La Agricultura 4.0 (A4.0) es la nueva revolución que empuja al agro mundial actualmente. Como otras revoluciones agrícolas, busca solucionar los problemas del pasado y presente a la vez que se proyecta hacia el futuro como el nuevo status quo. Es la utilización de las nuevas herramientas de internet de las cosas, la inteligencia artificial y el big data para llevar adelante la producción de más y mejores alimentos.Al final de eso se trata siempre, de producir más con menos y ayudar a mantener una población mundial en crecimiento a la vez que mejoramos nuestro entorno, social, económico y ambiental.Hoy tenemos la capacidad de gestionar cantidades inimaginables de datos, más que nunca en la historia de la agricultura. Los satélites generan datos de nuestros campos día a día, las maquinarias y sus sensores aportan en cada labor y hasta complejos sistemas de mapeos de suelo agua y plantas permiten generar bases de datos enormes. Las mismas se pueden ordenar en forma masiva gracias a los sistemas de información geográficos, cada día más utilizados por los profesionales del agro y especialistas que se acercan al sector.Agtechs: ante las exigencias, en la digitalización está el caminoEstos datos ordenados permiten generar información que al contextualizarla generan conocimiento. Pero es aquí donde la A4.0 realmente aporta valor, ya que el conocimiento implica dar un contexto a la información, significa que un técnico, un productor, un operario, un grupo de trabajo con todos ellos en el mejor de los casos, trata de interpretar la información y darle el lugar que le corresponde en el sistema productivo. Allí es donde se genera conocimiento agronómico.Este proceso asistido por las tecnologías que tenemos disponibles permite optimizar nuestros procesos de trabajo como nunca. Cuando trabajamos en el sistema agrícola, en algún momento entendemos que a diferencia de otras industrias en nuestro sector prendemos las maquinarias productivas una vez al año, esto significa que tendremos una sola chance en el año para hacer un determinado cultivo y luego tendremos que esperar al siguiente año. Es por ello que no podemos darnos el lujo de no aprender en cada campaña, que cada cultivo es una oportunidad de mejorar nuestro sistema y que la generación de datos, información y conocimiento no se pueden dejar para otro año.Es así como hoy la A4.0 nos permite mejorar la producción a través de generar una mejor agronomía con datos locales que validan cómo llevamos adelante nuestra producción agrícola. Hoy más que nunca podemos mostrar y compartir cómo producimos y qué valor le aportamos a cada alimento que llega a la mesa.En este momento algún lote de nuestro país está siendo mapeado mediante GPS de precisión para conocer su topografía, su susceptibilidad a la erosión, su vulnerabilidad a la agresión de una labranza de suelo; y muy probablemente en el mismo proceso se esté registrando la electroconductividad y la radiación gama de esos mismos suelos.Estas últimas metodologías, junto con un muestreo dirigido e intensivo de suelos, que se analizan en laboratorios de primera línea de nuestro país, permiten, mediante modelos sofisticados, construir mapas que nos muestran cuáles son los nutrientes disponibles en el suelo en cada metro cuadrado, cada tres metros cuadrados si queremos ser literales. Estos mapas permiten revertir la tendencia general de la producción argentina, donde existe una extracción neta de nutrientes como el fósforo que existía en altas dosis en el pasado de nuestras pampas.La posibilidad de tener mapas, por ejemplo, de fósforo con un alto nivel de detalle asegura que se pueda aplicar fertilizantes en forma mucho más eficiente y a su vez de una manera económicamente más viable. En tres o cuatro años se pueden ver los cambios luego de tendencias de reducción de fósforo de más de 20 años. Esto nos estimula y nos lleva a pensar formas cada día más creativas de usar esta información.Es así que hoy estamos basando nuestras decisiones de densidad de semilla de los cultivos o la aplicación de ciertos herbicidas por esta información de suelos. Pero sobre todo estamos asociando los resultados de nuestros cultivos (rendimiento de los mismos) a cada variable de suelo que podemos medir y así generando ensayos y modelos de repuesta muchos más complejos que en el pasado. Todo esto con el plus de que esa generación de información y conocimiento es absolutamente local y le pertenece a cada productor.El autor es CEO de Glimax

Fuente: La Nación

