Hubo un tiempo no muy lejano en el que los caudillos políticos pesaban su poder en kilos de votos cautivos. Según la cantidad de electores que sumaban en los comicios, eran más o menos tenidos en cuenta por sus jefes a la hora de asignar los negocios de la política. Eran, además, los garantes de la supervivencia partidaria, porque administraban urnas y afiliados con total naturalidad. Así fue elección tras elección, durante décadas. Hasta que algo empezó a cambiar. A juzgar por la derrota del Frente de Todos en las PASO, tener la manija de la ayuda social y la máquina de imprimir billetes trabajando a destajo ya no es sinónimo de triunfo electoral asegurado.¿Acaso está en retirada ese tiempo marcado por una relación clientelista entre dirigentes y electores condicionados e incondicionales? ¿Hay una incipiente emancipación de los votantes más pobres que reciben la ayuda estatal, y hasta prometen fidelidad si es necesario, pero que hacen lo que quieren en el cuarto oscuro e incluso se animan a pegar el faltazo en señal de protesta? ¿Hasta qué punto pierde fuerza este recurso, cultivado sobre todo por el peronismo?“El tema del voto cautivo se presta a la mitología. Hay un estereotipo de un señor que va con una valija llena de dinero y reparte plata a cambio de votos. Ese mito ya no existe, como el barón del conurbano, que tampoco existe –dice el historiador Jorge Ossona–. Para ser precisos, es un fenómeno que no sucede en forma masiva y por lo tanto no tiene tanta incidencia en el resultado de una elección. Hay formas de movilizar grupos que pueden incidir en un 2 o 3%, lo que puede ser significativo en una situación de paridad. Pero no más. No se puede pensar que masivamente la pobreza de un suburbio de Buenos Aires puede ser movilizada para que vote en un determinado sentido”. Ossona, investigador y docente, es autor de Punteros, malandras y porongas, entre otros libros que sondean la dinámica social y política del conurbano bonaerense.La experiencia tucumana de las últimas elecciones vale de ejemplo. Un grupo de punteros del PJ que respondían al vicegobernador Osvaldo Jaldo se manifestó clamando que habían sido timados en su buena fe y que estaban en deuda con aquellos a los que llevaron a votar a cambio de mil pesos. No les habían pagado por trasladarlos ni les habían dado la plata que debían entregarles a cambio de la constancia de votación. “No podemos volver al barrio”, se quejaban. La plata, finalmente, llegó. Ahora, con el pase de Juan Manzur al gabinete nacional, Jaldo llega a la cabeza de la gobernación.Un vínculo dañadoLo cierto es que el vínculo entre los representantes y sus representados ya no es el mismo. La devaluación, que genera más y más pobres, y la pérdida de territorialidad en el trabajo político han dejado huella. El Estado perdió eficacia a la hora de responder a las urgencias de los más pobres, que no llegan ni a estar registrados como tales a los fines de recibir la ayuda social. Esta distancia, sumada a las crisis cada vez más recurrentes, ha generado un sordo malestar en los barrios y ha dinamitado la vieja incondicionalidad.En la situación actual, para Ossona pesan “el sufrimiento, la humillación, el uso espurio de los planes sociales, el no pago por razones administrativas por dos o tres meses, subsidios miserables que te obligan a hacer una changa que no alcanza para subsistir, el tener que ir a un comedor a pesar de recibir ayuda. Todo esto puede plasmarse en un voto que primero te dice que sí, que va a estar, y finalmente en el cuarto oscuro termina siendo diferente. Porque nada está dicho”.A Lucas Romero, director de Synopsis, no le gusta hablar de voto cautivo sino más bien de “voto que responde a una identidad”. Plantea que no hay que “sociologizar” el voto. “Solemos pensar que hay un voto peronista y que hay un voto radical. Pero, más allá de los dos sectores de un electorado marcado por la grieta (kirchneristas y anti), no hay mucho más. Cuando vos le preguntás a la gente cuál es su identidad política, te encontrás con un 40% que dice que es independiente. El resto se reparte en distintas opciones de derecha o de izquierda. Pero no hay identidades. Estamos viviendo la fase final del debilitamiento de las identidades partidarias del siglo XX”.No todo el malestar se expresa en el cuarto oscuro. También puede manifestarse en el ausentismo el día de la votación. En las últimas PASO hubo dos millones y medio de personas que no se acercaron a emitir su voto. Algunos quizá por desinterés o por considerar que se trataba de unas internas entre los políticos. Pero posiblemente otros no fueron por enojo, por creer que esa era la única forma que tenían de expresarlo.“El aparato electoral del peronismo es anacrónico, quedó viejo ante la dinámica social. Y no detecta nuevos pobres –dice el periodista y analista político Daniel Bilotta–. De hecho, hubo dificultades para pagar el IFE porque no estaban registrados. Habían frenado el trabajo de empadronamiento que en la provincia de Buenos Aires venía haciendo María Eugenia Vidal con el programa El Estado en tu barrio. Por esta razón, el peronismo no solo no está pudiendo sistematizar nuevos problemas sino que tampoco está detectando a los nuevos pobres. Tal es así que es posible que les hayan dado más plata y alimentos a los que están enojados, y no a los nuevos pobres que no llegaron ni a registrar, por lo que se sintieron más abandonados aún”.¿Se trata de una reacción coyuntural? ¿De época? ¿O responde a un cambio de modelo, a una nueva relación de los pobres con la política?Un tema a tener en cuenta, dice el consultor Carlos Fara, es cuál es el piso de votos del oficialismo. “En las PASO lo que hemos visto es cuál es el piso real del peronismo en esta fase kirchnerista. En una situación extrema, está más cerca del 30% que sacó Néstor Kirchner en 2009 que del 37% de Cristina Kirchner en 2017?.El interrogante, señala Fara, es si lo que está sucediendo es el inicio de un desgaste de la adhesión cultural al peronismo. “Ahora empieza a depender más de lo que haga o movilice, de que seduzca o entusiasme. Ya no se trata solo de un problema logístico de cómo llevar a la gente a votar”. Es un proceso de “desregulación del electorado” que ya había vivido el radicalismo. A su entender, tarde o temprano le iba a tocar al peronismo. A la luz de lo ocurrido el domingo 12 de septiembre, ese momento podría haber llegado.Un largo procesoComo todo cambio social, lo que estamos viviendo es parte de un proceso más largo en el tiempo. “Las dos crisis importantes que tuvimos, la del 89 y la de 2001 –precisa Fara–, produjeron cierta desestructuración de voto cautivo de las distintas fuerzas. El 2001 le hizo un daño importante al radicalismo en ese sentido. El incremento de la pobreza y cierta redistribución de la estructura ocupacional claramente provocaron un quiebre de identidades. Esta es otra instancia, un tercer hito desde el regreso de la democracia, y en muchas cosas hay que barajar y dar de vuelta. La Argentina lleva tres años de crisis permanente y esto termina debilitando identidades políticas preexistentes”.Romero previene: “No me animo a afirmar que en algún momento la relación planes-votos haya sido lineal. Lo que hay es un voto de sentido peronista de los segmentos medios, medios bajos, que hoy se sigue verificando pero en menor medida. Lo llamativo de estos resultados fueron los niveles de ausentismo en zonas de bajos ingresos. Los municipios del GBA donde menos participación hubo son Florencio Varela, Moreno y José C. Paz, tres distritos donde habitualmente hay un voto mayoritario para el Frente de Todos”.Según el director de Synopsis, “hay una desvinculación entre el asistencialismo y el voto, y puede ser que se haya vuelto más clara. Lo que sí es cierto es la relación entre dependencia del empleo público y voto. En aquellos lugares donde el empleo público es más significativo, más importante, la tendencia hacia el oficialismo local sigue vigente. Ahí hay una necesidad de revalidar con el voto la continuidad o estabilidad laboral. Pero un plan social no te garantiza que tenés ese voto cautivo”.Jorge Giacobbe, director de Giacobbe & Asociados, coincide en que el plan social le garantiza menos efectividad electoral al oficialismo que en el pasado. “Hay mucha fantasía en el sistema político de que esto es una relación estímulo-respuesta. Ahora, si te ponés a contar la cantidad de planes sociales que hay en la Argentina, sumada a la cantidad de empleos públicos, te vas a dar cuenta de que son más que la cantidad de votos que saca el oficialismo”.Giacobbe ejemplifica con un caso concreto. “En municipios como Moreno, en el oeste bonaerense, dos elecciones antes de que Mariano West perdiera la votación, ya venía sacando menos votos que la cantidad de planes sociales que manejaba. Esa mecánica ya no funciona. Es cierto que cuando aparecieron los planes sociales los analistas y encuestadores hacíamos la siguiente cuenta: un plan social, cuatro votos. Después pasamos a calcular un plan, un voto. Y hoy tenemos que contar menos de un voto por plan social. Eso me lleva a pensar que cuando no hay nada bueno para votar y no hay un enojo tremendo, la gente quizá vota al que le da algo. Pero cuando el enojo es muy grande, la gente se sale de ese lugar y opera con libertad”.Mucha broncaMayra Arena, dirigente social peronista reconocida públicamente a partir de una charla TED titulada “Qué tienen los pobres en la cabeza”, aportó una mirada complementaria. En un artículo reciente publicado en Infobae describió: “La crisis de representación que existe en los barrios despertó la ira de muchos compañeros que tratan de ingratos a los que menos tienen. Esta irracionalidad de creer que los pobres te deben algo, ya sea simpatía política, el voto o lo que fuera, ha mostrado las hilachas de quienes creen que el pobre es solo un estómago o solo un bolsillo: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente”.Ella también introduce la educación, o su falta, como factor determinante en el resultado electoral de las últimas PASO. “Hace diez días –cuenta–, hablé con un amigo al que le dije que íbamos a perder en barrios pobres, que la gente estaba enojada porque no hubo clases y ahora los hijos no quieren volver. Por suerte, no me corrió con que clases siempre hubo. ¿Para quién? Para los que pudieron adaptarse al cambio, para los que tenían más de un celular por familia, para los que tienen wifi”.La pandemia parece haber acelerado el ritmo de cambios políticos que venían desarrollándose. Por ahora, la experiencia electoral de este 2021 está demostrando que el plan social dejó de funcionar como una herramienta electoral lineal, a diferencia del empleo público, que sigue demostrándose efectivo, sobre todo en las provincias del norte argentino, como Formosa o San Luis.Los políticos deberán anotar que hoy el plan social no es condición suficiente. Cuando hay otros factores que alteran el sentido del voto, pierde eficacia electoral para los oficialismos. Son un reaseguro de calma social más que de fidelidad política, sobre todo en territorio bonaerense.Crisis económicas recurrentes, inflación, desempleo. Lo vivido por los argentinos en los últimos quince años no hizo más que desgastar ese vinculo histórico que unió por décadas al peronismo con sus bases más postergadas, incluido el recurso mecánico del clientelismo. La moneda está en el aire.

