Por Martyn HermanIZU, Japón, 7 ago (Reuters) – La canadiense Kelsey Mitchell
se adjudicó el domingo la medalla de oro olímpica de velocidad
femenina en la última jornada del programa de ciclismo de pistas
en el Velódromo de Izu, sólo cuatro años después de empezar a
practicar este deporte.Después de superar en las semifinales a la actual campeona
mundial, la alemana Emma Hinze, Mitchell sincronizó su ataque a
la perfección para vencer a la ucraniana Olena Starikova por 2-0
en el duelo por el título al mejor de tres.Mitchell, de 27 años, se convierte en la segunda canadiense
que gana un oro olímpico de ciclismo en pista después de que
Lori-Ann Muenzer logró el título femenino de velocidad en 2004.”La gente habla mucho de la visualización en el deporte, y
yo no sé si lo hice a propósito, pero pude verme en el podio.
Decidí ir y ejecutarlo”, dijo Mitchell cuando se le preguntó qué
sentía al convertirse en campeona olímpica en su debut.La victoria marcó un notable ascenso a la cima para la ex
jugadora de fútbol universitaria, quien tuvo su primer contacto
con el ciclismo de pista en agosto de 2017 cuando asistió a una
prueba nacional.Mitchell superó los estándares nacionales de velocidad,
potencia y resistencia en una bicicleta fija y fue reclutada al
instante por Cycling Canada.Desde entonces, ha arrasado para reclamar el título
panamericano de sprint en 2019 y también estableció el récord
mundial de los 200 metros contrarreloj.Pero conseguir un oro olímpico representa su mayor logro en
la escena internacional.”Todo el trabajo duro se hizo de antemano, el último año y
medio ha tenido muchos altibajos con el aplazamiento de los
olímpicos y la imposibilidad de competir”, dijo Mitchell.”Pero tengo unos compañeros de equipo increíbles, un
entrenador increíble, un personal increíble a mi alrededor.
Sabía que todo el trabajo duro valdría la pena y fue muy
emocionante ver que dio sus frutos”, apuntó.Starikova se hizo con la medalla de plata y consiguió el
mejor resultado de una mujer ucraniana en el ciclismo de pista
olímpico.En una lucha por el tercer lugar, Lee Wai-sze de Hong Kong,
superó a Hinze en las dos primeras carreras de la serie para la
medalla de bronce.
(Editado en español por Carlos Calvo Pacheco)

Fuente: La Nación

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CLEVELAND (AP) — Miguel Cabrera siguió a dos jonrones de llegar a 500, pero Tyler Alexander lució en cinco innings y un tercio para que los Tigres de Detroit superaran el sábado 2-1 a los Indios de Cleveland.Cabrera se fue de 3-0 con un boleto, para seguir en 498 vuelacercas en su carrera. El toletero venezolano busca ser el 28vo jugador en la historia de las mayores con medio millar de bambinazos.Acumula 2.946 hits durante sus 19 temporadas en las Grandes Ligas.Alexander (2-1) toleró cuatro hits sin expedir boletos. Recetó cuatro ponches en lo que fue su séptima aparición desde que se mudó a la rotación de abridores.El zurdo no había laborado más de cuatro innings en sus 30 salidas previas de este año.El venezolano Wilson Ramos, exreceptor de los Tigres, echó a perder la blanqueada con un jonrón en el inicio del noveno capítulo frente al puertorriqueño Gregory Soto, quien se acreditó su 13er salvamento en 14 oportunidades.Eli Morgan (1-4), novato de los Indios, aceptó dos carreras durante siete capítulos, en lo que fue su apertura más prolongada en las mayores. El derecho repartió tres ponches.Por los Tigres, los venezolanos Cabrera de 3-0, Harold Castro de 4-0, Víctor Reyes de 3-1 con una anotada. El dominicano Jeimer Candelario de 4-1 con una anotada.Por los Indios, los dominicanos Amed Rosario de 5-2, José Ramírez de 4-0, Franmil Reyes de 4-1. Los colombianos Harold Ramírez de 4-0, Óscar Mercado de 4-1. El venezolano Ramos de 4-3 con una anotada y una empujada.