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A juicio de la filósofa Monique Canto-Sperber, la libertad de expresión –piedra filosofal de Occidente desde Voltaire, Stuart Mill o Spinoza– se encuentra en grave peligro. Individuos, grupos o instancias oficiales la avasallan, desplegando las tijeras de la censura contra todo conferencista, profesor, artista o simple usuario de Twitter sospechado de herir la sensibilidad de públicos de los cuales se proclaman voceros, mientras que en las universidades la “cultura de la cancelación” a la norteamericana se exporta desde hace un tiempo con más facilidad que las producciones de Netflix.Al mismo tiempo, otros aprovechan de esa libertad de expresión permitida en las sociedades democráticas para proferir sin cesar mensajes hostiles a los inmigrantes, los judíos o los musulmanes: mensajes y discursos que ayer habrían arrancado exclamaciones de indignación y que hoy no escandalizan más a nadie e incluso terminan por suscitar adhesiones. Otros, por fin, niegan a los dibujantes de prensa o a los medios de comunicación el derecho de criticar partidos políticos o religiones, respondiendo con sangrientos atentados dignos de la antigüedad.Semejante situación no podía dejar indiferente a Monique Canto-Sperber, defensora de la libre confrontación de las ideas y del debate contradictorio, admiradora además de Jorge Luis Borges al punto que –durante una visita a Argentina– buscó un hotel en la misma calle en la que vivió el célebre escritor.Su último libro, el ensayo Sauver la liberté d’expression (“Salvar la libertad de expresión”), aparecido en Francia en las ediciones Albin Michel, se lee como un llamado a reaccionar. A su juicio, es evidente que los límites sociales y jurídicos de ese ideal históricamente tan caro a Occidente han perdido vigencia en una época como la actual, en la cual las redes sociales multiplican al infinito la posibilidad de hablar, transformando la vox populi en árbitro y juez caprichoso e inapelable.“Es imposible que haya libertad de expresión cuando existe un discurso dominante”, insistió durante una entrevista exclusiva con LA NACION en París.–¿Cuáles son concretamente las amenazas que pesan hoy sobre la libertad de expresión?–En otras épocas, la libertad de expresión estaba amenazada por el poder del Estado y las autoridades constituidas, en particular religiosas. Hoy se ve atrapada por dos movimientos opuestos. Por un lado, en nombre de la libertad, asistimos a la expresión más extrema del odio verbal, estimulado por la extraordinaria difusión que permiten los medios digitales y las redes sociales. Por el otro, existen fenómenos de censura inspirados por corrientes sociales muy fuertes, que pretenden imponer su concepción de lo que se puede decir y lo que no. Las presiones ya no vienen tanto de las autoridades constituidas, sino de esos grupos o asociaciones que utilizan incluso la intimidación, lo que los hace muy difíciles de combatir.–A su juicio, son sobre todo las universidades las incubadoras de esos movimientos radicales que traban la libertad de expresión. ¿Por qué? ¿Cómo fue que el espacio universitario, que debería ser abierto, cambió de naturaleza?–La universidad siempre fue un lugar de debate, donde las relaciones de poder jugaban un cierto papel. En ese medio, el principio de base es que, si alguien piensa que una tesis es falsa, escribe un artículo para refutarla. Pero, a partir de los años 2000, cada vez que se trata de cuestiones que van desde las minorías hasta la relación entre sexos, pasando por los valores del pensamiento llamado progresista, se dejó de refutar para directamente impedir hablar. En esa práctica de la censura, grupos militantes de estudiantes se han mostrado de una temible eficacia. Cuando esto comenzó a ocurrir, comprendí que el fenómeno se propagaría al conjunto de la sociedad. Y eso es exactamente lo que sucede: hay grupos o comunidades que pretenden arrogarse el derecho de decidir lo que se puede decir y lo que no en materia de palabra pública.–Usted habla de Francia. Pero ¿se puede decir que el mismo fenómeno se registra en las universidades estadounidenses?–En esto la sociedad francesa es muy diferente de la de Estados Unidos. Las universidades norteamericanas están muy integradas a la sociedad. Algunas tuvieron cupos de admisión para las minorías hasta los años 50. Después aplicaron numerosas formas de discriminación positiva, a riesgo de estigmatizar así, involuntariamente, a esas mismas minorías. De ahí el hecho de que, en los años 70, la única forma de integrarse para un estudiante perteneciente a un grupo minoritario era volverse invisible, negar una parte de su identidad. En Francia, por el contrario, la universidad moderna fue organizada a fines del siglo XIX a partir de un modelo republicano que niega toda discriminación, privilegio de clase o de origen. Por otra parte, fue una creación del Estado.