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Lo han dicho casi todos los escritores que escribieron sus memorias. El recuerdo cambia lo recordado; el presente borronea, traiciona, deforma, lo que acaba de pasar.Hace una semana, en este mismo suplemento, apareció una reseña firmada por mí sobre El ensayo personal, de Victoria Ocampo, selección de las diez series de Testimonios de la fundadora de Sur, compilada por Irene Chikiar Bauer, con una introducción de esta escritora. En esa investigación, la crítica literaria menciona en varias oportunidades por su apodo al que fue esposo de Victoria, Luis Bernardo de Estrada. El apodo era “Monaco”, pero Chikiar Bauer lo escribe “Mónaco” en su prólogo. Los que conocimos a Victoria y la tratamos, la hemos escuchado referirse a aquel hombre, del que terminó por separarse, como “Monaco”. Ella murió el 27 de enero de 1979, es decir, hace más de cuarenta y dos años. Quienes fueron sus amigos más cercanos y los que nos contábamos entre quienes frecuentábamos sus casas y su círculo somos cada vez menos, por una simple cuestión etaria. Quizás esa sea una de las razones por las que, en los últimos tiempos, en ensayos, artículos y entrevistas con estudiosos de la obra de Ocampo, el que fue su marido aparece como “Mónaco”; es decir, se ha convertido una palabra de acento prosódico grave en una esdrújula (el efecto Grace Kelly-Rainiero).La seriedad de Chikiar Bauer como investigadora la ha convertido en una autoridad; por lo que, mientras leía su texto, empecé a conjeturar que también yo habría borroneado el recuerdo de Victoria, a pesar de que aún oía su voz pronunciando “Monaco” la primera vez que estuve en Villa Ocampo para comer con ella en 1963. Ese apodo me quedó muy grabado porque nunca lo había oído antes y me sonó más que raro.Antes de redactar esta columna, consulté sobre el tema a dos amigos coetáneos muy cercanos a Victoria. Los dos me dijeron que “Monaco” era la versión correcta del apodo. Además, María Esther Vázquez, en la biografía Victoria Ocampo. El mundo como destino, lo escribe siempre como palabra grave. Los lectores dirán que se trata de un detalle frívolo. Probablemente tengan razón. Pero no para nosotros: están cambiando nuestras vidas antes de que dejemos este mundo.Uno de mis amigos “consultores” me hizo una reflexión muy graciosa por WhatsApp: “Es de sentido común. Mirá, si lo va a llamar como el principado. ¡Es muy criollo Monaco!”. Cierto. Si el esposo de V. O. hubiera sido “Mónaco”, ella jamás se habría casado con él.Mónaco es un principado minúsculo: ¡202 hectáreas! En términos de la época dorada de la Argentina, cuando las estancias tenían miles de hectáreas en la pampa húmeda, poseer solo 202 era una indignidad. Una mujer de esa clase solo habría llamado “Mónaco” a su marido para humillarlo, volverlo impotente, anular el matrimonio por la Rota Romana y casarse de nuevo por iglesia con un apodo digno; claro, una iglesia levantada por la nueva novia para convertirse en marquesa pontificia, el sueño realizado de Adelia Harilaos de Olmos, y la pesadilla “aspiracional” de Eva Duarte de Perón, que jamás consiguió el título.Convengamos que las clases altas de la época, ya fuera en la Argentina o en el extranjero, eran temibles en cuanto a los apodos. Concepción Unzué de Casares, propietaria de 60.000 hectáreas, de las cuales 400 eran parte del parque y del bosque que rodeaban el casco de la estancia Huetel, un castillo estilo Luis XIII, nada pudo hacer contra su destino: era conocida como “Cochonga”. Uno de sus sobrinos, el piloto y playboy Martín de Álzaga Unzué, se hizo famoso como “Macoco”. En París, el conde Robert de Montesquiou-Fezensac, árbitro de la elegancia de la Belle Époque, poeta y dandy al que Proust tomó como modelo de su personaje el barón de Charlus, se apodaba “Quiou-Quiou”. Los descendientes del emperador Napoleón, los condes Giuseppe Napoleone Premoli y Luigi Premoli, fotógrafos preferidos de la alta sociedad europea, eran llamados “Gégé” y “Loulou”: casi un manifiesto.Respetemos, aunque sea, los apodos del pasado.