Fuente: La Nación

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La creencia de que el tiempo en pantalla ESTÁ PUDRIENDO EL CEREBRO Y EL CUERPO DE NUESTROS NIÑOS se está reconsiderando.Antes, y en particular durante la pandemia, los padres, médicos e investigadores han comenzado a formular un mensaje más matizado que podría ser tanto reconfortante como confuso: el tiempo en pantalla o la tecnología pueden ser positivos para los niños, pero también negativos. Depende.Colleen Russo Johnson, madre y experta en desarrollo infantil, dijo que ya era hora de alejarse de las opiniones extremas e irreales sobre el tiempo que pasan los niños frente a las pantallas. Ella me dijo que hay pocas verdades absolutas sobre lo que los niños deben o no hacer con la tecnología y los medios. Y sería de gran ayuda que los cuidadores no se sintieran juzgados sin importar sus elecciones.“Tenemos que dejar de ver esto como un tema blanco o negro”, comenta. “Uno no quiere que sus hijos estén siempre pegados a las pantallas. Eso es sentido común”, dijo. “Pero estas cosas no son malignas. Hay mucha variedad y no todo está creado del mismo modo”.Russo Johnson es cofundadora de una empresa de tecnología y medios para niños, por lo que se beneficia si los padres ven el tiempo en pantalla como positivo. Pero ella es solo una de las muchas voces que piden una reconsideración de la opinión de que pasar tiempo con la tecnología no genera nada positivo.Smod: el emprendimiento tecnológico rosarino que desarrolla bicicletas inclusivasEn su opinión, afirmar que los mensajes radicales sobre la tecnología y los niños han sido muy perjudiciales para los padres que creen que proporcionar tiempo en pantalla podría ser la mejor opción. Quizás no hay posibilidad de jugar al aire libre o no sea seguro y algunos padres necesiten que sus hijos estén concentrados en una pantalla mientras hacen malabares con el trabajo y otras responsabilidades.Durante la pandemia, dijo Russo Johnson, “todos experimentaron esa realidad por un momento”. Eso hizo que más padres e investigadores reconocieran que no siempre está claro cuál es el “equilibrio saludable” para los niños con las pantallas.Entonces, ¿cómo podemos superar la idea de que el tiempo en pantalla está CONVIRTIENDO A LOS MÁS JÓVENES EN MONSTRUOS hasta llegar a un término medio más positivo? Russo Johnson tiene algunas estrategias para que los padres analicen el tema del tiempo en pantalla, aunque no son reglas. ¡No hay reglas! Ella afirma que una pregunta que los padres pueden hacerse es: “¿Cómo este dispositivo o pantalla, tecnología o función en particular mejora o le resta valor a la experiencia?”.¿Realmente las pantallas les hacen daño a los niños?La falta de reglas claras y la cantidad de tecnología disponible para los niños también puede sentirse como una carga para los mayoresLa experta afirma que, en algunas oportunidades, los cuidadores podrían buscar tecnologías o medios digitales que motiven a los niños más pequeños a ser creativos y a realizar actividades lejos de la pantalla, como embarcarse en una búsqueda del tesoro o jugar a disfrazarse tras indicaciones en la pantalla.Russo Johnson es fanática de las aplicaciones de Toca Boca y Sago Mini que alientan a los niños pequeños a explorar juegos ilimitados sin muchas instrucciones. La compañía de Russo Johnson, OK Play, convierte a los niños y sus familiares en los personajes centrales de las historias y los juegos.Eso no quiere decir que las actividades más pasivas como ver un video sean todas negativas, dijo. Cuando sea posible, puede ser muy positivo que los padres se involucren con sus hijos mientras usan una aplicación, leen un libro o ven algo en pantalla, pero no siempre. El tiempo a solas también es bueno para los niños. Repito, ¡no hay reglas!Arc One: así es la veloz lancha eléctrica creada por exingenieros de SpaceXSi no le prestas atención a lo que hacen tus hijos en línea, podrían encontrarse con los rincones malos de Internet. Pero Russo Johnson afirmó que los padres no deberían preocuparse demasiado si los niños se salen de un mundo digital cuidadosamente protegido. Contó que en una oportunidad le estaba enseñando a su hija de 4 años videos de canciones francesas, se alejó un momento y cuándo regresó la encontró viendo videos de YouTube que mostraban juguetes representando historias poco edificantes.En vez de alarmarse, Russo Johnson dijo que le fue útil preguntarse por qué su hija podría sentirse atraída por ese tipo de videos.La experta reconoce que la falta de reglas claras y la cantidad de tecnología disponible para los niños también puede sentirse como una carga. “Con las emisiones en directo y las aplicaciones, cualquier persona puede publicar cualquier cosa, lo que da como resultado más trabajo para los padres”, mencionó.Le pregunté por qué las recomendaciones de los expertos y las creencias de muchos padres sobre los niños y la tecnología se habían centrado en el miedo durante tanto tiempo.Russo Johnson dijo que esas opiniones reflejaban ansiedades perennes sobre los niños y la forma en que reaccionamos ante cualquier cosa nueva.“La investigación sobre el desarrollo infantil nunca ocurrirá a la misma velocidad con la que se mueve la tecnología y de manera predeterminada tomaremos decisiones basadas en el temor… muchas personas adoptarán el enfoque de, ‘si no lo sabemos con certeza, entonces es negativo y debemos evitarlo’”, dijo.

