Entender la napa freática, en aquellas regiones y zonas en las que tiene injerencia productiva, es clave para seguir su dinámica y cambiar, directamente, la forma de ver los planteos agropecuarios.
El agro-adaptativo representa esa paralela dimensión sistémica de integrar la dinámica de la napa freática a la oferta hídrica total para flexibilizar todo un esquema productivo, saliendo de la idea fija y exclusiva de producir evitando los riesgos a la sequía.
En este sentido, Jorge Mercau (Foto), investigador del INTA en la agencia de extensión rural San Luis, y quien coordina el proyecto de agrosistema y napa freática a nivel país resalta que, “el agro-adaptativo es la unión de investigación y manejo productivo, el cual implica un desarrollo de vinculación técnica junto con los asesores, productores y tomadores de decisión en varias zonas, analizando las mejores alternativas de acción”. 

En ese sentido es que él, junto a muchos profesionales de distintas instituciones, trabajan en este paradigma que desafía a la producción en regiones, como nordeste y noroeste del país, el oeste bonaerense y sur cordobés.
Según el investigador, hay dos ideas clave para llevar adelante correctamente un esquema dotado de plasticidad, de tipo agro-adaptativo.
“Una de ellas es adaptar la agricultura a la variabilidad de la oferta hídrica y, la otra, es crear un plan con flexibilidad planificada para intensificar o desintensificar la producción, según corresponda”, indica.
El agro-adaptativo no es una idea nueva ni novedosa, cuenta Mercau. Explica que su base científico-técnica tiene unos cuarenta años y nació a partir del trabajo de dos investigadores, Walters y Holling, que se especializaron en el ordenamiento pesqueros en ecosistemas marítimos.
Ellos sentaron sus trabajos en plantear un equilibrio entre la tasa de extracción de peces de una zona en función de la tasa de renovación del cardumen, con el objetivo de evitar el agotamiento del recurso. Sin embargo, la única forma de conocer esa tasa es evaluando la respuesta al manejo del sistema.

A modo de correlato, “entonces, el planteo agrícola en una región con napa cercana debe plantearse aprender de los efectos de nuestras decisiones en su comportamiento. Por lo pronto, procurar adaptar el uso del agua a la oferta parece una estrategia adecuada para evitar la sequía y, la vez, los problemas del exceso”.
 
Claramente para realizar esto es fundamental monitorear la oferta hídrica, de acuerdo a la altura del agua subterránea, por medio de freatímetros, y según el clima de la región (húmedo, subhúmedo o semiárido).
“Para aprender más sobre esto hay que empezar a hacer registros del movimiento freático. Con buenos monitoreos, atendiendo y discutiendo, hay más posibilidad de aprender”, dice.
En función de lo evaluado en diferentes zonas con napa, “observamos, por ejemplo, que el monte en la Región Chaqueña brinda un servicio ambiental y su extracción total conduce a problemas de napa, como ya conocimos. Esa decisión de inversión, de quitar el monte para hacer agricultura, a la larga, se transforma en un deterioro de la tierra y su valor, por ascensos de la napa y salinización de la tierra”, sostiene.

Por eso, allí, plantea Mercau, “sacar todo el monte es un error. Tal vez habría que dejar grandes parches de monte, quizá con pasadas de rolos en baja intensidad sobre el sotomonte para aumentar el valor forrajero, por ejemplo. En cambio mantener algunos árboles aislados puede no ser una alternativa efectiva y sostenible”.
Asimismo, en este caso, las acciones deben ser regional, acordando entre distintos actores un plan de uso del territorio, que debe reconocer la incertidumbre y actuar con una estrategia adaptativa.
En otras regiones, como las más agrícolas del centro del país, afirma que la mitigación de ascensos de napa puede obtenerse intensificando la rotación, llevando adelante la siembra de más cultivos de servicio o, por qué no, volviendo a plantear viejos esquemas de rotación con praderas plurianuales que ayuden a extraer los excedentes de agua cercanos a la superficie agrícola.
Bajo esta forma de ver la producción se busca adaptar la demanda hídrica a la variabilidad esperable y medible de la oferta. Es claro que para ello hay que monitorear y dar seguimiento porque el desafío es copiar lo que indica el agrosistema.
 

#AgroAdaptativo
Eje Agua: Adaptar la demanda a la variabilidad esperable y medible de la oferta🧐
1💪Estudiar la historia agroclimática
2💪Medir #AguaAltactohttps://t.co/RixJyRO6j1
3💪Medir #NapaCercahttps://t.co/k26Fig99o1 pic.twitter.com/fCmEftKELv
— Jorge Mercau (@JorgeLMercau) August 28, 2020
 

