En Boca llegaron las ratificaciones. Esa es, quizás, la conclusión más fuerte que le arrojó la clasificación a los cuartos de final de la Copa Argentina, a través de la cual eliminó a River. Sí, otra vez. Aunque ahora ya no existirá un “pero”, tal como ocurrió en mayo. Aunque su juego siempre esté apuntado, con Miguel Ángel Russo como responsable, el aura de un nuevo Boca lo hace pisar más fuerte que en otras ocasiones. Es cierto, está en deuda con lo que más le importa, la Copa Libertadores, pero -muchas veces- se dice y sostiene que desde lo más pequeño comienza algo grande.Boca va dando pasos pequeños. Si bien sigue estancado en algunas materias, de a poco va saliendo de otros pantanos de los que le costó años de frustración. Porque si se trata de esa competición subcontinental que siempre es su anhelo más grande, ya se cumplieron 14 años sin volver a verla en su vitrina: casi una costumbre que se revirtió con respecto a la primera década del 2000. Pero durante los últimos años, los del mandato de Daniel Angelici, la pesadilla de ser constantemente eliminado en superclásicos coperos se emparejó con la desesperación que le genera no poder ganar ese séptimo título de su historia.Todo Boca festeja: en La Plata, derrotó por penales a River y respiró tras varias semanas de frustraciones (LA NACION/Anibal Greco/)Es muy prematuro afirmar que eso ya es parte de un pasado que no volverá a repetirse en el futuro inmediato. Sin embargo, la satisfacción que vive el xeneize no puede ser desviada hacia un costado. Desde que Jorge Amor Ameal es el presidente y el vice es Juan Román Riquelme, en los únicos dos enfrentamientos que determinaron quién pasaba y quién quedaba fuera se impusieron los de la Ribera. La primera lo logró en los cuartos de final de la Copa de la Liga, el 16 de mayo pasado, y ayer volvió a repetirlo.Claro, aquel pase tuvo un asterisco que, quizás, le restó la trascendencia que sí se ganó siempre River al eliminarlo: el millonario presentó en la Bombonera un equipo diezmado que, si bien entre los titulares tuvo gente de experiencia, en el arco tuvo a un debutante de la cuarta división y el banco de suplentes fue reducido y limitado de juveniles. Pese a esas circunstancias, Boca no aprovechó para sacar ventajas y sólo forzó una definición por penales (exitosa). Por eso, si bien se hizo mayor hincapié en la racha adversa cortada, también se hizo eco en la –ya acostumbrada- mala versión del equipo.Juan Ramírez, una de las figuras de Boca en el Superclásico en La Plata (LA NACION/Anibal Greco/)Anoche, en el estadio Único de La Plata, esas dudas que habían sobrevolado fueron despejadas. Porque, sin falta de razón, quedaba por ver al Boca de Russo ante el River completo de Marcelo Gallardo, mediante fuerzas equilibradas. No brilló, es cierto. Pero ratificó lo que ocurre desde enero: el entrenador riverplatense no pudo ganarle a Boca desde que Russo es el entrenador. Pasaron también el 2-2 de comienzos de año y los 1-1 del 14 de marzo y en mayo, los tres en la Bombonera. Incluso, excediendo este mandato, son cinco los duelos en los que los de Núñez no vencen: la revancha de semifinales de Libertadores 2019 fue para Boca (1-0), pero no le alcanzó para eliminarlo.Entonces, el aura que genera la vuelta de Riquelme a su amada institución está siendo muy fuerte e ilusiona a los hinchas con seguir dejando atrás los malos tragos. En la materia superclásica, la cuestión empieza a reacomodarse. Quedará por ver si la búsqueda de volver a ser campeones subcontinentales se concreta en las próximas ediciones.Juan Román Riquelme acompañó al equipo en el Superclásico y siguió todo con atención desde un palco (LA NACION/Anibal Greco/)La presión era grande, además, porque la Copa Argentina es uno de los pocos caminos que tiene el xeneize para clasificar a la Libertadores 2022: también tiene la posibilidad de sacar pasaje siendo campeón del actual torneo o bien terminar entre los primeros tres de la tabla anual de puntos acumulados. A diferencia de la Copa de la Liga, esta manera de dejar afuera al rival de toda la vida debe propiciar un impulso emocional como para llegar hasta el final del certamen más federal del país (y ganarlo), y así ahorrarse la obligación de encontrar éxito en alguna de aquellas posibilidades restantes.Además, esta gran victoria le permite a un plantel renovado tener la primera gran alegría del semestre y así amoldarse por este rumbo, sobre todo para los recién llegados (Luis Advíncula, Esteban Rolón, Norberto Briasco, Nicolás Orsini y Juan Ramírez) y los más jóvenes. Empezar a entender lo que significan los duelos trascendentales para un club semejante y sus consecuencias, en este caso, buenas. Y lograrlo luego de una importante revolución en la que se fueron jugadores importantes, como lo eran Carlos Tevez, Esteban Andrada y Mauro Zárate.Miguel Ángel Russi también encontró alivio, luego de varios partidos de decepciones y cuestionamientos (LA NACION/Anibal Greco/)A su vez, Miguel Russo se sacó otra mochila. Mientras su equipo no muestre un cambio rotundo de su fútbol apático, estos encuentros siempre serán un desafío a superar para encontrar aire. Claro está que, entre eliminaciones y malos rendimientos, esa espalda -que inició ancha- perdió fuerza, pero con esta clasificación vuelve a apagar por un rato los cuestionamientos.Boca está feliz. Ratificando que le puede volver a hacer frente a River y que la presencia de Riquelme empieza a brindar otros aires ganadores.
Fuente: La Nación