Hace dos años, Rocío Severino, una cantante lírica, compró 70 plantas de cítricos con la idea de vender algunas pocas para que le quede cubierto el costo para lo que quería plantar en su jardín. A la semana ya no le quedaba ninguna. Compró 300 más y la situación se repitió. “Ahí dijimos acá pasa algo”, contó su pareja, el pianista Pablo Damiani a LA NACION.Así nació Cítricos Pampa, una empresa de venta minorista y mayorista de plantas cítricas de la ciudad de Toay, La Pampa. El mes pasado vendieron su primera franquicia en Mendoza a 1,2 millones de pesos y esperan el próximo trimestre alcanzar un promedio de 1,5 millones de pesos mensuales en ventas con la incorporación de la nueva franquicia, que se suma a los más de 40 puntos de venta alrededor del país con los que ya cuentan y la venta online.El emprendimiento nació cinco meses antes de que se decretara la pandemia, sin embargo, el contexto no fue un impedimento para continuar expandiendo el negocio. “Nos apalancamos mucho en las redes sociales y en una estrategia de comunicación en un rubro, como es el de los viveros, que estaba muy estancado desde hacía muchísimos años”, detalló Damiani.Es por ello que remarcó que una de las claves del éxito fue la comunicación. Junto a Damiani y Severino también integra la empresa Facundo Alecho, un baterista y dueño de una empresa de marketing. “Él tiene un gran conocimiento de la comunicación digital y su incorporación fue clave para que salga este resultado”, remarcó el empresario.Antes de esto, Damiani junto a su pareja se dedicaban de lleno a la producción artística de espectáculos y tenían una empresa de seguridad vial con la que hacían capacitaciones a grandes empresas con simuladores de conducción. “Ahora eso está muy frenado por la pandemia”, se lamentó.La experiencia a los tres les permitió ver y entender el negocio citrícola bajo una concepción diferente, incluso aseguran: “Tenemos un modelo de negocio que está lejos del vivero tradicional”.Actualmente comercializan de manera online a todo el país y cuentan con más de 40 puntos de venta en las provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Mendoza y Buenos Aires. Hace un mes desarrollaron un modelo de franquicia de centro de distribución y aspiran a vender una por provincia o cada 500.000 habitantes. “De esta manera vamos a lograr tener una presencia igual de importante en todo los puntos del país y aumentar exponencialmente las ventas”, explicó.Con convenios con productores apuntan a tener una producción propiaEl próximo trimestre esperan alcanzar un promedio de 1,5 mensuales con el crecimiento de ventas de la franquicia de Mendoza. Y su próximo paso será realizar su primera siembra para lograr un autoabastecimiento.“Hasta el momento veníamos trabajando con productores que producían para nosotros con acuerdos que habíamos realizado y el mes que viene vamos a empezar a producir nosotros”, dijo. En marzo de 2023 van a contar con la primera camada de 20.000 plantas de producción propia y a partir de ahí tendrían el ciclo completo: producción y comercialización mayorista y minorista.Gracias a la estrategia de comunicación que desarrollaron, empezaron a captar una gran cantidad de clientes que no eran consumidores de viveros, pero comenzaron a través de las redes sociales a interiorizarse sobre el cuidado de las plantas y las condiciones para tenerlas. “Mucha gente que nunca antes se había propuesto comprar una planta o ir a un vivero nos empezó a comprarnos a nosotros cítricos”, indicó.Esperan incrementar la facturación con la franquiciaSegún mencionó, la planta que más se vende es el limonero, que representa el 50% del total de la producción. El resto se distribuye entre otras 20 variedades que ofrecen. “De todas maneras, por ejemplo, tenemos muchos clientes minoristas que compraron cuatro naranjas diferentes que fructifican en distintas épocas del año; se dan cuenta de que pueden tener naranja todo el año. Cada vez se animan más a comprar diferentes tipos de plantas y variedades”, sostuvo Damicini.No hay dudas que la huerta urbana fue uno de los fenómenos que creció en la pandemia. “Ya nos están empezando a contactar de pequeños municipios para hacer pequeñas plantaciones de cítricos para abastecer a su comunidad”, contó.Para facilitar la tarea, hacen una clasificación de la edad de las plantas en S, M y L, al igual que los talles de la ropa para hacerlo más amigable. Entonces el cliente, de acuerdo a lo que esté dispuesto a pagar, puede decidir cuánto tiempo quiere esperar, esto es si compra una planta joven, intermedia o adulta.“Estamos en la cresta de la ola, porque es algo que está creciendo y va a seguir creciendo porque la gente está buscando resolver todo lo que puede desde su casa”, remarcó el empresario.

