OEIRAS, Portugal (AP) — Mientras Portugal se acerca a su objetivo de que el 85% de la población haya completado su vacunación contra el COVID-19 en nueve meses, otros países dentro y fuera de Europa quieren saber cómo se logró.Buena parte del mérito lo recibe el contraalmirante Henrique Gouveia e Melo. Con su equipo de tres ramas de las fuerzas armadas, este oficial de la Marina tomó el mando de la campaña de vacunación en febrero, quizá el momento de mayor tensión en Portugal debido a la pandemia.Ahora el país podría estar a apenas unos días de alcanzar su objetivo. Para el miércoles, el 94% de la población total estaba vacunada por completo, la tasa más alta del mundo, según Our World in Data.Mientras se acumulan las inyecciones, las tasas de contagios y hospitalizaciones por COVID-19 han caído a sus cifras más bajas en casi 18 meses. Portugal podría poner fin en octubre a muchas de las restricciones que quedan asociadas a la pandemia, un hito muy codiciado en muchos países aún castigados por la contagiosa variante delta del virus y por problemas en sus campañas de vacunación.Gouveia e Melo, antes desconocido fuera del Ejército, es ahora un nombre importante en Portugal, que se ha esforzado en atender con frecuencia a la televisión para responder a las preocupaciones del público sobre el programa de vacunación.Reconocible incluso tras la mascarilla por los ojos azules, el pelo corto de canas incipientes y su altura de 1,93 metros (6 pies y 3 pulgadas), se encuentra a menudo por la calle con gente que quiere darle las gracias.“La gente es muy amable”, dijo. Pero el oficial de 60 años también se apresura a insistir en que él es sólo “la punta del iceberg” en la operación, y que muchos otros comparten el mérito.Otros países también han incluido al Ejército en el despliegue de las vacunas contra el COVID-19, pero en Portugal ejerció un papel de liderazgo.Resultó ser una decisión acertada: aunque el equipo de Gouveia e Melo trabaja mano a mano con las autoridades sanitarias, policía y gobiernos locales, los conocimientos militares han resultado cruciales.“Los militares están acostumbrados a trabajar bajo presión en ciertos entornos”, explicó en su oficina en un edificio de la OTAN cerca de Lisboa, con vistas al Océano Atlántico. “Son organizados, tienen una buena preparación logística (…) y normalmente están muy centrados en la misión”.Gouveia e Melo marcó el tono de la campaña con su actitud directa y su énfasis en la disciplina. Su lenguaje franco le granjeó el afecto de muchos que temían que no podrían vacunarse a tiempo.En una entrevista con The Associated Press, admitió que sustituir a un cargo político que dejó el cargo tras apenas tres meses fue “intimidante”.Portugal estaba entonces en la peor fase de la pandemia, cuando era uno de los países más afectados del mundo y con los hospitales al borde del colapso. Las entregas prometidas de vacunas no llegaban. Y los casos de personas privilegiadas que conseguían la vacuna antes de tiempo amenazaban con socavar la confianza del público en la campaña.“Sentí que tenía los ojos de 10 millones de personas sobre mí”, dijo Gouveia e Melo, en alusión a la población de Portugal.Sus 42 años de carrera militar ayudan a explicar cómo lidió con la presión.Fue comandante de submarino, y en un momento dado estuvo a cargo de dos embarcaciones a la vez: volvía a la base con una, comía en tierra y después se embarcaba con otra.Gouveia e Melo también capitaneó una fragata, dirigió Euromarfor -la Fuerza Marítima de la Unión Europea- y ha pasado más horas embarcado que ningún otro oficial de la Marina en activo.No disimula que enfocó la campaña de vacunación como una batalla, y viste uniforme de combate desde que asumió el mando de la operación. Dijo que quería transmitir el mensaje de que era una llamada a las armas.“Este uniforme (…) era simbólico para que la gente comprendiera la necesidad de remangarnos y combatir este virus”, dijo.Gouveia e Melo abandonó los esfuerzos iniciales de Portugal en basar la campaña de vacunación en otras ya establecidas, como la campaña anual de la gripe en centros públicos de salud normalmente pequeños. Las demandas de escala y velocidad en este caso requerían una estrategia distinta.Portugal empezó a utilizar grandes recintos deportivos en todo el país para habilitar lo que Gouveia e Melo describió como una “línea de producción”: una zona de recepción y procesamiento, una sala de espera, cubículos donde se ponen las inyecciones y una zona de recuperación. Utilizó a los soldados como cobayas en un hospital militar de Lisboa para determinar cuál era la forma más rápida de mover a la gente por un edificio.Los esfuerzos recibieron un gran impulso a mediados de junio con lo que el contraalmirante describió como un “tsunami” de entregas de vacunas, lo que permitió aumentar el ritmo.Tiago Correia, profesor asociado de salud pública internacional en el Nuevo Instituto de Higiene y Medicina Tropical de Lisboa, cree que la imagen pública de Gouveia e Melo como principal factor en el éxito de la campaña es una “exageración” de su papel.Un factor clave, dijo Correia, es la actitud tradicional de los portugueses a favor de los programas de vacunación. Su tasa de vacunación del sarampión, las paperas y la rubeola, por ejemplo, es del 95%, una de las más altas de Europa, y no hay un movimiento antivacunas significativo.Aun así, el trasfondo militar de Gouveia e Melo le permitió “cortar con toda la política” y ganarse la confianza del público, dijo Correia a AP.Estos días, Gouveia e Melo suele recibir aplausos espontáneos del público cuando visita centros de vacunación y posa para fotos con la gente. Le han dedicado videos de TikTok y poemas.Enmarcado en la pared detrás de su escritorio hay un dibujo que le dio un niño que escribió “Obrigado” -“Gracias”- en mayúsculas.En una visita el martes a un centro de vacunación en el campus de la Universidad de Lisboa, Gouveia e Melo paseó en su uniforme y regaló un escudo de tela que ha diseñado entre los que esperaban a recibir sus vacunas. El emblema, que llevan muchos trabajadores de la campaña de vacunación, muestra una hidra de tres cabezas atacando dos células de virus, con un borde de color verde que representa a las más de 4.700 trabajadores de los centros de vacunación portugueses.Claudia Boigues, una mujer de 53 años que esperaba en la zona de recuperación con su hijo de 15 años, que acababa de vacunarse, dijo estar maravillada por la rápida operación.“Nunca pensé que llegaríamos a 85%”, dijo. “Pero ahora merecemos felicitaciones”.Otros países, que Gouveia e Melo declinó identificar porque sus peticiones no se han hecho públicas, han preguntado a Portugal sobre su campaña.El militar pronto podrá decir “misión cumplida” sobre su objetivo inmediato. Pero dada la resistencia a las vacunas en algunos países ricos y que muchos países pobres no cuentan con dosis suficientes, no se hace ilusiones sobre que las variantes del virus podrían volver a atormentar a Portugal.“Hemos ganado una batalla”, dijo. “No sé si hemos ganado la guerra contra el virus. Esto es una guerra mundial”.
Fuente: La Nación