El escritor galés Cynan Jones (1975) lo ha dicho en más de una entrevista: la fuerza de la naturaleza es un tema central en sus libros. Es lo que se lee en Tiempo sin lluvia, su primera novela, y ahora en La tejonera, su obra más celebrada según la crítica anglosajona. Aquí construye el universo de dos personajes: el de Daniel, un granjero que acaba de quedar viudo y que se ocupa de ovejas a punto de parir, y el del “grandote” –así lo llama el narrador–, un hombre que se mueve por el campo como puede, con sus perros, cazando tejones.Jones narra a partir de escenas: Daniel con las ovejas mientras recuerda a su mujer; el grandote y un grupo de hombres cavando en la tierra; el perro que entra en el túnel en busca del tejón; el tejón y los perros. A diferencia de lo que hacía en su primera novela, en la que el narrador seguía a varios personajes, incluyendo de a ratos un registro casi naturalista, acá solo sigue a dos, pero va a hasta el hueso. Así como Daniel mete las manos dentro de las ovejas para ayudarlas a parir—hay dos momentos: el primero más bucólico, inaugura el relato; el segundo ya en el clímax de la novela, es violento, descarnado–, el narrador se interna en los pensamientos y las sensaciones de Daniel y del otro. Hay algo visceral en la manera de retratarlos. Algo que los hermana con los animales que tratan de sobrevivir junto a ellos, a pesar de ellos. Y quizá la brutalidad de hombres y perros no sea otra cosa más que una forma de resistir al agobio de la monotonía y de la muerte, presentes, ambos, todo el tiempo en ese paisaje árido y pedregoso.Al igual que Anton Chejov, Jones no juzga, pero tampoco escatima detalles a la hora de describir escenas de gran crueldad. Tampoco explica ni anticipa demasiado lo que va a venir –por eso esta reseña tampoco lo hace–; piensa en un lector activo, que lea las elipsis, los saltos, lo no dicho. Trabaja de manera magistral los diálogos, esos intercambios de poquísimas palabras donde los gestos cargan con toda la densidad de lo que se dice. Al lector argentino podría recordarle el mundo de dos escritores locales: Hernán Ronsino, por la manera en la que la historia se va armando a modo de retazos, la construcción de un espacio despojado, casi desnudo; y Carlos Busqued, por su forma descarnada de bucear en la violencia.La traducción de Laura Wittner encuentra la manera de interpretar un vasto vocabulario específico vinculado a las tareas del campo, a la vez que logra reflejar la potencia de una narración fuertemente sensorial. Quienes disfrutaron ya de Tiempo sin lluvia encontrarán en esta novela un relato compacto, perturbador y también lleno de belleza.La tejoneraPor Cynan JonesChai Editora. Trad.: Laura Wittner140 páginas. $ 950