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 6 de agosto, en la provincia de La Rioja se contabilizan 29.738 casos de infectados y 794 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 263 casos nuevos de enfermos de coronavirus en La Rioja, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1943 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 5.002.951 de infectados por coronavirus, 4.645.158 pacientes recuperados y 107.213 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de La Rioja se encuentra en el puesto 24 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.993.722 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 6 de agosto, en la provincia de Tierra del Fuego se contabilizan 31.475 casos de infectados y 474 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 33 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Tierra del Fuego, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 370 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 5.002.951 de infectados por coronavirus, 4.645.158 pacientes recuperados y 107.213 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Tierra del Fuego se encuentra en el puesto 23 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.993.722 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 6 de agosto, en la provincia de Misiones se contabilizan 31.860 casos de infectados y 605 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 224 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Misiones, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1336 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 5.002.951 de infectados por coronavirus, 4.645.158 pacientes recuperados y 107.213 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Misiones se encuentra en el puesto 22 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.993.722 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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TOKIO.- Fue un instante de desconsuelo. Se derrumbó. Se arrodilló sobre la línea del arco y se tapó la cara. Primero con la mano, después escondiéndose dentro de su camiseta amarilla. La que había empujado necesitó que la empujen. La que había dado la cara por todas -clave en la clasificación a la final-, necesitaba un desahogo en solitario. Aunque no la dejaron: recibió palabras de aliento de sus compañeras y hasta de las referís. A los 35 años, Belén Succi cerró Tokio 2020 en gran nivel desde lo deportivo y con una fuerte carga de emociones desde lo mental. Por eso ese quiebre. Tras un año y medio atípico, se vació. Y en medio de mensajes a su hijo Juan Bautista (“Mamá ya vuelve a casa con una medalla”) y de decisiones sobre su futuro, la arquera del CASI esquiva dar precisiones y prefiere pensar en el corto plazo: “Después de 40 días de concentración, solo quiero volver a casa y ser docente”. Tras su tercer Juego Olímpico, será el momento de disfrutar y desconectar del hockey al menos por unos días. De liberar tensiones.Ya camino a Buenos Aires, deja atrás 40 días de concentración. Un tiempo lejos de su hijo que se potenció por todo lo que pasó antes. El desgaste que le generó la pandemia dentro de su planificación olímpica. Por eso el valor de esta medalla. Por eso su quiebre y su mirada hacia atrás. La emoción como expresión del encierro, el estrés y la presión.-Varias de las Leonas dijeron que es “de plata, pero vale oro” y Retegui marcó todo el trabajo previo. ¿Con qué sensaciones te quedás tras conseguir el segundo puesto?-Quedan sensaciones muy encontradas porque uno siempre quiere llevar la bandera a lo más alto y verla flamear lo más arriba. Dimos todo pero no se pudo. De todas maneras, y en tiempos donde el mundo y la Argentina viven días tan complicados, valoro poder llevar una medalla al país. Como docente transmito valores y creo que el deporte tiene que ser cada vez más importante, porque sirve para educar a las próximas generaciones y porque es una manera de enseñar a convivir, de enseñar el respeto, el compromiso, el manejo de frustraciones. Hace cinco años quedamos afuera en cuartos de final de Río 2016 y después tenés que estar otros cuatro o cinco años entrenándote en doble turno todos los días para ver si tenés una posibilidad. Y eso también es educación: enseñar que hay que darle para adelante siempre. Y esta medalla de plata tiene doble valor en medio de una pandemia. Con todo lo que estamos viviendo es para destacar que le podemos dar una alegría al país. Algo para la historia. Una medalla en pandemia.Belen Succi, desconsolada tras la final ante Países Bajos (Santiago Filipuzzi/)-Fueron superadas en un partido durísimo, pero ¿cómo lo viviste el partido ante Países Bajos? No desde lo estrictamente deportivo, sino desde esos sentimientos que se potenciaron tras el final.-Desde el juego, no hay dudas que el partido fue muy duro. Y desde mi posición no se vivió bien: los primeros cortos que tuvieron fueron gol. En esos detalles se nos fue la final. Pero por el otro lado, la sensación que nos queda es que dejamos todo, que nos fuimos vacías. Cuando salimos de la cancha nos encontramos en el vestuario y nos mirábamos con cara de “no podemos más”. Hace 40 días dejamos todo. Más allá del entrenamiento, no es fácil estar todos los días con hisopados. No es fácil estar todos los días con temor a quedarse afuera, con temor a contagiarse y contagiar a tus compañeras, y que después no puedas ir a jugar por una medalla. Es algo que todos viven desde sus trabajos o estudios. En nuestro caso, son días de estrés que ya van quedando atrás. Y de Tokio nos vamos vacías y eso explica nuestras caras de contentas más allá de las lágrimas y la emoción.-Hablás de frustraciones, pero también de entrega. De cómo dieron la cara. Este equipo muestra experiencia y juventud, con varias chicas que pueden pensar en los próximos ciclos. Después de Tokio, ¿cómo ves a la selección a futuro?-Hay futuro para rato. Imagínense un equipo sin tanto estrés de pandemia, entrenando de otra manera. Lo importante es que las cosas se hagan bien, se trabaje bien, y se esté en los detalles, como se viene haciendo. Si el proceso sigue, si las jugadoras siguen creciendo, creo que de acá a los próximos años estaremos muy bien. Repito: siempre y cuando se hagan bien las cosas y se trabaje bien. Yo creo que se puede. La Argentina siempre va a estar arriba, y las Leonas ya somos marca registrada. Ese es el legado que les dejamos a las generaciones de abajo. Que las Leonas siempre tienen que ir a buscar el podio-En los últimos días fueron marcando todo lo que les fue costando la preparación este año y medio. Los entrenamientos en casa, en los garajes, las estrategias por Zoom. ¿Cómo te impactó? ¿Tuviste dudas?-Dudas es poco… ¡Miles de dudas tuve! Fue muy dura la rutina. Levantarse sin hacer ruido para entrenar en silencio, después conectar a mi hijo las clases, volver a entrenarme por la tarde, trabajar con mis alumnos adaptándome al Zoom. Fue un aprendizaje muy duro, de días en los que llegaba la noche y le decía a mi hijo “dormite en mi cama porque no tengo fuerza, no puedo más”. De llorar y decirle “mamá llora, no es una súper heroína, soy una persona como vos, mamá no puede más”. El mostrarme tal cual soy con mi hijo, así como con mis alumnos, fue lo que me dio la fortaleza para seguir. Querer dar una enseñanza de vida y llegar a jugar un Juego Olímpico en estas condiciones. Con la enseñanza de que en la vida hay que pelearla. Todos tienen que pelearla. Mi papá se levanta todos los días a la mañana para manejar un remise, con la posibilidad de contagiarse cualquier cosa. El tipo se levantó todos los días de la pandemia a traer la plata a casa. Si mi viejo me transmite eso, yo no me podía quedar sentada en un sillón.-¿Qué te dijeron cuando te quebraste en el final?-Fueron palabras de apoyo de mis compañeras. Y también recibí algunas felicitaciones, que te dejan con la tranquilidad de que uno hizo las cosas bien. Aunque este es un deporte en conjunto y no me interesa rendir si no se dan los resultados porque quiero ganar y nada más. Todo lo demás no me importa, solo quiero que gane Argentina. Obvio que una se vuelve ambiciosa y quiere más. Llega la final y quiere el oro, pero hay que valorar lo que hicimos y lo que significa llevar al país una medalla en pandemia.-¿Qué hay de Belén Succi después de mañana?-Solo pienso en volver a mi casa y ser docente. Sacarle una sonrisa a los chicos por un tiempo y ser mamá. Eso es lo que voy a hacer. Y después veré mi futuro.

