La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 7 de julio, en la provincia de Jujuy se contabilizan 37.504 casos de infectados y 1.194 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, no se informaron casos nuevos de enfermos de coronavirus en Jujuy, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1949 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.574.340 de infectados por coronavirus, 4.192.546 pacientes recuperados y 96.983 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Jujuy se encuentra en el puesto 20 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.875.116 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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Al 7 de julio, en la provincia de Formosa se contabilizan 47.897 casos de infectados y 855 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, no se informaron casos nuevos de enfermos de coronavirus en Formosa, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 2750 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.574.340 de infectados por coronavirus, 4.192.546 pacientes recuperados y 96.983 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Formosa se encuentra en el puesto 19 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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Al 7 de julio, en la provincia de La Pampa se contabilizan 54.639 casos de infectados y 758 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, no se informaron casos nuevos de enfermos de coronavirus en La Pampa, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1869 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.574.340 de infectados por coronavirus, 4.192.546 pacientes recuperados y 96.983 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de La Pampa se encuentra en el puesto 17 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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Al 7 de julio, en la provincia de San Juan se contabilizan 53.008 casos de infectados y 867 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, no se informaron casos nuevos de enfermos de coronavirus en San Juan, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 2990 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.574.340 de infectados por coronavirus, 4.192.546 pacientes recuperados y 96.983 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de San Juan se encuentra en el puesto 18 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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Al 7 de julio, en la provincia de Santa Cruz se contabilizan 56.151 casos de infectados y 879 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, no se informaron casos nuevos de enfermos de coronavirus en Santa Cruz, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 762 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 4.574.340 de infectados por coronavirus, 4.192.546 pacientes recuperados y 96.983 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Santa Cruz se encuentra en el puesto 16 de los distritos más damnificados de la Argentina.

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La imagen recorrió el planeta y quedó en la historia de la Fórmula 1. El hecho sacudió al Gran Circo y revolvió las entrañas de Williams, una estructura que tenía como mandato privilegiar el resultado del equipo por sobre el logro de los pilotos. El Gran Premio de Brasil 1981, en el autódromo de Jacarepaguá, de Río de Janeiro, el escenario del acto de desobediencia más recordado en los 71 años de aventuras que desanda la F.1. Más de cuatro décadas se cumplieron el pasado 29 de marzo de la resonante victoria de Carlos Reutemann en el trazado carioca, un lugar en el que Lole relucía, expresaba una versión superadora.Bajo la lluvia, luego de 62 vueltas, el santafesino aplastó a sus rivales y humilló a Alan Jones, su compañero de garaje y por entonces campeón defensor y considerado por el ambiente el piloto N°1 de la escuadra. Una insubordinación que gravitó en el futuro deportivo inmediato y que terminó pesando en el amargo desenlace de aquella campaña, en Las Vegas.Fórmula 1: Hamilton se impuso en un final vibrante en el GP de BahreinInfinitamente desvalorizado en la Argentina, el nombre de Reutemann es respetado en el mundo del automovilismo. Carlos el Grande, lo retrató en un artículo el periodista Peter Windsor, en la revista británica F1 Racing. Fueron 12 temporadas, la última incompleta -de solo dos grandes premios-, con una docena de triunfos en 146 carreras. Años de trabajar para patrones icónicos de la categoría, como Bernie Ecclestone, Enzo Ferrari, Colin Chapman y Frank Williams, y de medirse con compañeros campeones del mundo de los quilates de Niki Lauda, Mario Andretti, Graham Hill, Jones o talentos como Gilles Villeneuve.En 