La historia del fútbol se frota las manos. Una final entre Argentina y Brasil en el Maracaná, acaso el templo más emblemático de este deporte, ni siquiera es que se dé cada tanto: no ocurrió jamás. Hasta hoy. Entre tantos ingredientes que llenan de expectativa la hora, conviene detenerse en ese dato: la dimensión de lo que sucederá queda librada a aquellos que mejor vuelen con su imaginación. No habrá manera de olvidar este capítulo: cualquier resultado quedará atado al recuerdo de este choque inédito en un contexto también único. Será para siempre la final que Argentina y Brasil jugaron con menos de 5 mil personas en las tribunas, la pequeña licencia que la pandemia de coronavirus permitió… Un elemento que le da todavía más fuerza al cartelito de “único”.El trofeo de la Copa América preside la imagen, con el Pan de Azúcar al fondo.El clásico sudamericano por excelencia, uno de los más pesados del mundo, ejercitará un tuteo en el que Argentina tiene muchísimo por ganar. El juego de los favoritismos no es más un entretenimiento de la prensa y los hinchas que otra cosa, es verdad, pero a nadie escapa que Brasil pisará el césped con un mejor bagaje, de acuerdo a los pasos recientes. Invicta en partidos oficiales desde la eliminación del Mundial de Rusia 2018, campeona de la Copa América dos años atrás y cómoda en el liderazgo de las eliminatorias, esta selección de Tite apenas apretó el acelerador en este torneo (mal) armado a las apuradas por la Conmebol: ganó cuando quiso, sin regalar nada de esa alegría que sólo su fútbol tiene. Como si se hubiese guardado para este instante.Con Neymar a tono con esa media máquina, la selección tiene para oponer el mejor torneo de Messi que se le recuerde con esta camiseta. Amo y señor del equipo, participó en 9 de los 11 goles (4 propios, 5 asistencias) y remató (4,5 por partido) y gambeteó (5,5 por partido) más que cualquiera en el torneo, según consigna la empresa de estadísticas Opta by Stats Perform. Pero no son los números sino su liderazgo indiscutible lo que alimenta la ilusión del país futbolero. Y es él, como tantas otras veces, el mejor argumento que la Argentina tiene para presentarse a dar la discusión por el título. La omnipresencia de su capitán es una carta en sí misma: a un año y medio de Qatar 2022, resulta lógico pensar que está probablemente frente a su última oportunidad de conseguir el título que le falta, si se atienden las diferencias que los europeos han establecido en los últimos mundiales.Sonríe Messi, antes de su quinta final con la selección. ¿La vencida? (Twitter @argentina/)La biblioteca en contraEl repaso de los datos abruma, por lo negativo del asunto para las esperanzas argentinas. Desde que la Argentina fue campeona por última vez en un torneo (en la Copa América de 1993), Brasil enhebró 11 conquistas (dos mundiales, cinco copas América y cuatro Copas de las Confederaciones). Como nunca antes, en estas décadas Brasil tradujo en resultados esa supremacía que, desde el fin de la época de Pelé, se había reducido a una cuestión de estilos o declamaciones: ahora no sólo son los mejores, también ganan.Ese recorrido reciente muestra que Brasil ganó las últimas seis finales que disputó, mientras que a Argentina le ocurrió exactamente lo contrario: perdió sus últimas seis definiciones. En cuatro de ellas participó Messi, y con él en la cancha la selección no anotó goles en esos partidos. Una sequía que enlaza con una curiosidad: el último argentino que hizo un gol en una final fue Pablo Aimar, el ídolo del Leo adolescente y hoy integrante del cuerpo técnico que comanda Scaloni. Fue gol, pero no festejo: sirvió para decorar el 1-4 en la Copa de las Confederaciones 2005 en Alemania, ante… Brasil.Neymar en la práctica de Brasil. Va por su consagración en su selección. (LUCAS FIGUEIREDO/)Por qué creer¿Algo de todo este espiral de malas vibras recorrerá los pasillos del hotel de Barra de Tijuca donde la Argentina mece su ilusión? Categóricamente, no. Parte del trabajo previo a la final fue quitar referencias a ese pasado reciente. A favor del intento de descompresión juegan las mentes frescas del rejuvenecido plantel de la era Scaloni: solo Messi, Di María y Agüero tienen finales (perdidas) en el lomo.Quizás, si se trata de ir hacia atrás, en las sobremesas se escuche hablar a Nicolás Tagliafico, el único del plantel que salió campeón en el Maracaná (con Independiente, tras ganarle la final de la Sudamericana 2017 a Flamengo). “Se siente imponente, fue uno de los momentos más lindos de mi carrera y hacerlo en un estadio como ese le da aún más grandeza al momento. Estábamos contra todos, en el estadio no nos escuchábamos de tanta gente que había”, revive el lateral izquierdo con LA NACION, antes de volver a mirar hacia adelante: “Las sensaciones son que va a ser una gran final, hicimos todo para llegar a este lugar. Ahora nos falta el último esfuerzo”.El Estadio Maracaná, detrás de la estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro. Hoy, allí se escribirá historia.Esta final, la de una selección de primeros tiempos (Argentina anotó ocho goles en esa etapa en la Copa, más que nadie) contra una de mejores cierres (Brasil lleva ocho tantos en la segunda etapa y lidera ese ítem), volverá a ponerlos frente a frente en este estadio después de 23 años. El video también podría pasarse en el ómnibus esta tarde, cuando la selección cruce Río de Janeiro para llegar a la cita: aquella vez, la última allí, Argentina ganó 1-0 con un gol del Piojo López, antes del Mundial de Francia de 1998. Era un amistoso, sí. ¿Pero a quién le importan esos detalles si se trata de reforzar la convicción de la tropa antes de la batalla definitiva?
Fuente: La Nación