Cuando don Miguel de Unamuno escribía sus artículos lo hacía más bien sin plan. Ni siquiera los llamaba artículos. “Ensayos a lo que salga”, decía que hacía. En realidad, es propio del ensayo, de todo ensayo, que sea escrito “a lo que salga”. Lo que pasa es que eso “que salga” no a todos les sale bien. Son innumerables las notas que Unamuno prodigó en las páginas de El Imparcial, de Madrid, y sobre todo en LA NACION. Muchas fueron recopiladas en los volúmenes que Manuel García Blanco tituló De esto y de aquello. Decía también Unamuno: “En vez de recogerse uno a meditar sus propias concepciones y organizarlas y tramar una obra orgánica y completa, se apresura a echar fuera lo que se le vaya ocurriendo. Y hasta los libros suelen hacer el efecto de colecciones de artículos”. El vínculo con este diario era sin embargo diferente del resto. El propio Unamuno explica la situación en un artículo de 1908 a propósito de un libro del poeta murciano Vicente Medina, recién emigrado en la Argentina: “Es que yo, por ejemplo, ¿no he emigrado, por mi parte? Desde hace más de un año casi todo lo que escribo es para América, y de esto que para América escribo casi todo es para LA NACION. Fuera de ello, me atengo a preparar mis futuros libros”. Afirmar que fue una época irrepetible del periodismo en el Río de la Plata es una estupidez porque todas las épocas son irrepetibles. Con todo, algunas logran parecerse. Será difícil que alguna se le parezca a esa en la que escribía Unamuno. La dificultad no consiste únicamente en que haya cambiado la manera de escribir en los diarios, y aun los diarios mismos; también cambiaron los lectores, y es difícil decidir (o será cuestión de especialistas en comunicación) qué cambio ocurrió primero, y si ese cambio primero trajo el otro.Como sea, quien quiera conocer esa época tendrá que leer Retratos a medida. Entrevistas a personalidades de la cultura española (1907-1958), que publicó hace un mes en España la Fundación Santander en la formidable Colección Obra Fundamental que dirige Francisco Javier Expósito Lorenzo. Ahí están, además de Unamuno, Pío Baroja, Julián Marías, Ramón Menéndez Pidal, Margarita Xirgu, Pablo Picasso, Lola Membrives, Camilo José Cela, Camilo José Cela. Pero la razón para leer este libro cae más del lado de quien entrevista que de quien es entrevistado. No podría decirlo mejor Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo, autora de esta inteligentísima y sensible antología, en el estudio preliminar: “La originalidad, la rareza y la magia de esta antología radican tanto en lo que se cuenta como en el cómo se lo cuenta. La relevancia histórica de las figuras entrevistadas y el valor de su testimonio solo es equiparable al talento y el arte desplegados por entrevistadores… de tal manera que ellos mismos se proyectan en escena”.Hay dos extremos: en uno, leemos a Andrés Muñoz, otro español que encontró casa en LA NACION; en el otro, a Juan José de Soiza Reilly, sobre todo en Caras y Caretas. De las dos maneras de poner a salvo la voz de entrevistado (y no es otro el fin último de la entrevista), Muñoz opta por la estrategia del repliegue: tira la piedra y esconde la mano, pregunta lo que hay que preguntar y se ausenta. Soiza Reilly, en cambio, logran transcribir lo que no se dice, el silencio. Pasa entonces que pueda haber una entrevista casi sin citas del entrevistado, y que aun así, o por eso mismo, oigamos la voz. Uno de los golpes de genio de Beatriz Ledesma es haber incluido, a modo de coda, una entrevista al entrevistado Soiza Reilly, que dice: “¿Cómo se hace un reportaje? Como un cuento. Haciéndolo”. También él, igual que Unamuno, trabajaba “a lo venga”. No hay planes. En la presentación de Retratos a medida, director hasta hace nada del diario ABC, señaló que entonces, en las primeras décadas del siglo XX, además de potencia periodística, la Argentina era potencia mundial. Desde entonces, también la patria cambió mucho; tanto que cuesta a veces reconocerla.