Fuente: La Nación

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Un jarrón. En un posible museo de los años 90 argentinos, protegido por una cápsula de acrílico, debería poder observarse con la curiosidad extrañada que dan los años aquel jarrón de terracota que adornaba el living del empresario Guillermo Coppola en el que la policía encontró 40 gramos de cocaína. El insignificante jarrón, modelo de la pintura aficionada del siglo XIX, y su contenido revelado en octubre de 1996, no solo lo involucraba como la cabeza de una supuesta organización narco sino que también redefinió la idea de lo mediático, llevando el caso de la intimidad de los tribunales a una exposición full time en la televisión. No solo porque Coppola era el sacerdote de la noche menemista capaz de conectar a Maradona con el resto de los mortales; el así llamado “Caso Coppola” desbordó las costuras entre noticia y entretenimiento (Infotainment) como nunca antes se había visto hasta orillar las costas del reality show (que llegaría cuatro años después con Expedición Robinson, antesala de la saga Gran Hermano) pero de la ficción misma también. Así, la trama entre lo judicial, lo político y el espectáculo de la noche convirtió en celebrities (hoy hubieran sido influencers) a dos jóvenes desconocidas: Samantha Farjat y Natalia Denegri. De las chicas Olmedo de los 80 se había pasado a las chicas Coppola y de la picaresca de los Sofovich a las estrategias de Mauro Viale, convertido en una suerte de neoMigré que trabajaba como arcilla (¿como la terracota del jarrón?) el expediente y sus personajes en el mismo horario antes ocupado por las telenovelas. El jarrón, entonces, como objeto de época y lo decorativo como anticipo de lo que vendría, por fuera del entramado político-judicial: la exposición de la intimidad y la entera disposición de la población como casting. Ya fuera para cantar, bailar o cocinar. O peor: para ponerle cara (pixelada, si los productores conservan algo de pudor o piedad) a la exclusión y sus daños colaterales en portales y canales de noticias que han llevado el vecinalismo al extremo de cerrar la pantalla al mundo. Que se abre, cada tanto, por eventos extraordinarios como la pandemia.Que el menemismo, en su espectacularización de la política y viceversa, haya sido una cultura no significa que toda la cultura de los años 90 pueda definirse como menemista. Pero aun aquellas manifestaciones que intentaron despegarse de su influjo de “lujo y vulgaridad” fueron afectadas por los reflejos de su imaginaria bola de espejos. Cuando Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota definieron eso de que “el lujo es vulgaridad” era 1991 y era demasiado pronto, pero ya había un diagnóstico en marcha. La tan mentada “tinellización” de la cultura que la intelligentsia de la época repetiría como un mantra sin poder leer sus propias contradicciones estaba en pañales: el futuro dirigente del fútbol y presidente de Celebrityland (según lo definió Beatriz Sarlo en La audacia y el cálculo, 2011) recién había saltado de un noticiero deportivo de medianoche a Ritmo de la noche, la plataforma de lanzamiento de una hegemonía mediática que recién hoy, veinte años después, pareciera dar signos de fatiga. Aquello de lujo y vulgaridad entremezclados funcionaría en el último estertor del underground para un diseñador como Sergio De Loof (consagrado artista por el Museo de Arte Moderno en 2020 poco antes de su muerte) pero más para un empresario del arte como resultó ser el antes zar de la moda Alan Faena, parapetado en su bunker rococó de Puerto Madero, primero, y en su ambicioso complejo en Miami después, ahora.Miami devino la capital simbólica de la Argentina atravesada por los beneficios efímeros de la convertibilidad. Así lo entendió el diseñador gráfico Alejandro Ros, a quien le tocó en el cierre de la década (1999) pensar la portada para el álbum Miami de los Babasónicos. Ros llevó a cabo una operación ya anticipada por Joaquín Torres García en su inversión del mapa americano, ubicando al sur como norte absoluto. Solo que giró 180 grados la forma de la Mesopotamia argentina hasta hacerla coincidir con la de la península de Florida en un reflejo del éxodo consumista que tocaría fin muy poco después. Cuando la “tinellización” ya era capaz de hacer trastabillar al presidente De la Rúa antes en un estudio de televisión que en su propio despacho oficial.Es en esta pieza de diseño gráfico donde se revela el síntoma aquel que venía encerrado en un banal jarrón de terracota. Era la cocaína pero también toda la época (y un anticipo de lo que vendría) lo que afloraba si se lo frotaba cual lámpara de Aladino o si se lo rompía a martillazos en un operativo que, fiel a la cultura de la que formaba parte, se revelaría fake, operación de una justicia también adicta a los brillos del show. Que allí empezó y ya no se detendría. Ni con Maradona muerto.