Fuente: La Nación

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La creencia de que el tiempo en pantalla ESTÁ PUDRIENDO EL CEREBRO Y EL CUERPO DE NUESTROS NIÑOS se está reconsiderando.Antes, y en particular durante la pandemia, los padres, médicos e investigadores han comenzado a formular un mensaje más matizado que podría ser tanto reconfortante como confuso: el tiempo en pantalla o la tecnología pueden ser positivos para los niños, pero también negativos. Depende.Colleen Russo Johnson, madre y experta en desarrollo infantil, dijo que ya era hora de alejarse de las opiniones extremas e irreales sobre el tiempo que pasan los niños frente a las pantallas. Ella me dijo que hay pocas verdades absolutas sobre lo que los niños deben o no hacer con la tecnología y los medios. Y sería de gran ayuda que los cuidadores no se sintieran juzgados sin importar sus elecciones.“Tenemos que dejar de ver esto como un tema blanco o negro”, comenta. “Uno no quiere que sus hijos estén siempre pegados a las pantallas. Eso es sentido común”, dijo. “Pero estas cosas no son malignas. Hay mucha variedad y no todo está creado del mismo modo”.Russo Johnson es cofundadora de una empresa de tecnología y medios para niños, por lo que se beneficia si los padres ven el tiempo en pantalla como positivo. Pero ella es solo una de las muchas voces que piden una reconsideración de la opinión de que pasar tiempo con la tecnología no genera nada positivo.Smod: el emprendimiento tecnológico rosarino que desarrolla bicicletas inclusivasEn su opinión, afirmar que los mensajes radicales sobre la tecnología y los niños han sido muy perjudiciales para los padres que creen que proporcionar tiempo en pantalla podría ser la mejor opción. Quizás no hay posibilidad de jugar al aire libre o no sea seguro y algunos padres necesiten que sus hijos estén concentrados en una pantalla mientras hacen malabares con el trabajo y otras responsabilidades.Durante la pandemia, dijo Russo Johnson, “todos experimentaron esa realidad por un momento”. Eso hizo que más padres e investigadores reconocieran que no siempre está claro cuál es el “equilibrio saludable” para los niños con las pantallas.Entonces, ¿cómo podemos superar la idea de que el tiempo en pantalla está CONVIRTIENDO A LOS MÁS JÓVENES EN MONSTRUOS hasta llegar a un término medio más positivo? Russo Johnson tiene algunas estrategias para que los padres analicen el tema del tiempo en pantalla, aunque no son reglas. ¡No hay reglas! Ella afirma que una pregunta que los padres pueden hacerse es: “¿Cómo este dispositivo o pantalla, tecnología o función en particular mejora o le resta valor a la experiencia?”.¿Realmente las pantallas les hacen daño a los niños?La falta de reglas claras y la cantidad de tecnología disponible para los niños también puede sentirse como una carga para los mayoresLa experta afirma que, en algunas oportunidades, los cuidadores podrían buscar tecnologías o medios digitales que motiven a los niños más pequeños a ser creativos y a realizar actividades lejos de la pantalla, como embarcarse en una búsqueda del tesoro o jugar a disfrazarse tras indicaciones en la pantalla.Russo Johnson es fanática de las aplicaciones de Toca Boca y Sago Mini que alientan a los niños pequeños a explorar juegos ilimitados sin muchas instrucciones. La compañía de Russo Johnson, OK Play, convierte a los niños y sus familiares en los personajes centrales de las historias y los juegos.Eso no quiere decir que las actividades más pasivas como ver un video sean todas negativas, dijo. Cuando sea posible, puede ser muy positivo que los padres se involucren con sus hijos mientras usan una aplicación, leen un libro o ven algo en pantalla, pero no siempre. El tiempo a solas también es bueno para los niños. Repito, ¡no hay reglas!Arc One: así es la veloz lancha eléctrica creada por exingenieros de SpaceXSi no le prestas atención a lo que hacen tus hijos en línea, podrían encontrarse con los rincones malos de Internet. Pero Russo Johnson afirmó que los padres no deberían preocuparse demasiado si los niños se salen de un mundo digital cuidadosamente protegido. Contó que en una oportunidad le estaba enseñando a su hija de 4 años videos de canciones francesas, se alejó un momento y cuándo regresó la encontró viendo videos de YouTube que mostraban juguetes representando historias poco edificantes.En vez de alarmarse, Russo Johnson dijo que le fue útil preguntarse por qué su hija podría sentirse atraída por ese tipo de videos.La experta reconoce que la falta de reglas claras y la cantidad de tecnología disponible para los niños también puede sentirse como una carga. “Con las emisiones en directo y las aplicaciones, cualquier persona puede publicar cualquier cosa, lo que da como resultado más trabajo para los padres”, mencionó.Le pregunté por qué las recomendaciones de los expertos y las creencias de muchos padres sobre los niños y la tecnología se habían centrado en el miedo durante tanto tiempo.Russo Johnson dijo que esas opiniones reflejaban ansiedades perennes sobre los niños y la forma en que reaccionamos ante cualquier cosa nueva.“La investigación sobre el desarrollo infantil nunca ocurrirá a la misma velocidad con la que se mueve la tecnología y de manera predeterminada tomaremos decisiones basadas en el temor… muchas personas adoptarán el enfoque de, ‘si no lo sabemos con certeza, entonces es negativo y debemos evitarlo’”, dijo.

