El temporal impactó más en la ciudad que en el campo. En el norte bonaerense todavía escasea la disponibilidad hídrica en el cultivo de invierno y también en los maíces tempranos.

Fuente: Clarín Rural

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La primera vaca clonada en la historia, conocida como Kaga, falleció por causas naturales a los 21 años en Ishikawa, Japón, el mismo lugar que la vió nacer a finales de la década de los noventa.
En el año 1998, científicos de Japón pertenecientes al Centro de Investigación Provincial de Ganado de Ishikawa clonaron por primera vez a este bovino, el cual logró vivir por largos años de forma normal dentro del mismo recinto donde fue creada.
Para darle vida a Kaga, los expertos utilizaron el mismo método que con Dolly, la famosa oveja que fue el primer animal clonado en la historia en el año 1996.
La vaca Kaga
Los investigadores lograron clonar a esta vaca quien se hizo conocida rápidamente por lo llamativo del avance científico por aquellos años. Kaga tenía una compañera, ya que días después nació Noto, otra bovina quien murió en el mes de mayo del 2018.
El animal tuvo una vida bastante tranquila y murió por causas naturales, cumpliendo con los estándares esperados ya que la esperanza de vida de una vaca ronda entre los 20 y 25 años.
 Aproximadamente hace un mes atrás Kaga comenzó a tener ciertos problemas para caminar y sostenerse de forma adecuada, por lo que comenzó a recibir suplementos nutricionales y otros medicamentos para evitar que sintiera dolor.
Sin embargo, durante los primeros días de octubre la bovina ni siquiera podía mantenerse de pie, por lo que empezó a agonizar por largos días y fue declarada muerta por el grupo de investigadores el día 9 de Octubre.
Uno de los principales motivos por los que los expertos comenzaron a clonar vacas en Japón fue por mejorar la producción de leche y carne en todo el país, sin embargo el año 2009 la distribución de estos alimentos provenientes de especímenes clonados fue prohibido en aquel país.

Fuente: InfoCampo

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Fue un corolario del congreso de la industria, realizado este jueves en San Isidro. En el país hay 3,6 millones de ejemplares. Además de ser un símbolo cultural son fuente de empleo y arraigo en el campo.

Fuente: Clarín Rural

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Un equipo de investigadores del INTA Pergamino evaluó cómo impacta la fecha de siembra del cultivo sobre el rendimiento de los granos. Este trabajo obtuvo el premio “Innovación Juvenil” en la XXIII Reunión Latinoamericana del Maíz.
El maíz (Zea mays) es uno de los tres cereales más cultivados del mundo y, gracias a su capacidad para adaptarse, logró consolidarse en los sistemas productivos.
En la región núcleo argentina, el maíz se siembra durante la primavera (finales de septiembre), por lo que la floración y llenado de granos ocurre en enero, el momento de mayor temperatura y alta radiación solar. Además, en esta época del año el agua suele ser más escasa.
“Los maíces de siembras tempranas son los que poseen mayor productividad, pero a su vez presentan una gran variabilidad interanual de rendimientos. Mientras que los sembrados en fechas más tardías tienen un rendimiento menor, pero son más estables a lo largo de los años”, indicó Yésica Chazarreta, especialista en genética e integrante del equipo de Ecofisiología de Cultivos del INTA Pergamino.

Según el informe precampaña 2019 de la Bolsa de Cereales, para esta campaña se prevé un aumento en la proporción de planteos tempranos y una reducción de tardíos. Con esta proyección, la siembra de maíces tardíos alcanzaría cerca del 45 % de la superficie total del cereal cultivado en la Argentina.
En este sentido, Chazarreta se propuso evaluar cómo impacta el atraso en la fecha de siembra del cultivo de maíz sobre las dinámicas de llenado y secado de los granos. Para esto, realizó diversos ensayos con híbridos de maíz sembrados en dos fechas constantes: una en octubre y otra en diciembre.
“Pudimos ver que el atraso en la fecha de siembra producía reducciones en el peso final de los granos, explicadas tanto por la reducción en la tasa de llenado, como por acortamiento del período en el cual los granos se estaban llenando. Lo que más nos llamó la atención fueron los aspectos vinculados con el secado de los granos: las fechas de siembra tardías tienen un secado del grano más lento”, señaló la especialista del INTA.
En la Argentina, la humedad comercial del grano de maíz es del 14,5 %.
“Lograr esta cifra con siembras tardías es más complicado, debido a que ocurre durante el invierno, en los meses de junio y julio. Esto implica que el cultivo se encuentre en pie en el campo durante mucho tiempo, con el posible aumento de incidencia de enfermedades de la planta y la espiga, por ejemplo”, explicó Chazarreta.
El objetivo de estos experimentos es generar modelos que ayuden a predecir cómo va a evolucionar la humedad de los granos.
“Podremos diseñar herramientas de asistencia a los productores para la toma de decisiones al momento de cosecha: si esperan hasta alcanzar la humedad comercial con el cultivo en pie en el campo o cosechan antes y afrontan el costo del secado adicional”, concluyó la especialista.