Fuente: La Nación

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ESTADOS UNIDOS (AFP).- Un inmenso incendio que arrasa el norte de California se convirtió en el tercero mayor en la historia del estado este viernes, y se espera que continúe propagándose.Una larga sequía, que para los científicos está impulsada por la crisis climática, dejó el occidente de Estados Unidos reseco y vulnerable ante las explosivas y destructivas llamas.El incendio forestal más grande en California arrasó una pequeña ciudad, deformando los postes de las calles y destruyendo edificios históricos horas después de que se ordenó a los residentes huir (Josh Edelson/)Esta semana, el incendio Dixie arrasó Greenville, un histórico pueblo de la fiebre del oro que se encuentra en el norte del estado. Desde que comenzó, a mediados de julio, quemó más de 1700 kilómetros cuadrados.El incendio de Dixie ya es el sexto más grande en la historia del estado de California y aún se propaga gracias a los fuertes vientos y la sequedad del ambiente (Josh Edelson/)El alguacil del condado de Plumas, Todd Johns, quien ayuda en la coordinación del combate al fuego, dijo que la destrucción fue devastadora.“Soy un residente de larga data en Greenville. Mi corazón está arrasado por lo que ha ocurrido aquí”, dijo en un comunicado ayer.Un bombero inspecciona un edificio histórico que se quemó durante el incendio de Dixie en el centro diezmado de Greenville, California.
Greenville, es un asentamiento de Indian Valley de unos pocos cientos de personas que se remonta a la Fiebre del Oro de mediados del siglo XIX. Fue envuelto por las llamas cuando los vientos dirigieron el infierno hacia la comunidad, volviendo el cielo naranja (Josh Edelson/)“A quienes han perdido sus casas y sus negocios, su vida ha cambiado para siempre, y todo lo que puedo decirles es: lo siento”, agregó.El pueblo de Greenville quedó carbonizado y en ruinas este viernes. Estructuras de madera desaparecieron por completo y algunos edificios fueron reducidos por el fuego a escombros.Todds dijo que no hay heridos hasta ahora, pero remarcó que era vital que la gente acate las órdenes de evacuación.Una casa envuelta en llamas mientras el incendio de Dixie continúa en Greenville (Josh Edelson/)“Este incendio no ha terminado. Si las llamas están en su dirección, ustedes necesitan prepararse. Hacia donde el viento sople, hacia allí es que irá el fuego”, advirtió.Más de 5000 bomberos están batallando contra el incendio que está enviando enormes columnas de humo al aire, visibles desde el espacio.Casas y automóviles destruidos por el incendio en el centro de Greenville, en el condado de Plumas, en California (Noah Berger/)Durante la noche, el incendio Dixie se expandió sobre más de 174.000 hectáreas, superando al incendio Bootleg que devastó una parte de Oregón el mes pasado.Para mediados de julio, el área incendiada en California era más de 250% respecto a 2020, que a su vez fue el peor año en la historia moderna del estado.El bombero de Healdsburg, Justin Potter, descansa mientras su equipo se prepara para combatir el incendio Dixie en la comunidad de Clear Creek del condado de Lassen, California (Noah Berger/)El incendio Dixie ha revivido los recuerdos de Paradise, el pueblo destruido por el fuego más mortal de California en su historia reciente.El mayor incendio forestal en California arrasó una pequeña ciudad, destruyendo edificios históricos horas después de que se ordenó a los residentes que huyeran (Josh Edelson/)Entonces líneas eléctricas defectuosas desataron las llamas que barrieron el norte del pueblo Paradise en 2018 matando a 86 personas. Pacific Gas and Electric, la mayor compañía eléctrica de California, fue considerada responsable.Kesia Studebaker, residente de Greenville, que perdió su casa a causa del incendio de Dixie, asegura sus pertenencias antes de salir de un refugio para evacuados de Susanville, en California. La acompaña su perro Logan. “Lo perdí todo. Esto es todo lo que me ha quedado”, dijo Studebaker y agregó “Es un nuevo comienzo, una nueva aventura” (Noah Berger/)Fotos: AP y AFPEdición Fotográfica: Enrique Villegas

Fuente: La Nación

