En Argentina se consume vino desde principios del siglo XVI. Las primeras cepas que se cosecharon en el mundo eran originarias de Armenia, Irán, Irak e Israel. Entre ellas estaba el Malbec, nombre que se le atribuye a un húngaro que vivió en el siglo XIX. Cuentan que este viticultor fue quien identificó la uva y la introdujo en el mercado de Francia. Esos primeros imperios, expertos en vino desde hace varios siglos atrás, expandieron sus cultivos por Europa, cruzando luego los océanos para llegar a América de la mano de Cristóbal Colón.
Con resultados negativos en Centroamérica, a causa del clima caribeño, los colonizadores fueron probando las cepas por diferentes partes del continente, y para 1543, las vides ingresaron a la que más tarde sería la ciudad de Salta y a la zona de Cafayate, provenientes desde el Alto Perú. Sin embargo, fue en Santiago del Estero donde nació la viticultura argentina. La necesidad de producir vino para la misa causó el “milagro”.
El sommelier y miembro de la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vinos y Licores, Diego Di Giacomo, cuenta que “el clérigo Juan Cedrón llegó desde Chile para establecerse en la actual provincia santiagueña… y donde hay un sacerdote, hay misa, y dónde hay misa, debe haber vino para celebrarla”, cuenta. Luego remata la anécdota: “Según los relatos, Cedrón cruzó los Andes a lomo de mula, con las estacas de vid a cuestas hasta su destino final. Esas vides eran de las cepas Moscatel y Uva País, procedentes de España. Así logró abastecerse de vino para sus misas, dando sin proponérselo, el punta pié inicial de una larga historia en un territorio muy próspero”.
La expansión por todo el país siguió de la mano de los Jesuitas. Para 1598 había viñedos en Córdoba, Santa Fé, Buenos Aires y Misiones, donde se encontraba una de las plantaciones más importantes del territorio.  Mendoza y San Juan fueron sitios claves, ya que por allí ingresaban al territorio las vides provenientes de Chile, que ya contaba con una prominente producción vitivinícola.
“La viticultura real en Argentina empieza con Sarmiento. Antes de él, lo que que había era producciones muy rudimentarias. Las vides que existían antiguamente en América daban uvas de mesa, de postre, no las de calidad enológica. Sarmiento trajo las primeras vides de alta calidad, lo que hoy conocemos como el Cabernet Sauvignon, Merlot, Malbec. Fue también quién trajo de Francia al primer Ingeniero Agrónomo especializado en viticultura. Así fundó una escuela agraria para desarrollar ese tema, la Quinta Normal”, cuenta Di Giacomo.
Domingo Faustino Sarmiento y el vino
Desde el área de Archivo Histórico del Museo Histórico Sarmiento, comentan que en 1841 Sarmiento contribuyó en Chile a formación de la Quinta Normal de Santiago, a partir del modelo de la Escuela Normal de París, destinada al cultivo de plantas y de vides. A partir de esa experiencia, Sarmiento le propuso al Gobernador de Mendoza, Pedro Pascual, que contrate al Ingeniero Agrónomo francés, Michel Aimé Pouget, a quien ya había conocido en Chile. Fue así que Pouget se radicó en Mendoza en 1853 y fundó y dirigió la Quinta Normal.
Esta institución mendocina fue la primera en introducir diversos cepajes franceses, entre los cuales el Malbec fue el que logró mayor difusión tanto en Mendoza como en San Juan. El proyecto para la creación de esta quinta se presentó en la Cámara de Representantes de Mendoza un 17 de abril de 1853, fecha que más tarde se establecería como el Día Mundial del Malbec.
“Otras veces lo he dicho, y esta vez debo repetirlo: consultada la posición mediterránea de Mendoza, era, hasta entonces, un pueblo eminentemente civilizado, rico en hombres ilustrados y dotado de un espíritu de empresa y de mejora que no hay en pueblo alguno de la República argentina: era la Barcelona del interior. Se formaron sociedades de Agricultura, Industria, Minería y Educación pública, dirigidas y secundadas todas por hombres inteligentes, entusiastas y emprendedores”, recitaba Sarmiento en su obra Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas

Los huarpes
Lo que olvidó mencionar el prócer sanjuanino, fue el rol fundamental que tuvieron los indios Huarpes en la creación de un sistema hídrico para proveer de riego a las plantaciones. “Si no fuese por los Huarpes”, afirma Diego Di Giacomi, “Mendoza sería como Santiago del Estero.
Los Huarpes crearon las acequias para llevar el agua de deshielo de la cordillera a los diferentes cultivos. Se dieron cuenta que para prosperar en un territorio tan inhóspito debían aprovechar y encauzar el agua que descendía desde la Cordillera de los Andes. Muchas de esas acequias todavía existen, sobre todo en Mendoza capital”.
La uva Malbec
“El malbec es la uva con que todas las bodega se abren cancha a la hora de exportar, y fue Argentina quien trabajó con la cepa y la posicionó en el éxito que tiene ahora. Cuando Sarmiento fue a Francia y trajo la Malbec, para ellos era una uva de descarte, debido a que el clima allá no es tan cálido y las uvas y las pieles no llegan a madurar tanto y quedaba un vino ácido, tánico, astringente. Los franceses usaban esa especie para hacer vino de corte, es decir, mezclaban un poco con la Malbec solo para darle color”, explica Di Giacomo.
Desde entonces la Malbec se adaptó al suelo y al clima argentino, y se convirtió en la uva más plantada en la Argentina. Si bien la Torrontés es la única uva nativa, la Malbec se distribuyó en todo el país, obteniendo excelentes resultado en todas las regiones. En la actualidad, hay unas 43 mil hectáreas con esa variedad, constituyéndose en la cepa más representativa del país.

Fuente: InfoCampo

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