Basta abrir la puerta de Fundación Proa para iniciar la experiencia: una trama de líneas negras ondulantes que se extiende por el piso, las paredes y el techo convierte la recepción en una obra de connotaciones múltiples. Al impacto de lo tridimensional, potenciado tras un año y medio de sobreadaptación a las pantallas, se suma la admiración por estar ante un ejemplo de trabajo colaborativo que logró superar las limitaciones impuestas por la pandemia. Diseñado para este espacio por el artista austríaco Peter Kogler y realizado por un equipo local, es también el preludio de una muestra que apela al oído, sentido que quedó relegado de la atención ante el coronavirus pero que se está haciendo escuchar en el terreno de las llamadas “artes visuales”.AR.07 (2008/2021), de Vincent Lamouroux, implicó todo un desafío para el equipo supervisado por Pablo Zaefferer, responsable de Montaje en Fundación Proa (Alfieri Mauro/)Además de ser fácil de transportar en momentos de fronteras cerradas, que impidieron el viaje de los artistas como estaba previsto, “el sonido explora otras dimensiones del arte. Es menos intelectual, incorpora la dimensión del tiempo, está vinculado con la experiencia del momento, es expresivo en lo inmediato”, señala Juan Sorrentino, artista experto en el tema y cocurador junto a Sigismond de Vajay de la exposición que abre al público el jueves.Ambos comenzaron a revisar hace dos años 30.000 obras de las colecciones de los FRAC (Regionales de Arte Contemporáneo de Francia) para seleccionar las más de cuarenta piezas que componen La Suite, incluidas algunas realizadas por grandes figuras como Maurizio Cattelan, Philippe Parreno, Joan Jonas, Lotty Rosenfeld, Gabriel Orozco, Gordon Matta-Clark, Joel-Peter Witkin y Christian Marclay. En su mayoría, presentan sus proyectos por primera vez en la región.Recreación de La dulce utopía (1996), obra de Maurizio Cattelan y Philippe Parreno, en el café de Proa (Alfieri Mauro/)La inesperada pandemia, por supuesto, cambió varias veces los planes. Y la mayoría de las instalaciones tuvieron que producirse in situ a distancia, en base a las indicaciones de los artistas. “Fue más complejo que montar muestras como la de Ai Weiwei, porque ellos trajeron sus equipos”, dice sin dudar Pablo Zaefferer, responsable de Montaje en Fundación Proa, habituado a encarar proyectos desafiantes como la muestra de Anish Kapoor, en 2019, o la de Louise Bourgeois que incluyó hace una década la colosal Maman, una araña de diez metros de alto y 22 toneladas instalada en la vereda frente al Riachuelo.Tribuna libre, de Séverine Hubard, realizada con cajones de fruta (Alfieri Mauro/)Eran otros tiempos. “Ahora viajaron las instrucciones, no las obras. Y en varios casos se hicieron versiones distintas de las originales. Es una opción extraordinaria que alienta la creación contemporánea”, explica Adriana Rosenberg, presidenta de Fundación Proa. En sintonía con la estrategia utilizada por la feria ARCO para incluir arte latinoamericano en la edición que se presenta en Madrid esta semana, o con el monumental Big Ben que Marta Minujín recostó en Manchester por videollamada desde Buenos Aires, este caso tampoco hubo gastos para cubrir fletes, seguros o viajes de artistas y curadores.Los bloques de hormigón que componen la Rueda de Vincent Ganivet son Made In Argentina (Alfieri Mauro/)Entre esas instalaciones reformuladas, que requirieron un diálogo constante con los artistas residentes en distintos países, se cuenta La dulce utopía concebida en 1996 por Parreno y Cattelan, el polémico artista italiano que instaló hace tres años un cementerio ficticio en el corazón de Palermo. El gran globo relleno de helio que flota ahora en el centro del café de Proa es rosa y no azul como el original, y parece impulsado por el calor de un candelabro comprado en Buenos Aires. También los bloques de hormigón que componen la Rueda de Vincent Ganivet son Made In Argentina, y no solo por la dificultad de traerlos desde Francia.