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La pandemia de neumonía viral provocada por un nuevo coronavirus registra en la Argentina un total de 5.002.951 pacientes infectados, 107.213 muertos y 4.645.158 recuperados. Hoy, 6 de agosto, se reportaron 13549 nuevos casos, 190 fallecidos y 14602 pacientes recuperados. Estas cifras son difundidas diariamente por el Ministerio de Salud.El día 27 de mayo se registró la mayor cantidad de infectados, alcanzando un número de 41080 casos positivos.Las provincias o distritos con mayor número de casos son: Buenos Aires con 1993722 casos, CABA con 495978 casos y Córdoba con 479545 casos. Si se observa la cantidad de infectados cada cien mil habitantes, las tres provincias o distritos con mayor incidencia del virus son: Tierra del Fuego con 18.148,32 casos, La Pampa con 17.604,09 casos y Neuquén con 16.394,68 casos.La tasa de letalidad del virus, es decir, el porcentaje de muertos sobre el total de infectados detectados, alcanza el 2,14 por ciento en nuestro país. Las muertes por coronavirus, al igual que en todo el mundo, se concentran en la población mayor de 60 años. La edad promedio de los fallecidos es de 70, con una prevalencia de los hombres del 56,76 por ciento.Hasta la fecha se registra un total de 5.376.301 tests realizados de los cuales 373.350 dieron negativo y 5.002.951 positivo. Esto da un 93,06 por ciento de positividad del total de muestras realizadas.Si tomamos la cantidad actual de infectados en nuestro país, tardarían 287,59 días en duplicarse los casos.Cómo sacar Permiso de circulación por la cuarentenaHasta cuándo se extiende la cuarentena

Fuente: La Nación

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Un camino perdido en la Patagonia, tres hermanos que lo recorren desde el campo donde viven hasta el pueblito más cercano. Son 13 kilómetros de ida. Para ir a la escuela, para comprar pan, para mandar una carta, 13 kilómetros. El más chico tiene 5 años, un tranco corto y lo apodan Coco. Los grandes se le adelantan, Coco grita para que lo esperen, grita con fuerza, llora. No le hacen caso, su única alternativa es correr.Once mil kilómetros de distancia y dos décadas más tarde aparece un puente futurista, distinguido, apabullante, sobre las aguas de la Ciudad de las Ciencias, un orgullo de España. Son los últimos metros de la maratón de Valencia 2019, el moderno arco de llegada marca 2 horas 11 minutos 13 segundos, 14 segundos, 15… Cuando llegue a 30, quienes no hayan cruzado bajo su sombra no podrán acceder al mayor sueño de un atleta: los Juegos Olímpicos. Como una sentencia grabada en líneas de led, avanzan implacables, 16, 17, 18. Coco ve el reloj, el tiempo se escapa, 19, 20, 21, su única alternativa es correr, más rápido.“Cuando hice la marca en Valencia llegué con malas palabras”, admite Eulalio “Coco” Muñoz, “no está bien, no soy de decirlas. Pero me salió eso”. Ese día le ganó al reloj por 7 segundos, detuvo la sentencia del led en 2h11m23s y se metió en el bolsillo el pasaje a Tokio 2020. Entonces toda la furia explotó en gritos. Fue el tercer intento por conseguir la marca olímpica, el segundo viaje a Europa y muchísimos kilómetros corriendo con un solo objetivo. Sin embargo, antes de esa foto victoriosa hubo un club de pueblo que desapareció, un nene que no quería ser gordito y vivía en una casa sin televisión: “Iba hasta lo de mi vecina para poder ver los Juegos Olímpicos”.Durante su infancia, con su madreSin televisión, ni ducha, ni colchón. “Vivíamos en una casita de mi abuela. Para mí era normal bañarme en un fuentón o dormir sobre el cuero de un chivo, no nos dábamos cuenta que faltaban esas cosas”, recuerda Coco sin lamentarse, “obvio, cuando las tenés notás la diferencia”.En el campo le llegó el llamado a la escuela primaria, aunque no lo escuchaba muy seguido; la verdad, iba poco. “Mis papás me intentaron mandar”, reconoce Coco, “pero prefería quedarme ayudando con los animales. Teníamos chivas, ovejas, caballos; juntaba los huevos de las gallinas, arreaba las ovejas, desenterraba las papas de la quinta, marcábamos con pintura las chivas”.La casa de Coco en GualjainaFue entonces que a sus 8 años dejaron el campo y se fueron a la gran ciudad. Bueno, no una ciudad tan grande, solo era un radio de diez cuadras de largo por dos de ancho; el pueblo de Gualjaina, en Chubut, es una lonjita de casas recostadas sobre el río Leca. Ya sin animales ni huerta se acabaron las excusas para faltar. “El primer día en la escuela no entendía nada, por suerte una compañera me copió todo lo que había en el pizarrón”, recuerda Coco, que al poco tiempo empezó a hacer solo la tarea y también a sumarse en cuanto picado de fútbol aparecía. “Mi hermano, Albino, me incentivaba a que jugara, a que practicara deportes”, cuenta Coco que así empezó a correr, detrás de una pelota. “Coco era muy habilidoso, incluso con 8 años ya jugaba con los grandes, tiraba caños, chilenas, se corría todo”, relata Albino, su hermano cuatro años mayor, “Coco era gordito y el flaco era yo, ahora es al revés”, larga la carcajada.