–Pero, volviendo a la presión ejercida por esos grupos, ¿no es esa, con frecuencia, la única forma de hacerse oír?–En las universidades, y más ampliamente en la sociedad, nace a veces la reivindicación de un lenguaje que traduciría los valores de un grupo de presión o de una cultura, al precio de un control del uso de ciertos términos. Algunas formas de hablar pueden ser señaladas como marcas de desprecio o falta de consideración por las minorías. Sin embargo, es necesario recordar que el idioma es un elemento neutro, que no tiene por qué reflejar valores morales de tal o cual asociación militante. De lo contrario, la lengua dejaría de permitir el debate para encerrarse en el círculo de las certezas. El mayor beneficio de la libertad de expresión es el de permitir la diversidad de opiniones, con excepción de las expresiones condenadas por la ley. Que se tenga convicciones y se las defienda apasionadamente está muy bien. Pero no se puede privar a los otros de la posibilidad de pensar otra cosa. No es haciendo callar a sus detractores que se demuestra la veracidad de una convicción.A partir de 2005, cuando Monique Canto-Sperber era directora de la prestigiosa Ecole Normale Supérieure (ENS) de París, también se vio confrontada a ese tipo de situación. En 2011, por ejemplo, decidió prohibir una conferencia que llamaba a boicotear el Estado de Israel, así como la organización de una semana de manifestaciones llamada Apartheid Israel. “En ambos casos, consideré que se trataba más de propaganda que de un llamado a debatir”, precisa. A su juicio, “si la tesis del boicot podía ser discutida en el marco de un debate contradictorio, de ninguna manera podía ser lanzada bajo la forma de un llamado a la movilización en el seno de una institución pública de investigación y formación”.–¿Por qué usted afirma en su libro que los principios que fundan la libertad de expresión han dejado de estar adaptados a la realidad contemporánea?–A mediados del siglo XIX, el filósofo británico John Stuart Mill (1806-1873) definió las reglas de la libertad de expresión: cuando es libre, el debate contradictorio puede conducir a una forma de autorregulación espontánea de la palabra. Las falsedades, los propósitos aberrantes o absurdos terminan siempre por ser criticados y neutralizados. Pero, en aquella época, eran pocos quienes tenían acceso a la palabra pública y todos compartían el mismo código lingüístico. Entre radicales y reaccionarios, el debate era posible. En nuestras sociedades pluralistas y fragmentadas, ya no solo se enfrentan los argumentos, sino también las identidades, y eso impide el debate. Además, se pone en tela de juicio la neutralidad idiomática como medio donde las opiniones opuestas pueden confrontar.Para la filósofa francesa hay que distinguir entre los daños, como las injurias raciales, de las ofensas que desestabilizan pero no impiden replicar (Photographer: Samuel Kirszenbaum/)Desde un punto de vista liberal, afirma Canto-Sperber, aquello que el intelectual norteamericano Mark Lilla bautizó “la política de las identidades” lleva necesariamente a la parálisis. En democracia, un ciudadano puede recusar las preferencias personales de su interlocutor y refutar sus ideas utilizando argumentos y códigos identificables por todos. Pero no puede negarle el derecho de pensar lo que quiera. “Cada uno va al cielo por el camino que prefiere”, decía Voltaire.Canto-Sperber cita el ejemplo del Consejo de Estado francés, máxima autoridad de la nación, que rechazó las condenas pronunciadas en 2016 por varios tribunales administrativos contra el uso de la burkini. Los jueces habían estimado que esa prenda islámica expresaba la convicción, por parte de quien la llevaba, de que la mujer es inferior al hombre: “Violar la libertad de conciencia de un individuo para perseguir sus convicciones e imponerle una interpretación a sus acciones es contrario a los valores de la república”, argumentó la alta instancia en su decisión.“Terminemos con la guerra moral en torno a la hegemonía de la palabra”, repite una y otra vez Canto-Sperber, que pone en el mismo nivel a los que afirman que “ya no se puede hablar de nada” y a los censores que reivindican un progresismo antiuniversalista que pretende fijar sus propias normas.–En este contexto, ¿cuál es el papel de las redes sociales?–Tampoco hay un verdadero debate en las redes sociales. El modelo económico de las plataformas depende de la utilización de algoritmos que destacan los mensajes más compartidos, con una fuerte carga emocional, casi siempre de cólera. Eso produce una distorsión que hace imposible todo debate, todo propósito que ponga el acento en los hechos o invoque la razón.