1980, al llegar a Williams desde Lotus, Lole disfrutó de la brillantez técnica del auto, algo que no había sucedido un año antes en la escuadra de Enstone, donde además la relación con Andretti no era amigable. El italo-estadounidense se sentía atacado por el santafesino y envío un mensaje a Chapman: “Los dos tenemos contrato para la próxima temporada, pero no hay sitio para ambos”. En la casa de Grove, en cambio, no debía preocuparse ni sentía presión de parte de Jones y hasta selló su única victoria en Mónaco. Pero 1981 fue un año diferente, entendió que la deuda de secundar al australiano estaba saldada y que era el momento de correr para él, en beneficio propio.El podio en Río de Janeiro: celebra Carlos Reutemann, junto a Riccardo Patrese, que se clasificó tercero; Alan Jones, furioso por la actitud de Lole, no asistió a la entrega de premios (Archivo/)La transgresión en Jacarepaguá, el modo que eligió para patear el tablero en un calendario que en los primeros compases se enseñó enredado para la F.1 y para Reutemann. El conflicto entre la FISA y la FOCA le impidió puntuar en Kyalami, después de ganar el Gran Premio de Sudáfrica, y una orden de equipo le negó la chance de atacar a Jones en Long Beach –hold positions, conserven posiciones, marcó la pizarra-, en el segundo episodio del año, el primero que contabilizó para el campeonato mundial, que por reglamento consideraba para la sumatoria 11 de las 15 carreras. Entonces llegó el turno de Brasil, del mar, la arena y la rebelión.Moto GP: Viñales ganó la primera carrera de un año lleno de interrogantesPrimero en los entrenamientos del viernes, con un clima que resaltaba las cualidades atléticas de Reutemann. En Río de Janeiro, después de cumplir el trabajo en el autódromo regresaba al hotel Río Palace, en Copacabana, para correr por la rambla; para las fechas en las que apretaba el calor, pensaba hasta en la ropa con la que debía vestirse. Nelson Piquet se favoreció, al día siguiente, con una temperatura más bajas y la suspensión hidroneumática del Brabham BT49 –legal en función a la letra del reglamento, pero alejado del espíritu de las normativas- para arrebarle la pole.La lluvia irrumpió el domingo y Lole trazó la estrategia, demostrando también sus conocimientos y dejando en evidencia la confusión del resto: “La pista se seca muy lentamente y las gomas slicks son mucho más lentas con piso húmedo aquí que en Kyalami. Para mí no hay dudas, largaré con neumáticos para lluvia”, le confió a El Gráfico. A un minuto de la hora de la vuelta previa seguía sin entender cómo Piquet había calzado neumáticos lisos.Los dos Williams tomaron la delantera, por delante de Riccardo Patrese, mientras Piquet quedó patinando. Los rezagados solamente fueron una preocupación para Reutemann, que se tomaba márgenes de seguridad para adelantarlos, mientras que Jones aprovechaba esas situaciones para descontar, aunque nunca tuvo a tiro una maniobra para superar a Lole.Los últimos ocho giros desataron la tormenta en Williams: Jeff Hazell, manager del equipo, mostró en la vuelta 55 el cartel que pretendía cambiar el resultado de la carrera. En la recta principal y sobre fondo blanco, las letras negras indicaban con claridad Jones-Reut. La señal se repitió en los giros siguientes -56, 57 y 58-, pero la diferencia en el cronómetro en lugar de achicarse se estiraba. El último aviso llevó la leyenda “falta una vuelta”, se cumplieron las dos horas de carrera y cayó la bandera a cuadros. Reutemann vencía a Jones y a la voluntad de Williams.Bailando bajo la lluvia: Carlos Reutemann se escapa de Alan Jones; en Brasil, el santafesino logró la undécima victoria de las doce que logró en la Fórmula 1 (Archivo/)La ceremonia de premiación ofreció indicios del clima interno. Jones, furioso, no estuvo presente. Se refugió en su box y demoró más de media hora en levantar las persianas. “Vi los carteles durante cuatro vueltas, al principio el cartel lo tenía Jeff Hazzell y luego Charly Stuart. Al comienzo los nombres estaban juntos y luego los separaron para que la orden fuera más visible. ¿Cómo un piloto que corrió más de 10 años en la F.1 no puede ver los carteles de su equipo? A lo mejor es corto de vista”, dijo con bronca y respondía a las palabras de Lole, quien de modo socarrón alentaba la teoría de no haber visto la comunicación: “No vi absolutamente nada, tenía empañado el visor. Sé que Jones se me acercó cuando me encontré con [Keke] Rosberg en la pista, pero tenía controlada la situación”, relató el santafesino.Fórmula 1. Con Red Bull Racing como bandera, para romper la hegemonía Mercedes“Me arrepiento de haber pensado que Carlos obedecería el cartel y de no ser más inteligente, de haber atacado 15 vueltas antes. Creo que tendremos que tener una charla con Frank [Williams], porque descubrí