Fuente: La Nación

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Son legión los autores soviéticos que –incluso sin renegar del socialismo– lo pasaron, por decir lo menos, mal: entre los narradores del principio, desde el doctor Mikhail Bulgakov, siguiendo por Boris Pílniak, hasta llegar a Andréi Platónov (1899-1951). Al último, el Nobel Joseph Brodsky lo consideraba el gran maestro de la lengua rusa y lamentó en un artículo que sus mayores proezas verbales fueran intraducibles. En los años noventa, circuló en español la póstuma La excavación, que transcurría en tiempos de la colectivización. A pesar de los entusiasmos de Platónov por la novedad artística y política, un cuento suyo despertó la inquina de Stalin, lo que le vedó toda publicación en vida. Como anota Juan Forn en el prólogo a Moscú feliz, era un autor que “dinamitaba la realidad soviética en nombre del ideal soviético; hacía realismo socialista, ciencia-ficción disidente y gran literatura rusa, todo al mismo tiempo”. Esta pequeña joya, que se traduce por primera vez a nuestro idioma, es una de las pruebas más optimistas de un modo de imaginar. Moscú no es la ciudad, sino la protagonista, Moscú Chestnova, una paracaídista que surge del cielo y que con su presencia y entusiasmo trastoca el espíritu de ingenieros y médicos (los personajes técnicos eran recurrentes en el autor) en pos de una aventura inédita. Bulgakov había imaginado en El maestro y Margarita que el diablo bajaba a la capital soviética para montar allí su desopilante fiesta anual. Platónov es más modesto en las ambiciones de su descenso, pero no menos delicioso.Moscú feliz
Andréi Platónov
TusquetsMoscú felizTusquetsTraducción: Alejandro Ariel González172 páginas. $ 1420