–Entonces, ¿cómo definir los nuevos contornos de la libertad de expresión?–En la tradición liberal, todas las opiniones están permitidas, salvo aquellas que son perjudiciales para los demás. Pero ese principio ha dejado de ser suficiente. El daño que provocan las injurias raciales, por ejemplo, no depende solo del perjuicio objetivo causado a alguien: también puede afectar directamente las normas colectivas, contribuyendo a banalizar los prejuicios racistas e, incluso, a cambiar el límite de lo que es aceptable en una sociedad. También existen expresiones que, jugando con los estereotipos, las alusiones o las referencias, son odiosas sin llegar a ser injuriosas. Es necesario distinguir aquellos propósitos transgresivos, que pueden herir, pero deben ser tolerados como elementos del debate pues su fin no es el de reducir los otros al silencio. Toda la dificultad reside en distinguir los daños y perjuicios, por ejemplo las amenazas de muerte o las injurias, sobre todo raciales, de las ofensas, que desestabilizan pero no impiden replicar.–¿Y para eso cuál es el mejor instrumento?–En ese contexto, la Justicia es un instrumento indispensable, aunque no basta. En el mejor de los casos, la Justicia decide indemnizar a las personas injuriadas, pero no da la palabra a aquellas a las que se ha obligado a callar. Sobre todo, porque la sanción judicial llega tras un largo periodo, mientras que las presiones ejercidas a través de las redes sociales reducen al silencio en forma inmediata. Todos esos indicios demuestran que es necesario repensar la regulación de la libertad de expresión.–Pero usted no es muy partidaria de una mayor intervención del Estado como elemento regulador.–En efecto, estamos ante un dilema. Si el Estado multiplica las leyes para prevenir el uso delictivo de la palabra, podríamos encontrarnos rápidamente en una sociedad de la censura. Imponer a las redes sociales obligaciones en la persecución de mensajes dudosos podría conducir a una “supercensura”. Por el contrario, si el Estado no hace nada, la voluntad de hegemonía de los grupos de presión puede conducir al caos.–Y entonces, ¿qué hacer?–Una tercera vía consistiría en insistir en la importancia del debate, pues es justamente así que se puede discutir y oponerse con armas iguales o equivalentes. La libertad de expresión no define solo el hecho de poder hablar, también significa que aquel a quien uno se dirige conserve la posibilidad de responder. Restituir esa dimensión del debate podría ser una solución: muchas asociaciones se esfuerzan actualmente para restablecer ese concepto en la red.–¿Qué podrían hacer, por su parte, los usuarios de las redes sociales?–Los actores privados, ya sean usuarios o anunciantes, también pueden jugar un papel considerable. Es necesario que se hagan oír si sus anuncios o mensajes se ven asociados a discursos complotistas o falsas informaciones. Esto podría tener un peso decisivo.–Usted decía al comienzo de esta entrevista que no puede haber libertad de expresión cuando existe un discurso dominante. ¿Cómo evitarlo?–Una condición indispensable es establecer cierta forma de competencia en el debate equilibrado de ideas. Una situación que no existe en la actualidad. En efecto, es imposible que haya libertad de expresión cuando un discurso ahoga todos los demás. Los internautas que rechazan la carrera a la “viralidad” y la violencia que esta permite, deben poder acceder a otros tipos de redes sociales. La libertad de expresión es un problema, pero también es una solución. A condición que el debate no sea deformado. En otras palabras: la libertad puede provocar esos excesos en el discurso, pero también es el único medio de combatir esos mismos excesos.PERFIL: MONIQUE CANTO-SPERBER? Nació en mayo de 1954 en la Argelia francesa. Vive en París desde 1964. Es directora de investigación del CNRS (Centre Raymond Aron) y directora de la École Normale Supérieure.? Presidió la Comisión de Filosofía del Centro Nacional de Letras y fue vicepresidenta del Comité Consultivo Nacional de Ética. Dirige dos colecciones en Presses Universitaires de France. También asesora al canal parlamentario Public Senate y es productora de France Culture.? Durante los últimos veinte años, la mayor parte de su trabajo se centró en la filosofía moral y política contemporánea, así como en la reflexión sobre los aspectos sociales y éticos de la ciencia actual.? Además de varias obras dedicadas a la filosofía antigua, como La filosofía griega (1997) y La ética griega (2002), publicó, entre otros libros, Bien, guerra y terror (2005), Liberalismo e izquierda (2008) y Ensayo sobre la vida humana, Nacimiento y libertad (con René Frydman), ¿Qué puede hacer la ética?? Es Oficial de la Legión de Honor y Caballero de las Artes y las Letras, Oficial de la Orden del Mérito y Miembro Asociado de la Real Academia de Bélgica.? Enseñó en la universidades de Rouen y Amiens, en Francia, y en la de Stanford, en Estados Unidos.