que deberá cambiar mi mentalidad y la forma de conducirme dentro del equipo”, las palabras de Jones que recopiló la revista El Gráfico. A esa altura, las repercusiones y los interrogantes sobre la orden y el cartel superaban el formidable trabajo que había desarrollado Reutemann en la pista: “Una tarea espectacular”, tituló La Nacion, a ocho columnas.Alan Jones y Carlos Reutemann, enemigos íntimos a partir del Gran Premio de Brasil 1981; cuando la Fórmula 1 se presentó dos semanas después en la Argentina, el australiano fue abucheado por el público (Archivo/)Descartar la victoria no estuvo en la mente de Lole ese fin de semana en Brasil. Ya había sufrido cuando Ferrari le hizo ceder el segundo lugar a Niki Lauda, en Mónaco 1977, y cuando Williams le pidió mantener la posición en Austria, en 1980, una situación que se repitió en 1981 en Long Beach. Mantener la posición es una cosa, dejar ganar a otro piloto cuando se lideró toda la carrera se trata de algo muy distinto. Ganar ese día tenía agregados para Reutemann: emparejaba la cantidad de victorias de Jones -11- y era su tercer éxito en Brasil, dos en Jacarepaguá y uno en Interlagos. “Desde el punto de visto deportivo, habría sido fraudulento sacrificar Río. Firmé un contrato, pero no recibí señales de que fueran a aplicar órdenes de equipo. Cuando ‘regalé’ la carrera en Long Beach nadie me lo agradeció”, se descargó con el paso de los días.Un par de hechos pasaron por alto durante aquellas horas posteriores a la sublevación. En ningún momento le mostraron la diferencia que lo separaba de Jones, cuando en el contrato de Lole figuraba una cláusula “de una ventaja de siete segundos o más para tener absoluto derecho a controlar la posición”. La interpretación de que a Williams no le interesaba la diferencia entre sus pilotos o de tener que informarlo para que tuviera la oportunidad de acelerar y agrandar la brecha, que cumplidas las 62 vueltas fue de 4,44 segundos, ideas que pudieron circular por la mente de Reutemann, que manejó con comodidad, al punto de establecer su mejor vuelta en el anteúltimo giro, con la pista casi inundada: un reflejo del cuidado que tuvo de sus gomas y de los elementos del auto en el momento que el asfalto no tenía las condiciones ideales para los neumáticos con dibujo.En manos de Charly Stuart, la segunda versión de un cartel que se mostró durante varias vueltas en Río de Janeiro; ninguna orden doblegaría la decisión de Carlos Reutemann de ganar en Jacarepaguá (Archivo/)Reutemann se quedó en Río de Janeiro los días siguientes a la carrera, disfrutando de la playa y de la exhibición de manejo que ejecutó en la pista. Las agencias de noticias lanzaban bombas incendiarias: desde que Colin Chapman le había ofrecido una butaca en Lotus a que el santafesino estaba en París para firmar contrato con Renault.La realidad es que Frank Williams, que tomó su attaché y se marchó al aeropuerto apenas terminado el Gran Premio de Brasil para abordar un avión Concorde, desde Gran Bretaña le envió un breve mensaje: “Todos en el equipo están encantados con tu victoria. No prestes atención a lo que puedas leer en los periódicos. Descansa y disfruta de Ipanema”. El final del curso y de la relación entre Reutemann y la escudería de Grove sería muy distinta al contenido del télex que Lole recibió en el hotel, pero ese capítulo se desarrollaría algunos meses después en la costa oeste de los Estados Unidos.

Fuente: La Nación

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Puede haber sido la última vez. Puede haber sido la función final en el césped británico del artista con raqueta que logró que allí, en un terreno inestable para la mayoría, el tenis pareciera fácil. Aunque cueste (mucho) aceptarlo, puede haber sido su último saludo en el Centre Court de Wimbledon. Ya derrotado, caminó cabizbajo, con el raquetero y el bolso colgados de los hombros, rumbo al vestuario. Atormentado por dentro, apenas se endulzó los oídos con los aplausos de ese mismo público que lo vio brillar como a ningún otro tenista. Se acomodó el pelo y, antes de perderse definitivamente por ese pasillo de la cabecera que lo llevaba rumbo al vestuario, se detuvo un momento, giró, levantó la vista y sus brazos. Los 14.900 espectadores (capacidad al cien por ciento) enloquecieron. Pero fue un suspiro: el suizo, de inmediato, siguió su destino. Agachó la cabeza, se quitó algunas gotas (¿lágrimas?) del rostro y desapareció.An ovation for 22 years of memories ?It’s been a pleasure as always, @rogerfederer #Wimbledon pic.twitter.com/GvsOenp68C— Wimbledon (@Wimbledon) July 7, 2021En un mes cumplirá 40 años, Roger Federer. Los cuartos de final en el All England [caída ante el polaco Hubert Hurkacz, 14° preclasificado, por 6-3, 7-6 (7-4) y 6-0, en 1h48m] pueden haber marcado su última presentación