Fuente: La Nación

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Llega con su paraguas doblado, su gorra de parisiense provisional y su sobre todo antiguo. Se presenta, como si fuera un novato, ante la recepcionista de una de las grandes editoriales del mundo, Gallimard, en París, la misma en la que publica su amigo Mario Vargas Llosa. Viene a ser entrevistado. No muestra prisa ni fastidio. Ante el periodista parece que tiene más tiempo que el que le queda, acaso porque, como el personaje constante de sus libros, y sobre todo de este nuevo en español, Canción de infancia (Lumen, recién distribuido en la Argentina), es aún un niño como el que, cuando tenía tres años, en 1943, empezó a conocer, en un poblado de Niza, la tremenda potencia del mal y de la guerra. Sobre ella escribe para contar el odio, el hambre y la desolación. Es J. M. G. Le Clézio (81 años), francés que nació en Isla Mauricio, premio Nobel de Literatura en 2008.-Vivió con su familia la violencia de la Segunda Guerra Mundial. Imágenes así se ven ahora en la televisión: niños escapan de la miseria y de la muerte, parece que no hay sufrimiento, sino imágenes. ¿Cómo vive este periodo del mundo?-Si el mundo fuera perfecto no tendría necesidad de escribir libros como este. Podría escribir, como Kant, para ilustrar mi felicidad de vivir, porque, aparte de lo que uno puede ver o leer, el mundo europeo es bastante pacífico, puedes salir de noche y no arriesgar la vida. En otras partes, también en EE UU, eso no es posible. Una vez estuve en Río Grande para ver los coyotes por la noche, y de repente me vino la impresión de que estaba en un lugar peligroso, porque ese es un camino de la emigración desde el sur al norte, y es un enclave difícil para pasar la noche solo. En Europa tenemos sociedades muy civilizadas. Han experimentado las guerras y las tragedias desde hace tanto tiempo que hay una especie de sabiduría instintiva. Pero en otros países no sucede. Así que el mundo no es perfecto. Cada vez que hay noticias de guerra, de inmigración, de muertes en el mar, me viene este sentimiento de que soy un privilegiado, y en buena parte de mi vida he estado donde había peligro. Ese sentimiento de la paz es un lujo para poca gente. La mayor parte de la humanidad vive en estado de guerra, de peligro, de venganza, de hambre, de miedo. Me viene la voluntad de expresarlo. Y por eso escribí este libro.-Dice usted: “Conocí al mismo tiempo el verano y la muerte, la felicidad y la miseria”.-Mi memoria está compuesta de imágenes recibidas por los libros y las películas, y también por lo que le escuché a mi abuela. Ella era una cuentera, una hacedora de cuentos. Vivió una guerra de joven y la segunda cuando ya era una anciana. Así que me dio parte de su memoria. La otra memoria es personal, de sensaciones que me impactaron cuando tenía tres, cuatro años. Me acuerdo de Mario, un muchacho con el que yo jugaba en el río, una especie de chorro de agua en medio de las montañas de Niza. Un día llamaron a la puerta diciendo que se había muerto Mario y habían encontrado un mechón de su pelo rojo. Era mi amigo, él tenía 14 años y yo tenía cuatro. Era la felicidad jugando en el agua bajo el sol del verano y de repente la noticia de su muerte brutal, únicamente quedó su mechón. Era para mí la prueba de que existía la muerte.-Ese niño que es usted sigue viviendo. ¿Acaso por eso escribe aún recuerdos de la niñez?-Quise escribir el libro porque también es muy raro que se encuentren textos en los que se hable de la guerra desde el punto de vista de los niños. Se habla desde el de los resistentes, de las mujeres que combatieron para sobrevivir, pero de los niños no hay mucho, porque ellos no saben qué es una guerra. Pueden jugar a la guerra, y eso hice con mi hermano después de las batallas, imaginando que teníamos armas. Pero los niños no entienden qué es una guerra, pertenece a otro mundo para ellos… Hay países donde los niños pertenecen a la guerra. En Palestina participan en la guerra, y hasta desafían la muerte. Son las víctimas que no quieren huir de los bombardeos, están ahí provocando y no saben qué es la muerte. Tienen la idea de que es como una especie de juego en el que ellos son invencibles, tienen la confianza en una especie de invisibilidad de su cuerpo. Y hay países, como en Ruanda o Nigeria, donde verdaderamente pertenecen al ejército y participan en matanzas. Es muy difícil de entender cómo en nuestras sociedades, tan civilizadas, los niños son muy protegidos y en otras pertenecen a la violencia y actúan en la violencia.-¿Qué sensación le produce que aún nos matemos?-Pierre Clastres tiene un libro sobre la necesidad de la violencia. Sin violencia la sociedad humana no puede realizarse; no es porque sea una catarsis, sino que la guerra es un modo de comunicación. No es una violencia gratuita… No sé si es verdad o no esa teoría. Me asusta un poco esa teoría de la violencia necesaria. Viví un tiempo en la selva de Panamá, en un pueblo que fue guerrero durante muchos siglos. Cuando fueron conquistados por los españoles decidieron acabar con la guerra. Así que no se resistieron, aceptaron la conquista y mantuvieron una sociedad donde los conflictos se resuelven con la palabra. Puede parecer idealista, pero lograron hacerlo. Ahora están en peligro porque vienen los narcotraficantes de Colombia. Son violentos, no es posible hablar con ellos. Estos panameños se han agrupado en pueblos porque estar unidos es una manera de resistir, así que cuando llegan los narcos logran hacer un frente como el de los búfalos en la selva africana, armados con cerbatanas, arcos, flechas, y rifles. Los narcos tienen algo que los hace débiles, son supersticiosos. Cuando ven esta fuerza humana que no tiene miedo a la muerte escapan, no hay violencia.-Dice usted que lleva años escribiendo el mismo libro. Aquí también se descubre ante el miedo y descubre el hambre. ¿Para qué sirven las experiencias dolorosas?-No sé si sirven para algo. Para crecer, para madurar, probablemente. Pero en mi vida no he vivido nada doloroso, sino pequeños problemas. Si comparo con lo que viven los niños de Palestina o de Libia o de Siria o de países de América Latina o de Oriente, no es nada. El único dolor que he vivido del que me acuerdo es el del hambre. He vivido el hambre. Estábamos en una parte desdichada de Francia, el sur, donde ahora acuden los ricos, pero en aquella época no había nada que comer. Esperábamos algo para comer y no había nada. Mi abuela cocinaba la piel de las patatas y recogía hierbas para engañar nuestra hambre. Tuvimos que vivir luego, tras la guerra, al ritmo de las cartillas de racionamiento, esos folletos donde te asignaban ciertas cantidades de grasa y de harina. No sé si es un dolor, pero es una experiencia.-Tiene familia, tiene pasado, tiene el futuro de sus hijas, usted tiene futuro. ¿Qué miedo habría hoy?-Ahora las pesadillas tienen que ser totalmente diferentes. Tengo niñas que ya son mayores, pero recuerdo cuando eran pequeñas y se despertaban de noche. Eran pesadillas por películas que habían visto. Cuando yo era niño, no había ni cine ni televisión, apenas había libros sin imágenes. Pero ellas han aprovechado las imágenes y como en su mayor parte son imágenes muy violentas las que ven en las películas se despiertan a medianoche… Probablemente el miedo o esas pesadillas sean la necesidad de tener miedo de noche.-En su libro se refiere a Matisse y sus colores felices. ¿Cuáles son para usted los colores de la alegría?-Somos de Isla Mauricio. Para los que viven en el mundo árido de Europa, estas imágenes de las playas blancas, de las palmeras, de las frutas abundantes, son imágenes que dan felicidad. Pasar por Canarias te da felicidad, pero también vienen barquitos en los que se hunden personas que quieren huir de la miseria. En Isla Mauricio, de paisajes tan felices, hay mujeres en las cárceles por traficar o consumir anfetaminas. ¿Por qué tienen que drogarse? El cielo y el mar son colores felices y son las mejores drogas que pueden consumir.