Fuente: La Nación

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Aquellos banderazos quisieron ser un freno definitivo. No lo fueron. Estos nuevos ensayos de radicalización todavía no registran réplicas en la calle como las puebladas que impidieron, por caso, la estatización del grupo Vicentin.La historia no se repite, pero hay tendencias que regresan. Es lo que habilita la posibilidad de que la regresión de Cristina Kirchner ya haya empezado a construir una diáspora similar a la que la alejó del poder en 2015. La vicepresidenta vuelve a golpear el consenso democrático de 1983 y, todavía más, embiste contra los cimientos mismos del acuerdo que hizo posible la constitución de la Argentina en una nación. Otra vez, Cristina fuerza los principios de la república de fines del siglo XVIII que derivaron en democracias pluralistas.En forma cada vez más evidente, el kirchnerismo defiende su preferencia por la autocracia y por una forma incierta de estatismo y control sobre la economía. A la hora de definir cuál es el modelo o el tipo de régimen político que prefiere, es mejor no simplificar. Alcanza con saber que es una redefinición drástica de acuerdos sobre valores y reglas aceptadas por los actores políticos, sociales y económicos del país.Cristina avanza y nadie parece contradecirla dentro de su propio espacio, el peronismo reunificado. Sus directivas y discursos son más notorios por el silencio que los envuelve. ¿Todo el oficialismo calla y otorga? Mejor, simula estar de acuerdo. Que no haya reacciones visibles no supone que cada vez sea más evidente el desacuerdo.Esta semana, el segundo discurso de la vicepresidenta sobre la necesidad de reformar el sistema de salud hizo reaccionar a las empresas de medicina prepaga. No es el primer sector sobre el que ella descarga su inocultable vocación de control, cuando no su intención de traspasar empresas al Estado o a manos amigas y cercanas.La bomba que descargó Cristina (ya lo había dicho en diciembre pasado) tiene un especial impacto en el otro tercio del sistema: las obras sociales sindicales.El avance del kirchnerismo empezó por la colonización total del peronismo, ensayo en el que ya fracasó sin por eso abandonar su vocación hegemónica. Es precisamente esa actitud la que pone en guardia a los sindicalistas, que, sin mayores controles ni alternancia democrática, manejan fondos extraordinarios desde los años en los que el dictador Juan Carlos Onganía les hizo ese regalo.En medio de una pandemia que lejos está de terminar, la reforma del sistema de salud es un punto de fuga clásico en el esquema kirchnerista. Con las elecciones en el horizonte y encuestas que presentan un arranque de campaña adverso, Cristina ya eligió en quien descargar las culpas de los desmanejos del Gobierno y por la precariedad del origen del sistema de salud.La condena a la medicina privada es el dato que sirve como recurso de campaña para ocultar las responsabilidades propias. Ya se verá si la reforma queda en eso o se convierte en un proyecto a imponer en el Congreso.En Avellaneda, con una ordenanza que habilita la expropiación de terrenos y desconoce el elemental derecho constitucional a la propiedad, acaba de abrirse un ensayo que pone en cuestión un acuerdo esencial para cualquier sociedad. La propiedad es otro valor que el kirchnerismo se empeña en relativizar con excusas diferentes. Como en el caso de Vicentin, Cristina y sus muchachos siempre operan las resistencias a su modelo de control a puro ensayo y error.Así, el crónico déficit habitacional del país pasa a ser responsabilidad de quien decidió invertir en un terreno antes que de la ausencia de políticas que faciliten el acceso a la vivienda. Para el kirchnerismo, el mal siempre está en el otro.El experimento en el municipio bajo el mando del ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, no es otra cosa que un globo de ensayo a escala municipal. Es un experimento que se había insinuado antes con las propiedades agropecuarias. Juan Grabois ya demostró cómo una estancia puede ser usurpada para poner en marcha una plantación de perejil.El kirchnerismo no sorprende. Repite lo que ya hizo y trata de hacer lo que adelanta en sus discursos. La preferencia por los regímenes autoritarios es una expresión de la indigestión que le provocan a Cristina las sociedades políticas abiertas, en las que el poder cambia de