en el Grand Slam más prestigioso del mundo, en el que se consagró ocho veces, la primera en 2003, dos años más tarde de lograr el “cambio de guardia”, como se bautizó al triunfo contra Pete Sampras en los 8vos de final de 2001.Después de dos cirugías de rodilla derecha en 2020, su cuerpo no responde como desea y eso influye en todo su engranaje. Construyó una carrera con un cuerpo en armonía, con una estupenda capacidad para anticiparse a las jugadas rivales, virtud que lo llevó a sufrir menos desgaste atlético que los otros. Pero hoy tiene poco combustible, Roger. Es lógico; es la vida, aunque sea muy difícil admitirlo. Federer no se retiró (es muy probable que actúe en los Juegos Olímpicos de Tokio, en el US Open y en más torneos, si el cuerpo se lo permite), pero la derrota de este 7 de julio de 2021 ante Hurkacz (24 años) fue una suerte de despedida anticipada. Ya nada será como fue. Su tenis se va apagando. No así su legado, claro, que va mucho más allá del ranking o de los títulos.El suizo Roger Federer y el césped de Wimbledon, una relación con más de 20 años de duración. (Kirsty Wigglesworth/)“¿Crees que fue tu última vez en la cancha central de Wimbledon?”, fue la segunda pregunta en inglés que escuchó Federer durante la rueda de prensa. “No lo sé. Realmente no lo sé. Mi objetivo siempre fue intentar jugar otro Wimbledon. El objetivo inicial, como saben, era jugar el año pasado. De todos modos, eso nunca iba a suceder. Además del golpe de la pandemia [por las cirugías de rodilla]. Pude hacerlo este año, por lo que estoy muy feliz. Con todo lo que viniera después de Wimbledon siempre íbamos a sentarnos con el equipo y hablar. Tengo que tomarme unos días. Vamos a hablar en los próximos días (…) Estoy muy feliz de haber llegado tan lejos como lo hice aquí y jugar Wimbledon al nivel que tuve después de todo lo que pasé. Por supuesto que me gustaría volver a jugarlo, pero a mi edad nunca estás seguro de lo que está a la vuelta de la esquina”, expresó el ex número 1, actual 8°.Es sabio, Federer: no tomará decisiones apresuradas. No tiene la necesidad de hacerlo. Y si se tiene en cuenta la escasa actividad que tuvo en la temporada y cómo arribó a Londres [luego de una dura derrota en los 8vos de final de Halle frente a Felix Auger-Aliassime, en la que públicamente afirmó no perdonarse su actitud], la tarea en Wimbledon no fue mala, con triunfos sobre Adrian Mannarino, Richard Gasquet, Cameron Norrie (29°) y Lorenzo Sonego (23°).“Ahora que esto terminó, debo reevaluar todo. Tengo que sentarme, hablar de qué salió bien, qué no salió tan bien, dónde está el cuerpo, dónde está la rodilla, dónde está la mente. Como pueden ver, fue una lucha para mí y un esfuerzo extra todo el tiempo, especialmente cuando las cosas se ponen difíciles (…) Sabía que iba a ser muy difícil, para ser honesto. Ahora solo tengo que hablar con el equipo, tomarme mi tiempo, no sentirme apresurado por ustedes ni por nadie más, para el caso. Pero no, espero que eso [el retiro] no suceda. El objetivo es jugar, claro”, apuntó Federer, derrotado por Hurkacz, campeón en esta temporada del Masters 1000 de Miami.Después de dos cirugías de rodilla en 2020, Roger Federer volvió a disfrutar de Wimbledon y el público se deleitó con su presencia. (AELTC/Ben Solomon/)En su 22° participación consecutiva en Wimbledon (debutó en 1999), Federer aspiraba a llegar a las semifinales por 14ª vez. No lo dejaron; no pudo. Desde que en 1998 ganó los títulos juniors en singles y dobles (en pareja con el belga Olivier Rochus), el All England fue el sitio sagrado en el que protagonizó muchas de sus mejores actuaciones. También recibió reveses, como la final de 2008 perdida con Rafael Nadal o la definición de 2019 ante Novak Djokovic, tras desperdiciar dos match points con su saque. Al margen, Wimbledon fue siempre su mayor incentivo. También para tratar de sentirse competitivo luego de pasar por el quirófano dos veces.“Siempre hay un peso que se te cae en los hombros cuando termina un torneo. Me siento terriblemente agotado. Podría ir a dormir una siesta ahora mismo. Así es como me siento. Es un sentimiento divertido, para ser honesto. Pones todo en juego, y cuando todo ha terminado, puedes irte a dormir porque estás tan agotado mentalmente… Los últimos 18 meses han sido largos y duros. Por otra parte, si tomo la perspectiva, siempre estoy muy feliz por muchas cosas que sucedieron las últimas semanas, los últimos meses. Sé que volveré a estar optimista en breve. Siento que tal vez me pongo muy duro conmigo mismo, me pongo muy triste, y luego paso unas horas, tal vez unos días, quién sabe, y estaré totalmente bien de nuevo y ser mi antiguo yo”, describió Federer.La llama, por más que desconsuele, se va consumiendo y existe una melancólica certeza: ya nada será igual.