Fuente: InfoCampo

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Muchas veces escuchamos debates acalorados sobre si las plantas transgénicas son realmente necesarias, si no lo son, hay quienes las consideran organismos “artificiales” que violan las leyes de la naturaleza e infinidad de opiniones… Pero ¿Qué son realmente los cultivos transgénicos? ¿Cómo y para qué los crean?
Las plantas transgénicas son organismos con inserciones de genes de otro ser vivo. Es decir, en el ADN de la planta se incorporó material genético proveniente de otro individuo.
A nivel mundial, los daños producidos por malezas destruyen casi el 10% de los cultivos, y para evitarlo los agricultores utilizan herbicidas, con el consiguiente gasto económico y contaminación de aguas y suelos en casos de malas prácticas agrícolas.
El generar plantas resistentes a estos compuestos mejora esta situación, y para lograrlo se transfieren vectores que transportan genes de resistencia a herbicidas. Un ejemplo es la soja resistente al glifosato que fue el primer cultivo transgénico con impacto agronómico, utilizado por primera vez en Estados Unidos en 1995.
Aquí es donde comienza el trabajo de un mejorador vegetal, quien busca reunir una particular combinación de genes en individuos de una especie con la finalidad de lograr un cultivo de mayor calidad y/o productividad.
¿Cómo se realiza una transferencia de genes?

Primero se identifica el fragmento con el gen de interés (por ej. una porción de ADN de una bacteria resistente a un herbicida) y se corta esa sección con proteínas llamadas “enzimas de restricción”.
Luego, éste fragmento ya cortado, se inserta en el ADN de un elemento que tenga la capacidad de autorreplicarse (multiplicarse por sí mismo), como por ej. un plásmido bacteriano.
El ADN del plásmido tiene que ser cortado con la misma enzima de restricción con la que se cortó el fragmento de interés para que puedan ser unidos covalentemente por otra enzima llamada “ligasa”. Hasta acá sería como una especie de “cortar y pegar” el gen de interés en otro ADN que permita multiplicarlo.
La bacteria que posee el plásmido con el gen insertado, al replicarse (dividirse) duplicará las moléculas recombinantes (clonadas).
Los clones que llevan el gen o secuencia de interés son seleccionados.

¿Cómo sé cuáles bacterias adquirieron la resistencia al herbicida?
Podría por ejemplo, someter a todos los individuos que utilicé a altas dosis del herbicida. Las que sean resistentes sobrevivirán y serán los elegidos para mejorar continuar el mejoramiento.
Métodos de inserción de los genes a la planta
Existen muchos métodos probados y exitosos de transferencia de genes a plantas, pero por una cuestión de practicidad sólo los dos más usados serán mencionados.
Antes cabe resaltar que, el transgen puede ir acompañado de otro “gen de selección” (por ejemplo, resistencia a un antibiótico) que permitirá saber cuál planta adoptó el gen al ser expuesta a una dosis letal del antibiótico.
Método de transformación vegetal mediado por agrobacterium
La bacteria, agrobacterium tumefaciens, causa una enfermedad llamada agalla de corona, que se caracteriza por la presencia tumores o agallas en las plantas. Ésta zona afectada se convierte en la zona más expuesta a infecciones por bacterias del suelo.
El mecanismo de generación del tumor está controlado por genes codificados en un plasmido, el plasmido ti, que contiene la bacteria.
Cuando la bacteria infecta la planta, una parte del plasmido bacteriano ingresa a la celula vegetal y se inserta en el ADN de la planta. Mientras la otra parte la molécula es la encargada de la transferencia del mismo a la celula vegetal.
En resumen el plasmido ti contiene:

ADN-t, transferido a la celula de la planta.
Genes vir, que dirigen el proceso de infección.