Fuente: La Nación

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El problema de la corrupción siempre puede, a fin de cuentas, reducirse a elecciones individuales de las personas que deben decidir si, incluso en soledad, hacen lo correcto o no; pero la cuestión se complejiza frente a contextos de deterioro estructural, porque son muchas veces las circunstancias de hecho particulares las que influyen y determinan que una persona pueda tolerar o participar en actos de corrupción, desdeñando incluso las consecuencias de derecho de sus acciones.Frente a este panorama, la Corte Suprema ha definido claramente cuáles son los actores fundamentales para combatir la corrupción y cómo debe actuarse en el plano judicial frente a este flagelo.Un actor central es el periodismo, que, según la doctrina judicial de la “real malicia”, tiene como únicos límites –en especial cuando informa sobre hechos de corrupción– el fin lícito (que no busquen directamente causar un perjuicio) y la verdad de lo informado (que los datos hayan sido “chequeados”). Bajo esos parámetros, dijo la Corte, la prensa tiene una “responsabilidad histórica” y un “papel fundamental” en la lucha contra la corrupción, porque en muchos casos “el Poder Judicial actúa bajo el estímulo de la denuncia periodística” (caso “Gesualdi”, de 1996).El otro protagonista es el Poder Judicial, identificándose, en el último tiempo, tres señales claras de la Corte Suprema contra la corrupción, en distintas direcciones.Hacia abajo, en el caso “Stancanelli” (de 2001) la Corte –primera y única vez que lo hizo en su historia en esos términos– llamó “a la reflexión a los jueces y fiscales” para “extremar la atención en el encuadramiento legal de los hechos imputados a funcionarios o exfuncionarios” en hechos de corrupción administrativa, a fin de no generar falsas expectativas públicas de punición “que, en caso de quedar luego desvirtuadas, alimentan sospechas o interpretaciones torcidas o aun malévolas sobre la intención de los órganos judiciales que en definitiva hacen respetar el ordenamiento jurídico”.Hacia adentro, en dos sumarios administrativos internos (casos “Avocación Schiffrin”, de 2004, y “Decano Dr. Peralta”, de 2007), la Corte Suprema sostuvo que a ella misma le corresponde preservar la transparencia de la actividad de los miembros que integran ese poder del Estado, resultándole inadmisible “que se produzcan situaciones que generen inquietudes públicas sobre supuestas irregularidades cometidas por funcionarios o empleados judiciales, que resientan la imagen y la dignidad del Poder Judicial”.Hacia afuera, en el caso “López Romero”, de 2016, la Corte recalcó la necesidad de honrar los compromisos internacionales asumidos por la República Argentina al suscribir las convenciones Interamericana y de la ONU contra la Corrupción (recientemente lo reiteró en forma indirecta en el caso “Bastidas Ramírez”, de 2020), y anticipó que en las causas “que involucren el manejo de fondos y bienes públicos” la decisión que se adopte “debe estar determinada por un mayor rigor al apreciar los hechos”.De esta manera, la Corte Suprema ha plasmado un prudente mensaje –que sería aconsejable seguir por los otros poderes del Estado– de repudio a los actos de corrupción, sin distinciones en cuanto a su origen, el nivel en que ocurren y el color político o ideológico con el que se puedan asociar, sentando así las bases para construir una adecuada moralidad estatal y para promover con seriedad la investigación y el castigo de esos hechos.ßSecretario Federal del Juzgado Federal N° 1 de Bahía Blanca

Fuente: La Nación

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En 1776 nace el economista británico Thomas Malthus, quien ocupa un lugar de relevancia en la historia económica, a raíz de sus presagios pesimistas sobre el futuro de la humanidad. Malthus afirmaba a fines del siglo XVIII que el ritmo de crecimiento de la población era muy superior a la tasa en que crecía la producción de alimentos para esa mayor demanda (lo que era rigurosamente cierto). Su sólida aritmética pronosticaba que el mundo se dirigía a una etapa de conflictos, hambrunas y muertes. A diferencia de otros presagios apocalípticos basados en hipótesis esotéricas, el diagnóstico era matemáticamente sólido y se basaba en estadística de la época: en las iglesias, la cantidad de bautismos registrados superaba ampliamente la de fallecimientos, por progresos en la medicina.El presagio infundió lógicos temores a las autoridades de entonces, y aquí surge algo familiar para los argentinos: la primera reacción de “política económica” fue intentar reducir el consumo de alimentos, es decir, un modelo basado en represión de la demanda. Las propuestas oscilaban desde aplicar impuestos a la cantidad de hijos, regulaciones para limitar ese número, exigir un patrimonio mínimo para procrear o apelar a “la moral” de los jóvenes. Es decir, el diagnóstico inicial consideraba que había un problema de “demanda excesiva” y la solución inicial propuesta fue lo que aquí llamaríamos un cepo a las familias.Como sabemos, el mundo afortunadamente no desapareció. La lección aprendida en la ciencia económica de aquel dramático debate es que la solución al presagio de Malthus vino “por el lado de la oferta”, es decir, expandir