Fuente: La Nación

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A mediados de 2019, el programador Denis Pushkarev dijo que era probable que fuese a la cárcel. Lo anunció en un hilo de la plataforma de desarrollo colaborativo Github, donde desde 2014 mantiene Core-JS, una librería de código que permite a otros programadores reutilizar desarrollos prefabricados sin tener que empezar desde cero. Pushkarev era entonces el único gestor activo y con permisos para mantener el proyecto, que registra más de 20 millones de descargas a la semana de usuarios que integran Core-js en sus propios trabajos. Según recoge una sentencia del tribunal regional de Altai (Rusia), Pushkarev se vio envuelto en un accidente donde dos personas fueron atropelladas —una resultó herida, la otra falleció—, intentó sin éxito alegar que las víctimas estaban ebrias para rebajar su responsabilidad en los hechos y se disponía a cumplir una condena 18 meses.La sentencia dio paso a casi un año de silencio. Entre enero y octubre de 2020, Core-js estuvo abandonado. Pushkarev no designó otros mantenedores y se limitó a dejar el repositorio sin actualizar hasta que anunció su regreso con un escueto “estoy de vuelta”. El suyo es un caso extremo y particularmente rocambolesco, pero los abandonos de librerías y otros proyectos de código abierto son frecuentes en el sector. Por un lado, el mantenimiento y la gestión de la comunidad de colaboradores se vuelve más exigente cuanto más reconocimiento se obtiene. “La creciente popularidad de un proyecto puede llegar acompañada de un creciente número de contribuciones que tienen que analizarse e incrementan la carga de trabajo para quienes lo mantienen”, confirma Alexander Serebrenik, investigador de la Universidad Tecnológica de Eindhoven (Países Bajos). Por otro lado, la falta de recursos o el exceso de celo dejan en muchas ocasiones la enorme responsabilidad de mantener vivo el proyecto en manos de equipos diminutos —o unipersonales— que además compaginan estas tareas con sus obligaciones laborales.Este fenómeno crea en plataformas como Github, que en 2020 registró más de 60 millones de repositorios de nueva creación, una suerte de cementerio de elefantes donde asoman las osamentas de lo que en su día fueron hervideros de ideas. En Bitergia llevan casi una década midiendo la salud de estas comunidades y la relación entre los responsables del proyecto y sus colaboradores. “Uno de los factores que analizamos es la probabilidad de que un proyecto sobreviva si los desarrolladores principales tienen algún accidente”, comenta Daniel Izquierdo, director ejecutivo y cofundador de esta empresa, que colabora con fundaciones de software libre de la talla de Linux, Mozilla o Wikimedia. Según un estudio reciente, el 65% de los proyectos con 20 o más desarrolladores están activos después de 165 meses. En el caso de los equipos menores, el porcentaje de supervivientes cae al 20%.Inventor: mientras estudiaba y trabajaba, ganó un concurso de diseño y creó un termo smart que calienta el agua para el matePero el silencio de esos páramos digitales cuyos registros muestran los años que han pasado desde que alguien se asomó a hacer la última contribución no es la única consecuencia del abandono. Cuanto más popular haya sido el proyecto, más probabilidades hay de que una larga lista de desarrolladores lo hayan implementado en sus propios trabajos. Estos, advierte Izquierdo, se verán expuestos a problemas de seguridad que “pueden ser catastróficos” a medio plazo. El investigador y coordinador de la oficina de conocimiento y cultura libres de la Universidad Rey Juan Carlos, Jesús González-Barahona, explica que esas piezas de código se quedan ancladas en el pasado. “No van a adaptarse a nuevos entornos, hardware o versiones del sistema operativo”. Y tampoco incorporarán nuevas funciones ni correcciones de errores. ¿Cuál es la alternativa? “Si este proyecto es muy crítico para ti o te importan mínimamente los proyectos de software libre, de alguna manera tendrías que tener la iniciativa de participar e intentar que eso se solvente”, concluye Izquierdo.Segundas oportunidadesEl logo de GIMP abierto en la una de las versiones más recientes de este programa de edición de imágenesEl abandono de proyectos no es nuevo, Peter Mattis y Spencer Kimball, creadores de la popular herramienta de dibujo GIMP ya abandonaron su criatura en los 90. “Les dejamos un poco en la estacada cuando conseguimos un empleo”, explicaron a EL PAÍS en una entrevista. Pero su experiencia demuestra que la partida de los impulsores originales no tiene por qué ser una sentencia de muerte: más de 25 años después, GIMP sigue vivito y coleando gracias al trabajo de un nutrido y comprometido grupo de colaboradores. De acuerdo con las investigaciones de Serebrenik, lo que motiva estas adopciones de iniciativas huérfanas es el deseo de evitar que el proyecto se interrumpa y contribuir a la continuidad de la comunidad del software libre, de cuyas aportaciones se han beneficiado.Lo cierto es que pese a sus dificultades, estos proyectos están especialmente preparados para burlar a la muerte. “El problema es más grave con el software no libre. Si el fabricante deja de mantenerlo, no tienes a dónde acudir. En el caso del software libre, si hay suficiente interés o recursos, siempre se puede encontrar gente que reviva el proyecto: la licencia lo permite”, explica González-Barahona. La posibilidad de que cualquier usuario obtenga el código para usarlo, modificarlo, redistribuirlo o estudiarlo permite que la historia de GIMP no sea un caso aislado. “Quizás el ejemplo más conocido es Firefox, que surgió de un proyecto abandonado por Netscape, la empresa que a finales de los 90 era uno de los líderes en navegadores web”, añade.Whisky: crean un combustible para camiones con desechos de una destilería escocesa¿Cuál es el protocolo para adoptar un proyecto abandonado? La plataforma Code Shelter propone un sistema parecido a los refugios de mascotas donde aquellos con ganas de echar un cable pueden encontrar iniciativas cuyos gestores no dan abasto o se disponen a bajarse del barco. “Yo siempre recomendaría al menos preguntar, ver qué tal se encuentran y si puedes echar una mano. Y si no, en Github es tan barato como darle a un botón y ya tienes una copia en tu cuenta”, comenta Izquierdo. Las buenas formas en la gestión de las aportaciones de la comunidad son clave también para la salud de estas iniciativas. “El rechazo puede parecer injusto a los colaboradores y desalentarles de seguir contribuyendo, no solo al proyecto en concreto, sino al software libre en general”, advierte Serebrenik. Además, si llegase a ser necesario un traspaso de carteras, los gestores más amistosos tienen más posibilidades de encontrar herederos voluntariosos y dispuestos a recoger el testigo.

