Por Vincent WestBILBAO, España, 28 sep (Reuters) – Asomando la cabeza entre
las turbias aguas del río Nervión de Bilbao, el rostro
inquietantemente realista de una joven que se ahoga bajo la
marea ha generado polémica entre los habitantes de la ciudad
española desde que apareció sin previo aviso la semana pasada.El artista hiperrealista mexicano Rubén Orozco creó la
enigmática figura, titulada “Bihar” (“Mañana” en euskera), para
una campaña de la Fundación BBK —el brazo benéfico de la entidad
crediticia española Kutxabank— para fomentar el debate sobre la
sostenibilidad.El objetivo es que la gente “tome coincidencia de que sus
acciones le pueden hundir o hacer salir a flote como ocurre con
la escultura”, explica el artista al portal de noticias español
Nius.A medida que las mareas suben y bajan, la figura de fibra de
vidrio de 120 kilogramos se sumerge y se descubre cada día, lo
que según BBK es una reflexión sobre lo que puede ocurrir “si
seguimos apostando por modelos insostenibles” como los que
contribuyen al cambio climático.Los bilbaínos se despertaron con la instalación el pasado
jueves, después de que fuera llevada en barco y bajada a la ría,
cerca del centro de la ciudad, a altas horas de la noche.”Al principio me daba una sensación de agobio, al tener más
que la nariz fuera del agua, pero luego me ha dado una sensación
de tristeza, a mí me transmite mucha tristeza”, dijo Triana Gil.”Más que nada porque no tiene ni siquiera una cara de
agobio, la veo un poco como que está dejándose ahogar (…),
como un suicidio o algo así”.Otra espectadora, María, pensó inicialmente que la escultura
era un monumento relacionado con un trágico suceso del pasado.”Hoy he sabido que no es por eso, pero también la gente le
puede dar diferentes significados”, dijo.”Bihar” no es la primera obra de Orozco que sorprende y
conmueve a Bilbao.Hace dos años, su estatua de tamaño natural de una mujer
solitaria sentada en un banco del parque, ‘Soledad invisible’,
suscitó un debate sobre la vida aislada de los ancianos.
(Reporte y redacción de Vincent West; edición de Nathan Allen y
Mike Collett-White; traducido por Tomás Cobos)
Fuente: La Nación