Fuente: La Nación

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Lo han dicho casi todos los escritores que escribieron sus memorias. El recuerdo cambia lo recordado; el presente borronea, traiciona, deforma, lo que acaba de pasar.Hace una semana, en este mismo suplemento, apareció una reseña firmada por mí sobre El ensayo personal, de Victoria Ocampo, selección de las diez series de Testimonios de la fundadora de Sur, compilada por Irene Chikiar Bauer, con una introducción de esta escritora. En esa investigación, la crítica literaria menciona en varias oportunidades por su apodo al que fue esposo de Victoria, Luis Bernardo de Estrada. El apodo era “Monaco”, pero Chikiar Bauer lo escribe “Mónaco” en su prólogo. Los que conocimos a Victoria y la tratamos, la hemos escuchado referirse a aquel hombre, del que terminó por separarse, como “Monaco”. Ella murió el 27 de enero de 1979, es decir, hace más de cuarenta y dos años. Quienes fueron sus amigos más cercanos y los que nos contábamos entre quienes frecuentábamos sus casas y su círculo somos cada vez menos, por una simple cuestión etaria. Quizás esa sea una de las razones por las que, en los últimos tiempos, en ensayos, artículos y entrevistas con estudiosos de la obra de Ocampo, el que fue su marido aparece como “Mónaco”; es decir, se ha convertido una palabra de acento prosódico grave en una esdrújula (el efecto Grace Kelly-Rainiero).La seriedad de Chikiar Bauer como investigadora la ha convertido en una autoridad; por lo que, mientras leía su texto, empecé a conjeturar que también yo habría borroneado el recuerdo de Victoria, a pesar de que aún oía su voz pronunciando “Monaco” la primera vez que estuve en Villa Ocampo para comer con ella en 1963. Ese apodo me quedó muy grabado porque nunca lo había oído antes y me sonó más que raro.Antes de redactar esta columna, consulté sobre el tema a dos amigos coetáneos muy cercanos a Victoria. Los dos me dijeron que “Monaco” era la versión correcta del apodo. Además, María Esther Vázquez, en la biografía Victoria Ocampo. El mundo como destino, lo escribe siempre como palabra grave. Los lectores dirán que se trata de un detalle frívolo. Probablemente tengan razón. Pero no para nosotros: están cambiando nuestras vidas antes de que dejemos este mundo.Uno de mis amigos “consultores” me hizo una reflexión muy graciosa por WhatsApp: “Es de sentido común. Mirá, si lo va a llamar como el principado. ¡Es muy criollo Monaco!”. Cierto. Si el esposo de V. O. hubiera sido “Mónaco”, ella jamás se habría casado con él.Mónaco es un principado minúsculo: ¡202 hectáreas! En términos de la época dorada de la Argentina, cuando las estancias tenían miles de hectáreas en la pampa húmeda, poseer solo 202 era una indignidad. Una mujer de esa clase solo habría llamado “Mónaco” a su marido para humillarlo, volverlo impotente, anular el matrimonio por la Rota Romana y casarse de nuevo por iglesia con un apodo digno; claro, una iglesia levantada por la nueva novia para convertirse en marquesa pontificia, el sueño realizado de Adelia Harilaos de Olmos, y la pesadilla “aspiracional” de Eva Duarte de Perón, que jamás consiguió el título.Convengamos que las clases altas de la época, ya fuera en la Argentina o en el extranjero, eran temibles en cuanto a los apodos. Concepción Unzué de Casares, propietaria de 60.000 hectáreas, de las cuales 400 eran parte del parque y del bosque que rodeaban el casco de la estancia Huetel, un castillo estilo Luis XIII, nada pudo hacer contra su destino: era conocida como “Cochonga”. Uno de sus sobrinos, el piloto y playboy Martín de Álzaga Unzué, se hizo famoso como “Macoco”. En París, el conde Robert de Montesquiou-Fezensac, árbitro de la elegancia de la Belle Époque, poeta y dandy al que Proust tomó como modelo de su personaje el barón de Charlus, se apodaba “Quiou-Quiou”. Los descendientes del emperador Napoleón, los condes Giuseppe Napoleone Premoli y Luigi Premoli, fotógrafos preferidos de la alta sociedad europea, eran llamados “Gégé” y “Loulou”: casi un manifiesto.Respetemos, aunque sea, los apodos del pasado.