Fuente: La Nación

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A mediados de 2019, el programador Denis Pushkarev dijo que era probable que fuese a la cárcel. Lo anunció en un hilo de la plataforma de desarrollo colaborativo Github, donde desde 2014 mantiene Core-JS, una librería de código que permite a otros programadores reutilizar desarrollos prefabricados sin tener que empezar desde cero. Pushkarev era entonces el único gestor activo y con permisos para mantener el proyecto, que registra más de 20 millones de descargas a la semana de usuarios que integran Core-js en sus propios trabajos. Según recoge una sentencia del tribunal regional de Altai (Rusia), Pushkarev se vio envuelto en un accidente donde dos personas fueron atropelladas —una resultó herida, la otra falleció—, intentó sin éxito alegar que las víctimas estaban ebrias para rebajar su responsabilidad en los hechos y se disponía a cumplir una condena 18 meses.La sentencia dio paso a casi un año de silencio. Entre enero y octubre de 2020, Core-js estuvo abandonado. Pushkarev no designó otros mantenedores y se limitó a dejar el repositorio sin actualizar hasta que anunció su regreso con un escueto “estoy de vuelta”. El suyo es un caso extremo y particularmente rocambolesco, pero los abandonos de librerías y otros proyectos de código abierto son frecuentes en el sector. Por un lado, el mantenimiento y la gestión de la comunidad de colaboradores se vuelve más exigente cuanto más reconocimiento se obtiene. “La creciente popularidad de un proyecto puede llegar acompañada de un creciente número de contribuciones que tienen que analizarse e incrementan la carga de trabajo para quienes lo mantienen”, confirma Alexander Serebrenik, investigador de la Universidad Tecnológica de Eindhoven (Países Bajos). Por otro lado, la falta de recursos o el exceso de celo dejan en muchas ocasiones la enorme responsabilidad de mantener vivo el proyecto en manos de equipos diminutos —o unipersonales— que además compaginan estas tareas con sus obligaciones laborales.Este fenómeno crea en plataformas como Github, que en 2020 registró más de 60 millones de repositorios de nueva creación, una suerte de cementerio de elefantes donde asoman las osamentas de lo que en su día fueron hervideros de ideas. En Bitergia llevan casi una década midiendo la salud de estas comunidades y la relación entre los responsables del proyecto y sus colaboradores. “Uno de los factores que analizamos es la probabilidad de que un proyecto sobreviva si los desarrolladores principales tienen algún accidente”, comenta Daniel Izquierdo, director ejecutivo y cofundador de esta empresa, que colabora con fundaciones de software libre de la talla de Linux, Mozilla o Wikimedia. Según un estudio reciente, el 65% de los proyectos con 20 o más desarrolladores están activos después de 165 meses. En el caso de los equipos menores, el porcentaje de supervivientes cae al 20%.Inventor: mientras estudiaba y trabajaba, ganó un concurso de diseño y creó un termo smart que calienta el agua para el matePero el silencio de esos páramos digitales cuyos registros muestran los años que han pasado desde que alguien se asomó a hacer la última contribución no es la única consecuencia del abandono. Cuanto más popular haya sido el proyecto, más probabilidades hay de que una larga lista de desarrolladores lo hayan implementado en sus propios trabajos. Estos, advierte Izquierdo, se verán expuestos a problemas de seguridad que “pueden ser catastróficos” a medio plazo. El investigador y coordinador de la oficina de conocimiento y cultura libres de la Universidad Rey Juan Carlos, Jesús González-Barahona, explica que esas piezas de código se quedan ancladas en el pasado. “No van a adaptarse a nuevos entornos, hardware o versiones del sistema operativo”. Y tampoco incorporarán nuevas funciones ni correcciones de errores. ¿Cuál es la alternativa? “Si este proyecto es muy crítico para ti o te importan mínimamente los proyectos de software libre, de alguna manera tendrías que tener la iniciativa de participar e intentar que eso se solvente”, concluye Izquierdo.Segundas oportunidadesEl logo de GIMP abierto en la una de las versiones más recientes de este programa de edición de imágenesEl abandono de proyectos no es nuevo, Peter Mattis y Spencer Kimball, creadores de la popular herramienta de dibujo GIMP ya abandonaron su criatura en los 90. “Les dejamos un poco en la estacada cuando conseguimos un empleo”, explicaron a EL PAÍS en una entrevista. Pero su experiencia demuestra que la partida de los impulsores originales no tiene por qué ser una sentencia de muerte: más de 25 años después, GIMP sigue vivito y coleando gracias al trabajo de un nutrido y comprometido grupo de colaboradores. De acuerdo con las investigaciones de Serebrenik, lo que motiva estas adopciones de iniciativas huérfanas es el deseo de evitar que el proyecto se interrumpa y contribuir a la continuidad de la comunidad del software libre, de cuyas aportaciones se han beneficiado.Lo cierto es que pese a sus dificultades, estos proyectos están especialmente preparados para burlar a la muerte. “El problema es más grave con el software no libre. Si el fabricante deja de mantenerlo, no tienes a dónde acudir. En el caso del software libre, si hay suficiente interés o recursos, siempre se puede encontrar gente que reviva el proyecto: la licencia lo permite”, explica González-Barahona. La posibilidad de que cualquier usuario obtenga el código para usarlo, modificarlo, redistribuirlo o estudiarlo permite que la historia de GIMP no sea un caso aislado. “Quizás el ejemplo más conocido es Firefox, que surgió de un proyecto abandonado por Netscape, la empresa que a finales de los 90 era uno de los líderes en navegadores web”, añade.Whisky: crean un combustible para camiones con desechos de una destilería escocesa¿Cuál es el protocolo para adoptar un proyecto abandonado? La plataforma Code Shelter propone un sistema parecido a los refugios de mascotas donde aquellos con ganas de echar un cable pueden encontrar iniciativas cuyos gestores no dan abasto o se disponen a bajarse del barco. “Yo siempre recomendaría al menos preguntar, ver qué tal se encuentran y si puedes echar una mano. Y si no, en Github es tan barato como darle a un botón y ya tienes una copia en tu cuenta”, comenta Izquierdo. Las buenas formas en la gestión de las aportaciones de la comunidad son clave también para la salud de estas iniciativas. “El rechazo puede parecer injusto a los colaboradores y desalentarles de seguir contribuyendo, no solo al proyecto en concreto, sino al software libre en general”, advierte Serebrenik. Además, si llegase a ser necesario un traspaso de carteras, los gestores más amistosos tienen más posibilidades de encontrar herederos voluntariosos y dispuestos a recoger el testigo.

