Córdoba es sinónimo del legado jesuita. Sólo basta con caminar algunas de las calles del centro de la ciudad Capital para contar con las dos manos las huellas que dejaron en esta parte del país. La Manzana Jesuítica, las estancias jesuíticas, el rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba son algunos de los hitos que hoy forman parte del acervo cultural local.A esta lista, se le suma el vino. Los jesuitas fueron los primeros en experimentar con esta bebida en la Estancia de Jesús María, a 57 km de Córdoba. Sembraron la semilla de lo que hoy, 400 años después, es una ruta con más de 23 emprendimientos.Esta estancia fue el punto de partida: fue inaugurada en 1720 y es considerada la bodega más antigua del país. Allí se produjo uno de los primeros vinos de América conocido como lagrimilla que, según dicen, era tan pero tan ácido que te hacía lagrimear con sólo probarlo.Hoy la provincia cosecha uvas tintas y blancas; y tiene una producción de unos 800 mil litros de vino por año que se distribuyen en prácticamente todos sus valles.Valle de Calamuchita: las bodegas que nacieron de un hobbyDesde Córdoba capital, se puede tomar la RP 5 para ir hacia uno de los lugares más conocidos por sus ríos y sus paisajes de pinares. Dentro de la oferta vitivinícola, en el Valle de Calamuchita hay para todos los gustos.Finca Atos, ubicada en Atos Pampa, es un emprendimiento familiar que surgió en el 2001 y que hoy produce unas 20 mil botellas al año. La bodega tiene unas 9 mil hectáreas con 7 varietales diferentes. Eduardo Artesano, su impulsor, se trajo la idea de Mendoza cuando trabajaba para crear una vasija autofermentadora para bodegas de Luján de Cuyo.La bodega Finca Atos, ubicada en Atos Pampa, surgió en el 2001 y produce unas 20 mil botellas al año (Carola Cinto/)La finca se puede recorrer en visitas guiadas que no duran más de 45 minutos con una degustación de vinos. El costo es de $500 y hay que reservar previamente.Famiglia Furfaro surgió luego que la zona se declarara reserva de lagos. Está ubicada en Villa Ciudad Parque y solía ser un campo donde se cosechaba papa. Los Furfaro compraron el terreno con la idea de explotarlo con soja, pero el propio pueblo fue declarado libre de agroquímicos. Durante un viaje a Mendoza, decidieron transformarlo en un viñedo de 6 hectáreas.Jorge y Hugo son los dos hermanos que están en el proyecto, pero ninguno vive en Córdoba. Jorge está en Buenos Aires y Hugo tiene un restaurante de pizzas reconocido en Italia. Una vez por año, visita la bodega y se lleva algunas de las botellas para servirlas a sus clientes.Famiglia Furfaro está en Villa Ciudad Parque y es un viñedo de 6 hectáreas (Carola Cinto/)“Queremos traer la cepa Sangiovese directo de La Toscana para plantarla en nuestro viñedo”, cuenta Jorge, que muchas veces se encarga de guiar las visitas que cuestan $400 por persona con degustación incluida.A unos 5 kilómetros de los Furfaro, está la Bodega Vista Grande, una de las más evolucionadas de la zona. Si bien está desde 2018, la apuesta de este lugar es brindar una experiencia completa para el turista. Tiene desde almuerzos con degustación, hasta la posibilidad de hacer un picnic en medio de los viñedos. Estas experiencias rondan los $2500 por persona.Al igual que los proyectos anteriores, Vista Grande surgió como un hobby. Daniel Martinelli empezó con 4 hectáreas y en soledad. Hoy se transformó en un proyecto que comparte con su hija, Daniela, que es enóloga y bióloga. Ella trabajó en una bodega en Francia, hizo un máster en Mendoza y decidió volver a Córdoba para sumarse al proyecto.Daniela Martinelli, enóloga de la Bodega Vista Grande, asegura que los blancos son los que “mejor se dan” (Carola Cinto/)Si bien todas las bodegas de la zona producen vinos de varias cepas, para Daniela Martinelli, los blancos son los que “mejor se dan”. “La uva de acá es más ácida, más fresca, comparable con el sur por cuestiones climáticas. No tenemos los veranos cálidos de Cuyo”, comentó.Sierras Chicas: la bodega más antigua y una uva únicaA 56 km de Córdoba, hay viñedos y hay historia. Colonia Caroya, reconocida por sus salames y quesos, también es un punto central en la Ruta del Vino. Fueron los inmigrantes que vinieron de Friuli-Venezia Giulia los que introdujeron esta tradición europea.Una de las características distintivas de la zona es la producción de la uva Isabella o Frambua que tiene un dejo de sabor a frutilla. Conocida también como “chinche”, es de color rosado con una acidez muy marcada y Colonia Caroya es el único lugar de Argentina donde se produce.Esta uva se usa para hacer uno de los vinos estrellas de la zona: el Indama Rosado de Isabella, producido por la bodega Terra Camiare, una de las más importantes de la Ruta del Vino. Según cuentan sus dueños, este vino nació de un error: en plena vendimia, agregaron una enzima clarificante al vino tinto que hacían con esa uva y quedó rosado.La Bodega Terra Camiare elabora el vino Indama Rosado de Isabella, estrella de la zona (Carola Cinto/)Desde ese día continuaron su producción y lo posicionaron como uno de los más conocidos de esta marca que produce unas 150 mil botellas en total y vende en otras provincias como Buenos Aires y Mendoza.Terra Caminare – su nombre significa “tierra de comechingones”- puede visitarse de miércoles a domingos y cuestan $400 o $550 por persona, dependiendo del recorrido.A 16 cuadras de este lugar, está La Caroyense, una bodega insignia en esta parte del recorrido. Si bien no tiene viñedos propios, procesa el 85% de todos los que producen vino en Córdoba. Es una de las únicas bodegas que tiene una destilería en su interior y trabaja las 24 horas. La visita guiada tiene un costo que ronda los $700.La Bodega La Caroyense es una de las únicas bodegas que tiene una destilería en su interior y trabaja las 24 horasSu historia empieza gracias a los trabajadores del rubro que estaban en la zona y que la construyeron como una cooperativa. En el 2000, entró en quiebra y fue vendida a unos accionistas que mantuvieron a los 34 productores iniciales. Hoy, 21 años después, ya son unos 70.Otros caminosA los recorridos anteriores, se le suman una decena de emprendimientos que están distribuidos en diferentes puntos de la provincia.En el norte de la provincia, más precisamente en San Pedro, se pueden visitar Del Gredal y Jairala Oller, donde el distintivo está en los suelos pedregosos que dan un sabor y un color diferente a los vinosEn el Valle de Traslasierra están Bodega Noble, Finca Las Breas y Aráoz de Lamadrid que se distinguen por la calidad del agua y el clima más húmedo. Se pueden visitar en San Javier y probar algunos de sus vinos premiados internacionalmente.El circuito se completa con algunas bodegas en el Valle de Punilla como Nébula en La Cumbre y Finca La Marta en Capilla del Monte. Son los establecimientos más jóvenes de la provincia que comenzaron con producción propia en los últimos meses.
Fuente: La Nación