“Quería fundar un lugar para que todos los que vinieran se sintieran parte”. Hace 25 años, cumplidos este mes, que Silvia Copello convirtió su deseo en una realidad llamada Teatro del Pasillo, una sala para alrededor de 90 personas (antes del aforo) más otro espacio para ensayos y talleres, en el barrio de Almagro, Colombres 35, a pasos de la avenida Rivadavia, abierta a los vecinos y a todos los que gusten del sabor profundo y tenue de las experiencias bajo perfil.“La gente aparecía con sanguchitos y pasta frola mientras estábamos construyendo. Estaban felices. Nos decían que ya habían perdido dos cines en la zona y que esta noticia, de alguna manera, se los devolvía”, cuenta esta mujer que empezó como escenógrafa y vestuarista en los ochenta para después diversificarse y probar otros caminos. Recién recibida de la Universidad del Salvador, el primer trabajo se lo dio el director Rodolfo Graziano en el Taller de Garibaldi, en La Boca, el maestro que le transmitió que “en el teatro independiente hay que ocuparse de todo”. A esa responsabilidad le siguieron diseños artísticos en muchos espectáculos musicales e infantiles: por un lado, con Julio Tahier, el creador de Gotán y la ópera rantifusa, con Carlos Carella (El patio de La Morocha) y con Manuel González Gil (Los mosqueteros del rey, El loco de Asís); por otro, con Héctor Presa, en La Galera Encantada (C. Niciento, Blancanieves y los 8 enanitos). Al principio, codirigía con Tahier pero siempre hay una primera vez: lo primero que hizo fue meterse con El burlador de Sevilla y adaptarlo a versión tanguera, Don Juan Tangorio, en el Teatro de la Fábula, la sala de Agüero y Corrientes que pertenecía a Tahier y al actor y director Rubén Santagada. Copello le compró la mitad a su maestro (murió en 2004) y, ya con toda esa experiencia, se animó en 1995 a lanzarse a su propia aventura: desvinculada de la Fábula, plantó bandera en Almagro.Silvia Copello, actriz y directora, en uno de los ámbitos más acogedores del Teatro del Pasillo (PATRICIO PIDAL/AFV/)“No es que me quedó chica la escenografía. Esa responsabilidad, yo sola al frente de una sala, tanta inversión de plata, de sueños, de expectativas, me hizo dejar de lado la escenografía, no podía todo. Lo único que mantuve por más tiempo fueron los infantiles, en La Galera, lo que más me costó dejar”, dice Copello que estrenó el Teatro del Pasillo el 3 de septiembre de 1996 con Esos locos del tango. Para llegar a esa noche, fueron meses de mucho trabajo. En el lugar había dos fábricas, una arriba y otra abajo, que se comunicaron y remodelaron por completo.“Mis manos ya no volvieron a ser las mismas, tenía que hacer de todo. Tenía la plata justa, no me sobraba un peso. Me ayudó mucho Alicia Leloutre, la directora en ese momento del Espacio Callejón con quien hoy somos muy amigas. Tuve la suerte de enterarme a tiempo de que un restaurante del Centro cerraba y traerme las mesas antes de que las tirara. Las sillas que están en el hall, las luces, las lámparas, son agarradas de volquetes, abandonadas en la calle. Tuve un técnico maravilloso que me hizo toda la conexión eléctrica, actores que me ayudaron, pero cuando yo decía que quería poner un teatro me decían que estaba loca y salían corriendo”, dice sobre la situación del off a mediados de los noventa. “No era tan común asociarse. Ni siquiera existía el Instituto Nacional del Teatro ni Artei (la Asociación Argentina de Teatro Independiente, ambas entidades surgidas en 1998). Empecé haciendo luces con latas juntadas, como se hacía a la vieja usanza. Era el Lejano Oeste”, define la fundadora del Teatro del Pasillo, sala que integra ARTEI y donde pudo estrenar más musicales e infantiles o, mejor, para toda la familia: Cuatro humanos con nariz (1997 y 1998), Todos podemos