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Una pequeña y pacífica rebelión ocurre cada dos años, pero en la fuga hacia adelante que provoca pocos reparan en el motivo que detona, en forma tan recurrente, esa expresión de malestar, bronca y hasta de desesperación política.Un electorado que no repite ganadores y recicla perdedores ejecutó una vez más su rechazo a la extensión de las formas de gobierno que acentúan la decadencia del país y las desgracias de cada ciudadano. Volvió a ocurrir en el segundo domingo de septiembre, más como una advertencia que como una sentencia inapelable.Sin contar las elecciones primarias que acaban de suceder, desde 2009, cuatro de los últimos seis resultados electorales fueron un duro castigo para los gobiernos nacionales de turno. Un par de semanas atrás, en las PASO, hubo otro aviso contundente de que esa cuenta puede acrecentarse el 12 de noviembre con un nuevo revés para un oficialismo.La acumulación de muestras de rechazo dibuja a la vez un círculo que gira, saca y pone al mismo tiempo a quienes habían sido castigados en la elección anterior. El fracaso de la gestión económica y social de la Argentina recicla a las fuerzas políticas que lo generan y se retroalimentan de la desgracia de su contraparte.Cristina y Néstor Kirchner fueron advertidos en 2009. La viuda pudo recomponerse y lograr en 2011 el 54 por ciento con el que soñó eternizarse, pero que se desvaneció a los dos años y terminó de esfumarse con el triunfo de Mauricio Macri al final de su segundo mandato. El expresidente logró terminar sus cuatro años y alcanzar el récord de ser el primer presidente no peronista en lograrlo desde 1928, pero en la misma elección fue crudamente desalojado por haber agravado la dura herencia recibida. Así fue como regresó el peronismo reunificado en torno a Cristina, con Alberto Fernández como mascarón de proa.El resultado del 12 de septiembre avisó que la administración de Cristina y Alberto Fernández, lejos de consagrar una hegemonía en el Congreso, corre con desventaja para mantener la mayoría propia en el Senado y tiene enfrente el riesgo de dejar de ser la primera minoría en la Cámara de Diputados. Peor, la oposición, que acaba de reformular liderazgos y espacios internos, empezó a mirar con optimismo el decisivo turno de recambio presidencial de 2023.Una vez más, el impacto del último registro de las urnas fue tan impactante que no deja ver la cadena de resultados que la precede.Hay fuertes y estruendosas razones: el peronismo nunca tuvo un apoyo electoral tan bajo en su larga de historia de partido de mayorías. La segunda razón es igualmente influyente. Un enfrentamiento entre las facciones que se reagruparon hace dos años desplazó al resto de las consecuencias de las primarias y se instaló como una amenaza de un conflicto mayor, superado al final de una semana en la que el Presidente mantuvo su subordinación a Cristina Kirchner.La solución que la vicepresidenta encontró es ir en busca de votos antes que en detenerse a buscar una superación para los graves problemas económicos que están en la raíz del disgusto de los electores.La inflación y la caída del crecimiento económico fueron apartados otra vez de la agenda, aun cuando el voto de rechazo al oficialismo puede resumirse en la extendida vivencia de que el salario (en el caso de que se tenga la fortuna de tener un trabajo) hace tiempo que se agota mucho antes de fin de mes.Cristina dejó por escrito, el jueves de la semana pasada, que cree que el remedio es que el ministro Martín Guzmán aumente el déficit fiscal para repartir más, en lugar de aplicar una política que baje la inflación y recupere la actividad económica.En lugar de las reformas en profundidad, la vicepresidenta instruyó una maniobra de salvataje electoral de siete semanas. Es así como el lunes saltó a la cancha un elenco de reconocidos expertos convocados para repartir lo que haya entre la potencial clientela propia, prometer lo que sea y operar más allá de los límites para capturar votos.Está por empezar una de las más ásperas campañas electorales de la última década, con un oficialismo desesperado por recomponer la calma que Cristina perdió no bien observó que la derrota electoral es sinónimo de un empeoramiento de su situación en las causas por corrupción en las que está acusada.La vicepresidenta descree de la división de poderes, al extremo de postular una revisión completa de la herencia de la Revolución Francesa, y se aferra a la creencia de que los votos la hacen inocente, tanto como la declaran culpable en caso de perderlos. Aunque soslayado entre tantos otros ruidos, es ese el motivo que provoca el impulso de imponer sin miramientos un gabinete para una operación electoral a un cada vez más debilitado Alberto Fernández.Para más adelante, si queda tiempo y el azar de otras urgencias no se cruza en el camino, tal vez alguna vez, algún día, algún gobierno, se ocupe de resolver los graves y crónicos problemas que provocan tantas derrotas electorales.

Fuente: La Nación

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Una pequeña y pacífica rebelión ocurre cada dos años, pero en la fuga hacia adelante que provoca pocos reparan en el motivo que detona, en forma tan recurrente, esa expresión de malestar, bronca y hasta de desesperación política.Un electorado que no repite ganadores y recicla perdedores ejecutó una vez más su rechazo a la extensión de las formas de gobierno que acentúan la decadencia del país y las desgracias de cada ciudadano. Volvió a ocurrir en el segundo domingo de septiembre, más como una advertencia que como una sentencia inapelable.Sin contar las elecciones primarias que acaban de suceder, desde 2009, cuatro de los últimos seis resultados electorales fueron un duro castigo para los gobiernos nacionales de turno. Un par de semanas atrás, en las PASO, hubo otro aviso contundente de que esa cuenta puede acrecentarse el 12 de noviembre con un nuevo revés para un oficialismo.La acumulación de muestras de rechazo dibuja a la vez un círculo que gira, saca y pone al mismo tiempo a quienes habían sido castigados en la elección anterior. El fracaso de la gestión económica y social de la Argentina recicla a las fuerzas políticas que lo generan y se retroalimentan de la desgracia de su contraparte.Cristina y Néstor Kirchner fueron advertidos en 2009. La viuda pudo recomponerse y lograr en 2011 el 54 por ciento con el que soñó eternizarse, pero que se desvaneció a los dos años y terminó de esfumarse con el triunfo de Mauricio Macri al final de su segundo mandato. El expresidente logró terminar sus cuatro años y alcanzar el récord de ser el primer presidente no peronista en lograrlo desde 1928, pero en la misma elección fue crudamente desalojado por haber agravado la dura herencia recibida. Así fue como regresó el peronismo reunificado en torno a Cristina, con Alberto Fernández como mascarón de proa.El resultado del 12 de septiembre avisó que la administración de Cristina y Alberto Fernández, lejos de consagrar una hegemonía en el Congreso, corre con desventaja para mantener la mayoría propia en el Senado y tiene enfrente el riesgo de dejar de ser la primera minoría en la Cámara de Diputados. Peor, la oposición, que acaba de reformular liderazgos y espacios internos, empezó a mirar con optimismo el decisivo turno de recambio presidencial de 2023.Una vez más, el impacto del último registro de las urnas fue tan impactante que no deja ver la cadena de resultados que la precede.Hay fuertes y estruendosas razones: el peronismo nunca tuvo un apoyo electoral tan bajo en su larga de historia de partido de mayorías. La segunda razón es igualmente influyente. Un enfrentamiento entre las facciones que se reagruparon hace dos años desplazó al resto de las consecuencias de las primarias y se instaló como una amenaza de un conflicto mayor, superado al final de una semana en la que el Presidente mantuvo su subordinación a Cristina Kirchner.La solución que la vicepresidenta encontró es ir en busca de votos antes que en detenerse a buscar una superación para los graves problemas económicos que están en la raíz del disgusto de los electores.La inflación y la caída del crecimiento económico fueron apartados otra vez de la agenda, aun cuando el voto de rechazo al oficialismo puede resumirse en la extendida vivencia de que el salario (en el caso de que se tenga la fortuna de tener un trabajo) hace tiempo que se agota mucho antes de fin de mes.Cristina dejó por escrito, el jueves de la semana pasada, que cree que el remedio es que el ministro Martín Guzmán aumente el déficit fiscal para repartir más, en lugar de aplicar una política que baje la inflación y recupere la actividad económica.En lugar de las reformas en profundidad, la vicepresidenta instruyó una maniobra de salvataje electoral de siete semanas. Es así como el lunes saltó a la cancha un elenco de reconocidos expertos convocados para repartir lo que haya entre la potencial clientela propia, prometer lo que sea y operar más allá de los límites para capturar votos.Está por empezar una de las más ásperas campañas electorales de la última década, con un oficialismo desesperado por recomponer la calma que Cristina perdió no bien observó que la derrota electoral es sinónimo de un empeoramiento de su situación en las causas por corrupción en las que está acusada.La vicepresidenta descree de la división de poderes, al extremo de postular una revisión completa de la herencia de la Revolución Francesa, y se aferra a la creencia de que los votos la hacen inocente, tanto como la declaran culpable en caso de perderlos. Aunque soslayado entre tantos otros ruidos, es ese el motivo que provoca el impulso de imponer sin miramientos un gabinete para una operación electoral a un cada vez más debilitado Alberto Fernández.Para más adelante, si queda tiempo y el azar de otras urgencias no se cruza en el camino, tal vez alguna vez, algún día, algún gobierno, se ocupe de resolver los graves y crónicos problemas que provocan tantas derrotas electorales.