Fuente: La Nación

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El 9 de agosto de 1981 las tapas de los diarios estaban repartidas entre dos temas que acaparaban la atención de los argentinos. Uno de los titulares principales se lo llevaba el fútbol. Boca jugaba con Rosario Central en el Gigante de Arroyito y estaba arriba de su escolta, Ferro (a quien había derrotado siete días antes) por tres puntos. Era la penúltima fecha del Metropolitano y el Xeneize podía ser campeón. Sin embargo, Maradona erró un penal, el Canalla ganó 1 a 0 y no hubo festejo hasta la semana siguiente (otra noticia deportiva del día era la victoria de CASI sobre el SIC en el clásico del rugby; el try decisivo lo marcó su wing estrella, el luego convicto Alejandro Puccio).El segundo gran título lo aportaba la sección Espectáculos, aunque el acontecimiento excedía lo meramente artístico: más que un cantante, Frank Sinatra era uno de los personajes más trascendentes del siglo en cualquier ámbito, y esa misma noche se presentaba por primera vez en el Luna Park. Ya llevaba una semana en el país (había llegado el domingo anterior a Ezeiza en el vuelo 213 de South African Airways, procedente de Ciudad del Cabo) y había dado cuatro conciertos en el Sheraton Hotel, pero de todas formas había aroma a debut: lejos del tufillo elitista de la cena show con entradas a mil dólares, el show en el Palacio de los Deportes era el encuentro con la gente “de a pie”, que -no sin esfuerzo, en medio de una devaluación bestial- había pagado tickets de entre 11 y 140 dólares para ver y escuchar a La Voz. “Nunca el Luna Park lució como hoy, con tanta gente en la popular con tapados de piel”, contó Palito Ortega -uno de los productores a cargo de la visita de Frank- que le dijo Tito Lectoure, dueño del Luna.Sinatra llegaba con 65 años. En 2021 estamos acostumbrados a ver estrellas pop de esa edad y mucho más (los Rolling Stones se aprestan a salir de gira rondando los 80), pero en ese momento muchos lo consideraban al borde del retiro. De hecho había anunciado su alejamiento de los escenarios en 1971 con un show en el Ahmanson Theatre de Los Ángeles en el que su amiga, la actriz Rosalind Russell, lo presentó como “el gran entertainer del siglo XX”. Sin embargo, al año siguiente ya se había arrepentido y estaba cantando de nuevo, y desde ese momento se había mantenido activo. Su voz no tenía la suavidad y el caudal con el que se hizo famoso en los 40, pero conservaba su atractivo (no pensaba lo mismo el prestigioso periodista Ramiro de Casasbellas, que en la crítica del show describía a Frank como “obeso, corto ya de garganta, dueño apenas de las sombras de un estilo que hizo época en los decenios del 40 y del 50 y aun atrajo admiraciones hasta 1970”).Frank Sinatra en el Luna Park (Jorge Quiroga/)Aunque las glorias del jazz solían visitar Buenos Aires (habían venido Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Nat King Cole, Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Charles Mingus, Oscar Peterson y varios más), no eran muchas las estrellas de la música popular anglosajona que bajaban a Sudamérica en aquel momento. Los antecedentes se podían contar con los dedos de una mano: Santana había tocado en el Gasómetro en 1973, Joe Cocker se había presentado en el Luna Park en el 77 (y, cuenta la leyenda, había terminado perdido por las calles de Avellaneda, por obra y gracia del caos y las sustancias) y Queen había actuado en Mar del Plata, Rosario y el estadio de Vélez Sarsfield meses antes de la llegada de Sinatra. Aquello le sumaba todavía más espectacularidad a la visita de Frank: para la Argentina se trataba de un acontecimiento que sólo podría compararse con el primer desembarco de los Rolling Stones, en 1995.Semejante atención mediática despertó el interés de todos los famosos de la época. Hace algunos meses la cuenta RaroVHS publicó en YouTube un extracto de lo que fue la transmisión de Canal 13, con el concierto y la previa. Allí se ven entrevistas a Luisa Albinoni, Julio De Grazia, la cantante Diana María (que se había subido a la ola Sinatra con un single llamado “Querido Frank”) y un Tato Bores que, con notoria incomodidad, le respondía a Juan Carlos Pérez Loizeau sobre una supuesta partida de póker entre el actor y el cantante. Varias celebridades repitieron presencia tras haber estado en los shows del Sheraton y algunos funcionarios de la dictadura también se hicieron presentes, aunque el presidente de facto Roberto Viola asistió al concierto del día siguiente.Después de los entremeses de las orquestas de Horacio Malvicino y de Don Costa (arreglador histórico de Frank que lo acompañó por su buena relación con el otro productor de la visita, Ricardo Finkel) subió al escenario un Sinatra de riguroso smoking a interpretar “Fly me to the Moon”, el estándar de Bart Howard que venía cantando desde 1964.En el setlist no faltaron hits como “I’ve Got You Under My Skin”, “Strangers in the Night” (tema que La Voz llegó a aborrecer y no venía incluyendo en sus presentaciones) o “The Lady is a Tramp”. Con respecto a la lista de los shows del Sheraton hubo algunos cambios: salió la melancólica “Laura” y entraron “The Best is Yet to Come”, “Come Rain or Come Shine”, “I’ve Got the World on a String” y un fragmento instrumental de “Sweet and Lovely” que sirvió como puente para el cierre con los himnos “Theme from New York, New York” y “My Way”. El clamor popular de “otra, otra” no encontró eco en Frank, que cerró su presentación a los setenta minutos exactos mientras la banda amenizaba su retirada con una versión swing de “A mi manera”.La crítica de LA NACION se floreaba: “una luz magnífica y blanca, salida de seguidores perfectamente regulados en intensidad y orientación, distinta para cada song, recortó a Sinatra en una especie de halo de estampa religiosa que hizo más etérea su estampa en cuanto encendió un cigarrillo y consiguió que el humo ondulara a su alrededor con maestría aprendida y tan ceñida a las normas del show como el resto de sus saltitos acompasados al tema que cantaba o los viboreos que le confería al cable del micrófono, no porque estuviera enredado, sino porque así lo requería el gesto, allí mismo”. Más allá de la discusión sobre el estado de su voz de sexagenario, su carisma y su status de frontman eran unánimes, y la audiencia argentina se lo reconoció con fervor. “Quedé sorprendido por las presentaciones en el hotel pero lo que más me llamó la atención fue el Luna Park, donde sentí que el público me sacudía”, declaró el patriarca a la prensa justo antes de abordar en Aeroparque el avión que lo llevó a San Pablo, en el fin de su estadía porteña.Sinatra repitió show al día siguiente y el Luna Park no tardó en volver a convertirse en el estadio de box que le valió su fama: el 15 de agosto Sergio Víctor Palma defendió en Corrientes y Bouchard su título mundial supergallo de la Asociación Mundial de Boxeo frente a Ricardo Cardona, y el 12 de septiembre -justo un mes después de la partida de Frank- Gustavo Ballas noqueó al coreano Suk Chul Bae y se llevó el cinto AMB de los supermoscas. En el lapso de un mes, el recinto de Tito Lectoure albergó un oasis de gloria en otro período oscuro de la historia argentina, uno en el que la dictadura sometía a la clase trabajadora con medidas que destruían el poder adquisitivo mientras se empezaba a cocinar el despropósito de Malvinas. Así las cosas, La Voz y los puños aportaron alegría y el pueblo nunca lo olvidó.