Fuente: La Nación

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No lo entendían. Como nunca antes ni después, el peronismo se topó en 2002 con un dirigente que tenía la presidencia al alcance de la mano pero se negaba a competir. Carlos Reutemann llevaba la cuenta de las veces que había rechazado los ruegos en aquel invierno que siguió al estallido de la convertibilidad. “¡Cuarenta y un veces no es no!”, rezongó para despachar a los periodistas que se arremolinaban a su alrededor el día que Eduardo Duhalde lo citó en la Casa Rosada para convencerlo.La historia recordará otra frase que usó, titubeante y enigmático, para explicar por qué no quería ser candidato a presidente: “He visto algo que quizás yo no lo pueda decir en público, quizás no lo voy a decir nunca. Algo vi que seguramente no me terminó de convencer”. La memoria popular lo sintetizó en “vi algo que no me gustó” y nació el mito de que Carlos Menem -en su última ilusión por recuperar el poder- lo había extorsionado con videos íntimos inconvenientes.El campeón sin corona que dejó el campo por la Fórmula 1Era tan inverosímil que tirara a la basura 40 puntos de intención de voto en un desierto de candidatos… En el peronismo no podían más que sospechar. Muchos creían estar ante la estrategia de un tiempista genial. Duhalde, presidente accidental, había jurado no intentar la reelección después del crimen de Kosteki y Santillan y no encontraba opciones para obturar un regreso de Menem, su enemigo acérrimo. El principal armador del Presidente en el PJ, Juan Carlos Mazzón, apostaba asados a que finalmente el candidato oficialista en 2003 sería el Lole. Estaba lleno de operadores políticos que diseñaban planes para ubicarse cerca del favorito en el momento justo. Tenía cualidades únicas: un gobernador que manejaba su propio auto, sin custodio, al que no se le achacaban casos de corrupción, que no hablaba de más y resultaba creíble para empresarios y diplomáticos. Hacía juego con el espíritu de época, teñido por el “que se vayan todos”. Y encima era un peronista orgánico.Noviembre de 2002: una reunión a solas del presidente Eduardo Duhalde con el gobernador Carlos Reutemann en una estancia de Santa Fe. Buscaba convencerlo de que aceptara ser candidato (Gobierno de Santa Fe/)Uno de los armadores que trabajaba en la “hipótesis Lole” era un joven legislador porteño llamado Alberto Fernández, jefe de campaña de Néstor Kirchner. Todavía en septiembre de 2002 Fernández confesaba en la intimidad que su objetivo era ubicar a Kirchner como vice de Reutemann. El salto a la Casa Rosada lo soñaban para 2007.Kirchner, que gobernaba Santa Cruz, se pegaba a Reutemann en cada reunión del peronismo que les tocaba compartir. Eran muchas en esa época de fragilidad institucional y roscas complicadas en las que se jugaba el destino de la Argentina cada amanecer. Lole desconfiaba de ese patagónico inasible que jugaba a mostrarse como opositor a Duhalde.Duhalde volvió a rogarle a Reutemann que reconsiderara su negativa a finales de año, cuando sus encuestadores le dijeron que José Manuel de la Sota no tenía nafta suficiente para doblegar a Menem. Otra vez no. Era una respuesta recurrente que tenía una prehistoria. Ocurrió en 1999 cuando Duhalde enfrentaba a Fernando de la Rúa, de la Alianza, por la sucesión de Menem. En lo que pudo ser un giro espectacular de la campaña, Duhalde fue a celebrar el triunfo de Reutemann como gobernador el 8 de agosto, tres meses antes de las elecciones generales. En el balcón de los festejos, lo sorprendió con una oferta al oído: “Lole, vos tenés que ser el candidato contra De la Rúa”. La respuesta fue terminante: “Olvidate. No puedo hacer esta locura”.El 2002 se esfumaba. Reutemann iba en serio. “No se puede uno poner la banda presidencial y después ver qué se hace. Esto no es un chiste”, les decía a quienes lo presionaban. Había recorrido embajadas de países centrales y le pintaban un panorama oscuro para el futuro del país. No quería ser “el candidato del Gobierno”. Y se resistía a quedar en el medio de la pelea encarnizada entre Duhalde y Menem, a quien consideraba su padrino en la política.Su relación con Carlos Menem influyó en la decisión de no ser candidato presidencial en 2003. No quería quedar atrapado en la interna Menem-Duhalde (Walter Astrada/)Resignado, Duhalde se arrojó a los brazos de Kirchner cuando quedaban apenas cinco meses para las elecciones.Parco, poco afecto a hablar de política en abstracto, Lole tardó años en explicarse en público. “No me veía ahí adentro en la Casa Rosada, en la Quinta de Olivos, en el Tango 01 hecho pelota”. Lo del Tango no era chiste: el hombre que pasó media vida corriendo a 300 kilómetros en un monoplaza temía a las alturas. Se resistía a hacer vuelos largos en un avión de dos motores. Cuando lo invitaban a una gira presidencial, y no le quedaba otra que decir que sí, se las arreglaba para llegar en un Jumbo de línea.En algún momento se preguntó si no hubiera debido pensar mejor eso de ser presidente. Pero nunca expresó arrepentimiento. “En política a veces hay que contar hasta diez antes de dar una respuesta. Yo, cuando me ofrecieron la candidatura, conté hasta dos y dije que no”, solía decir. No se sentía preparado y odiaba tocar de oído. La misma razón por la que podía hablar horas sobre cuestiones del campo y quedarse en silencio cuando intentaban interesarlo en minucias de la política.Las elecciones de 2003 lo encontraron en uno de los peores días de su vida. Ese 27 de abril Santa Fe sufrió una inundación trágica que marcó a fuego el final de su gestión como gobernador. Son míticas sus imágenes con botas hasta las rodillas intentando achicar aguas en zonas arrasadas de la capital. Sus opositores lo acusaron de imprevisión y fue investigado por la Justicia. Hubo al menos 23 muertos (algunas organizaciones elevan la cifra a 67).Con Néstor Kirchner tuvo una relación distante que fue tornándose conflictiva con el paso de los años

