor dijo: “Hay que estar contra Perón para salvar a Perón”, sesenta años después, es probable que esa consigna, verbalmente ingeniosa, pueda traducirse diciendo que es necesario derrotar al peronismo para salvar el peronismo. Los resultados del domingo tal vez sean el primer capítulo de un texto que habilite la posibilidad de un peronismo liberado de las excrecencias del autoritarismo en sus versiones más facciosas y corruptas.Por lo pronto, algunas respuestas o algunos balbuceos del oficialismo no son tranquilizantes. Dirigentes reconocidos del Gobierno están inclinados a suponer que la causa de la derrota fue haberse alejado de las enseñanzas de Cristina Kirchner. Esto quiere decir que para el peronismo se sale de la derrota con más kirchnerismo, un diagnóstico que de efectivizarse anticipa más desgracias para la Argentina y nuevas derrotas para el peronismo. ¿O acaso no hemos aprendido que el kirchnerismo librado a sus propios impulsos nos arrastra a una crisis terminal, lo cual es en todas las circunstancias una fatalidad para todos los argentinos?La oposición, por su parte, deberá probar de aquí en más si es capaz de estar a la altura de los tiempos. Ganar una elección es más una responsabilidad que un privilegio. La responsabilidad de velar por los intereses de la nación; la responsabilidad de satisfacer las expectativas de cambio de sus votantes; la responsabilidad de sostener con el Gobierno una relación que preserve la salud institucional y al mismo tiempo rehúya de los cantos de sirena de quienes desde el poder alentarán las más diversas modalidades de complicidad.Ya habrá en el futuro tiempo para los acuerdos, pero hoy se exige respetar la voluntad mayoritaria de los votantes que decidieron que la República Argentina sea, aunque parezca redundante, una república. Y una república libre y justa; una república sin ese horizonte humillante e inhumano de pobreza, de empresas quebradas, de chicos fuera de la escuela, de inseguridad, de inflación y con un estremecedor balance de muerte. Podemos permitirnos estar satisfechos. La Argentina que amamos vive, está presente y además tiene sed de futuro.

