A los siete años Vicky Demarret (35) tomó por primera vez un palo de hockey sobre césped ya que su mamá jugaba en la selección del Litoral. Seguramente en aquel momento, siendo tan pequeña, no habrá imaginado todas las aventuras que la vida le tendría preparadas en relación a ese deporte.Tampoco se habrá visto en alguna posición específica dentro de la cancha, mucho menos como arquera, pero a medida que fue avanzando en el hockey eligió ese puesto. “Me volví arquera porque siempre que jugaba otro deporte en el colegio o donde sea, a veces, me iba al arco porque no le tenía miedo a la pelota ni a volar y caerme. Llegué a ser la única arquera de handball del colegio, jugaba para todos los equipos y divisiones, federados y no federados. La profesora no se presentaba a las competiciones sin mí. Me acuerdo que me lo decía para que me asegurase de tener el permiso de mi mamá para salir del colegio e ir al partido”, recuerda.Vicky Demarret en 2018, en Gran BretañaVicky, que se define como una arquera que no para, a la que le gusta seguir aprendiendo y ejercitando los reflejos y que es muy estricta con ella misma, antes de arrancar con su periplo mundial llegó a jugar en Newell’s Old Boys de Rosario, su ciudad.Del supermercado al mundoSu vida en Rosario consistía en ir al colegio, solía tener buenas notas, y en el último año, 2005, había comenzado a trabajar en un supermercado donde no la pasó nada bien. “Sentía que me explotaban y nunca llegué a cobrar el sueldo completo. Me descontaban cualquier cosa que se rompía o que se caía al suelo o los mismos utensilios que tenía que usar para limpiar”.En ese momento se dio cuenta que era el momento ideal para emigrar . Y su gran sueño era vivir en Italia. De hecho, cuenta, desde que tenía 11 años iba al consulado italiano, que quedaba en la esquina de su casa, para preguntar si había alguna beca o algo similar para empezar el secundario en ese país.Habla fluido el italiano y el inglés, el portugués lo entiende “perfectamente” por lo que, dice, mira películas sin la necesidad de colocar los subtítulos, lo mismo que con el catalán.Benvenuti a RomaGustavo Martinangeli, un amigo de la infancia que jugaba al fútbol profesionalmente en ese país, le consiguió trabajo en Anguillara Sabazia, un pueblo de Roma.Para ese entonces, en la Argentina a la mujer se la consideraba menor de edad hasta los 21 y ella tenía 19 por lo que necesitó un permiso de su mamá y de su papá, que firmaron ante un juez de menores en tribunales un día jueves. De esa manera pudo viajar.“La experiencia en Italia fue maravillosa y aunque trabajaba demasiadas horas pude retomar un idioma y aprenderlo de forma nativa. Después de un tiempo conocí a Leonardo Griffo (arquero de fútbol argentino que venía de jugar en el Como de Italia) y con su mujer me ayudaban en el hotel en la limpieza de las habitaciones para que terminara más rápido. De esa forma nos escapábamos a Roma temprano y teníamos más tiempo para pasear. Tengo muchísimas anécdotas con ellos, eran los únicos amigos que tenía ahí”.En Italia no jugó al hockey, solamente se dedicó a trabajar y cuando habían pasado nada más que dos meses sintió que ya se quería ir de nuevo. Como deseaba tanto competir en Europa, en este deporte que tanto ama, comenzó a buscar otras alternativas para cumplir su sueño.“La monotonía me aburre, si el presente va a ser igual que el futuro entonces no hay futuro. Sentía que el tiempo pasaba y que no aprendía nada así que decidí ponerle un poco de aventura a mi vida, no me gusta la rutina si no es divertida, siempre hay algo que se puede mejorar, si no me aburre”, confiesa.Viajes, partidos, experiencias y anécdotasA partir de ese momento arrancó su peripecia por el mundo que incluyó tres pasos por España (estuvo viviendo dos veces en Barcelona y una en Madrid), dos etapas en Japón, México, Alemania, Inglaterra, Escocia y Finlandia.Además de trabajar, en España, en Escocia y en Finlandia jugó al hockey, su gran pasión. También lo intentó en Japón, pero, cuenta, el tema de los visados estaba “complicadísimo” y pese a tener varias entrevistas no logró su cometido.Cuando se le propone a Vicky que arme un top tres de los países o ciudades que más le gustaron, dice que no tiene un favoritismo porque vivió en tantos lugares que se dio cuenta que el sitio perfecto no existe. “Las playas del Caribe, un salario escocés, la calidad de vida finlandesa, la sociedad de Madrid, la tecnología que te facilita la vida en Japón, la limpieza de las calles de los países nórdicos. No existe un lugar así, todo es