Fuente: La Nación

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El coreano-alemán Byung-Chul Han (Seúl, 1959) es, indudablemente, uno de los principales protagonistas de la actualidad filosófica. El caudal de su producción es tal que aun el lector más atento nunca puede asegurarse de estar al tanto de su último trabajo. Pero, a su vez, Han hace de la actualidad su principal objeto de estudio. Esa dedicación fue lo que lo llevó a ser centro de debates a pocos meses de haberse desatado el Covid-19. Su breve artículo “La emergencia viral y el mundo del mañana” despertó airadas réplicas por ser tomado –erróneamente– como una propuesta de incrementar la vigilancia y el control en Occidente, a semejanza de lo que estaban haciendo algunos países asiáticos que exhibían resultados más eficaces en la gestión de la pandemia. Acallados los ecos de esa disputa, se puede recurrir a dos de sus más recientes publicaciones para intentar pensar en algunos temas que, si bien tienen un largo trayecto en el campo de la filosofía, hoy nos interpelan de un modo particular: el dolor y la muerte.Una de las aficiones de Han es postular nombres para la sociedad contemporánea. Nos la ha presentado ya como “la sociedad del cansancio”, “la sociedad del rendimiento”, “la sociedad de la transparencia”. Cada nombre destaca un aspecto particular. En La sociedad paliativa propone otro. Su tesis principal es que vivimos en una sociedad que tiene fobia al dolor, que lo evita, lo enmascara, lo anestesia. Y esto genera, según el autor, importantes consecuencias en aspectos de lo humano tan diversos como la política, el arte o el amor. Una política paliativa nunca se atreverá a afrontar cuestiones de fondo, conflictivas, que demanden esfuerzo o generen mal humor en la sociedad. Al contrario, opta por acciones de corto alcance que actúan a modo de “analgésicos, que surten efectos provisionales y que no hacen más que tapar las disfunciones y los desajustes sistemáticos”. En cuanto al arte, lo que se impone es el criterio del “me gusta”. El arte, si quiere resultar rentable, debe adaptarse a un circuito comercial que no busca que las obras interpelen, incomoden, conmuevan. Para ser consumido, el arte debe abjurar del aura. En lo que al amor respecta, se buscan “sensaciones positivas”. Como en otros aspectos de la vida humana, de lo que se trata es de “consumir, disfrutar y vivenciar”, huyendo de cualquier tipo de relación enfática con el otro.En diversos pasajes del texto, el filósofo se refiere a la pandemia actual. La absolutización de la supervivencia ha llevado a abandonar otros componentes de la vida, como el disfrute, la solidaridad y, en definitiva, el sentido: “Nuestra propia vida, reducida a un proceso biológico, se ha quedado vacía de sentido”. Por otra parte, el estado de excepción instaurado mundialmente a partir de la pandemia hace pensar en un crecimiento alarmante del control biopolítico, que incluya dispositivos de vigilancia digital tanto como mecanismos de control sobre el desplazamiento de los cuerpos. La sociedad paliativa es un libro breve, de lectura ágil, que puede emparentarse con otros textos en los que Han brinda una caracterización de nuestro tiempo.En Caras de la muerte, otro nuevo título, nos encontramos con un libro más arduo, con capítulos extensos, argumentación más rigurosa y una importante presencia de otros autores. No se trata de un texto de coyuntura (si bien ha sido recientemente publicado en español, apareció en alemán en 2015). Su actualidad se debe, en realidad, a que el tema abordado nunca deja de estar vigente. Como el autor anuncia en el prólogo, su intención ha sido seguir algunas consideraciones realizadas por otros filósofos para intentar aproximarse, como si de asíntotas matemáticas se tratara, al entorno de la muerte. A lo largo del texto, Han irá bocetando diversas “caras” –aspectos, perspectivas, matices– de ella.Una de las primeras preguntas es: ¿qué se hace ante la muerte? La muerte –de otro, pero también la anticipación de la propia– se presenta como una herida que provoca dolor. La filosofía de Hegel invita a superar la herida, a saltarla, a suturarla mediante la dialéctica. Theodor Adorno habla de una conmoción que lleva a detenerse, a vacilar, que sensibiliza el pensar. En el Heidegger de Ser y tiempo, la muerte es siempre la muerte propia. La de otro cobra relevancia únicamente en referencia a la mía. Para Emmanuel Lévinas, en cambio, la muerte del otro ocupa un lugar clave en la conformación de una ética: “Temer por el otro y su muerte es amar al otro”, pero la muerte propia debe resultar indiferente.En la discusión con estas y otras posturas, Han va delineando su propia filosofía de la muerte que, por paradójico que pueda parecer, no es otra cosa que una filosofía de vida. Porque posicionarse ante la muerte no es simplemente prepararse para afrontar el punto final de la existencia, sino asumir la finitud que nos hace humanos cada día de nuestra vida: “Una finitud que no habría que entender como límite aniquilador, sino como espacio habitable”. La serenidad ante la muerte propia anunciada se traduce en hospitalidad para aquellos con los que compartimos nuestra vida, nuestra muerte: “Lo humano consistiría en poder compartir la muerte”. Para ello, es necesario dejar de concebirnos como individuos que buscan afirmarse, dominar a los otros, a la naturaleza, a las cosas; incluso, a las palabras. Se trata de abrirse al azar, en lugar de aferrarse y aferrar. Vivir como un “nadie” que no se angustia por su muerte, ni la de los demás, sino que asume su finitud con alegría, que “tendrá que aprender a vivir bajo el signo y a la luz del ‘ya estoy muerto’”.En La sociedad paliativa, Han advierte acerca del peligro de anestesiar el dolor. En Caras de la muerte nos sugiere caminos para asumirlo –particularmente, el dolor mayor, el de la muerte– pero sin dejarnos doblegar por él. Y esto es algo que en una situación como la actual resulta invaluable.La sociedad paliativa Por Byung-Chul HanHerder. Trad. Alberto Ciria 96 páginas / $ 1160Caras de la muertePor Byung-Chul HanHerder. Trad.: A. Ciria274 páginas / $ 2190