“Pero ya en esa época le gustaba mucho correr, él no quería ser gordito”, continua Albino. “Quería tener los cuadraditos marcados en la panza. Bueno, ahora lo logró, tiene cuadraditos y todo”, vuelve a reírse con mezcla de orgullo. Pero al joven futbolista, que soñaba con ser como Maradona, el destino le cortó las piernas. Jugaba en el Club Social, Deportivo y Cultural Gualjaina cuando la entidad cerró y se acabó el futbol. Otra vez, su única alternativa fue correr.Su primer trofeo como goleador en fútbolLa cooperadora de la escuela organizó una carrera y en la lista de inscriptos asomaba un nombre: Eulalio Muñoz, Coco para los amigos. Ahí estaba, pantalón de fútbol, zapatillas Topper con más remiendos que suela y remera de algodón. También estaba Albino, que si bien su tarea era encargarse del sonido del evento, no se aguantó, pidió prestada la bicicleta de un vecino, “en esa época todavía no tenía una mía”, y se alistó para seguir a su hermano en el debut; le fuera como le fuera.Y le fue bien: “Como le sacó mucha ventaja al segundo pensamos: tiene que ser corredor”, recuerda Albino y agrega: “El siempre soñaba con salir de Gualjaina haciendo deporte, conocer otros pueblos, incluso otras provincias”. En efecto, el primer viaje fue a Esquel, eso sí era “la gran ciudad”. Pasar de mil habitantes a 30 mil, de participar en la carrera a beneficio de su escuela a largar la Media Maratón al Paraíso, una de las más importantes de la Patagonia. En esa carrera formaron parte 3000 corredores, tres veces la población de Gualjaina.Esquel, escenario de entrenamiento de MuñozSe impuso en la categoría y principalmente ganó confianza, pero quería seguir mejorando. Sin embargo, para crecer debía irse a vivir a Esquel a entrenarse con los mejores. “Mi mamá no quería que Coco se fuera de casa, porque con 17 años era muy chiquito”, relata Albino. “Yo tuve que convencerla. Los primeros meses le enviaba mi sueldo, no era mucho, pero para algo le iba a servir”.Instalado en Esquel, Coco empezaba el día 5.30, se entrenaba, luego iba a la escuela y después unas horas al trabajo, donde también le otorgaron una beca. Sumaba mil pesos, 400 para pagar la pensión, con el resto podía comer bien y listo. Comenzó a entrenarse con Rodrigo Peláez. “Yo lo admiraba, él entrenaba a Karina Neipán, a Darío “Lalo” Ríos”, reconoce Coco. Y el mismo Peláez le consiguió su primer sponsor, con lo que comenzaba su camino hacia el profesionalismo.Lo presentó en la verdulería y frutería “Los Mendocinos” como un atleta con proyección. Diego Aldaz, dueño del establecimiento, apostó por el futuro de Muñoz y cerró el convenio. “Me daba cuatro frutas por día”, detalla Coco. “Podía elegir las que quería y me servían para el entrenamiento de la tarde, al que solía llegar bastante cansado y con hambre”. Hoy puede vivir del atletismo: “pero nunca lo olvido, Diego fue el primero y todavía seguimos en contacto”.La alianza con su entrenador, Rodrigo PeláezA los tres meses de estar en Esquel internaron a su papá, de quien había heredado no solo el apellido, también el nombre. Coco estaba convocado para su primer Campeonato Nacional de Pista. “Además iba a ser mi primer viaje en avión, porque la carrera era en Buenos Aires”. Eulalio padre le dice “que vaya m’hijo, que si se comprometió tiene que correr”.“Por suerte gané la carrera, eso fue lindo, pero también feo porque papá había quedado internado”. Regresó siendo campeón nacional, faltaban dos días para cumplir 18 años… “pero papá falleció. Fue el día más triste de mi vida”, se lamenta.A partir de ahí, no importa en qué puesto finalice una carrera o en qué ciudad esté el arco de llegada, siempre cruzará la línea y elevará la mirada tirando un beso al cielo. “Van todas dedicadas a él”.En su primera Campeonato Nacional de Pista* * *“Creo que las limitaciones y obstáculos que se presentan en la vida, si uno los sabe atesorar, pueden influenciar a favor en la práctica de un deportista”. Quien habla es Rodrigo Peláez, entrenador de Coco desde hace 8 años. “Más en la maratón, donde durante muchos minutos hay que soportar el cansancio. Coco es resiliente, aguerrido, siempre está en positivo. Nunca se da por vencido, siempre va a perseverar”. Juntos formaron una dupla que suma tantos kilómetros y victorias como anécdotas.Viajaron 16 horas en un camión Bedford modelo ’68 para correr en Comodoro Rivadavia. “Ahí conocí el mar”, recuerda Coco. Perdieron un avión pensando que con llegar media hora antes era suficiente. Los enviaron en otro avión, pero en vez de aterrizar en Aeroparque lo hicieron en Ezeiza y en el taxi a Buenos Aires se gastaron toda la plata del hospedaje. Fueron a Ámsterdam de paseo pero no