Un trabajo práctico de sexto año en la Escuela de Educación Secundaria Tecnica N 2 ¨Ing. Felipe Senillosa¨ fue el disparador para que un grupo de jóvenes dieran los primeros pasos de un proyecto que se empezó a transformar en un agronegocio. 
Tomás Armendariz toma la palabra en nombre de los diez estudiantes que activamente hoy participan de “Biocuno”, una emprendimiento que fabrica un biofertilizante en esa localidad. Los otros nueve a los que citó son: Agustín Molina, Ignacio Gilabert, Lucas Celse, Pablo Altamirano, Julian Heim, Mariano Diaz, Federico Barragan, Ramiro Dorney, Manuel Ardito y  Franco Molina. 
Luego de egresar de la escuela de química, Armendariz dejó Tandil y se mudó a La Plata. Ahora estudia medicina.

“Recientemente, hicimos nuestra primera entrega a gran escala de 6.000 litros del biofertilizante a un productor ganadero de Las Flores (Buenos Aires), que se llama Francisco Montemerlo. Lo conocimos hace un año. Nos brindó ayuda económica y también está dispuesto a que nosotros analicemos el impacto del producto, luego de la aplicación que hará en una pastura consociada -raigrás, trébol rojo, cebadilla, y lottus- y otra parte en un pequeño monte frutal que tiene en el campo”, explica el estudiante, respecto al producto líquido que fabricaron a partir de desperdicios orgánicos.
El producto está hecho  a base de heces vaca de tambo, suero de leche más cenizas o harina de roca -conseguida de las viejas canteras de Tandil-, todo diluido con agua. “Siempre vamos cambiando la receta para mejorarla: queremos establecer los ingredientes definitivos para conseguir una producción estable”, cuenta Armendariz. 

El fertilizante lo consiguen a partir de una fermentación hecha en biodigestores, instalado en la casa de Agustín Molina (Ver foto).  La velocidad del proceso de fermentado, explica Armendariz, varía de acuerdo a la temperatura externa ya que toda la  considerando que están a la intemperie.
DATO: POR CADA LITRO DE FERMENTO, OBTIENEN UN LITRO DE BIOFERTILIZANTE
“Colocamos las materias primas, fermenta, se filtra, retiramos el sólido y comercializamos la fracción líquida. Por ahora, no tenemos certezas de la composición química. Lo que tiene lo sabemos por una cuestión teórica, como macro y micro, minerales y organismo benéficos de diversidad bacteriana, fundamentalmente”, dice. 
La historia de este grupo de chicos se inició en el 2017, cuando cursaban el sexto de la escuela. “Todo comenzó con un trabajo de investigación y con el propósito de aprobar una materia. Ahí recopilamos toda la información sobre el tema de biofertilizantes, su aplicación y decidimos armar nuestro producto. Ese año logrados tener los 5 litros, entendimos que el proyecto estaba buenísimo, era ecológico, a la gente le gustaba. Al año siguiente, el último del secundario, debimos llevar el proyecto a una empresa hipotética y confirmamos que queríamos seguir con la idea. A fin de 2018, teníamos 15 litros del biofertilizante que lo regalamos todo a un taller de cultivo de cannabis”, explica el técnico químico, a lo que agrega que la mayoría de sus primeros clientes fueron los profesores de colegio. 

En el 2019 decidieron aumentar la producción a 600 litros, de los que se obtiene un 70% de rendimiento,  implementan el desarrollo de los envase y una etiqueta para el producto.
Considerando la dimensión que empezó a tomar el proyecto, los emprendedores tienen uno de sus asociado que los ayuda a llevar adelante la empresa, además se contactan con un grupo de abogados por cuestiones de asesoramiento legal, una parte del grupo se encarga del mantenimiento y la venta del producto, así como otros de los temas de difusión y publicidad en redes sociales. 
Como parte del crecimiento, también tuvieron el pedido de una productora que pretendía 350 litros del biofertilizante para probar en maíz y otros menores desde otros sitios.
“Por ahora, estamos vendiendo el producto, pero para que pruebe. Hacer análisis y recuperar datos, y luego lanzarnos oficialmente”, concluye el técnico. 
 
 
 
 
 

Fuente: InfoCampo

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