Fuente: La Nación

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Aunque sin contar el apéndice con textos complementarios Pirse, el improbable consta de menos de noventa páginas, la última novela de Juan Sasturain (1945) funciona como una suerte de mamushka: un envase que contiene innumerables textos, referencias, peripecias, marcos para otras historias, así como también diversas combinaciones entre lo real y la ficción, que como se sabe no es sinónimo de falsedad sino de una instancia o dimensión paralela.“Una historia no tiene comienzo ni fin”, escribía Graham Greene en uno de sus célebres comienzos de novela, pero lo que en el escritor inglés es un notable truco para llevar su relato a un terreno mucho más movedizo y establecer un verosímil sólido, en Sasturain resulta rigurosamente cierto.Pirse, el improbable dialoga, en principio, con la novela previa de Sasturain, El último Hammett, en la que el escritor de policiales negros norteamericano revive y protagoniza, durante sus últimos años, una trama digna de sí mismo. Pero en este caso lo que se narra es la trastienda de la incubación de esa novela, inverosímil por fuera de la literatura, al margen de los elementos que el autor obtiene de la realidad. Porque allí está el secreto, o al menos uno de ellos: Sasturain toma prestada su vida entera para entregarla a la ficción, y para eso crea un álter ego que no solo le roba el apellido sino que además se le parece en casi todo. Uno que aprovecha la ocasión, incluso, para incluir un viejo y extraordinario cuento que el Sasturain real publicó originalmente cuarenta años atrás, “Versión de un relato de Hammett”, y que sin duda sería el germen de todo lo que vendría después.Para el Pirse del título, su creador estaba entre dos opciones, una onettiana y otra borgeana, dependiendo del lugar que ocupara el adjetivo: en apariencia se impuso el uruguayo, pero en la lectura de la novela comprobamos que el virus Borges lo contamina todo. En todo caso, Pirse se vuelve con el correr de las páginas un personaje fascinante, digno de una epopeya más extensa. Sus intercambios con el narrador-protagonista prueban, entre otras cosas, lo mucho y bien que Sasturain se nutrió del género negro, donde los sentidos están incompletos y por norma se oculta más de lo que se dice.En contra de lo que tantas veces suele ocurrir a los lectores, Sasturain parece entregar siempre más de lo que promete. Sus mamushkas invitan a otras lecturas –hay que estar atentos a Dashiell Hammett y no perdérselo–, y al mismo tiempo dejan resonando una sensación inquietante: la de que de alguna manera vale la pena dar la vida por la literatura.Pirse, el improbablePor Juan SasturainAlfaguara126 páginas$ 1099