Fuente: La Nación

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El 9 de agosto de 1981 las tapas de los diarios estaban repartidas entre dos temas que acaparaban la atención de los argentinos. Uno de los titulares principales se lo llevaba el fútbol. Boca jugaba con Rosario Central en el Gigante de Arroyito y estaba arriba de su escolta, Ferro (a quien había derrotado siete días antes) por tres puntos. Era la penúltima fecha del Metropolitano y el Xeneize podía ser campeón. Sin embargo, Maradona erró un penal, el Canalla ganó 1 a 0 y no hubo festejo hasta la semana siguiente (otra noticia deportiva del día era la victoria de CASI sobre el SIC en el clásico del rugby; el try decisivo lo marcó su wing estrella, el luego convicto Alejandro Puccio).El segundo gran título lo aportaba la sección Espectáculos, aunque el acontecimiento excedía lo meramente artístico: más que un cantante, Frank Sinatra era uno de los personajes más trascendentes del siglo en cualquier ámbito, y esa misma noche se presentaba por primera vez en el Luna Park. Ya llevaba una semana en el país (había llegado el domingo anterior a Ezeiza en el vuelo 213 de South African Airways, procedente de Ciudad del Cabo) y había dado cuatro conciertos en el Sheraton Hotel, pero de todas formas había aroma a debut: lejos del tufillo elitista de la cena show con entradas a mil dólares, el show en el Palacio de los Deportes era el encuentro con la gente “de a pie”, que -no sin esfuerzo, en medio de una devaluación bestial- había pagado tickets de entre 11 y 140 dólares para ver y escuchar a La Voz. “Nunca el Luna Park lució como hoy, con tanta gente en la popular con tapados de piel”, contó Palito Ortega -uno de los productores a cargo de la visita de Frank- que le dijo Tito Lectoure, dueño del Luna.Sinatra llegaba con 65 años. En 2021 estamos acostumbrados a ver estrellas pop de esa edad y mucho más (los Rolling Stones se aprestan a salir de gira rondando los 80), pero en ese momento muchos lo consideraban al borde del retiro. De hecho había anunciado su alejamiento de los escenarios en 1971 con un show en el Ahmanson Theatre de Los Ángeles en el que su amiga, la actriz Rosalind Russell, lo presentó como “el gran entertainer del siglo XX”. Sin embargo, al año siguiente ya se había arrepentido y estaba cantando de nuevo, y desde ese momento se había mantenido activo. Su voz no tenía la suavidad y el caudal con el que se hizo famoso en los 40, pero conservaba su atractivo (no pensaba lo mismo el prestigioso periodista Ramiro de Casasbellas, que en la crítica del show describía a Frank como “obeso, corto ya de garganta, dueño apenas de las sombras de un estilo que hizo época en los decenios del 40 y del 50 y aun atrajo admiraciones hasta 1970”).Frank Sinatra en el Luna Park (Jorge Quiroga/)Aunque las glorias del jazz solían visitar Buenos Aires (habían venido Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Nat King Cole, Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Charles Mingus, Oscar Peterson y varios más), no eran muchas las estrellas de la música popular anglosajona que bajaban a Sudamérica en aquel momento. Los antecedentes se podían contar con los dedos de una mano: Santana había tocado en el Gasómetro en 1973, Joe Cocker se había presentado en el Luna Park en el 77 (y, cuenta la leyenda, había terminado perdido por las calles de Avellaneda, por obra y gracia del caos y las sustancias) y Queen había actuado en Mar del Plata, Rosario y el estadio de Vélez Sarsfield meses antes de la llegada de Sinatra. Aquello le sumaba todavía más espectacularidad a la visita de Frank: para la Argentina se trataba de un acontecimiento que sólo podría compararse con el primer desembarco de los Rolling Stones, en 1995.Semejante atención mediática despertó el interés de todos los famosos de la época. Hace algunos meses la cuenta RaroVHS publicó en YouTube un extracto de lo que fue la transmisión de Canal 13, con el concierto y la previa. Allí se ven entrevistas a Luisa Albinoni, Julio De Grazia, la cantante Diana María (que se había subido a la ola Sinatra con un single llamado “Querido Frank”) y un Tato Bores que, con notoria incomodidad, le respondía a Juan Carlos Pérez Loizeau sobre una supuesta partida de póker entre el actor y el cantante. Varias celebridades repitieron presencia tras haber estado en los shows del Sheraton y algunos funcionarios de la dictadura también se hicieron presentes, aunque el presidente de facto Roberto Viola asistió al concierto del día siguiente.Después de los entremeses de las orquestas de Horacio Malvicino y de Don Costa (arreglador histórico de Frank que lo acompañó por su buena relación con el otro productor de la visita, Ricardo Finkel) subió al escenario un Sinatra de riguroso smoking a interpretar “Fly me to the Moon”, el estándar de Bart Howard que venía cantando desde 1964.En el setlist no faltaron hits como “I’ve Got You Under My Skin”, “Strangers in the Night” (tema que La Voz llegó a aborrecer y no venía incluyendo en sus presentaciones) o “The Lady is a Tramp”. Con respecto a la lista de los shows del Sheraton hubo algunos cambios: salió la melancólica “Laura” y entraron “The Best is Yet to Come”, “Come Rain or Come Shine”, “I’ve Got the World on a String” y un fragmento instrumental de “Sweet and Lovely” que sirvió como puente para el cierre con los himnos “Theme from New York, New York” y “My Way”. El clamor popular de “otra, otra” no encontró eco en Frank, que cerró su presentación a los setenta minutos exactos mientras la banda amenizaba su retirada con una versión swing de “A mi manera”.La crítica de LA NACION se floreaba: “una luz magnífica y blanca, salida de seguidores perfectamente regulados en intensidad y orientación, distinta para cada song, recortó a Sinatra en una especie de halo de estampa religiosa que hizo más etérea su estampa en cuanto encendió un cigarrillo y consiguió que el humo ondulara a su alrededor con maestría aprendida y tan ceñida a las normas del show como el resto de sus saltitos acompasados al tema que cantaba o los viboreos que le confería al cable del micrófono, no porque estuviera enredado, sino porque así lo requería el gesto, allí mismo”. Más allá de la discusión sobre el estado de su voz de sexagenario, su carisma y su status de frontman eran unánimes, y la audiencia argentina se lo reconoció con fervor. “Quedé sorprendido por las presentaciones en el hotel pero lo que más me llamó la atención fue el Luna Park, donde sentí que el público me sacudía”, declaró el patriarca a la prensa justo antes de abordar en Aeroparque el avión que lo llevó a San Pablo, en el fin de su estadía porteña.Sinatra repitió show al día siguiente y el Luna Park no tardó en volver a convertirse en el estadio de box que le valió su fama: el 15 de agosto Sergio Víctor Palma defendió en Corrientes y Bouchard su título mundial supergallo de la Asociación Mundial de Boxeo frente a Ricardo Cardona, y el 12 de septiembre -justo un mes después de la partida de Frank- Gustavo Ballas noqueó al coreano Suk Chul Bae y se llevó el cinto AMB de los supermoscas. En el lapso de un mes, el recinto de Tito Lectoure albergó un oasis de gloria en otro período oscuro de la historia argentina, uno en el que la dictadura sometía a la clase trabajadora con medidas que destruían el poder adquisitivo mientras se empezaba a cocinar el despropósito de Malvinas. Así las cosas, La Voz y los puños aportaron alegría y el pueblo nunca lo olvidó.