Fuente: La Nación

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Muchos se sorprendieron por los resultados de las elecciones del domingo. Las encuestas anticipaban un triunfo nacional del oficialismo. Se especulaba acerca de cómo se leerían esas cifras. Si la distancia no superaba los cinco puntos, Juntos por el Cambio podía considerar que había hecho un papel digno.Y, sin embargo, salvo por esas encuestas, era natural imaginar que el kirchnerismo sufriría una derrota. Todos los indicadores económicos y sociales la presagiaban. El humor social y las expectativas de los consumidores, por ejemplo, que miden habitualmente estudios de la Universidad Di Tella y la Universidad de San Andrés, estaban por el piso. El salario real, es decir, la capacidad adquisitiva de las personas, era el más bajo en décadas.A esos datos objetivos había que agregar la profunda indignación social provocada por el pésimo manejo sanitario de la pandemia y los irritantes privilegios de los vacunatorios Vip y el Olivosgate, que terminaron por minar la poca confianza que despertaba un gobierno zombi, errático, tan confundido en el plano doméstico como en el internacional. Un gobierno que hizo de la mentira su única política coherente.En ese contexto, solo las estimaciones de los encuestadores nos podían hacer dudar de lo que, de otra forma, debía parecer evidente: la debacle del Frente de Todos y el fortalecimiento de Juntos por el Cambio. Pero no podemos dormirnos en los laureles. Con toda su significación política, la del domingo pasado fue una elección primaria. Recién en noviembre se dirimen las bancas en el Congreso. Debemos seguir trabajando con seriedad y responsabilidad para que los resultados del domingo pasado se afiancen en las elecciones generales. Si así ocurre, como es muy probable, una vez más el pueblo argentino les habrá puesto límites a los sueños hegemónicos del kirchnerismo.Algunos podrán decir ahora que la comparación con Venezuela era exagerada, que la Argentina tiene un sistema político equilibrado. Es verdad, pero eso es así a pesar de las intenciones del kirchnerismo. No hay dudas de que si pudiera, tal sería su modelo, como lo es en Formosa o Santa Cruz. Por eso es necesario marcar cada día los desbordes autoritarios. La grieta es funesta, pero no la hemos construido nosotros. Hay una grieta que no debemos cerrar nunca: la que separa a las democracias pluralistas de los populismos autoritarios. No podemos ser tímidos a la hora de dar esa imprescindible batalla cultural.¿Qué hará ahora el gobierno? ¿Girará hacia la racionalidad o profundizará el populismo? Lo sabremos en los próximos días. Si la prudencia indica lo primero, algo muy arraigado en su ADN lo puede empujar a lo segundo: un festival de emisión monetaria que le permita en estos dos meses dar una sensación, necesariamente efímera, de bonanza. Si así ocurre, las consecuencias posteriores serían devastadoras.¿Cómo se traducirá la colosal derrota en el curioso esquema de poder del oficialismo? ¿Intervendrá el Instituto Patria, ahora de manera desembozada, la presidencia? ¿Aceptará la paridad parlamentaria que obliga a negociar con la oposición o avanzará en una deriva decisionista que margine al Poder Legislativo? ¿Intentará mantener la presión sobre la justicia para lograr la impunidad de su jefa espiritual?El autoritarismo es siempre malo, pero en algunos casos sirve para adoptar medidas eficaces y urgentes. La particularidad del gobierno de los Fernández es que su vocación autoritaria ha disimulado a veces, en la consideración pública, la espantosa calidad de su gestión. Esa constante mala praxis tiene múltiples causas: el desdén por la eficiencia y la transparencia, un sistema decisorio extravagante, en el que para no irritar a nadie no se termina por hacer nada, un ideologismo adolescente anacrónico y una fijación por los eslóganes fáciles, que eluden la complejidad de los problemas.Se abre una etapa de incertidumbre. Es impensable que Alberto Fernández pueda seguir gobernando dos años más de esta forma. Los mercados celebran hoy su derrota y la esperanza cierta de un cambio de timón en 2023, que reencauce a