Fuente: La Nación

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A pesar de tener varias condenas en su contra Rodrigo Chavarría seguía en libertad. Salió de la cárcel en 2019 después que lo sentenciaran a tres años y ocho meses de prisión por estafar a un grupo de comerciantes de San Nicolás y de Ramallo. Se hizo conocido por armar una causa falsa contra un concejal en Salta, tuvo procesos en esa provincia, Tucumán y en Buenos Aires. Fue detenido hace una semana, en Avellaneda, cuando se hacía pasar por médico del Hospital Austral y quiso sobornar a los policías que lo apresaron. Su caso, con un prontuario de quince páginas, con tres condenas y dos declaraciones de reincidencia y constituye un claro ejemplo de la puerta giratoria instalada en el sistema penal argentino.Antes que lo detuvieran en Avellaneda, una comerciante de San Nicolás lo habría denunciado porque se hizo pasar por un efectivo de Gendarmería y le transfirió $ 1.000.000 para comprar un camión. Dicha operación nunca se concretó. Chavarría fue investigado por este hecho, ocurrido en enero de 2020, pero no llegó a ser procesado por el engaño denunciado por una damnificada.Este maestro de las estafas pasó más de la mitad de su vida vinculado al delito. Su prontuario indica que, únicamente dejó de cometer estafas cuando estuvo preso en alguna cárcel salteña o del sistema penitenciario bonaerense.ADN del crimen: Rápidos y furiosos en el oeste del conurbanoA Chavarría lo conocieron como ejecutivo de una multinacional automotriz, efectivo de la Gendarmería, médico del Hospital Austral, agente de viajes y oficial de la Brigada de Investigaciones de Salta.Un hombre de mil identidades, elegidas según la necesidad del ardid planificado.Durante su carrera delictiva, se hizo pasar por el gendarme Juan González, el médico de la Gendarmería Rodrigo Sokolowsky, el oficial Humberto Enrique Camejo o el analista de sistemas Walter Vilte.Cuando lo apresaron la última vez, en la comisaría de Villa Barceló, en Avellaneda, se presentaba como Rodrigo Emanuel Phiser Sokolowzky, de profesión médico cirujano. Al comprobar que sus amenazas de denunciar a los policías que lo apresaron no tendrían efecto, el acusado los invitó a que lo llevaran a su departamento, en Puerto Madero, donde tenía guardado $ 1.000.000 y les entregaría $ 100.000 a cada uno, a cambio que lo dejaran escapar.La ciudad bonaerense de San Nicolás fue escenario de varios de los engaños de un estafador serialEl falso médico fue apresado cuando llegó a la casa de su novia, quince años menor que el imputado. La mujer lo había denunciado por violencia de género. Al comprobar que no era médico y ante el intento de soborno contra los policías, Chavaría sumó más acusaciones en su contra.Después de indagarlo, la fiscal Soledad Garibaldi solicitó al magistrado de Garantías de Avellaneda que convirtiera en detención la aprehensión de urgencia de Chavarría, quien quedó preso, acusado de lesiones leves cometidas en el contexto de violencia de género, resistencia a la autoridad, dádivas y usurpación de títulos y honores. Así, el estafador de las mil caras volvió a quedar detenido.El primer golpeA cada momento, Chavarría intentaba ocultar su identidad. Recurrió a cuanto ardid tenía a mano para evitar que los investigadores policiales y judiciales determinaran que el imputado de golpear a una mujer, que decía ser médico, era en realidad un estafador con antecedentes penales por delitos que habría cometido desde que tenía 16 años, en Salta.En 2003, cuando era adolescente, fue conocido en esa provincia como José C. Así identificó la Justicia al chico que denunció ser víctima de un delito cometido por el concejal del Partido Justicialista, Guillermo Capellán. A pesar que el edil manifestó que era inocente estuvo 60 días preso y fue destituido. Dos años después, cuando José C. dejó de ser adolescente y se convirtió en mayor, quedó al descubierto que no fue víctima de ningún delito y formó parte de una causa armada para lograr la destitución del concejal Capellán.Tanto la denuncia contra el concejal como el proceso en su contra y la revelación de la supuesta falsa denuncia constituyó una novela en capítulos, uno más escandaloso que el anterior, rodeada de matices esotéricos.Chavarría, nunca fue detenido por esta presunta presentación apócrifa, no obstante, ese hecho marcó el comienzo de su extenso recorrido por los tribunales. Ya como mayor, según consta en su prontuario de quince páginas, el 8 de noviembre de 2011, fue condenado a cuatro años y seis meses de prisión por la Sala II de la Cámara en lo Criminal de Salta. Esta sentencia acumuló una serie de expedientes en su contra iniciados con el sumario 16.337 de 2008, por estafas concretadas con el uso de tarjetas de crédito, obtenidas mediante hurto o fraude.ADN del crimen: los nuevos cuentos del tío ponen en riesgo a los adultos mayoresSegún fuentes judiciales, Chavarría seducía a mujeres y engañaba a hombres para robarles las tarjetas de crédito para hacer compras