(Presidencia de la Nación/Télam/)Nunca le perdonó a Hermes Binner que lo señalara como responsable de aquel drama y lo acusara de las muertes por la represión de diciembre del 2001 en Santa Fe. La herida lo acompañó hasta el final. “Lo que más me enoja de la política es la traición, el desagradecimiento y la agresión personal. Mi enojo con él es irreconciliable. Adjudicarme las muertes y la inundación es de una mala leche descomunal. Es de un tipo de mala entraña”, llegó a declarar casi 10 años después.La relación con KirchnerSu desconfianza respecto de Kirchner se acentuó cuando el santacruceño asumió la presidencia. Intuía que el gobierno nacional alentaba las acusaciones en su contra. En la campaña de aquel 2003 para la gobernación en Santa Fe él tenía todo organizado para que Horacio Rosatti fuera el candidato del PJ a la sucesión y Kirchner se lo sopló: lo nombró ministro de Justicia. La Casa Rosada impulsó la fórmula Jorge Obeid-María Eugenia Bielsa en una contienda de postulantes múltiples con ley de lemas. Lole hizo una campaña incansable para un candidato sin chances, su amigo Alberto Hammerley . Podía pasar horas comiendo guisos con jugo Tang en las villas del sur de Rosario, donde lo recibían como un héroe en casillas de chapa que lucían posters ajados de él en traje antiflama subido a una Ferrari. Se impuso Obeid. Él tuvo su reivindicación dos meses después en las elecciones para el Senado nacional, donde arrasó con el 56% de los votos.Quién será la reemplazante de Reutemann en el SenadoKirchner siempre lo trató con cuidado: si lo operaba ocultaba la mano, atento al prestigio y el caudal electoral que retenía ese gringo enigmático que el peronismo nunca terminó de entender. Lo designó presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado y lo sumaba a los viajes por el mundo en los que intentaba mostrarse como un político previsible y racional. Lole lo acompañaba, sin dejar nunca de ejercitar una prudencial distancia. Cristina se sentaba banca de por medio en el recinto.La ruptura con el kirchnerismo llegó en 2008 durante el conflicto con el campo. Reutemann encabezó la rebelión de senadores peronistas que se plantó al proyecto de retenciones móviles (”la 125?) en medio de las protestas generalizadas contra el gobierno naciente de Cristina Kirchner.Antes de la ruptura: sonrisas con Cristina Kirchner y con su compañera de banca Roxana Latorre, a quien terminaría expulsando de su bloqueAl año siguiente se presentó a la reelección, convertido en opositor al kirchnerismo. Ganó con 40 puntos y dejó en tercer lugar al peronismo K. El resultado reavivó los cantos de sirena para que sea candidato a presidente. Se veía débil a los Kirchner, con Néstor derrotado en Buenos Aires.Antes de asumir la banca quedó envuelto en un escandalete cuando su compañera de fórmula, Roxana Latorre, convalidó una maniobra del Gobierno que facilitó el tratamiento de una ley de superpoderes, que entre otras cuestiones habilitaba a Cristina a prorrogar las retenciones al agro. Reutemann estalló: lo tomó como una traición imperdonable y como una operación directa para boicotear su posible lanzamiento presidencial. Hecho una furia, dijo en una entrevista en una radio santafecina que repercutió en todo el país: “¡Si quieren borrarme del mapa que la candidatura se la recontrametan en el centro del culo! El futuro me importa tres pitos”.Más tranquilo, en 2010 llegó a decir que “ahora sí” pensaría en la presidencia. Su imagen solitaria manejando una cosechadora en su campo cercano a Laguna Paiva, despertaba comentarios en todo el arco político. ¿Era un hombre meditando dar el paso más trascendental de su vida? La respuesta fue la de siempre. No. El repunte de Cristina en las encuestas y la muerte de Kirchner cambiaron el panorama. Ya no había agua en esa pileta.Acompañó a Massa en 2013 y después lo abandonó antes de la campaña de 2015 (Marcelo Manera/)No volvió más al kirchnerismo. Jugó con Sergio Massa cuando este saltó a la oposición. El tigrense se ilusionaba con sumarlo como candidato a vicepresidente en 2015. Pero casi de un día para otro Reutemann lo plantó y acordó con Mauricio Macri.Mauricio Macri y Reutemann, en 2015En 2015 perdió en Santa Fe contra Omar Perotti y el kirchnerismo las elecciones para el Senado. Entró por la minoría. El ánimo le dio para bromear: “Me quedé sin combustible otra vez; salí segundo”. Pero la derrota operó como una asunción de que su estrella de candidato invencible se estaba apagando. Cumplió en silencio otros seis años en la Cámara, acaso con el alivio de que ya nadie volviera a insistirle que aceptara el cargo con el que nunca se tentó.