la producción de alimentos y no reducir el número de consumidores. A lo largo de la historia los humanos han sufrido innumerables desafíos “terminales” que exigían, prima facie, cruentos sacrificios y elevar la moral para atenuar espíritus díscolos o voraces. Por fortuna, todos estos retos históricos fueron científicamente resueltos, superando siempre propuestas dramáticas y cortoplacistas, usualmente concebidos en la nebulosidad del pánico.En este caso, fue la revolución industrial. Un extraordinario shock de oferta expandió la frontera de la producción y hubo alimentos y productos para todos. Como decimos los economistas, la ecuación se resolvió por la oferta agregada, es decir, la amenaza de la escasez se diluyó por un shock de progreso tecnológico que surgió de la inversión y la mejor productividad obtenida.Lo descripto nos resulta habitual. Todos nuestros gobiernos terminan aplicando cepos o reprimiendo la demanda en contextos austeros. La urgencia del corto plazo y la ansiedad de la incertidumbre nos han dejado en las banquinas de la pobreza y la desazón, llevando a la sociedad toda a aplaudir lo urgente por sobre lo importante, a premiar la deuda salvadora por sobre el ahorro, a saltar la ley en pos de la emergencia.Llevamos lustros intentando resolver nuestra restricción estructural de reservas y bienes (y prosperidad) reprimiendo la demanda de divisas, cuando realmente lo que nos hace vulnerables al resto del mundo es la falta de confianza, inversión y exportaciones. Por estos días, observamos absortos una nueva represión de demanda agregada, la exportación de carne, para felicidad de brasileños y uruguayos. Si sube el precio de un bien, la solución es incentivar la oferta, esto es, motivar a quien lo produce para que produzca más, (eso respondería un alumno de primer año de Economía). Estamos haciendo exactamente lo contrario, desincentivando la oferta para exportar, en un país sin dólares. Hemos apelado a impuestos, cepos, retenciones, listas, regulaciones que solo han anestesiado y agravado nuestra real restricción estructural. Países vecinos, frágiles y emergentes sin premios Nobel en ciencias, ni papa ni unicornios, lo han resuelto como indica la historia, con previsibilidad e inversión y su consecuente productividad que derrama en mejores salarios y competitividad de sus exportaciones.Salir del ciclo ruinoso en que estamos atrapados enfrenta limitantes en nuestra dirigencia y nuestra sociedad; un temor paralizante al progreso y un enquistado pesimismo socioeconómico cultural que nos impide ver la extraordinaria oportunidad en la que nuestro país se encuentra. Ello explica nuestro sesgo proteccionista y cortoplacista.Debemos aceptar que la prosperidad tiene dos etapas: la primera (corto plazo, la que nos asusta) son los costos lógicos de ceder consumo hoy por un futuro más próspero mañana, es la etapa de quien estudia, del que prepara la tierra, del juvenil de inferiores, que incurre en enormes sacrificios sin una compensación acorde hoy. La segunda etapa (mediano plazo, adonde hay que llegar) es la cosecha de los beneficios germinados en la etapa anterior, pero esto exige tiempo y credibilidad.Un simple ejemplo ilustra el dilema. Supongamos un campo con mil hectáreas y dos trabajadores que a pesar de su esfuerzo, por disponer solo de palas, producen 10 hectáreas cada uno, quedando ociosas 980 hectáreas. Pero en los campos vecinos, que disponen de un tractor, un solo trabajador produce las mil hectáreas, es decir, la productividad/hombre es 100 veces mayor; la producción total, 50 veces más, y sus salarios, muy superiores. Por ende, el vecino vende más y paga mejor. La decisión parece simple, debemos invertir en un tractor, pero aquí es donde emerge la incertidumbre paralizante. Al principio, se necesitará solo un trabajador (usualmente el más capacitado), pero este, luego, aumentará 100 veces su productividad. Claro, el segundo hombre, por el corto plazo, quedará desempleado. Y aquí radica la tragedia, que no podemos superar por no confiar en que, en la segunda etapa, la mayor productividad llevará la producción total de 20 a 1000 hectáreas, por lo cual habrá empleo no solo para el trabajador desplazado, sino también para muchos más. Por ello, en potencias tecnológicas como Japón y Alemania no hay desempleo, es la productividad de su mano de obra.Claro que esa transición del reordenamiento tiene costos. Pero aquí contamos con una ventaja, ya que los gastos “transitorios” para subsidiar el viaje a la segunda etapa (no es justo ni viable por el cambio de paradigma dejar en la indigencia al segundo trabajador) ya los estamos realizando. Solo habría que transformar los “gastos” de subsidios por “inversión” social, exigiendo un retorno en educación y salud de sus niños para que mañana puedan “manejar el tractor” o realizar los nuevos trabajos requeridos.La prosperidad tiene costos presentes y conocidos a cambio de beneficios dudosos a futuro. Y si agregamos la política, la duda de quién se los apropiará. La salida para nuestros hijos no es Ezeiza, es aumentar la oferta, es decir, la inversión. El mundo se dirige a una prosperidad sin precedente y quedamos extraordinariamente posicionados. Poseemos todos los recursos naturales, excelente capital humano y una pirámide