“Para respetar el sentido de la obra, su forma tenía que ser reconocible por el público local”, explica Pablo Zaefferer, mientras lidia a último minuto con la elevación de una columna de espuma que debe alcanzar los dos metros de altura para adoptar después otras formas. “La estamos domando”, asegura, tras haber invertido mucha energía en conseguir el proveedor apropiado para recrear el Jardín de basura de Michel Blazy.La espuma creada por El Jardín de basura de Michel Blazy debe alcanzar dos metros de altura para adoptar después otras formas. “La estamos domando”, asegura el jefe de Montaje de Proa (Alfieri Mauro/)Otras dos obras que involucran el uso de agua, elemento que atraviesa toda la muestra, se cuentan entre las pocas que viajaron desde Francia: el Canal de olas de Carsten Nicolai, en la que el líquido asume formas abstractas al reaccionar ante frecuencias variables de sonido, y la bellísima instalación sin título de Céleste Boursier-Mougenot, que propone una experiencia de contemplación irreproducible en versión digital. En este caso se importaron los cuencos flotantes de porcelana afinados en distintas notas, pero para que pudieran sonar fue necesario construir piletas que les permitieran flotar y chocar entre sí.Para realizar la instalación de Céleste Boursier-Mougenot se importaron los cuencos flotantes de porcelana afinados en distintas notas. Fue necesario construir piletas que les permitieran flotar y chocar entre sí (Alfieri Mauro/)Esos tonos e intensidades están reflejados en las palabras que identifican las salas: Pulso, Scherzo, Andante, Interludio y Coda. El término “Suite” que da nombre a la muestra, explican los curadores, alude a una pieza musical con una estructura que se compone de movimientos breves. Pero también a la expresión francesa “comment vient la suite” (“qué va suceder”), que expresa incertidumbre sobre el porvenir.En primer plano, una de las pocas obras que viajaron desde Francia: el Canal de olas de Carsten Nicolai, en el cual el agua asume formas abstractas al reaccionar ante frecuencias variables de sonido (Alfieri Mauro/)En el contexto actual, pocas personas más preparadas para dirigir este coro de respuestas que De Vajay. Nacido en París en 1972 y radicado en Buenos Aires desde 2009, es artista, curador y editor, trabajó en distintos países y tiene triple nacionalidad: argentina, húngara y suiza. Impulsó y trajo a la Argentina el proyecto internacional Of Bridges & Borders -exhibido en Cceba, en Proa y en el Moderno-, y produjo las 18 obras de la Art Basel Cities Week: Buenos Aires.Fotografías de las formas abstractas producidas en el agua por el sonido, en la obra de Carsten Nicolai (Alfieri Mauro/)“Nos pareció interesante dar cuenta del proceso, del tiempo pasado y de la idea de lo que se viene, esa nueva normalidad que aún no llega y de la que se habla globalmente”, dice De Vajay sobre en esta muestra que reúne fotografías, instalaciones, esculturas, videos, pintura, arte sonoro y piezas site-specific, y que vuelve a poner el foco sobre temas de actualidad como la autoría de la obra, el original y la copia. Partiendo de los lenguajes de la práctica artística contemporánea, que permiten la ejecución a distancia y la adaptación de la obra a cada espacio expositivo, La Suite logró componer un diálogo entre artistas de diversas culturas, distantes en el espacio y en el tiempo, que se hace escuchar en un idioma universal.Ventilador, recreación actual de una obra de Gabriel Orozco de 1997, realizada con ventiladores y papel higiénico (Alfieri Mauro/)Para agendar:La Suite. Mirada sobre los artistas de la Colección FRAC. Desde el 8 de julio hasta octubre en Fundación Proa (Av. Don Pedro de Mendoza 1929). Con reserva de turno en proa.org

Fuente: La Nación

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