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Ricardo Lorenzetti se transformó, por decisión propia, en el protagonista principal de una batalla ya perdida. Con Elena Highton como única aliada, intentó por todos los medios evitar que Horacio Rosatti se hiciera de la presidencia de la Corte Suprema. La derrota estaba ya consumada cuando lo acusó públicamente de vicios morales, pero antes incendió una relación de años con Juan Carlos Maqueda, que enojado con él desde hace tiempo, había apoyado a Rosatti.El jueves a la mañana, cuando faltaba una hora y media para el acuerdo extraordinario de renovación de autoridades, Lorenzetti les mandó un correo electrónico a sus colegas pidiendo la postergación del encuentro porque debía participar de una cumbre virtual de un organismo internacional. Parte de ese mail quedó registrado en el acta de la reunión. El final, del que los jueces no dejaron constancia, dice: “Recuerdo que hay un antecedente cuando se convocó a un acuerdo en enero y el Dr. Maqueda, que estaba en Miami, decidió no participar por razones personales. En mi caso son razones institucionales, pero el precedente es similar. Ricardo”. La referencia a las vacaciones playeras de su colega la escribió el mismo hombre que un día después acusaría a sus pares de haber violado la “tradición” y las “reglas de cortesía” de la Corte.Horacio Rosatti, un presidente obligado a construir su espacio de poderHasta un rato antes, Lorenzetti había intentado romper la mayoría de Rosatti, Maqueda y Carlos Rosenkrantz. Fue una larga gestión que no prosperó.La primera llamada fue hace 15 días. Lorenzetti, consciente de que no tenía los votos para recuperar la presidencia, se la ofreció a Rosenkrantz, quien había sido, tres años antes, el verdugo de su gestión. Rosenkrantz se tomó varios días para pensarlo. Finalmente, la llamó a Highton, que estaba jugando en tándem con Lorenzetti, para contestarle que no. Ratificó después su rechazo de la oferta en una conversación con el propio ideólogo de la maniobra. Rosenkrantz ya tenía cerrado el acuerdo con Rosatti y Maqueda.Juan Carlos Maqueda, Carlos Rosenkrants y Horacio Rosatti, en 2018Antes de que el pacto de la nueva mayoría viera la luz, hubo gestiones, también desde fuera del Palacio de Tribunales, para intentar abortarlo. La lista de los que lo intentaron incluye a importantes empresarios que llamaron a amigos de Rosenkrantz para convencerlo de que una salida con Lorenzetti era mejor que apoyar a Rosatti, a quien le adjudican un sesgo antiempresa. Lo mismo dijo Mauricio Macri, que fuera de todo manual quemó los puentes con uno de los dos jueces que él nombró y contó que se arrepentía de haberlo designado. Lo acusó de populista y anticapitalista. En los últimos días volvió a circular el extracto de una entrevista con Diego Genoud en el que Rosatti, en referencia a una eventual reforma laboral advierte: “El art. 14 bis [que enumera los derechos de los trabajadores] está en la Constitución. Si no les gusta, tienen que volver a antes de la reforma de 1957?.En el entorno de Lorenzetti juran que él avisó hace tiempo que no tenía interés en volver a presidir una Corte “que ya no es lo que era” y que ahora quiere dedicarse “a full al tema ambiental”. Dicen que con su liderazgo las internas no salían a la luz y critican el “barro” en el que se disputan hoy. En el Palacio de los Tribunales se sonríen.Lo que es indudable es que Lorenzetti no quería que el presidente fuera Rosatti, que llega con una ambición de poder y una experiencia política que no tuvo Rosenkrantz.La relación Lorenzetti-Rosatti“No es un problema personal con Rosatti, el tema es su entorno”, dijo a LA NACION un hombre que conoce bien al juez de Rafaela. Hace muchos meses que Lorenzetti y Rosatti no se hablan, dijeron en la vocalía de uno de ellos. Si cruzaron alguna palabra fue exclusivamente en los Zooms de los cinco jueces.Ricardo Lorenzetti presidió la Corte Suprema durante casi doce añosRosenkrantz, a su vez, no quería que el poder volviera a detentarlo Lorenzetti. El argumento es que quiere “una Corte con alternancia y con una conducción más moderna”. Uno de los empresarios que cuestionó a Rosatti por “antiempresa” obtuvo una respuesta terminante de un defensor del presidente saliente: “Durante tres años tuvieron al juez más capitalista de la historia y nadie lo defendió”.¿Cómo funcionará de ahora en más esta Corte partida? Del lado Lorenzetti-Highton dicen que lo sucedido es “un desastre”, que el tribunal se degradó y que “va a ser muy difícil la gestión”. Del lado de los ganadores buscaron minimizar la trascendencia de las internas. “No novelemos tanto, fue todo reglamentario. Una vez logrado que la institución esté sobre las personas, se da vuelta la página. Los grupos humanos no son Festilindo”, dijo un hombre cercano a uno de los jueces vencedores. Fue minutos antes de la última carta incendiaria de Lorenzetti.El martes próximo, tres días antes de la asunción de Rosatti, los cinco jueces volverán a encontrarse en un acuerdo por Zoom. Esta vez, llamados a discutir fallos.Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Carlos Rosenkrantz