poblacional óptima para un mundo con temor a pandemias. Debemos convertir los gastos elefantiásicos en inversión social, crear un Estado ágil y facilitador del que emprende, volvernos confiables honrando nuestros compromisos y leyes, renunciar a la comodidad que otorga el rol de víctima para volvernos protagonistas de nuestro futuro.Necesitamos otro éxodo como el jujeño, abandonar la Argentina pobrista y mendiga para volver a aplaudir el progreso y la educación, viajar al mundo a vender, no a pasar la gorra. Pero esto exige generar confianza en un pueblo agotado, un liderazgo que diga la verdad, un estadista que genere transferencias temporales de mérito para dejarles a nuestros hijos un país mejor y evitar así la angustia del destierro como opción para vivir. Millones de niños en la pobreza nos esperan. También el mundo aguarda allá afuera, con condiciones inmejorables para lo que somos, una extraordinaria e histórica oportunidad.ß

Fuente: La Nación

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Por momentos parecería que somos todos ciudadanos ilustres y nuestros representantes, oficialistas u opositores (según de qué lado de la grieta te encuentres) son todos siniestros. En el feriado del último lunes pudimos observar como miles y miles de autos circulaban en las autopistas y nos “rasgamos las vestiduras” por la actitud desubicada de las fuerzas de seguridad de todos los niveles de gobierno, que se dispusieron a controlar la enorme circulación vehicular de ciudadanos, que, durante un fin de semana largo, pasaban a toda hora por los diferentes accesos que conectan la ciudad porteña con la provincia de Buenos Aires.En el marco de la pandemia por coronavirus, la Argentina hoy muestra una situación alarmante. Así, podemos afirmar con pesar que, según el sitio Worldometer ocupamos el lugar número 11 en cantidad de infectados, el lugar número 13 en cantidad de fallecidos, y el lugar número 5 en cantidad de pacientes “serios críticos” sobre un total de 221 países. Mientras tanto, y en sintonía con este triste panorama, nuestro sistema de salud está al tope y ya se torna complicado recibir atención adecuada por Covid-19 o cualquier otra enfermedad. Al escribir estas líneas nos anuncian desde el Ministerio de Salud que la ocupación de camas en Unidad de Terapia Intensiva alcanza en el AMBA el 77,2% (y cabe destacar que el sistema de salud privado, que es el que más atiende pacientes en la ciudad porteña ya se encuentra saturado y algunos centros médicos colapsados). La ocupación de camas a nivel nacional alcanza el 74,3%. En algunas provincias, como Santa Fe, el colapso del sistema de salud tristemente llegó.Necesitamos más vacunas y necesitamos que esas vacunas se apliquen rápidamente. Según el sitio Our World In Data, solo 2,37 millones de personas se encuentran completamente vacunadas contra el covid-19 en la Argentina. Necesitamos hace más de un año que se gestione considerando articuladamente lo sanitario, lo económico, lo social y lo psicológico, y nuestros gobernantes no responden a la altura de las circunstancias. Pocas dudas caben al respecto, luego de un año y meses de pandemia y los indicadores tristísimos que nos acompañan. Pero nos creemos muy diferentes a nuestros dirigentes políticos, y tal vez debemos admitir de una vez, que nuestros representantes nos representan excelentemente bien. ¿Acaso podemos negar que una enorme cantidad de ciudadanos falta a la regla, hace trampa, se victimiza y no se hace cargo de aquello que le corresponde? Muchos ciudadanos que habitan suelo argentino pretenden que seamos Dinamarca, pero no pueden hacer la mínima empatía, asumir la mínima responsabilidad social y respetar las mínimas normas de convivencia.El jefe de Gobierno porteño, Rodríguez Larreta, nos anunció en su última conferencia de prensa: “estamos coordinando con los 40 mil consorcios de la ciudad para poder reforzar las medidas de cuidado y de control, para eso tenemos 5 mil trabajadores del gobierno de la ciudad que van a recorrer cada uno de los consorcios, controlando que se cumplan con las medidas de no poder hacer actividades en gimnasios, en sums, en parrillas, y para controlar también que no se realicen encuentros sociales en los departamentos”. También apeló a que la gente ayude llamando al 911 para denunciar si ven una fiesta clandestina o encuentros de muchas personas. ¿Se entiende que si Larreta monta todo este operativo de denuncias y control es porque una parte significativa de los ciudadanos se comporta horriblemente en medio de una crisis sanitaria que está en su momento más fatal?Si nuestros dirigentes políticos nos gobiernan admitiendo lo mal hecho sanitaria y no sanitariamente y comienzan a gestionar de un modo honesto y eficiente vamos a salir de este infierno mucho más rápidamente. Y si, como ciudadanos, nos comportamos como una sociedad en lugar de como un conjunto de individuos vivillos, se va a circular más rápido por las autopistas, vamos a poder vacunarnos cuando corresponde, porque para que existan miserables que vacunan a vacunados vip tienen que existir miserables vacunados vip (que no son más que ciudadanos de a pie que en lugar de esperar su turno cometen un abuso), vamos a poder disponer de un sistema de salud que dé respuesta, ya que esto no