mediante la utilización de identidades falsas y concretar importantes defraudaciones contra comerciantes.No pasó mucho tiempo para que el rey de las estafas recuperara la libertad. Debido a su juventud y a que no tenía condenas anteriores, un juez de Ejecución penal de Salta lo benefició con la libertad condicional y Chavarría salió de la cárcel en 2012, un año después de haber sido sentenciado.Tres años más tarde fue detenido nuevamente. La Justicia lo acusó de estafar a los vendedores del mercado central de Salta. Según consta en la causa 118752 de 2015, Chavarría se hacía pasar por un oficial de la Brigada de Investigaciones de la policía salteña y amenazaba con clausurar los locales y puestos de los comerciantes si no pagaban una coima. A pesar de sus antecedentes, en un proceso realizado el 14 de mayo de 2015, los magistrados del Tribunal de Juicio N° 5 le impusieron una condena de diez meses de prisión efectiva y lo declararon reincidente.El estafador se hacía pasar por gendarme para exigir pagos a bagayeros y comerciantes en Aguas BlancasPara esa época, además de ambas condenas, Chavarría sumaba un procesamiento en su contra dictado por el juzgado federal de Salta. En septiembre de 2009 lo habían detenido cuando se hacía pasar por un efectivo de Gendarmería y realizaba falsos controles a los comerciantes que circulaban con mercaderías provenientes de Aguas Blancas, en la frontera con la ciudad boliviana de Bermejo. En dicho expediente fue imputado por presunta usurpación de títulos y honores, pero nunca fue condenado.Movimientos fuera del radarDurante un año, Chavarría desapareció del radar de la Justicia salteña. En 2016, fue detenido nuevamente, acusado de estafas reiteradas contra comerciantes de San Nicolás. Se alojó en el hotel Igualdad de esa ciudad el 22 de junio de dicho año. Permaneció allí durante un mes. Nunca pagó la factura. Con una audacia sin límites, Chavarría decidió no escapar de San Nicolás y, entre el 5 y 10 de agosto contrató una habitación en un conocido hotel de la ciudad. Al completar la ficha de pasajeros, se identificó como Rodrigo González, de profesión médico de Gendarmería. Cuando el encargado del hotel le reclamó el pago de la factura de $ 4000, el acusado le dijo que le permitiera acercarse a un cajero automático para retirar el importe en efectivo.ADN del crimen: A 50 años del asesinato que creó al Ángel de la MuerteDejó en garantía la supuesta arma reglamentaria de la fuerza federal de seguridad. Nunca regresó. Entonces, el encargado de hotel realizó la denuncia y llevó a la policía la pistola que el estafador había entregado dentro de una funda. Al revisar el arma, los investigadores comprobaron que se trataba de una réplica de utilería.Otro nombre, otra víctimaA partir de la reconstrucción del raid delictivo protagonizado por Chavarría, los investigadores del Ministerio Público de San Nicolás determinaron que, el mismo día que huyó del hotel, Chavarría se presentó en la agencia de venta de automóviles usados situada en General Savio al 300.Allí se hizo pasar por el gendarme Juan González y preguntó el precio de un Volkwagen Voyage que estaba en venta en la agencia. El responsable del local le dijo que el valor del auto era de $ 160.000. Entonces, acordaron que se encontrarían nuevamente a la tarde para probar el vehículo. Después de dicha reunión y luego que el falso González lo llevara a una casa que compartía con una cómplice, el vendedor regresó con el falso gendarme a la agencia para concretar la operación.Para entonces, el estafador había encandilado al vendedor con sus historias de la frontera. Al llegar a la agencia, según consta en la denuncia, el estafador le preguntó al vendedor si tenía una computadora para hacerle la transferencia bancaria por los $ 160.000. que costaba el automóvil. ADN del crimen: la mafia china define a balazos su guerra internaEl agenciero respondió que no tenía computadora. Entonces, el acusado dijo que haría la transferencia desde su celular. Fue el punto culminante de una puesta en escena armada para concretar la estafa. Luego de realizar una serie de ademanes en el celular, el acusado le mostró un falso comprobante de la transferencia, que había armado previamente y se marchó con el automóvil.Chavarría fue detenido esa noche después que el vendedor de automóviles hizo la denuncia. Al revisar otras presentaciones ante la comisaría de San Nicolás, los funcionarios del Ministerio Público advirtieron que el acusado había realizado distintas compras en locales de la calle Bartolomé Mitre, donde pagó con tarjetas de crédito robadas y utilizó identidades falsas.En 2018, la jueza Correccional Luciana Díaz Bancalari condenó a Chavarría a tres años y ocho meses de prisión por estafas reiteradas. Después de pasar un año y once meses en la cárcel de San Nicolás, el estafador recuperó la libertad en 2019, antes de la pandemia.Fue denunciado en enero de 2020 pero no llegó a ser detenido, hasta que hace una semana, en Avellaneda fue apresado nuevamente.