tenían un peso, lo único gratis que encontraron fue caminar por el Barrio Rojo. A Rodrigo le pareció buena idea sacarse una foto de recuerdo. “¡Cómo corrimos! ¿Qué iba a saber que no se podía? Nos perseguían unos tipos de seguridad enormes”, recuerda Coco: “Yo venía de hacer la maratón de Rotterdam hacía tres días, pero creo que ahí fui todavía más rápido”.En un cross country y seguido por Joaquín ArbeEl viaje a Rotterdam no había sido para tomar fotos, sino para debutar en maratón. “Le había pedido a Rodrigo correr la distancia ya en 2016, pero él me dijo que aún faltaba mucho”, explica el atleta. El momento indicado llegó recién en abril de 2019 y paró el reloj en 2h15m48s, el segundo mejor debut argentino de la historia (solo por detrás de Miguel Barzola) y récord de Chubut. En septiembre de ese año correría la Maratón de Buenos Aires, con 2h12m23s y quedaría a menos de un minuto de la marca olímpica. También veía cómo Joaquín Arbe, su vecino de Esquel, llegaba 400 metros más adelante y marcaba 2h11m02s, clasificándose para Tokio y bajando su récord provincial. En diciembre se fueron a Valencia para sellar las 2h11m23s que abren esta historia y consiguió el pasaje para los Juegos Olímpicos. Pero a este cuento le faltaba su capítulo más sorprendente.“El récord argentino de maratón está a punto de caer”, el que habla es Antonio Silio y algo sabe del tema, ya que desde 1995 es el dueño de ese récord: 2h09m57s. “Y ojalá caiga en manos de Coco, porque es un atleta que se lo merece”, agrega el mito viviente de las largas distancias, también poseedor de los récords de 5000 y 10.000 metros en pista, 5, 10, 15, 21, 25 y 30 kilómetros en ruta. Transcurre 2020 y Valencia, la tercera ciudad más poblada de España, bañada por las aguas del Mediterráneo, vuelve a recibir a Eulalio Muñoz de Gualjaina, “el campeón del pueblo”.Medalla en la maratón de SevillaLargó la maratón que hacía un año le había dado la clasificación a los Juegos, pero ahora todo resultó distinto. Corrió más rápido que nunca, más que cuando sus hermanos los dejaban atrás camino al campo, más rápido que cuando cerraron el club y ganó la carrera de su escuela, más veloz incluso que el año pasado en ese mismo circuito. Y casi, casi más rápido que ningún argentino lo hizo jamás en la historia del atletismo: dos segundos.El tiempo que lleva leer esta oración, dos segundos. A esa distancia quedó Coco de batir el récord del mito, del gran Antonio Silio. El gordito gambeteador le pegó un amague a la historia del atletismo argentino al marcar 2h09m59s. Cruzó la meta y miró hacia el cielo. Más tarde diría: “Me hubiese gustado compartir este momento con papá”. View this post on Instagram A post shared by Eulalio Mun?oz Jr (@eulaliomjr)* * *“Cada cual tiene su rol y lo cumple, estamos en la misma sintonía, creo que por eso se lograron los resultados”, explica Rodrigo, su entrenador. Y así lo entiende Coco: “Yo tengo en mi cabeza que tengo que entrenarme y es así, no queda otra, no importa si hace frío o se largó a nevar. Trato de ser profesional, al entrenamiento y al trabajo no puedo faltar. Si yo no me entreno hay otro que se entrena, y acá lo veo pasar por la calle corriendo. Eso le digo a Ariela, mi novia, cuando veo a otro corriendo y yo tengo descanso”.“Nunca nos imaginamos que podía llegar a unos Juegos Olímpicos”, se sincera Albino, “pero él siempre soñó con llegar a ser alguien en la vida”. Su familia está esperando el momento de la maratón en Tokio; ya es un ritual de los Muñoz: “vienen mis dos hermanos, todos los sobrinos, no falta nadie… y la tele a todo volumen. Ni bien termina lo llamamos, siempre es un llanterío bárbaro”, detalla su hermano. “Cuando corre nos ponemos nerviosos, incluso ahora hablando de él… la verdad me emociono”. El 8 de agosto está la familia citada, nadie se puede perder la maratón olímpica, todos tiene lugar en la casa de la mamá de Coco, Clotilde Barrera. View this post on Instagram A post shared by Eulalio Mun?oz Jr (@eulaliomjr)“Yo sé que mamá no comprende de qué se trata estar en un Juegos Olímpicos”, confiesa Coco “ella no tuvo la suerte de ir a la escuela, pero a medida que ve como todos le dan importancia, entiende que es algo grande”.Eso grande, que de chico tenía que ir a ver a la casa de la vecina, ahora va a ser parte de su historia. Llega a Japón desde lo más profundo de la Patagonia, desde el frío y el viento, pero nada de eso se le nota en la sonrisa. “Nada es fácil en la vida, pero tiene un sabor más lindo si hay muchos obstáculos y podemos pasarlos”. Por delante aparecen 42 kilómetros, Coco sabe lo que tiene que hacer: su única alternativa es correr.