solo depende de mejores y más equipados centros de salud, sino también de que gran cantidad de ciudadanos no se apilen en plazas y parques y clubes y lugares cerrados sabiendo que nos vamos a contagiar todos juntos y que nuestro sistema sanitario colapsará y mucha gente morirá por Covid-19 o cualquier otra dolencia.La médica terapista Vanina Edul nos comunicaba por televisión, como se suele escuchar que en invierno siempre la ocupación de camas de terapia intensiva fue del 90%, y explicó a continuación que el 90% de ahora corresponde a otro denominador, porque “una cosa eran 7 mil camas y otra es tener 12 mil camas atendidas por la misma gente que atendía las 7 mil camas”. ¿Se entiende que aplaudir al personal de salud durante unos meses no tiene ningún valor si luego no podemos cuidarnos y cuidar a los demás para que los médicos puedan tener un respiro por su propio bienestar y el nuestro? La doctora Edul culminó su explicación con una síntesis magistral que tal vez pueda hacer reaccionar a aquellos ciudadanos incapaces de comprometerse por el bien común, al enfatizar: “si bien son una minoría los que hacen una forma grave de coronavirus, nadie está exento, cuando mucha gente está contagiada es más alta la probabilidad de que más gente presente esta forma grave, … hay que dejar de mirarse el ombligo, hay que dejar de sentirse el centro del mundo y hay que poder tener empatía y compasión y darse cuenta que el otro puede ser una persona que yo quiero, y nadie quiere pasar por esa situación, aun si sobraran camas de terapia intensiva”.El no hacerse cargo es una característica espantosa y frecuente de nuestros gobernantes, que nos irrita y perjudica enormemente. El no hacerse cargo es una característica espantosa y frecuente de una parte de la ciudadanía argentina, que protesta y protesta, pero que solo vela por sus intereses y no se involucra jamás en lo que refiere al bienestar general.Politóloga y Profesora (UBA)

Fuente: La Nación

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El ruido político solo espanta a las mejores vacunas del mundo en un país con escasez de vacunas. Opositores y oficialistas se trenzaron en los últimos días sobre el frustrado contrato con la empresa Pfizer para la provisión de vacunas. El hecho de que haya aparecido la palabra “retorno”, como supuesto pedido de la exconducción del Ministerio de Salud a ese laboratorio norteamericano, podría ahuyentar a otras empresas medicinales norteamericanas proveedoras de vacunas (como Moderna y Johnson & Johnson, que fabrica el inmunizante Janssen). La ley norteamericana prohíbe a sus empresas pagar sobornos en el extranjero y prevé multas multimillonarias. “Si hay un temor de los laboratorios norteamericanos, es precisamente ser sospechados de prácticas corruptas”, dijo un médico que suele frecuentar a esas empresas. Sin embargo, el ruido es solo ruido, que esconde la conclusión innegable de que hubo ineptitud argentina para gestionar la compra de vacunas.Veamos los hechos comprobados del diferendo con Pfizer. Ese laboratorio hizo en la Argentina el ensayo mundial más numeroso, que incluyó la vacunación de 5762 argentinos en el Hospital Militar de Buenos Aires. Las pruebas estuvieron a cargo de la Fundación Infant, que conduce el prestigioso infectólogo Fernando Polak. Se suponía (y se suponía bien) que el país tendría cierta prioridad en la provisión de vacunas luego de haber sido el laboratorio de ensayo más grande del mundo. Según trascendió de fuentes oficiales, Pfizer se había comprometido a enviar más de 13 millones de dosis a partir de diciembre pasado. Un primer problema sucedió cuando a la ley de inmunidad de los laboratorios se le incluyó en la Cámara de Diputados la palabra “negligencia” como causa para eliminar la inmunidad. Esa palabra fue agregada por la diputada cristinista Cecilia Moreau, según las grabaciones fílmicas de las sesiones de la Comisión de Salud. Incluso, en Juntos por el Cambio hubo cierta disidencia interna porque su bloque había apoyado esa ley. Luego, se aclaró lo que expresó públicamente con sinceridad el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou: “Los laboratorios fabricaron en cinco meses lo que en la historia les llevó siempre no menos de 5 o 6 años. Es lógico que pidan cierta inmunidad”. Pfizer no aceptó nunca esa palabra, “negligencia”, y el Gobierno no hizo nada por modificar la ley, aunque la oposición se mostró decidida a votar un eventual cambio de la legislación.Más tarde se supo que el Ministerio de Salud, entonces a cargo de Ginés González García, le había reclamado a Pfizer un socio local y la transferencia de tecnología. Pfizer no podía hacer transferencia de tecnología porque sencillamente no la tenía terminada. El socio local era discutible, porque Pfizer tiene una fábrica argentina de conocidos medicamentos. Es cierto que México y Brasil también reclamaron transferencias de tecnología, pero no las pusieron como condición para la compra de vacunas. De hecho, Brasil adquirió 100 millones de dosis de la vacuna Pfizer. México lleva compradas más de 50 millones de dosis de ese inmunizante. La Argentina, que fue el principal banco de pruebas de Pfizer, no pudo comprar ninguna.Sucedió en los últimos días que se colocó en boca de Patricia Bullrich, presidenta