Fuente: InfoCampo

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Seis cámaras que nuclean a productores de biocombustibles advirtieron al ministro de Economía, Martín Guzmán, que sus asociados están “en una situación insostenible” después de “tres años de perjudiciales y sucesivas modificaciones en los procedimientos de determinación de precios (2017 a 2019)”.
Según informaron ya son “nueve los meses de congelamiento de precio, que se suman a una caída de la demanda de más del 25% en 2020, generado principalmente por la pandemia mundial”.
Por estas razones, las entidades le solicitaron al ministro “la urgente publicación de un precio que compense costos y contemple una utilidad razonable”.
Sobre la situación actual detallaron:
– Todas las plantas de biodiesel que abastecen el mercado interno se encuentran paradas.
– Las plantas de bioetanol de caña de azúcar, en plena zafra, registran costos muy por encima del precio congelado, lo que, sumado al elevado costo financiero que origina la estacionalidad para distribuir el abastecimiento en 12 meses, configura un quebranto económico para la actividad.
– Las industrias de bioetanol de maíz operan intermitentemente, agravado por los fuertes aumentos del maíz (+35% desde mayo), materia prima que representa el 60% de sus costos de producción.
El planteo del sector se fundamenta en que la Ley 26.093 crea un régimen de promoción que prevé la obligación del Estado de establecer un precio oficial para esos productos, que compense los costos y una utilidad razonable, algo que según las asociaciones “se incumple desde hace varios años” (tras el cambio de la fórmula del precio durante la gestión del ex ministro de Energía, Gustavo Lopetegui) y que se “agrava al extremo desde el congelamiento de diciembre pasado”.
Para urgir una solución, las cámaras solicitaron al ministro y al secretario una audiencia a la que “sería deseable que también sean convocados los ministros competentes de las provincias de la Liga de Provincias Bioenergéticas, quienes conocen perfectamente al sector”.

Fuente: InfoCampo

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La horticultura es un sector de gran importancia económica y social en Argentina. Sin ser una actividad exportadora significativa contribuye destacadamente a la alimentación de la población.
El valor del mercado local de semillas hortícolas oscila entre US$ 50 y 60 millones. En el país están presentes las principales empresas semilleras internacionales; en tanto, la mayoría de las nacionales actúan principalmente como representantes de las globalizadas y producen variedades tradicionales de polinización abierta, aunque con escaso trabajo de mejoramiento genético.
Así, las inscripciones en el Registro Nacional de Cultivares del Instituto Nacional de Semillas (INASE) corresponden mayormente a las originadas en otros países.
Del 2016 al 2019 se inscribieron 831 variedades de especies hortícolas, de las cuales solo 31 corresponden a la actividad de fitomejoramiento nacional, creadas preponderantemente por Semillerías Basso y el INTA y la mayor cantidad fue de especie tomate.
El 53 % fue de variedades híbridas, con Holanda, EEUU y Japón entre los países principales desde donde provinieron.
Argentina tiene entre 3.500 y 4.000 ha productoras de semilla hortícola –en el centro oeste–, con San Juan destacada por condiciones ambientales excelentes y la organización de los productores para promover la actividad.
El destino de la producción nacional es el mercado interno o la exportación. La especie de mayor valor es la cebolla por la fuerte presencia que sus semillas tiene en ambos.
En cuanto al balance entre exportación e importación de semillas hortícolas es tradicionalmente negativo para Argentina. Los registros aduaneros de las exportaciones en el 2018 y el 2019 fueron de US$ 17 y 12,5 millones respectivamente, rango en el que se han mantenido en los últimos años.
La principal forma de integración al mercado internacional como país productor de estas semillas es el contrato con empresas globalizadas que proveen el material madre a multiplicar. Para muchos productores este tipo de negocio resultó conveniente a lo largo de los años por la capacitación y la capitalización, y sería deseable incrementarlo a futuro.
Desde la legalidad, en el mercado interno es preponderante la semilla identificada con nominación de la variedad, mientras la fiscalizada solo está presente cuando es obligatoria. Esto es para el zapallito redondo del tronco, maíz y papa y está en evaluación ampliar a la semilla de cebolla, a solicitud de productores de la provincia de Buenos Aires.
Para desarrollar la actividad semillera hortícola argentina contribuyen varias instituciones y organizaciones. Con respecto al control y fiscalización se desempeñan el INASE, el SENASA y la Aduana.
El INTA, igual que algunas facultades de agronomía, está enfocado en investigación, mejoramiento genético, producción y venta de semillas, servicios de limpieza y análisis de laboratorio, capacitación y publicaciones. El INSEMI, en la provincia de San Juan, es responsable del fomento y difusión de la actividad, además del control, investigación y provisión de servicios.
Existen también organizaciones específicas de productores como ASPROSEM, en San Juan, y la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA). Esta última involucra a todos los segmentos con preponderancia de oleaginosas y cereales, pero entre sus socios tiene empresas netamente hortícolas.
Las semillas ecológicas están tomando impulso. El ProHuerta (INTA-MDS) promueve la huerta familiar, para lo cual provee gratuitamente colecciones de semillas producidas por FECOAGRO, la federación de cooperativas sanjuanina.
Dichas semillas cuentan con características diferenciales dado que deben incluir variedades o tipos varietales argentinos, no pueden tener tratamiento sanitario, ni ser híbridas. Este programa es también el resguardo de la diversidad genética hortícola nacional porque promueve entre los huerteros el uso de selecciones locales, con el Banco de Germoplasma Hortícola que funciona en el INTA La Consulta, con la misión de colectar y conservar semillas de diversos orígenes.
Las empleadas en las producciones orgánicas y biodinámicas son formas más específicas de semillas ecológicas que se deben obtener bajo el propio sistema. Es un mercado muy pequeño en el país: en el año 2018 se cosecharon 1.164 ha de hortalizas orgánicas, de las cuales el 64 % correspondió a ajo.
Existen antecedentes de producción bajo contrato de semillas hortícolas orgánicas con destino a la exportación. Con respecto a la agricultura biodinámica no hay datos publicados, pero se estima que la superficie es aún menor.
De lo expresado se desprende que la horticultura argentina cuenta con una buena provisión de semillas en cantidad y calidad. El desafío es incrementar la producción para exportación y la participación de la tecnología nacional para crear variedades, así como para su producción y procesamiento.
A tal fin es necesaria una activa participación de las empresas nacionales con el apoyo de los organismos de ciencia y técnica específicos.

Fuente: InfoCampo

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