la Argentina en el sendero de la sensatez, pero no hace falta ser un analista muy agudo para imaginar los hondos conflictos que habrán de aparecer en el seno del oficialismo.Hay, no obstante, dos noticias excelentes. La primera es que la sociedad argentina ha expresado su firme voluntad de ponerle límites claros a un gobierno de vocación hegemónica y gestión torpe e irresponsable. La segunda es que el malestar social se ha canalizado a través de una coalición que se demuestra cada día más sólida, que ha sabido superar una derrota electoral en 2019 y que, con diversos matices que la enriquecen, se prepara para gobernar en 2023. La democracia argentina sale robustecida.Diputado Nacional (Juntos por el Cambio- Pro) – CABA

Fuente: La Nación

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Aunque aún no ha sido computado un solo voto para asignar bancas, los resultados preliminares ya anticipan la pregunta que marcará los próximos pasos de la gestión de Alberto Fernández: ¿está siendo cuestionada ahora no solo su representación legislativa en el Congreso, sino también su gobierno de aquí hasta 2023? Tal es el efecto de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Un defecto de su diseño (su obligatoriedad) transforma lo que debería ser una simple interna partidaria en una primera ronda de facto.El Frente de Todos (FdT) perdió en la provincia de Buenos Aires (PBA), su bastión histórico (sacó sólo 33 por ciento de los votos), y a nivel nacional no le fue mejor (se quedó con el 30 por ciento del electorado). Tuvo, además, resultados inesperados en distritos que contaba como propios, como en provincias del sur de nuestro país, La Pampa, Chaco y San Luis. Si estos resultados se trasladan a noviembre, el Frente de Todos perdería un número muy importante de senadores, incluso poniendo en riesgo el quórum en las Cámaras.Inversamente, fue una buena elección para Juntos por el Cambio. Ganó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y en PBA. La amplitud del resultado permite contentar a todos sus sectores internos: Horacio Rodríguez Larreta puede decir que su estrategia bonaerense fue correcta; Patricia Bullrich puede atribuirse Córdoba, Mauricio Macri puede señalar que las y los votantes no castigaron el recuerdo de su gobierno, la UCR puede sentir que ganó posiciones. Ganar tiene ese efecto.Sin embargo, si se miran los números con atención, puede verse que el macrismo no creció en votos con respecto a 2019 y fue similar con relación a 2017. No fue poco mérito mantenerse unido, resolver su interna y conservar su público, pero es menos lo que ganó el macrismo que lo que perdió el FdT, que afecta a todos los socios de la coalición. Axel Kicillof y Máximo Kirchner no lograron traccionar votos en PBA y Sergio Massa perdió en Tigre. Y a excepción de los del noroeste, la mayoría de los gobernadores peronistas, que mantuvieron una calculada distancia respecto de la Casa Rosada durante los últimos meses, tampoco pudo preservarse del respaldo a la oposición.No se trató, finalmente, de una elección signada por la apatía ni por el “que se vayan todos/as”. La asistencia fue buena si se considera el contexto de pandemia (67%), el voto en blanco no explotó, y la fuga de votos hacia fuerzas minoritarias fue importante pero limitada. El FIT hizo una buena elección, con seis puntos nacionales, y Javier Milei consolidó un 13% en CABA.¿Podría pensarse, entonces, que el principal perjudicado del día de ayer fue el presidente Alberto Fernández? El desempleo, el precio de los alimentos, la crisis de la educación y los cuidados: esos temas son y eran los que preocupaban a la sociedad desde antes del Covid. Los resultados de las PASO hacen suponer que el gobierno no pudo articular una visión más allá del manejo del día a día de la pandemia. Y a estos factores estructurales seguramente se les sumó el impacto de las fotos del festejo de la familia presidencial cuando el país estaba en plena cuarentena.Parece que la elección ya hubiera sucedido. Pero, de nuevo: todavía no se contó ni un voto para elegir cargos legislativos.Integrante de la Red Federal de Investigadores Electorales de Cippec