un poco de todo”, se ríe.En un paseo por las islas Phi Phi en Tailandia.Durante estos 16 años Vicky fue aprendiendo nuevos idiomas y profundizando algunos que ya sabía desde que vivía en la Argentina. Habla fluido el italiano y el inglés, el portugués lo entiende “perfectamente” por lo que, dice, mira películas sin la necesidad de colocar los subtítulos, lo mismo que con el catalán. El francés se lo olvidó un poquito ya que le cuesta hablarlo, aunque entiende bastante. Y como si fuera poco está aprendiendo noruego porque en algún momento le gustaría irse a vivir a Islandia, país que visita bastante seguido.Además, se defiende bastante bien con el japonés, aunque recalca una anécdota en la que no quedó del todo bien parada, aunque ella lo toma, como deber ser, con mucha gracia. “Estaba dándole una mano en el fast food a José, un mexicano amigo, y un día me empecé a confundir las frases. Les tenía que abrir la puerta a los clientes del restaurante super sonriente, darles la bienvenida, acompañarlos hasta su mesa y correrles las sillas, todo en japonés, pero me miraban con cara rara y no me hacían mucho caso. Hasta que José me dijo en español y con su acento mexicano: ´Puedes dejar de decirle a la gente el nombre de la estación de tren donde vives al abrirles la puerta tan sonriente y el nombre de tu barrio al mostrarles la mesa y correrles la silla para que se sienten´. No sabía dónde meterme, pero hasta a él le dio mucha risa. Sí, me mande muchísimas así”.Al vivir tanto tiempo en varios países y estar siempre dispuesta a conocer gente, Vicky también tuvo diferentes tipos de romances que forman parte de sus experiencias y anécdotas de viajes. Y en este quehacer de la vida, también aparece el tema de la monotonía. “Todos tenemos marcas de algunos amores pasados, es lo que tiene vivir siendo humano. Cuando las cosas no van, no van. Cuando se vuelve siempre a lo mismo y no hay futuro es algo que me planteo de nuevo. Encontrar a una persona que se adapte a nuestra vida y que queramos adaptarnos a la suya cuesta mucho y para eso hay que pasar por varias experiencias y desilusiones. De la experiencia se aprende”, dice, convencida.¿Cómo es su vida en Finlandia?Actualmente, Vicky vive en Finlandia y hasta que comenzó la pandemia solía trabajar en el Aeropuerto Internacional de Helsinki (que queda en Vantaa, ciudad en la que vive) en la parte de limpieza. “No es un trabajo duro, hay que caminar mucho, dentro del aeropuerto las distancias son muy largas. Ya no trabajo porque con la llegada del Coronavirus mi área (dónde aterrizan y salen los vuelos 90% intercontinentales) está cerrada porque Europa no volvió a abrir la frontera a muchos países y los vuelos a Finlandia no son tan usuales”.Al lado de la lava del nuevo volcán en erupción Geldingadalur, ubicado en el respiradero volcánico fagradalsfjall, en Islandia.Vive en una propiedad que le consiguió Elisa Vaittinen, la actual capitana de su equipo de hockey que también juega en la selección finlandesa. Se trata de una casa grande, de tres pisos, con seis habitaciones, jacuzzi, sauna, dos salas de estar, dos cocinas, un comedor, un baño por piso, tres duchas, un jardín trasero y otro delantero. “Me siento muy afortunada de poder vivir en un casa así de grande, a veces no me lo creo, especialmente porque ni siquiera sabía cómo era la casa cuando me la ofrecieron y ya les había dicho que sí”.Y además, la casa en la que vive cuando está en Islandia, en Vik, es muy particular ya que es parte de los escenarios donde se filmó la serie Katla, que se puede ver en Netflix. Aunque no en su totalidad, por ejemplo la cocina no es la de ella, otras partes sí, pero pocos datos extra puede agregar en estos momentos: “No puedo dar mucho detalle de lo que sé, pero si,si, es mi casa” dice a quien le pregunte en Instagram una vez que se conoció la noticia.A la Argentina Vicky vuelve, aproximadamente, cada tres años porque extraña y desea reencontrarse con su mamá (Susana), su papá (Ovidio), su hermana (Eugenia) y sus sobrinos Catriel y Taiel de 11 y 8 años. Además, tiene una hermana, Emma, de tan solo dos años, hija de su padre con su nueva mujer.Sin embargo, como era de esperar, dice que se no imagina viviendo en la Argentina. “Mi sueño personal es poder jugar en una selección. Si en dos años me dan la ciudadanía finlandesa entro en la selección casi seguro porque me han llamado, pero al no ser legalmente finlandesa no puedo entrar. El seleccionador me apura, pero tengo que esperar a cumplir cinco años de residencia”, se ilusiona.
Fuente: La Nación