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Ricardo Lorenzetti se transformó, por decisión propia, en el protagonista principal de una batalla ya perdida. Con Elena Highton como única aliada, intentó por todos los medios evitar que Horacio Rosatti se hiciera de la presidencia de la Corte Suprema. La derrota estaba ya consumada cuando lo acusó públicamente de vicios morales, pero antes incendió una relación de años con Juan Carlos Maqueda, que enojado con él desde hace tiempo, había apoyado a Rosatti.El jueves a la mañana, cuando faltaba una hora y media para el acuerdo extraordinario de renovación de autoridades, Lorenzetti les mandó un correo electrónico a sus colegas pidiendo la postergación del encuentro porque debía participar de una cumbre virtual de un organismo internacional. Parte de ese mail quedó registrado en el acta de la reunión. El final, del que los jueces no dejaron constancia, dice: “Recuerdo que hay un antecedente cuando se convocó a un acuerdo en enero y el Dr. Maqueda, que estaba en Miami, decidió no participar por razones personales. En mi caso son razones institucionales, pero el precedente es similar. Ricardo”. La referencia a las vacaciones playeras de su colega la escribió el mismo hombre que un día después acusaría a sus pares de haber violado la “tradición” y las “reglas de cortesía” de la Corte.Horacio Rosatti, un presidente obligado a construir su espacio de poderHasta un rato antes, Lorenzetti había intentado romper la mayoría de Rosatti, Maqueda y Carlos Rosenkrantz. Fue una larga gestión que no prosperó.La primera llamada fue hace 15 días. Lorenzetti, consciente de que no tenía los votos para recuperar la presidencia, se la ofreció a Rosenkrantz, quien había sido, tres años antes, el verdugo de su gestión. Rosenkrantz se tomó varios días para pensarlo. Finalmente, la llamó a Highton, que estaba jugando en tándem con Lorenzetti, para contestarle que no. Ratificó después su rechazo de la oferta en una conversación con el propio ideólogo de la maniobra. Rosenkrantz ya tenía cerrado el acuerdo con Rosatti y Maqueda.Juan Carlos Maqueda, Carlos Rosenkrants y Horacio Rosatti, en 2018Antes de que el pacto de la nueva mayoría viera la luz, hubo gestiones, también desde fuera del Palacio de Tribunales, para intentar abortarlo. La lista de los que lo intentaron incluye a importantes empresarios que llamaron a amigos de Rosenkrantz para convencerlo de que una salida con Lorenzetti era mejor que apoyar a Rosatti, a quien le adjudican un sesgo antiempresa. Lo mismo dijo Mauricio Macri, que fuera de todo manual quemó los puentes con uno de los dos jueces que él nombró y contó que se arrepentía de haberlo designado. Lo acusó de populista y anticapitalista. En los últimos días volvió a circular el extracto de una entrevista con Diego Genoud en el que Rosatti, en referencia a una eventual reforma laboral advierte: “El art. 14 bis [que enumera los derechos de los trabajadores] está en la Constitución. Si no les gusta, tienen que volver a antes de la reforma de 1957?.En el entorno de Lorenzetti juran que él avisó hace tiempo que no tenía interés en volver a presidir una Corte “que ya no es lo que era” y que ahora quiere dedicarse “a full al tema ambiental”. Dicen que con su liderazgo las internas no salían a la luz y critican el “barro” en el que se disputan hoy. En el Palacio de los Tribunales se sonríen.Lo que es indudable es que Lorenzetti no quería que el presidente fuera Rosatti, que llega con una ambición de poder y una experiencia política que no tuvo Rosenkrantz.La relación Lorenzetti-Rosatti“No es un problema personal con Rosatti, el tema es su entorno”, dijo a LA NACION un hombre que conoce bien al juez de Rafaela. Hace muchos meses que Lorenzetti y Rosatti no se hablan, dijeron en la vocalía de uno de ellos. Si cruzaron alguna palabra fue exclusivamente en los Zooms de los cinco jueces.Ricardo Lorenzetti presidió la Corte Suprema durante casi doce añosRosenkrantz, a su vez, no quería que el poder volviera a detentarlo Lorenzetti. El argumento es que quiere “una Corte con alternancia y con una conducción más moderna”. Uno de los empresarios que cuestionó a Rosatti por “antiempresa” obtuvo una respuesta terminante de un defensor del presidente saliente: “Durante tres años tuvieron al juez más capitalista de la historia y nadie lo defendió”.¿Cómo funcionará de ahora en más esta Corte partida? Del lado Lorenzetti-Highton dicen que lo sucedido es “un desastre”, que el tribunal se degradó y que “va a ser muy difícil la gestión”. Del lado de los ganadores buscaron minimizar la trascendencia de las internas. “No novelemos tanto, fue todo reglamentario. Una vez logrado que la institución esté sobre las personas, se da vuelta la página. Los grupos humanos no son Festilindo”, dijo un hombre cercano a uno de los jueces vencedores. Fue minutos antes de la última carta incendiaria de Lorenzetti.El martes próximo, tres días antes de la asunción de Rosatti, los cinco jueces volverán a encontrarse en un acuerdo por Zoom. Esta vez, llamados a discutir fallos.Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Carlos Rosenkrantz