hacerlo (1998 y 2004), Un tal Drácula con su compañero en muchas obras desde la época de Gotán, Jorge Capussotti, y donde debutó como actriz y cantante; Mis cajas (2006); y Ventanas, historias que se asoman (2009), entre otras.La directora Silvia Copello, en la sala del Teatro del Pasillo, con la distribución según el aforo reducido (PATRICIO PIDAL/AFV/)“En la sala privilegiamos autores argentinos, de cualquier género, pero sobre todo que sea para la familia, ese es mi ideal, que gente de todas las edades pueda venir. La pandemia nos cortó un montón de cosas, en el hall los papás y abuelos se quedaban a esperar la salida de los nenes que asisten a los talleres y ahora los echo, termina una función y los echo”, lamenta. Durante el último año y medio, la situación se volvió muy difícil para las salas pequeñas: “No se gana plata en esto y ahora menos. Con los espectáculos queda poco, son los talleres lo principal para el sostén. En 2020, tenía planificado 17 talleres, se venía un año muy bueno. Y de repente, la nada de la nada. Ahora, de a poco, muy de a poco vamos retomando con las clases y los espectáculos. Las cuentas me dan porque mantengo el orden, cuando separo la plata para Argentores, para los docentes, no me confundo y creo que es mía. Si caés en eso, no tenés escapatoria”.Hace poco más de una década, Copello comenzó a alejarse de la dirección. Continuó con la escritura pero enfocada hacia otro norte, la narración oral, acompañada por la actriz, coreógrafa, docente y directora Fernanda Gómez: Un cuento de lágrimas en Portugal (2014), De muerte andamos (2016) y Tarea de rescate (2018) son algunos ejemplos de historias, muchas veces surgidas de leyendas o de la realidad, que Copello les da forma y le pone el cuerpo y la voz en escena.“La actriz surgió de casualidad, cuando hice un reemplazo porque la protagonista quedó embarazada, sin buscarlo, porque me lo pidió Jorge (Capussotti). Recuerdo que Carlos Carella me decía que iba a terminar como actriz y yo le respondía que estaba loco”, cuenta esta mujer que pudo llevar Un cuento de lágrimas en Portugal al país donde ocurrieron los hechos: se presentó en 2015 en el Festival Internacional de Narración Festa dos Contos, en el municipio Montemor O Novo, en castellano: “Hablaba algo más despacio, nada más, nos entendimos perfectamente”.Copello, en Un cuento de lágrimas en PortugalEn octubre, estrenará en palabras una nueva aventura, Veintiocho almas en el hielo, la historia de una expedición a la Antártida en diciembre de 1914 en la que 28 hombres se perdieron en el hielo del Mar de Weddell durante dos años. Milagrosamente, en agosto 1916, todos fueron rescatados con vida.“Justo antes de la pandemia, en el verano 2020, viajé en un crucero a las Malvinas y la Antártida. Buscaba otra historia, la de los indios yaganes. Pero fue entonces cuando escuché acerca de la expedición de Ernest Shackleton, tan peligrosa que, más de un siglo después, el crucero de once pisos en el que estaba tuvo que volver antes por el riesgo de esa zona. Ni bien llegué a Buenos Aires, busqué libros, fotos, videos, documentos y me puse a escribir”, dice Copello que no pudo estrenar el año pasado pero sí lo hará en el próximo octubre: “Es una historia que me fascinó y, ahora lo veo, tiene que ver con los que nos pasa, encallados en la nada y a la vez, con deseos de salir adelante”.Antes de este debut, además de los talleres para adultos y niños, en el Teatro del Pasillo se presenta otro espectáculo de narración oral, Migrando palabras, escrito y narrado por el colombiano Sebastián Fernández y el chileno Jaime Poblete Suárez, los sábados 18 y 25 de septiembre y los viernes 1º y 8 de octubre, a las 19.30, por $ 800.

Fuente: La Nación

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