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Las piedras hablaron El domingo los argentinos fuimos a votar y algunos pudimos fiscalizar. Fue un día largo y agotador. Pero valió la pena. Ejercimos nuestro derecho de elegir a nuestros representantes. Fuimos a votar con la esperanza puesta en que los valores y los principios triunfarían.Estaba en juego el futuro de nuestro país. Estaba en juego la república. Nadie se imaginó lo que estaba por ocurrir. El Gobierno nunca entendió nada. Cero empatía con los familiares de los 113.000 muertos por Covid. Cero empatía con quienes perdieron sus fuentes de trabajo, con los chicos, con los más vulnerables, con el campo, con los empresarios, con los comerciantes. Cero empatía con el pueblo. Cercenaron nuestros derechos y nos quitaron muchas libertades. Vinieron por todo. Se robaron vacunas. Nos robaron vidas.Nos quebraron y nos quisieron robar la esperanza.Pero las piedras hablaron, gritaron. Y se hicieron escuchar. Y las urnas castigaron.Los ciudadanos celebramos haber podido dar un mensaje claro y contundente.Porque este fue el triunfo de la ciudadanía, no de los políticos.Mercedes Moreno Klappenbachmercedes@designar.com.ar A ponerse las pilasDe ahora en más la oposición deberá hacerse cargo de la responsabilidad que gran parte de los votantes dejaron en sus manos. A ponerse las pilas para llegar a noviembre con propuestas concretas en disminuir la pobreza, afianzar la justicia y otorgar bienestar general, asegurando los beneficios de la libertad, haciendo honor al Preámbulo de nuestra Constitución nacional.Susana MastronardiDNI 12.276.049 Queremos trabajo Me gusta más pensar en estas PASO como una revolución del sector más vulnerable. Y los más vulnerables dijeron: no queremos más ayuda, no queremos una propina a cambio de votos, queremos la dignidad que da el trabajo. Ahora veremos quién toma este testimonio en su mano y logra llevarlo hasta la meta final. Ana Astigueta DNI 12.431.271 Conmovedor Resultó conmovedor ver a muchas personas que por ley estaban eximidas de la obligación de votar y que cumplieron, no obstante, con su deber cívico. Léase personas muy mayores, con discapacidad motriz, gente acompañada de sus hijos discapacitados. La dignidad y el orgullo no tienen color político.Arnoldo KrawickiDNI 4.420.123 ¿Fin del populismo? Sin duda que las PASO han sido un golpe rotundo al oficialismo, pero sería un grave error creer que son la antesala de la muerte del populismo. Para no caer en este concepto erróneo hay que entender que el populismo no es una ideología, no es un partido, ni siquiera un movimiento político: es solo una manera de hacer política, una caja de herramientas que cualquier sector político puede tomar y usar a su antojo. Es como el carpintero que tiene su caja de herramientas y la deja en el fondo de su casa mientras no la necesita. Ante la primera oportunidad la saca a relucir y está preparada y vigente para ser usada. Para el populismo esa oportunidad es alguna necesidad social insatisfecha, la cual enarbolará como lucha propia. Esas necesidades insatisfechas no son más que los burdos errores de los otros, y la Argentina abunda en esto. Argentinos todos: a ponernos las barbas en remojo y a hacerse cargo de lo que nos toca a cada uno. Marcos A. Evans DNI 14.062.331Autocrítica Que el Presidente haya reconocido la brutal derrota en estas PASO no está mal, pero decir que de acá a noviembre cambiará el rumbo para ganar es una verdadera barrabasada. Dos años decadentes en todo sentido, político, sanitario, económico, institucional, con actos de corrupción, liberando presos que hoy nos matan en las calles, etc., son imposibles de modificar en dos meses. La cicatriz es profunda y no se borra. Solo seguirán mintiendo y emitiendo más billetes, con consecuencias nefastas. Alberto F. DíazDNI 10.492.915Cachetada Así definió la candidata Victoria Tolosa Paz el resultado de la elección de ayer. Una cachetada es una acción violenta e inaceptable, especialmente en los delitos de género. No extraña la falta de tino en sus mensajes, pero sí reafirma que el relato populista a veces se ve traicionado por el subconsciente. Lo que las urnas expresaron fue una reacción educada y pacífica de civismo ante los abusos, los privilegios y las violaciones de las normas. Guillermo Fasano guillermofasano@gmail.com Voto en el exterior En las próximas elecciones de noviembre los argentinos residentes en el exterior podrán votar solo en forma presencial. La posibilidad de hacerlo por correo ha sido anulada (en las elecciones anteriores se podía), motivo por el cual muchos se encuentran en amplia desventaja debido a las enormes distancias existentes entre sus domicilios y los consulados habilitados. Celina Fernández Llorente DNI 12.045.320 IdentidadEl domingo, luego del tan esperado discurso, el Presidente dijo: “Seguramente, algo hemos hecho mal”, lo cual no significa que corregirá sus errores, pues seguramente no significa que esté seguro (certeza) de que hizo muchas cosas mal. También dijo: “Debemos recuperar nuestra identidad”. Ahí se complicó más, porque si hay algo que su gobierno nunca tuvo fue identidad. Eso sí es seguro, ya quedó demostrado y lo sabe.“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras” (William Shakespeare). H. Guillermo Vidal Albarracín DNI 4.433.082 En la Red FacebookVictoria Tolosa Paz: “Nos dieron una cachetada”“No es una cachetada, es flor de paliza. La vulgaridad no te funcionó”- Emi Maciel“El dolor de la sociedad no es gratis”- Claudia A. González“¿Y qué esperaba? ¿No se lo imaginó? ¡No vio cómo estamos los argentinos, hartos de tanta humillación! ¡Basta!”- Silvia Lucci“No fue cachetazo, el pueblo libremente eligió su camino”- Marta Díaz FernándezLos textos destinados a esta sección no deben exceder las 15 líneas o los 1100 caracteres. Debe constar el nombre del remitente, firma, domicilio, teléfono y número de documento. Por razones de espacio y de estilo, LA NACION podrá seleccionar el material y editarlo. Los mensajes deben enviarse a: cartas@lanacion.com.ar o a la dirección: Av. Del Libertador 101, Vicente López (B1638BEA)