Fuente: La Nación

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Para Francisco de Santibañes, especialista en relaciones internacionales y política exterior, vicepresidente del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (Cari) y autor del libro “La Argentina después de la tormenta”, la Argentina debe trabajar en volver a tener una política de Estado a nivel internacional de manera de generar certidumbre y, a partir de ahí, jugar un rol en el mundo.“En la Argentina y en la región hay un menor peso de los cuerpos diplomáticos y una mayor ideologización, mucho se subordina a las ideologías y se las usa para ganar puntos en las luchas internas”, dice en diálogo con LA NACION. Durante la charla analizó la necesidad de más proactividad por parte del país y repasó cómo se para hoy respecto de Estados Unidos, China y Rusia.-¿Por qué cree que hay una modificación en el rol de la diplomacia en la actual coyuntura?-Es una etapa de transición en el orden internacional por cambios tecnológicos, políticos y por la competencia estratégica entre China y Estados Unidos. Siempre cuando surge un nuevo poder hay más tensión que se traslada a distintas áreas. En ese marco la diplomacia gana importancia, siempre la tiene, pero es todavía más porque trae más certidumbre, los temas no son tan regidos por la ideología sino por la política exterior tradicional.-¿Cómo está parada la Argentina en ese contexto?-En la Argentina y en la región hay un menor peso de los cuerpos diplomáticos y una mayor ideologización, mucho se subordina a las ideologías y se las usa para ganar puntos en las luchas internas. Un ejemplo es la relación entre la Argentina y Brasil, que es la más estratégica y más importante de la región, la que permitió cierta estabilidad y paz pero los presidentes (Jair) Bolsonaro y (Alberto) Fernández todavía no se juntaron y hay responsabilidades en los dos países. Se cambia la visión del mundo de gobierno a gobierno y los cuerpos diplomáticos deberían tener más peso, no tomando decisiones, pero sí asesorando a los presidentes.-¿Por qué en la Argentina no hay una política de Estado en lo que hace las relaciones internacionales?-Es un tema más profundo del que es responsable toda la clase dirigente argentina. No hay consensos sobre esa política y hay un zigzageo permanente. Eso nos quita predecibilidad, hace que tengamos menos peso internacional. No logramos salirnos de la coyuntura y establecer una estrategia de país que se traduzca en política exterior.-¿Tiene hoy un rol el país en el contexto internacional?-Se ha empobrecido mucho cuando necesitamos comerciar más, cuando necesitamos más inversiones y tener más inserción mundial. El rol debería ser tender puentes, ser proactivos, no esperar que vengan a ofrecernos algo porque no lo harán por nuestro peso a nivel mundial. Podríamos servir de referente en la región, pero hay que ser realistas de dónde estamos parados.-¿Desde cuándo no hay política de Estado en materia diplomática?-Hay intentos aislados; el Gobierno actual trata de dialogar con Venezuela, convertirse en una especie de mediador. Con (Mauricio) Macri hubo políticas con Brasil, incluso de podría haber ayudado con mala imagen en el mundo que tiene se país por cuestiones medioambientales, pero no dejan de ser estrategias puntuales, movidas tácticas que duran lo que dura un Gobierno. Cuando sí la Argentina tuvo una política de Estado fue desde 1880 a comienzos de los ’40, hubo una estrategia de inserción internacional, de mantener la paz en la región, de comerciar con las potencias europeas (principalmente los británicos), de no involucrarse en conflictos de las grandes potencias. Después el país no se adaptó y cometió errores. Es difícil de encontrar continuidad, salvo en algunos temas como derechos humanos desde el regreso de la democracia, la política nuclear, el Mercosur, todas temáticas muy particulares.-¿Está a tiempo el Mercosur de recuperar peso internacional?-Parte de la crisis se explica porque se ideologizó lo que era el paraguas institucional. Pasó en todos los gobiernos, con Néstor Kirchner se avanzó en el Unasur; con Macri en el Prosur; sería bueno volver al objetivo inicial. Depende de la voluntad política, de querer estar regidos por el largo plazo; ahora es más difícil porque hay visiones diferentes de la inserción en el mundo entre Brasil y la Argentina. No hay consensos internos y tiene un costo altísimo para un país como la Argentina.