de Pro, la aseveración de que González García había pedido “retorno” (es decir, sobornos) para comprar la vacuna Pfizer. La oficina argentina de Pfizer desmintió esa aseveración. Consultada por la nacion, Bullrich aclaró que ella nunca habló de “retornos”, sino de que González García había reclamado a Pfizer un socio local y que eso formaba parte de la “matriz kirchnerista de corrupción”. “Nunca comprometí a Pfizer en mi denuncia, ni siquiera recibiendo un pedido de retorno”, subrayó. Alberto Fernández le mandó en el acto a Bullrich al abogado Gregorio Dalbón para que le iniciara un juicio civil por daños y perjuicios. Dalbón es un especialista en tirar más barro en la cancha embarrada. Ahora bien, ¿cómo es posible que dirigentes políticos argentinos no puedan hablar entre ellos para aclarar las cosas y llevarlas luego al conocimiento público antes de ir a la Justicia? ¿Cómo, cuando lo que está en juego es la provisión de vacunas a los argentinos que carecen de vacunas?Nunca se había escuchado antes una versión seria de que existió un pedido de sobornos a Pfizer, tal vez porque hubiera sido ciertamente increíble. Pfizer firmó un contrato de venta a la Unión Europea por 1800 millones de dosis. Así las cosas, ¿le podrían interesar sobremanera los módicos 13 millones de dosis que compraría la Argentina? El problema (y el interés) es de la Argentina, no de Pfizer. Los argentinos perdieron la oportunidad de contar con una cantidad significativa de una de las vacunas más prestigiosas que hay, autorizada por las principales agencias de control de medicamentos del mundo: la FED norteamericana, la EMA europea y la Organización Mundial de la Salud.El escándalo de juicios y contrajuicios sirve, de todos modos, para ocultar el hecho cierto de que la Argentina es uno de los países en peores condiciones de vacunación. El país pudo contratar también la compra de 25 millones de dosis de vacunas del Fondo Covax, de la Organización Mundial de la Salud, que son vacunas autorizadas por la más importante autoridad mundial en materia de salud y medicamentos. Solo compró 2.275.000 dosis, apenas un diez por ciento de lo que le correspondía. Mauricio Monsalvo, subsecretario del Ministerio de Salud, afirmó en su momento en la Cámara de Diputados que “optar por el piso mínimo (en la compra del Fondo Covax) fue una decisión inteligente”. Lo dijo cuando el Gobierno apostaba todas sus compras a los convenios bilaterales, sin intermediarios, sobre todo a las vacunas del laboratorio anglo-sueco AstraZeneca y a la rusa Sputnik V. El inmunizante de AstraZeneca tuvo luego varios problemas en el proceso de investigación de la vacuna, que demoró su producción, y más tarde privilegió la provisión de vacunas a Gran Bretaña, donde tiene su casa matriz. La Unión Europea le inició un juicio por incumplimiento de contrato, porque sospecha que privilegió a su país de origen. La Sputnik V no tiene todavía la autorización de la Organización Mundial de la Salud, menos aún de la europea EMA y de la norteamericana FDA. Esta fue una elección ideológica, según lo dijo implícitamente Cristina Kirchner cuando ponderó en un discurso público que los argentinos se están inmunizando con vacunas de Rusia y China. “¿Quién iba a decirlo?”, se ufanó. Mientras tanto, los argentinos que pueden pagan precios desmesuradamente altos por los pasajes aéreos para viajar a Miami o Nueva York y vacunarse allí con las vacunas que elijan (Pfizer, Moderna o Janssen). La ideología es una imposición de los que mandan a los que no pueden. Imposible mayor injusticia.Es cierto que hay una escasez mundial de vacunas. La oferta es solo la sexta parte de la demanda. Por eso también es desmesurado hablar de sobornos para la compra de vacunas. La Argentina vacunó con las dos dosis solo al 5 por ciento de su población y con una dosis al 18 por ciento. España tuvo problemas de acceso a las vacunas, pero ya vacunó con una dosis al 38 por ciento de su población y con las dos dosis al 18 por ciento. Francia lo hizo con una dosis al 32 por ciento y al 14 con las dos dosis. Más cerca, Chile vacunó al 43 por ciento con las dos dosis. Uruguay inmunizó al 24,3 con las dosis completas y al 35,6 con una dosis. Todos demasiado lejos de los pobres porcentajes argentinos. Algo (o mucho) se gestionó mal en la Argentina, más allá del ruidoso espectáculo de la política de los días recientes. Alguien debería investigar por qué se perdieron tantas oportunidades.Para peor (el kirchnerismo tiene siempre una receta peor), el ala más cerril del cristinismo salió ayer a pedir que no se pague la deuda con el Fondo Monetario ni con el Club de París en nombre de las necesidades de la pandemia. Proponen la ruptura con los organismos a los que la Argentina les debe y con los que el ministro de Economía, Martín Guzmán, está tratando de acordar plazos e intereses más generosos. Es la consecuencia de los discursos populistas del Presidente y de la vicepresidenta. Siempre habrá quienes los correrán por izquierda a los dos. La solución que promueven es más de los mismo. Después de rotas las negociaciones con los principales laboratorios del mundo, ahora habría que romper con los más importantes organismos multilaterales de crédito. Los argentinos se enferman y mueren entre la tontería y la nada.