Ante la evidente ventaja de usar la bacteria como mecanismo de transporte de un gen a la celula de la planta, se utiliza la misma como método de inserción. Entonces antes de la infección se elimina la parte inductora de tumores del ADN-t y, entonces el transgen es insertado en el ADN-t que lo lleva a la planta. También se incorpora el previamente mencionado “gen de selección”.
A partir de entonces se selecciona la planta que haya adquirido en su ADN el gen de interés mediante distintos procesos de selección y luego es dejada en “regeneración” para posteriormente ser utilizada.
Transformación por bombardeo
Otra técnica, aunque más costosa es la que utiliza el cañon génico. Éste aparato dispara proyectiles con ADN del gen que se desea incorporar contra el tejido de la planta.
El proyectil está compuesto de una membrana transportadora (macroproyectil) y una alícuota de macropartículas de oro o tungsteno (microproyectil), recubiertas del ADN que se desea transferir.
Se bombardea el tejido seleccionado y luego se realiza el proceso de regeneración.

Fuente: InfoCampo

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Existen diversos factores que influyen sobre la planificación de los productores como el clima, los precios, el tipo de cambio y las previsiones sobre lo que pueda ocurrir con las retenciones, entre otros. Siguiendo esas variables, los agricultores van reajustando su planificación para las próximas campañas y, para el ciclo 2019/20, las estimaciones ya anticipan una tendencia a incrementar la superficie de soja, por su bajo costo de producción, en detrimento del maíz, que si bien es más caro, realiza un invaluable aporte nutricional al suelo. En ese sentido, la Bolsa de Comercio de Rosario estima que el área de maíz se reducirá en 250 mil hectáreas, en tanto que la soja se expandirá en 350 mil hectáreas, respectivamente, respecto a la campaña anterior.
En este contexto Yara, empresa mundial en producción y comercialización de fertilizantes, recomienda tener en cuenta la sustentabilidad del sistema a largo plazo y en función de ello mantener el área de siembra de maíz y aumentar los rendimientos por hectárea, sin que esto implique tener que asumir una pérdida de ingresos. “La clave está en producir maíces de alta rentabilidad mediante un manejo profesional de la fertilización”, aseguró Gustavo Elías, Coordinador de Agronomía y Desarrollo de Yara para América Latina.
Para acompañar al productor en esta tarea, la compañía noruega creó MásMaíz by Yara, una solución que asegura un cultivo con alto retorno económico. MásMaíz ofrece un plan nutricional diseñado específicamente para el cultivo y un equipo de asesores especializados en eficiencia operacional y productiva para que los mayores rendimientos se traduzcan en más rentabilidad por hectárea.
Ese respaldo se complementa con herramientas tecnológicas avanzadas, como el sistema Atfarm, que utiliza tecnología satelital de última generación para que el productor pueda ver imágenes satelitales con indicadores sobre el estado nutricional de sus lotes desde su PC, tablet o celular.
“Mediante un registro con un correo electrónico, los agricultores argentinos pueden acceder a Atfarm para visualizar fotografías satelitales de sus lotes. Reconocida como el Google Maps de la agricultura, la plataforma ofrece información sobre la variabilidad de la biomasa de un cultivo y la relaciona con la cantidad de nitrógeno que se necesita a través de un algoritmo”, señaló Elías.
Por último, la compañía diseñó un programa de incentivo al desempeño y las buenas prácticas agrícolas llamado Yara Champion Program, que reconoce a los productores de maíz con mayor crecimiento y mejores resultados en la cosecha.
La propuesta de Yara está en línea con las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre la necesidad de promover prácticas agrícolas sostenibles mediante el desarrollo y la implementación de tecnologías innovadoras, digitalización e iniciativas de análisis de datos en el sector agrícola.
“Es comprensible que los productores siembren soja para minimizar sus costos a corto plazo, pero recomendamos que también hagan maíz para garantizar la correcta conservación de los suelos pensando en un horizonte más largo. Lo ideal es que se apunte a distribuir los lotes equitativamente entre ambos cultivos y evitar que se tienda a un monocultivo que genere un rápido deterioro del suelo”, concluyó el ejecutivo de Yara.
La fertilización manejada con eficiencia puede hacer del maíz un cultivo muy competitivo desde el punto de vista de la rentabilidad y ofrecer de esta manera un estímulo adicional para mantenerlo en la rotación, permitiendo su aporte a la sustentabilidad del sistema y favoreciendo en los años sucesivos el desarrollo de cultivos con mejor sanidad y rendimientos más estables. Este llamado de Yara se enmarca en un momento especial, ya que el día 13 de octubre se celebra el Día Mundial de los Fertilizantes, fecha establecida internacionalmente para generar conciencia sobre la importancia que tiene este insumo para incrementar el volumen de producción de alimentos, así como la calidad nutricional de los mismos.

Fuente: InfoCampo

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