Fuente: La Nación

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Los niños desplazados de Goma, que perdieron a sus padres mientras huían de la erupción del monte Nyiragongo, son protegidos en una iglesia en Sake, a 25 km al noreste de Goma (Guerchom Ndebo/)Miembros del movimiento ciudadano “Lucha” en Sake llevan una olla con comida para distribuirla a los residentes desplazados de Goma por el volcán Nyiragongo (Guerchom Ndebo/)Operarios trabajan en la reconstrucción de la línea eléctrica de alto voltaje en Goma sobre la lava solidificada del volcán Nyiragongo (Alexis Huguet /)Los guardaparques del Parque Nacional Virunga vigilan la construcción de la línea eléctrica de alto voltaje en los vecindarios del norte de Goma (Alexis Huguet/)Residentes de Goma, desplazados por la erupción volcán del monte Nyiragongo, hacen cola en la ciudad de Sake para recibir alimentos distribuidos por el movimiento ciudadano “Lucha” (Guerchom Ndebo/)Emmanuel de Merode, director del Parque Nacional Virunga, recorre la línea eléctrica de alta tensión construida sobre la lava del volcán Nyiragongo en los vecindarios del norte de Goma (Alexis Huguet/)Los habitantes de Goma recolectan agua mientras los trabajadores reparan las líneas eléctricas destruidas por el flujo de lava del volcán Nyiragongo (Alexis Huguet/)David, su hijo Ishara y su esposa intentan conectarse con los miembros de su familia, debido a que perdieron contacto cuando huían de la erupción del monte Nyiragongo (Guerchom Ndebo/)Un soldado congoleño hace guardia en las instalaciones de suministro de agua y electricidad, destruidas por el flujo de la lava del volcán Nyiragongo, en los vecindarios del norte de Goma (Alexis Huguet/)La gente de Goma transporta las mercaderías a través del flujo de lava solidificada del volcán Nyiragongo (Alexis Huguet/)Un niño corre sobre el flujo de lava solidificada del volcán Nyiragongo en los vecindarios del norte de Goma (Alexis Huguet/)Un mujer con su pequeño hijo cruza la frontera con Ruanda en el puesto fronterizo de Gisenyi (Alexis Huguet/)

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 28 de mayo, en la provincia de La Rioja se contabilizan 16.957 casos de infectados y 532 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 210 casos nuevos de enfermos de coronavirus en La Rioja, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1346 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 3.702.422 de infectados por coronavirus, 3.252.843 pacientes recuperados y 76.695 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de La Rioja se encuentra en el puesto 24 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.582.856 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 28 de mayo, en la provincia de Misiones se contabilizan 19.876 casos de infectados y 286 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 214 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Misiones, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 1351 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 3.702.422 de infectados por coronavirus, 3.252.843 pacientes recuperados y 76.695 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Misiones se encuentra en el puesto 23 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.582.856 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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La pandemia de coronavirus COVID-19 se ha expandido por casi todos los distritos de la Argentina.

Al 28 de mayo, en la provincia de Catamarca se contabilizan 22.623 casos de infectados y 168 muertos. Estas cifras son difundidas y actualizadas diariamente por el ministerio de Salud nacional.Con respecto al día anterior, se registraron 422 casos nuevos de enfermos de coronavirus en Catamarca, según lo informado por las autoridades sanitarias.
Y si se toma en cuenta los últimos siete días, se incorporaron 3350 casos al segmento de afectados por el virus.A la fecha, se registran en el país un total 3.702.422 de infectados por coronavirus, 3.252.843 pacientes recuperados y 76.695 muertos. Y dentro de la estadística nacional, la provincia de Catamarca se encuentra en el puesto 22 de los distritos más damnificados de la Argentina.

La lista está encabezada por Buenos Aires con 1.582.856 casos reportados.Toda la información sobre el coronavirus en la ArgentinaCuarentena en Argentina: qué se sabe al día de hoy

Fuente: La Nación

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