Fuente: La Nación

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Por Martyn HermanIZU, Japón, 8 ago (Reuters) – Jason Kenny se convirtió el
domingo en el mejor atleta olímpico de Gran Bretaña cuando logró
la victoria en la prueba masculina de keirin para reclamar la
séptima medalla de oro de su increíble carrera.El ciclista de 33 años llegó a Tokio empatado en seis oros
con su ex compañero de equipo de ciclismo en pista Chris Hoy.No pudo aumentar su botín de oro en el sprint del equipo y
el sprint individual, luciendo un poco fuera de su mejor forma.Pero guardó lo mejor para el final con una actuación
virtuosa para ganar la prueba de keirin por un kilómetro y
medio, reteniendo el título que ganó en Río en 2016, después de
que Hoy lo ganó en 2008 y 2012.Después de que la bicicleta eléctrica se saliera de la pista
con tres de las seis vueltas restantes, Kenny sorprendió a sus
rivales con un ataque audaz.El plan funcionó de maravilla, construyendo una gran ventaja
que ninguno de sus rivales pudo obtener.Azizulhasni Awang de Malasia terminó en un distante segundo
lugar, mientras que el campeón mundial Harrie Lavreysen de los
Países Bajos se llevó el bronce para agregar a sus oros en el
equipo y en el sprint individual ganados esta semana en el
Velódromo de Izu.Kenny fue elevado en el aire por Lavreysen y Awang en el
podio mientras Hoy, comentando para la BBC, fue el primero en
felicitar al rey de los sprints.”Nunca había visto una carrera como esta, ver al chico que
iba al frente cabalgar en la distancia, fue simplemente
increíble”, dijo Hoy.”Ganó un poco de altura, mantuvo la presión sobre el pedal y
simplemente lo hizo, nunca estuvo en duda. Una actuación
absolutamente impresionante”, agregó.Las nueve medallas olímpicas de Kenny son la mayor cantidad
obtenida por un atleta británico en cualquier deporte. Había
estado empatado en ocho con su compañero ciclista Bradley
Wiggins.Si bien hubo alegría para Kenny, las esperanzas de Japón de
un oro histórico en una carrera que tiene raíces profundas en la
nación anfitriona terminaron en decepción ya que ni Yuta
Wakimoto ni Yudai Nitta llegaron a la final.
(Editado en español por Carlos Calvo Pacheco)

Fuente: La Nación

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Por Martyn HermanIZU, Japón, 8 ago (Reuters) – Jason Kenny se convirtió el
domingo en el mejor atleta olímpico de Gran Bretaña cuando logró
la victoria en la prueba masculina de keirin para reclamar la
séptima medalla de oro de su increíble carrera.El ciclista de 33 años llegó a Tokio empatado en seis oros
con su ex compañero de equipo de ciclismo en pista Chris Hoy.No pudo aumentar su botín de oro en el sprint del equipo y
el sprint individual, luciendo un poco fuera de su mejor forma.Pero guardó lo mejor para el final con una actuación
virtuosa para ganar la prueba de keirin por un kilómetro y
medio, reteniendo el título que ganó en Río en 2016, después de
que Hoy lo ganó en 2008 y 2012.Después de que la bicicleta eléctrica se saliera de la pista
con tres de las seis vueltas restantes, Kenny sorprendió a sus
rivales con un ataque audaz.El plan funcionó de maravilla, construyendo una gran ventaja
que ninguno de sus rivales pudo obtener.Azizulhasni Awang de Malasia terminó en un distante segundo
lugar, mientras que el campeón mundial Harrie Lavreysen de los
Países Bajos se llevó el bronce para agregar a sus oros en el
equipo y en el sprint individual ganados esta semana en el
Velódromo de Izu.Kenny fue elevado en el aire por Lavreysen y Awang en el
podio mientras Hoy, comentando para la BBC, fue el primero en
felicitar al rey de los sprints.”Nunca había visto una carrera como esta, ver al chico que
iba al frente cabalgar en la distancia, fue simplemente
increíble”, dijo Hoy.”Ganó un poco de altura, mantuvo la presión sobre el pedal y
simplemente lo hizo, nunca estuvo en duda. Una actuación
absolutamente impresionante”, agregó.Las nueve medallas olímpicas de Kenny son la mayor cantidad
obtenida por un atleta británico en cualquier deporte. Había
estado empatado en ocho con su compañero ciclista Bradley
Wiggins.Si bien hubo alegría para Kenny, las esperanzas de Japón de
un oro histórico en una carrera que tiene raíces profundas en la
nación anfitriona terminaron en decepción ya que ni Yuta
Wakimoto ni Yudai Nitta llegaron a la final.
(Editado en español por Carlos Calvo Pacheco)

Fuente: La Nación

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