Fuente: La Nación

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Entre tantas idas y venidas, Marcelo Tinelli confirmó que desea volver a la presidencia de San Lorenzo una vez concluida su licencia, en mayo de 2022. En una política interna que va tomando temperatura, el movimiento genera turbulencias. En el camino aparecen tres licencias desde que el conductor televisivo es dirigente del Ciclón, y dos regresos. El restante, según sus palabras, se concretará el año que viene.“La vuelta a Boedo es el sueño más grande. Cuando retome la actividad, en mayo, después de la licencia, va a tocarme diseñar la ingeniería económica para el armado del estadio. El diseño y las tierras están, ahora hay que conseguir la financiación en un mundo pospandemia, cosa que es muy complicada. Hay gente interesada y tenemos que hacer un trabajo de marketing para mostrarle a los inversores que se va a construir algo impactante”, dijo Tinelli en TN.En las entrañas del club, su último alejamiento –el tercero desde que es directivo en la entidad azulgrana– no había caído bien. De hecho, el presidente en ejercicio, Horacio Arreceygor, hace poco tiempo afirmó: “Él está en la Liga Profesional y nada más. Cuando vuelva de la licencia, deberá dar explicaciones al socio de por qué se fue”.Horacio Arreceygor, el sindicalista que cedió su ambición presidencial en San Lorenzo para que Tinelli tomara su lugar en la lista; ahora en ejercicio de la presidencia, dice que su compañero de fórmula tiene que dar explicaciones por la licencia que pidió.César Francis, único opositor que integra la comisión directiva, sostuvo: “Los dichos de Tinelli sobre su vuelta al club dentro de ocho meses sólo merecen repudio. Son de absoluta irresponsabilidad dirigencial y egoísmo; reflejan el uso del cargo por y para fines personales. Necesitamos autoridades legitimadas para ponerle punto final. Entendemos que se debe llamar a elecciones anticipadas con un calendario acordado y consensuado”.El actual presidente trató, y trata, de tomar distancia de Tinelli. Inclusive con algunas decisiones de peso, como la traumática despedida del club de los hermanos Ángel y Oscar Romero. “No esperaba que se diera de la manera en que se dio. Con ambos tengo una excelente relación. Los traje yo personalmente e hice un trabajo muy fuerte para que ambos fueran parte del plantel. No estuve en el día a día de su salida y preferí no enterarme. porque yo quería que siguieran”, fue el dardo por elevación del conductor televisivo hacia Arreceygor.Los controvertidos hermanos Oscar y Ángel Romero, motivo de discordia entre Tinelli y Arreceygor a raíz de su salida del club. (Julián Álvarez/Pool ARGRA/cf/Telam/)A mediados de mayo de este año, Tinelli pidió la tercera licencia desde que es parte de la comisión directiva, la primera desde que ganó las elecciones celebradas en Avenida La Plata al 1700 en diciembre de 2019 (80% de los votos). Según adujo en esa ocasión, lo esperaban semanas ajetreadas con el lanzamiento de su programa ShowMatch, que le insume buena parte de sus energías. Así lo explicó: “Mi vuelta me demandará entre 10 y 12 horas diarias de trabajo e impedirá que pueda dedicarme al club todo lo que requiere este duro momento”. Miradas no contemplativas observan que en medio de esta decisión de Tinelli apareció la crisis económica y futbolística del Ciclón.Tras eso, asumió el mando Arreceygor, secretario general de Satsaid, sindicato de la televisión. No le tembló el pulso para tomar varias decisiones de peso. Con el torneo local como única competencia del semestre en fútbol, el recorte presupuestario fue notorio y fueron dejados de lado varios de los contratos más elevados de futbolistas.Curiosamente, el propio Arreceygor iba a ser el candidato del oficialismo a la presidencia en 2019, pero la fórmula se invirtió a último momento. “He decidido ser candidato a presidente en las próximas elecciones de San Lorenzo. Gracias al amigo Horacio por su lealtad y compromiso”, dijo entonces Tinelli.Hoy Marcelo Tinelli está más solo en su posición política en San Lorenzo; en su momento habló de lealtad de Arreceygor, pero ahora uno y otro parecen estar en veredas opuestas. (ALFIERI MAURO/)Tinelli llegó a San Lorenzo en 2012 junto a Matías Lammens. La primera licencia tuvo lugar en 2014, luego de la caída del Ciclón ante Independiente del Valle, de Ecuador, en una Copa Libertadores que finalmente el club azulgrana terminaría celebrando como una de las grandes gestas de su historia. El empresario adujo en aquel momento problemas personales y el compromiso que le demandaría ShowMatch. Pero al principio el camino a la conquista de Sudamérica resultó muy espinoso. Se marchó Juan Antonio Pizzi y fue reemplazado por Edgardo Bauza, antes campeón de la Copa en Liga Deportiva Universitaria.Pese al contexto, nadie creía que el equipo estaría a un paso de quedar fuera en la primera rueda. Y llegó el impacto, a fines de marzo de 2014: el vicepresidente Tinelli anunciaba su salida temporaria. “He tomado una decisión importante en mi vida, debido al intenso trabajo por el comienzo del programa y al nacimiento de mi hijo Lorenzo. He decidido pedir una licencia de nueve meses”, afirmó. El final de ese escenario es historia conocida: la imagen imborrable de Néstor Ortigoza levantando la Libertadores en el Nuevo Gasómetro, en la noche del 13 de agosto de 2014.La segunda pausa en la gestión de Tinelli se dio en 2017, por recomendación de su médico. Había sufrido un “pico de estrés”, explicaron. Inclusive, suspendió un viaje a Barcelona con Claudio Tapia, presidente de AFA, para visitar a Lionel Messi. “Después de muchos años, siento la necesidad de alejarme del mundo del fútbol por un tiempo”, remarcó. Aquella vez pidió una licencia de 18 meses, pero regresó a los tres meses y medio. “Siento que estoy mejor, que puedo colaborar”, arguyó.Los primeros simpatizantes azulgranas en regresar a una tribuna fueron los de básquetbol, deporte en el que Tinelli tuvo gran incidencia tiempo atrás; el hartazgo se hizo sentir en forma de canto. (Twitter @LigaNacional/)En las últimas horas, agrupaciones políticas se expresaron contra el futuro regreso de Tinelli. Hicieron un reclamo contundente: “Le solicitamos que renuncie a su cargo de presidente de forma indeclinable”. No todos estuvieron de acuerdo con ese comunicado. Desde las entrañas azulgranas, en o, varias personas que conocen a la perfección la rosca política del Ciclón hablan de internas en el oficialismo.Con el peso que conlleva cada movimiento de Marcelo Tinelli y las primeras objeciones importantes a él, así está la interna azulgrana por estos días. Disputas personales, intereses. Mientras, el Ciclón trata de hacer pie en la cancha. Y se añade un factor crucial: los hinchas. Ni bien pudieron volver a las tribunas, aunque en otro deporte, el básquetbol, se manifestaron furiosos contra la dirigencia: “¡Que se vayan todos!”, gritó el público en San Lorenzo 60 vs. Boca 78, por la fecha inicial de la Liga Nacional. A las internas se agrega una externa. Y con más peso que cualquier otra cosa.En San Lorenzo 60 vs. Boca 78, enfrentamiento de la jornada de apertura de la Liga Nacional de Básquetbol, hinchas del Ciclón gritaron “¡que se vayan todos!”; ni bien volvió el público azulgrana a un estadio, aunque no de fútbol, se sintió la tensión que hay en el club. (Twitter @LigaNacional/)