-Los problemas para la Argentina exceden el Mercosur. Por ejemplo, hay pocos avances en tratados internacionales…-Al no tener una alta burocracia con más protagonismo no se está insistiendo, esos vínculos no son prioritarios; hay que ser muy proactivos y eso no pasa. No son temas ideológicos, a la Unión Europea la fundaron líderes socialistas; son cuestiones que hacen al interés del país, a lo que le conviene en el largo plazo. En países con tantos conflictos internos y crisis se debilitan las instituciones del Estado que deberían liderar la intención.- A John Biden, ¿cúanto le interesa la Argentina?-En Latinoamérica Estados Unidos tiene otras prioridades, como Centroamérica por cuestiones de seguridad e inmigración. Hay que ser muy proactivos, ser nosotros los que nos acerquemos con agenda de trabajo, eso es clave y a veces no se entiende. Hay que hacer un trabajo de diplomacia que se traduzca en una realidad. No generar certidumbre también hace que para el otro el país pierda atractivo.-¿Es posible hoy llevarse bien con Estados Unidos y con China?-En la medida que se acelere el conflicto es más difícil mantener una equidistancia; hay ciertos temas en los que hay que tomar una decisión como el 5G, la política nuclear o el OBOR (NR: plan de infraestructura y conectividad chino). Antes se podían patear para más adelante pero cada vez es más difícil. Necesitamos fortalecernos internamente, superar los déficits institucionales y el sector privado debe robustecerse. Es un mundo cada vez más complejo, no es la pos guerra fría, no podemos relajarnos.-¿Son España y Francia -los europeos con mejor relación con la Argentina- la puerta de entrada indicada a la Unión Europea para consolidar el vínculo?-Todo occidente atraviesa una situación más compleja en lo domestico; en Francia surgen nuevos actores como en Chile, todo está más fragmentado y es más complejo tomar decisiones. Eso es algo generalizado y es una dificultad extra. España es un socio clave e histórico y tiene interés en cumplir un rol en el país, pero eso no significa marginar a Alemania. Claro que también dependemos del interés de los otros en nosotros.-La Argentina también se acerca a Rusia, ¿qué papel tiene hoy ese país en el mundo?-No es una gran potencia, sí es un país importante en el contexto actual por su poder en el plano militar, tiene los incentivos necesarios para tener alto margen de maniobra. China y Estados Unidos se van a interesar en sumarlo; esa importancia excede a (Vladimir) Putin, se va a mantener porque le interesa al establishment. Rusia no tiene una gran influencia en Latinoamérica, donde sí China ya es muy importante.

Fuente: La Nación

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El árbitro uruguayo Esteban Ostojich dirigirá el sábado próximo la final de la Copa América entre Brasil y Argentina en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro, anunció este miércoles la Conmebol.Ostojich, de 39 años e internacional desde 2016, será secundado por sus compatriotas Carlos Barreiro y Martín Soppi, mientras que el peruano Diego Haro será el cuarto árbitro. El también uruguayo Andrés Cunha estará a cargo del VAR.Brasil, campeón de la Copa América de 2019, llegó a la definición tras superar por 1-0 a Perú, mientras que Argentina accedió al partido por el título tras vencer (3-2) por penales a Colombia, luego de igualar 1-1 en los noventa minutos.Esteban Ostojich dirigió varios encuentros en la Copa América 2021. pero en ninguno de los disputados por la ArgentinaOstojich dirigirá a la selección argentina por segunda vez, tres temporadas después del primer partido, un amistoso en el que el equipo albiceleste, ya dirigido por Lionel Scaloni, superó a México por 2-0 en el estadio Mario Kempes, en Córdoba, con goles de Ramiro Funes Mori e Isaac Brizuela, en contra.El uruguayo dirigió el partido inaugural de la Copa América 2021 entre Brasil y Venezuela el 13 de junio pasado, en el Mané Garrincha de Brasilia, con victoria brasileña por 3-0. La Conmebol también informó que el brasileño Raphael Claus dirigirá el choque del viernes entre Colombia y Perú por el tercer puesto en el estadio Mané Garrincha.

Fuente: La Nación

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