Fuente: La Nación

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En las elecciones del domingo pasado, los mayores de 70 años tuvimos el privilegio de no hacer fila para votar. Una de las pocas ventajas que, en este tiempo de COVID-19, se nos concedió a los ancianos; la mayoría, por otra parte, jubilados lo que equivale a decir víctimas preferenciales de saqueo económico desde hace décadas.Cuando salí del cuarto oscuro y emprendí el regreso a mi casa, más calmo, miré con atención ca quienes estaban en la cola; por supuesto, eran menores que yo. El último era un muchacho que debía de ser la primera vez que participaba en comicios. Tenía los ojos teñidos por una mezcla de aburrimiento y desconcierto, al que le agregaría el adjetivo temeroso.Desde hace casi diez años, podría haber dejado de votar. A fin de noviembre, probablemente (quién puede estar seguro de lo que va a ocurrir en más de dos meses) cumpla los 80. ¿Por qué votamos los que estamos eximidos de hacerlo, los que, en cierto modo, por edad, estamos “jubilados” de nuestra condición de ciudadanos?Hay varias razones. La mayoría de nosotros, los “abuelos”, eufemismo de viejos, estamos en un limbo o en un purgatorio –no sé dónde nos hubiera ubicado Dante Alighieri–, en el que nuestros actos casi no inciden en la vida pública. Eso sí, cada mes de nuestra supervivencia afecta las cajas del Estado porque éste nos está obligado a pagar los “beneficios” jubilatorios. Hay, sin embargo, un acto que podemos ejercer y que influye, de modo anónimo, pero potente, en la realidad: emitir nuestro voto. Se nos autoriza a no hacerlo; para nosotros, no es obligatorio, pero es un derecho. Es el único momento en el que el gobierno de turno trata de mimarnos, en vez de exterminarnos. Formo parte de un grupo de excompañeros de colegio secundario que estamos en contacto por Whatsapp. El domingo, varios de ellos informaron al resto que ya habían votado. Lo habían hecho no sólo por ellos, sino, sobre todo, por sus hijos y sus nietos. Ya se sabe, los nietos son la razón de vivir de los abuelos; los hijos pasan a un segundo plano cuando hay nietos.No tengo hijos, no tengo nietos, soy soltero. ¿Por qué voy a votar a políticos de los que desconfío, ya que no han hecho sino perjudicarme? Más aún, por cierto, me agraviaron las dictaduras militares.Todos los gobiernos, con empeño, emprendieron la tarea de destruir el país del que me sentía orgulloso. Hubo dos excepciones: Humberto Illia y Raúl Alfonsín. Éste último me defraudó en el plano económico, pero no en asuntos muy importantes para mí: la defensa de los derechos humanos y el juicio a la cúpula del gobierno militar.Podría decir que hace dos días fui a votar por vocación republicana. Es sólo la parte políticamente correcta de la verdad. Los ideales republicanos son nobles, creo en ellos, y han sido mancillados con pertinacia desde que nací. Si esos ideales fueran respetados, contribuirían a mejorar la situación de los argentinos. Pero las ideas las ejecutan políticos que, hoy, son una élite no siempre lúcida y, a veces, torpe: a menudo, se equivocan de buena o mala fe y “ejecutan” –es el verbo justo- en la acepción de ajusticiar, de matar al reo, es decir, a la idea y al ciudadano.En verdad, fui a votar para que vivamos en paz y por el futuro de los seres que quiero y que ellos quieren. Lo hice por egoísmo. Yo soy los que quiero. Eché el sobre en la urna con la esperanza, contra toda evidencia, de que, por un milagro, las cosas cambien. De que pueda dejar esta última y anónima huella en la tierra donde tantos seres de talento y laboriosos me enseñaron a pensar, a compartir y a gozar de los buenos frutos de la condición humana. Los milagros exigen tiempo, trabajo inteligente, esfuerzo constante, y educación.

Fuente: La Nación

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Gimnasia y Vélez empataron 0-0 en el estadio Juan Carmelo Zerillo (El Bosque) este lunes 13 de septiembre, en un partido de la jornada 11 de el Torneo 2021. Empate sin golesEn la próxima fecha, Vélez se medirá con Aldosivi, mientras que Gimnasia tendrá como rival a Union.En los siguientes gráficos se pueden observar las formaciones de los equipos, los cambios, las principales incidencias del partido y la tabla de posicionesClasificación a la Copa Libertadores y Copa Sudamericana 2022Argentina dispone de seis lugares para la Copa Libertadores 2022. Colón ya obtuvo el primer boleto por haber ganado la Copa de la Liga Profesional. El campeón del Torneo 2021 se clasificará de manera directa. Lo mismo conseguirá el equipo que se quede con la Copa Argentina. Los restantes lugares los obtendrán los tres primeros equipos de la tabla general anual, que contempla los puntos obtenidos en la fase de grupos de la Copa de la LPF (13 partidos) y el torneo 2021 (total: 38 encuentros). En este caso, el tercer equipo accederá al Repechaje de la Copa.En tanto, a la Sudamericana 2022 irán otros seis equipos: uno es Banfield (ganador de la Zona Complementación de Copa de la Liga Profesional) y los otros cinco saldrán de esa misma tabla general. Si se repite un equipo ya clasificado por otra instancia, el lugar será para el siguiente conjunto de esta misma tabla.

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 13 de septiembre, en la provincia de Jujuy se contabilizan 47.578 casos de infectados y 1.429 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 24 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Jujuy, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 249 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 5.226.831 de infectados por coronavirus, 5.078.591 pacientes recuperados y 113.640 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Jujuy se encuentra en el puesto 21 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 2.048.650 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

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