Fuente: La Nación

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Entre tantas idas y venidas, Marcelo Tinelli confirmó que desea volver a la presidencia de San Lorenzo una vez concluida su licencia, en mayo de 2022. En una política interna que va tomando temperatura, el movimiento genera turbulencias. En el camino aparecen tres licencias desde que el conductor televisivo es dirigente del Ciclón, y dos regresos. El restante, según sus palabras, se concretará el año que viene.“La vuelta a Boedo es el sueño más grande. Cuando retome la actividad, en mayo, después de la licencia, va a tocarme diseñar la ingeniería económica para el armado del estadio. El diseño y las tierras están, ahora hay que conseguir la financiación en un mundo pospandemia, cosa que es muy complicada. Hay gente interesada y tenemos que hacer un trabajo de marketing para mostrarle a los inversores que se va a construir algo impactante”, dijo Tinelli en TN.En las entrañas del club, su último alejamiento –el tercero desde que es directivo en la entidad azulgrana– no había caído bien. De hecho, el presidente en ejercicio, Horacio Arreceygor, hace poco tiempo afirmó: “Él está en la Liga Profesional y nada más. Cuando vuelva de la licencia, deberá dar explicaciones al socio de por qué se fue”.Horacio Arreceygor, el sindicalista que cedió su ambición presidencial en San Lorenzo para que Tinelli tomara su lugar en la lista; ahora en ejercicio de la presidencia, dice que su compañero de fórmula tiene que dar explicaciones por la licencia que pidió.César Francis, único opositor que integra la comisión directiva, sostuvo: “Los dichos de Tinelli sobre su vuelta al club dentro de ocho meses sólo merecen repudio. Son de absoluta irresponsabilidad dirigencial y egoísmo; reflejan el uso del cargo por y para fines personales. Necesitamos autoridades legitimadas para ponerle punto final. Entendemos que se debe llamar a elecciones anticipadas con un calendario acordado y consensuado”.El actual presidente trató, y trata, de tomar distancia de Tinelli. Inclusive con algunas decisiones de peso, como la traumática despedida del club de los hermanos Ángel y Oscar Romero. “No esperaba que se diera de la manera en que se dio. Con ambos tengo una excelente relación. Los traje yo personalmente e hice un trabajo muy fuerte para que ambos fueran parte del plantel. No estuve en el día a día de su salida y preferí no enterarme. porque yo quería que siguieran”, fue el dardo por elevación del conductor televisivo hacia Arreceygor.Los controvertidos hermanos Oscar y Ángel Romero, motivo de discordia entre Tinelli y Arreceygor a raíz de su salida del club. (Julián Álvarez/Pool ARGRA/cf/Telam/)A mediados de mayo de este año, Tinelli pidió la tercera licencia desde que es parte de la comisión directiva, la primera desde que ganó las elecciones celebradas en Avenida La Plata al 1700 en diciembre de 2019 (80% de los votos). Según adujo en esa ocasión, lo esperaban semanas ajetreadas con el lanzamiento de su programa ShowMatch, que le insume buena parte de sus energías. Así lo explicó: “Mi vuelta me demandará entre 10 y 12 horas diarias de trabajo e impedirá que pueda dedicarme al club todo lo que requiere este duro momento”. Miradas no contemplativas observan que en medio de esta decisión de Tinelli apareció la crisis económica y futbolística del Ciclón.Tras eso, asumió el mando Arreceygor, secretario general de Satsaid, sindicato de la televisión. No le tembló el pulso para tomar varias decisiones de peso. Con el torneo local como única competencia del semestre en fútbol, el recorte presupuestario fue notorio y fueron dejados de lado varios de los contratos más elevados de futbolistas.Curiosamente, el propio Arreceygor iba a ser el candidato del oficialismo a la presidencia en 2019, pero la fórmula se invirtió a último momento. “He decidido ser candidato a presidente en las próximas elecciones de San Lorenzo. Gracias al amigo Horacio por su lealtad y compromiso”, dijo entonces Tinelli.Hoy Marcelo Tinelli está más solo en su posición política en San Lorenzo; en su momento habló de lealtad de Arreceygor, pero ahora uno y otro parecen estar en veredas opuestas. (ALFIERI MAURO/)Tinelli llegó a San Lorenzo en 2012 junto a Matías Lammens. La primera licencia tuvo lugar en 2014, luego de la caída del Ciclón ante Independiente del Valle, de Ecuador, en una Copa Libertadores que finalmente el club azulgrana terminaría celebrando como una de las grandes gestas de su historia. El empresario adujo en aquel momento problemas personales y el compromiso que le demandaría ShowMatch. Pero al principio el camino a la conquista de Sudamérica resultó muy espinoso. Se marchó Juan Antonio Pizzi y fue reemplazado por Edgardo Bauza, antes campeón de la Copa en Liga Deportiva Universitaria.Pese al contexto, nadie creía que el equipo estaría a un paso de quedar fuera en la primera rueda. Y llegó el impacto, a fines de marzo de 2014: el vicepresidente Tinelli anunciaba su salida temporaria. “He tomado una decisión importante en mi vida, debido al intenso trabajo por el comienzo del programa y al nacimiento de mi hijo Lorenzo. He decidido pedir una licencia de nueve meses”, afirmó. El final de ese escenario es historia conocida: la imagen imborrable de Néstor Ortigoza levantando la Libertadores en el Nuevo Gasómetro, en la noche del 13 de agosto de 2014.La segunda pausa en la gestión de Tinelli se dio en 2017, por recomendación de su médico. Había sufrido un “pico de estrés”, explicaron. Inclusive, suspendió un viaje a Barcelona con Claudio Tapia, presidente de AFA, para visitar a Lionel Messi. “Después de muchos años, siento la necesidad de alejarme del mundo del fútbol por un tiempo”, remarcó. Aquella vez pidió una licencia de 18 meses, pero regresó a los tres meses y medio. “Siento que estoy mejor, que puedo colaborar”, arguyó.Los primeros simpatizantes azulgranas en regresar a una tribuna fueron los de básquetbol, deporte en el que Tinelli tuvo gran incidencia tiempo atrás; el hartazgo se hizo sentir en forma de canto. (Twitter @LigaNacional/)En las últimas horas, agrupaciones políticas se expresaron contra el futuro regreso de Tinelli. Hicieron un reclamo contundente: “Le solicitamos que renuncie a su cargo de presidente de forma indeclinable”. No todos estuvieron de acuerdo con ese comunicado. Desde las entrañas azulgranas, en o, varias personas que conocen a la perfección la rosca política del Ciclón hablan de internas en el oficialismo.Con el peso que conlleva cada movimiento de Marcelo Tinelli y las primeras objeciones importantes a él, así está la interna azulgrana por estos días. Disputas personales, intereses. Mientras, el Ciclón trata de hacer pie en la cancha. Y se añade un factor crucial: los hinchas. Ni bien pudieron volver a las tribunas, aunque en otro deporte, el básquetbol, se manifestaron furiosos contra la dirigencia: “¡Que se vayan todos!”, gritó el público en San Lorenzo 60 vs. Boca 78, por la fecha inicial de la Liga Nacional. A las internas se agrega una externa. Y con más peso que cualquier otra cosa.En San Lorenzo 60 vs. Boca 78, enfrentamiento de la jornada de apertura de la Liga Nacional de Básquetbol, hinchas del Ciclón gritaron “¡que se vayan todos!”; ni bien volvió el público azulgrana a un estadio, aunque no de fútbol, se sintió la tensión que hay en el club. (Twitter @LigaNacional/)

Fuente: La Nación

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El Padre Lorenzo (Esteban Lamothe) no puede oponerse a su partida del barrio. Una decisión que busca manipularlo lo llevará lejos del lugar con el que tanto se encariñó, y aunque está profundamente enojado con esa situación, no puede más que obedecer esa orden. Pero Lola (Agustina Cherri) no dejará de expresarle su bronca ante lo que ella considera una gran injusticia.En una charla entre ambos, Lorenzo le confiesa: “No puedo hacer nada. Yo como sacerdote hice un voto de obediencia, y lo tengo que cumplir”. Aunque Lola lo comprende, no se resigna, y no perderá oportunidad de repetirle al Padre que no está contenta con esa situación.Por otra parte, Bruno (Gonzalo Heredia) se recupera del tiro que recibió. Mucho mejor de salud, decide compartir un almuerzo junto a su familia, pero eso terminará en una fuerte discusión. Mientras comen, los viejos rencores del protagonista hacia su padre, don Luis (Patricio Contreras), vuelven a aflorar, y eso lo enfrenta con sus hermanos, y especialmente con Gina (Ángela Leiva). Bruno no deja de sufrir por el pasado de desencuentros que tuvo con su papá, y mientras fuma nervioso, su hermana intenta hacer las paces. Pero ellos no se ponen de acuerdo, y el rencor en ese hogar no deja de crecer.La inauguración de un emprendimiento de fletes por parte de Lautaro (Nico García) despierta sospechas ante algunos de los vecinos, y se cree que pueda ser la tapadera para algún tipo de negocio ilegal. Sin embargo, su pareja Rita (Lali González) confía en él, aunque ella esté muy involucrada en su creciente vínculo con Sebastián (Luciana Cáceres), y la relación con su hijo. Rita no pierde las esperanzas de establecer algún tipo de relación con el niño al que dio en adopción, aunque eso le genere una fuerte discusión con Lautaro.Y mientras los hermanos Luna sufren un ajuste de cuentas, en el barrio hay una celebración en la que Lola y Lorenzo tienen una última charla. Ella no duda en expresar lo que le sucede, y le dice: “No se la voy a caretear, Padre: no me gusta que se vaya, no sabe lo triste que estoy. Pero cuando quiera venir, lo vamos a estar esperando con pan caliente y un mate. Yo pensé que usted era el indicado para este barrio, pero parece que el de arriba se pone un poco caprichoso”. De ese modo, la distancia parece imponerse entre ambos.

Fuente: La Nación

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