Fuente: La Nación

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“Hijo, no te conviene correr, preocupate mejor en conseguir un buen trabajo”, repetían Néstor Arbe y Eliana Toro. “Fijate que nadie puede vivir del atletismo”. Su hijo tenía 16 años, medía un metro cincuenta y ocho, es el mayor de cuatro hermanos y ya es campeón nacional de 1500 metros en cadetes, se llama Joaquín, ah… y no está solo, acaba de ser papá.Era 2006 y Joaquín se estaba yendo de la casa de sus padres en Esquel, Chubut. Ahora eran solo ellos: su novia, Alejandra Carinao, y su hijo recién nacido, Emanuel. Abandonó la escuela secundaria, dejó su hogar y buscó un trabajo, pero no quiso dejar de correr. El primer impulso fue seguir la herencia paterna: abuelo cartero, padre cartero, empezó a trabajar él también de cartero. “Pero no me gustaba”, reconoce Joaquín, que agrega: “Me tocaba llevar un telegrama de deuda y la gente me explicaba que no debía esa plata… al final se la agarraban conmigo”.No funcionó como mensajero de malas noticias. Probó con el lado materno, el papá de su mamá, Daniel Toro, su abuelo, era albañil. Ahí sí le tomó el gusto, podía trabajar y seguir corriendo; no era fácil, pero podía. Agarraba changas, aprendía junto a su abuelo y manejaba un poco sus tiempos para entrenarse. Caminos de ripio, vías del tren, senderos de montaña, toda la geografía de Esquel -la ciudad chubutense que se recuesta sobre la cordillera­-, le servía de pista de entrenamiento. Los paisajes son impactantes, el aire es puro como una nube y el cielo parece estar al alcance de la mano. Si no fuese por el frío que puede llegar a morder los huesos o el viento que suele perforar la piel, sería un lugar ideal para correr. “A veces se nos congela la transpiración en el gorrito y se hace escarcha”, explica Joaquín entre risas. View this post on Instagram A post shared by Joaquin Arbe (@joaquinarbe2508)Un par de años más tarde, en 2008, nació su segunda hija, Maia, pero se peleó con su esposa, Alejandra, y se fue de su casa; de su casa y de su ciudad. Cruzó todo el ancho de la Patagonia y terminó en Comodoro Rivadavia, ahora casi 600 kilómetros pasaron a separarlo de su familia. Había conseguido un trabajo para venderle diarios a los petroleros, era buena plata: “No lo podía dejar pasar”.A las cuatro de la mañana iba hasta la ruta a recibir los diarios. Ya no competía, estaba lejos del atletismo, “aunque siempre pensaba en volver”, afirma Joaquín. “Amaba correr: quería ser reconocido en las carreras importantes”. Pero mientras, tenía que mandar plata para Maia y Emanuel. “Hacía todas las madrugadas 8 kilómetros para ir a buscar los diarios, corriendo”, recuerda Arbe. “Todos me decían que ya está: te fue bien en el atletismo pero ahora tenés que trabajar”. Pero a no engañarse: él sabía que iba a volver.Y volvió. Primero a la casa, con Alejandra, su mujer, y después a las pistas. “Hugo Guerra me dio una mano grande, me ayudó con las zapas y las vitaminas”. El año 2009 lo vio clasificarse en obstáculos al Sudamericano y al Panamericano junior en San Pablo: obtuvo un cuarto y un sexto puesto. Con zapatillas -en la pista-, y con las pantuflas -en su hogar-, ya daba pasos más seguros. “Hemos tenido muchísimas adversidades”, reconoce Alejandra, “pero siempre salimos adelante”. Ella también corre y entiende sobre esa vida paralela que llevan los atletas entre los sueños deportivos y la realidad cotidiana. Volvió a la construcción y de a poco pasó de peón a capataz. “Aunque todavía no me animaba a levantar paredes”, reconoce Joaquín porque “me salían medio torcidas”. Su familia le dio una casa para que pudiera acomodarla. “Empecé a correr a otro nivel, a ganar un poco de plata en las carreras de calle”, dice Arbe, “y a levantar cabeza”. Su nuevo hogar, seis por tres metros: “No podíamos tener seis sillas, entraban solo cuatro”, se ríe Joaquín, “igual nosotros éramos cuatro, ¿para qué queríamos seis?”.“Joaquín siempre anda contento, es raro verlo triste. Piensa que las cosas pasan por algo y le pone mucho humor”, explica Alejandra. Y a la casa le puso humor y mano de obra. Albañilería, electricidad, plomería, pintura ya sabía. Pero para ampliar su hogar aprendió (y aplicó en su propia construcción), carpintería, colocación de Durlok y soldadura. “Tenía una idea aproximada de cómo hacer una puerta de madera, pero medio rústica”, reconoce Joaquín. “Y no quería que me quedara mal. Así que lo llamé a mi amigo Víctor, que él sabe bien”. Empezó practicando con las puertitas de la alacena y terminó haciendo todas las aberturas del segundo piso. View this post on Instagram A post shared by Joaquin Arbe (@joaquinarbe2508)Sobre la soldadura hay una anécdota que incluye a un atleta olímpico, una lluvia de críticas en Facebook y una lucha contra los materiales en pos de hacer un asado. “Todo empezó así”, relata entusiasmado Joaquín, “para aprender a soldar en casa, hice una parrilla”. Subió orgulloso la foto de su primera obra a Facebook. “Pero me la criticaron por todos lados, principalmente que no tenía manijas”. Entonces le soldó las manijas faltantes. En el momento justo cae la invitación de Javier Carriqueo, dos veces atleta olímpico y récord argentino, para hacer un asado. Era la excusa para una nota que el atleta de Neuquén le hizo a Joaquín para LA NACION y para estrenar la parrilla. “Pero cuando llegamos al camping, el fogón donde iba la parrilla era más estrecho, no entraba”, recuerda Javier sonriente. “Ojo, lo solucionamos enseguida”, agrega Joaquín entre risas: “Con una piedra le arranqué las manijas”.