Desde hace ya algún tiempo, pensadores de varios países discuten sobre las “democracias débiles” de muchas naciones de América Latina. Otros optan por llamarlas “democracias autoritarias” o directamente “autocracias”, aquellas donde la voluntad de una sola persona se instituye como suprema, exenta de controles y de cumplimiento obligatorio.No resultan términos contradictorios, porque no hay duda de que cuando se debilita y hostiga a las instituciones, cuando las autoridades de gobierno elegidas democráticamente se arrogan la suma del poder público cercenando derechos y recortando libertades, se crea un campo fértil para el avance de populismos cuyo único objetivo es herir de muerte al sistema republicano. Se destruye así la división de poderes y se crean ciudadanos temerosos y dependientes de un Estado tan paternalista como verdugo, que se retroalimenta con esa misma dependencia para procurar conservar el poder a toda costa.Ejemplos contemporáneos de esas democracias autoritarias, como Cuba y Venezuela, surgieron a lo largo del reciente foro “Defensa de la democracia en las Américas”, organizado por el Instituto Interamericano para la Democracia, realizado en Miami, y al que asistieron numerosos dirigentes políticos –entre ellos, presidentes y expresidentes– y periodistas que, una vez más, denunciaron los ataques sistemáticos a los que la prensa independiente se ve sometida por parte de gobiernos que, si bien nacieron del voto popular, se transforman en variantes de tiranías.El capítulo dedicado a la pérdida de la libertad de prensa tuvo un lugar destacado en el foro, donde se pusieron como ejemplo las constantes causas penales que se abren contra periodistas y medios especialmente en Venezuela y en Nicaragua, pero también los aprietes a periodistas, las agresiones que reciben mediante redes sociales, el armado de causas para intentar perjudicarlos o, al menos, lograr que se inhiban o autocensuren en esas y otras muchas naciones.Los ataques a la Justicia fueron otro de los tópicos sobre los que se hizo hincapié, momento en el que se mencionó específicamente el caso de la Argentina, con el burdo intento por parte del oficialismo de instaurar un tan amañado como mentiroso lawfare, una supuesta conspiración entre magistrados y medios de prensa para perjudicar a funcionarios, cuando lo que realmente existe es una catarata de pruebas judiciales en contra de esos mismos dirigentes por delitos tan variados como graves.Carlos Sánchez Berzaín, director del mencionado instituto, rememoró que en el siglo XX había una dictadura claramente identificada en América Latina, la de Cuba, pero que más tarde se sumó la de Hugo Chávez, en Venezuela, y que hoy podemos contabilizar cinco: Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Respecto de nuestro país, habló de un gobierno “paradictatorial que les hace soporte a las dictaduras”, asociándolo en esa clasificación al gobierno de México.Como señalaron algunos de los expositores en el foro, las democracias ya no mueren exclusivamente por golpes de Estado, sino por quienes, luego de llegar al poder a través del voto, se empeñan en socavar a las instituciones desde adentro.La situación descripta exige más que nunca trabajar unidos y sin descanso para revertir el proceso de deterioro democrático del que procuran sacar provecho los autócratas de la región. Es menester defender la institucionalidad, convocar a los ciudadanos a que participen activamente y presenten propuestas en defensa de sus derechos, y se comprometan en la búsqueda de un futuro libre de los despotismos que pretenden imponerse bajo fachadas democráticas.Es de esperar que cada uno, gobiernos y ciudadanos, haga su parte. Una sociedad desconocedora de sus derechos difícilmente sienta que le asiste reclamarlos. Una sociedad desinformada, resignada o anestesiada es lo que los autócratas necesitan para seguir avanzando con sus proyectos autoritarios.
Fuente: La Nación