manos y un sistema político respeta reglas que no se modifican. La libertad de expresión o la independencia del Poder Judicial, por ejemplo.Es en ese contexto que nuestro nuevo lugar en el mundo es fácil de registrar, pero difícil de digerir. Basta con leer a quién apoya la Argentina en los foros internacionales. Entre Israel y Hamas, el oficialismo prefiere al grupo terrorista que controla una parte de Palestina. En Perú, el kirchnerismo saludó la llegada de un personaje insólito antes de ser formalmente consagrado. Cuando mira a Chile, el oficialismo festeja el triunfo de los sectores más radicalizados, que jaquean un modelo político pluralista que, a pesar de que no ha logrado limitar la desigualdad, sí ha sacado a mucha gente de la pobreza. Si no hay violaciones de los derechos humanos en la dictadura venezolana, tampoco es condenable que en Nicaragua detengan a todos los opositores al presidente Daniel Ortega. La amistad con el autócrata ruso Vladimir Putin encaja a la perfección en ese esquema, como la admiración por el régimen político chino, que los propios chinos se empeñan en no exportar para no enojar a sus potenciales socios en todo el mundo.La lenta decadencia argentina sufre así una aceleración que parece un regreso al pasado. Lo que sugiere, en verdad, es un salto al vacío.

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 18 de junio, en la provincia de La Rioja se contabilizan 20.255 casos de infectados y 578 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 148 casos nuevos de enfermos de coronavirus en La Rioja, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1097 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de La Rioja se encuentra en el puesto 24 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.769.175 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 18 de junio, en la provincia de Tierra del Fuego se contabilizan 29.269 casos de infectados y 433 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 46 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Tierra del Fuego, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 303 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Tierra del Fuego se encuentra en el puesto 22 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 18 de junio, en la provincia de Misiones se contabilizan 23.554 casos de infectados y 373 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 170 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Misiones, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1340 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Misiones se encuentra en el puesto 23 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 18 de junio, en la provincia de Catamarca se contabilizan 30.586 casos de infectados y 273 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 227 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Catamarca, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 2562 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Catamarca se encuentra en el puesto 21 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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Al 18 de junio, en la provincia de Jujuy se contabilizan 32.855 casos de infectados y 1.120 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 219 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Jujuy, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1969 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Jujuy se encuentra en el puesto 20 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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Al 18 de junio, en la provincia de San Juan se contabilizan 45.992 casos de infectados y 766 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 401 casos nuevos de enfermos de coronavirus en San Juan, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 3804 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de San Juan se encuentra en el puesto 18 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 18 de junio, en la provincia de Formosa se contabilizan 40.581 casos de infectados y 696 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 471 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Formosa, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 3359 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.242.763 de infectados por coronavirus, 3.844.329 pacientes recuperados y 88.247 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Formosa se encuentra en el puesto 19 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.769.175 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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