Fuente: La Nación

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La dirección de Migraciones de Colombia explicó hoy por qué le impidió el ingreso a Juan Grabois una vez que llegó al Aeropuerto Internacional de Bogotá, como parte de una comitiva internacional que tiene como misión supervisar supuestas violaciones a los derechos humanos. Más temprano, Grabois denunció que fue agredido por personal local y que las autoridades lo deportaron por ser considerado una “amenaza a la seguridad nacional”. Pero Migraciones sacó un comunicado en el que desmintió esa acusación y detalló su versión de los hechos.El comunicado tiene cuatro puntos.El primero dice que 19 de los 20 integrantes de la comitiva fueron autorizados a entrar. “El día de hoy arribó al territorio nacional, por el aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, una delegación de 20 personas provenientes de Argentina. Tras realizarse los procesos de control y verificación migratoria correspondientes, se autorizó el ingreso de 19 de los 20 miembros de dicha delegación”.En un segundo párrafo dan el disparador de la negativa a dejarlo entrar al país. Según explicó Migraciones saltó una alerta en el sistema “por el vencimiento de su pasaporte” y Grabois -siempre según Migraciones- “se negó a que se le realizara una verificación a sus documentos”.El comunicado añade que el dirigente social “faltó el respeto al Oficial de Migración y al Supervisor a cargo y fue inadmitido”. El artículo 2 del decreto 1727 de 2021, al que hace referencia Colombia, tiene una variedad de causales de rechazo para entrar al país entre los cuales figuran o tener la documentación vencida o agredir al personal de Migraciones que es lo que, en este caso, le atribuyen a Grabois. Pero miembros de la delegación, como Pablo Pimentel, que luego dieron una conferencia de prensa lo negaron. “Lo que nos dijeron desde Migraciones en el Aeropuerto era que Grabois había agredido a personal migratorio. Todos los que estuvimos ahí, haciendo los tramites, pudimos constatar que nunca hubo una agresión que aleja el gobierno colombiano. Queremos dejar clara esa situación”, dijo Pimentel.Según Colombia, “el extranjero (Grabois) quien, de forma vehemente, exigía su ingreso al país, basado en quién era y quiénes lo habían invitado, fue dejado a disposición de la aerolínea, con el fin de que se cumpla la orden de inadmisión”.Además, Migraciones Colombia rechazó “este tipo de comportamientos, así como las presiones ejercidas para autorizar su ingreso, e invita a los ciudadanos nacionales y extranjeros, a respetar la normatividad nacional, así como al Oficial de Migración”.Y explicó: “La inadmisión de este ciudadano extranjero se da de manera discrecional, dentro del marco de las competencias que tiene Migración Colombia y hace parte de las más 1.500 inadmisiones que se han efectuado a ciudadanos extranjeros en lo corrido de este año”.Ernesto Samper, el expresidente de Colombia, que tenía previsto reunirse con Grabois, se expresó en contra de la decisión de su país de denegar el permiso a Grabois: “¡Qué error!”, escribió en su cuenta de Twitter.Cerca de Grabois dijeron a LA NACION que ni tenía la documentación vencida ni agredió a ningún oficial. “Eso es mentira”, afirmaron. Además, Grabois, en un audio que publicó este medio, dijo que por el contrario el agredido había sido él. El decreto en el que basó Colombia la extradición de Grabois

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 25 de mayo, en la provincia de La Rioja se contabilizan 16.486 casos de infectados y 523 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 192 casos nuevos de enfermos de coronavirus en La Rioja, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1470 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 3.586.736 de infectados por coronavirus, 3.157.660 pacientes recuperados y 75.056 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de La Rioja se encuentra en el puesto 24 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.539.612 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 25 de mayo, en la provincia de Misiones se contabilizan 19.340 casos de infectados y 268 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 218 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Misiones, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1270 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 3.586.736 de infectados por coronavirus, 3.157.660 pacientes recuperados y 75.056 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Misiones se encuentra en el puesto 23 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.539.612 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 25 de mayo, en la provincia de Formosa se contabilizan 24.697 casos de infectados y 380 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 771 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Formosa, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 10901 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 3.586.736 de infectados por coronavirus, 3.157.660 pacientes recuperados y 75.056 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Formosa se encuentra en el puesto 21 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.539.612 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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