“Gracias a eso aprendí dos cosas”, reconoce Joaquín “a soldar, y que no hay que dejarse llevar por las críticas en el Facebook”. Y mientras construía su casa, también edificaba su carrera como atleta. En el camino al sueño olímpico se colgó del cuello más de cincuenta medallas de campeonatos nacionales e internacionales. Ha sido el mejor del país en distancias que van de los 800 metros a los 42 km, pasando por 1500 metros, 3000 con obstáculos, 5000 y 10000 en pista, media maratón y cross country; un mérito a nivel local para el asombro. La Maratón de Tres Ciudades y la tradicional A Pampa Traviesa tienen en común que algunas veces las ganó Arbe: la primera en cinco ocasiones; la segunda, en dos. “Pero la verdad es que para ninguna me entrené especialmente, fui porque había buenos premios en efectivo”, reconoce Joaquín. Mucho de esos premios ya están invertidos en materiales de su casa. Hasta que empezó a crecer en él el sueño olímpico.“Me tenía fe para Río 2016 en 3000 con obstáculos. Estaba a 8 segundos de clasificarme, pero nunca se me dieron buenas situaciones de carrera”. Es entonces que pasó a soñar con Tokio. Y en 2019 transformó el sueño en acción. En marzo salió campeón nacional de 3000 con obstáculos y 5000 metros y subcampeón en 1500. Luego en agosto ganó (por cuarto año consecutivo) los 15km de New Balance, que es la antesala a la media y la maratón de Buenos Aires. Con la mitad del premio de esa victoria, Joaquín apostó fuerte, invirtió en un viaje que nunca antes había realizado y se fue a Cachi (Salta), a 2300 metros sobre el nivel de mar -quizás el mejor sitio para entrenarse atletismo del país-, a prepararse para cumplir su sueño. View this post on Instagram A post shared by Joaquin Arbe (@joaquinarbe2508)“Acompañarlo en todos sus logros es lo más lindo”, reconoce Alejandra “aunque la peor parte es la ausencia. Porque no es que se va una semana o dos, a veces se va dos meses. Y cuando no está se nota mucho, porque Joaquín en la casa se ocupa de todo”. En Cachi, a 2600 kilómetros de Esquel se entrenó tres semanas y volvió a Buenos Aires a correr la media maratón. En la ciudad de la furia, a las 7.30, Joaquín celebraba su cumpleaños número 29 bajo el arco de largada, con 20.000 corredores más a sus espadas. Una hora, dos minutos y 56 segundos más tarde celebraría también ser el mejor argentino de la competencia y el segundo mejor de la historia, solo detrás del gran Antonio Silio. Aunque no había mucho tiempo para festejar ya que un vuelo lo esperaba, debía volver a Cachi; su casa en Esquel seguía quedando lejos.Regreso a Cachi, correr 180 kilómetros por semana, tres semanas, volver a Buenos Aires. Largó la Maratón y estalló el reloj: 2h11m02s. Y hasta tuvo suerte, Alejandra ya estaba en fecha para dar a luz a su tercer hijo, Erick Mateo, pero aún no nacía. Si el avión se apuraba, Joaquín podía estar para verlo llegar al mundo.Al cruzar la línea de la maratón, le contaría a LA NACION: “Nunca pude largar una maratón fuera del país, parece que la primera va a ser lejos”. Esa marca lo clasificó a correr en Tokio 2020, a correr su sueño.* * *“Haberme clasificado a los Juegos te genera más demanda, a veces no te da el tiempo para estar en todo. Creo que hay que aprovechar y disfrutarlo porque es un momento único”, cuenta Joaquín mientras en ese instante, en su casa hay un equipo de producción filmando su día a día. También se lamenta por una situación: “Tengo como diez mensajes de chicos que están estudiando periodismo para hacer vivos por Instagram, el tema es que en casa la señal no es muy buena. Y a veces no es fácil encontrar una hora completa para estar quieto”.Te contesto por audio, pero cuando Joaquín no esté -escribe Alejandra por Whatsapp-, no quiero que sepa lo que digo: “Olvidate, Joaquín es así, puede repetir lo mismo mil veces en una entrevista, pero no le va a molestar. Él siempre da una mano a todos los que tiene alrededor, nunca va a decir que no a alguien”. View this post on Instagram A post shared by Joaquin Arbe (@joaquinarbe2508)“Es igual como atleta que como papá, si dice algo, lo hace, siempre cumple. Él nunca falta a entrenarse, pero tampoco quiere que falten Emanuel y Maia. Les inculca mucho cumplir con los entrenamientos, si ese día nadie los pueda llevar, ellos tienen que hacer los 3 km a la pista caminando”. “También trata que a los nenes no les falte todo lo que él no tuvo”. Y Joaquín entonces cuenta algo sin que Alejandra lo escuche: “Durante muchos años, no hubo nadie que me alentara a seguir corriendo, excepto ella”.Los últimos días en Esquel antes de los Juegos fueron a las corridas, no solo por los entrenamientos, sino también porque quedaban algunos detalles de construcción en la pieza de los chicos. Previo a su llegada a Tokio pasó tres semanas entrenándose en la altura de Paipa, Colombia. Construyendo en sus piernas su mejor versión para correr la maratón que siempre soñó. Buscando afinar esa velocidad que también tiene para responder. Ante la pregunta de si es mejor constructor o atleta, no duda: “Soy mejor atleta, porque Juegos Olímpicos de constructor no hay”.

Fuente: La Nación

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