Esta semana no será una más para Ariel Toscano y sus 600 compañeros de trabajo de la planta frigorífica de Black Bamboo, ubicada en la localidad santafesina de Hughes. La prórroga del cepo a las exportaciones de carne vacuna por parte del Gobierno obligó a las autoridades del frigorífico a suspender, por primera vez desde el 20 de mayo pasado -cuando el Gobierno aplicó la restricción a la exportación-, la faena y la despostada por siete días: de lunes a lunes no habrá faena y de miércoles a miércoles no habrá desposte. La empresa ya había bajado de 750 a 500 la faena diaria de animales.Hace más de cinco años, capitales chinos se instalaron en el viejo frigorífico de esa ciudad de 6000 habitantes bajo el nombre de Black Bamboo. En la actualidad, además de los empleados directos posee más de 120 indirectos.En las zonas ligadas al campo la victoria de Juntos por el Cambio fue aplastante“Si esto continúa, seguramente se van a tomar medidas más duras lamentablemente. Ahora se está con garantía horaria, se paga solo unas 70 horas semanales, pero no hay horas extras ni premios por mayor productividad. La baja de sueldos afectó a todos, a operarios o quienes tenemos un rango mayor”, dijo Toscano en diálogo con LA NACION.“Tiene que escuchar”: en el campo sienten “alivio” tras las PASO y piden cambiosEl empleado tiene 62 años y lleva más de 33 trabajando en la planta, a la que conoce al dedillo. Nació y se crió en el pueblo, como muchos de los empleados del frigorífico. Muchos dueños pasaron pero él no solo permaneció allí, sino que fue ascendiendo de puestos. En sus primeros pasos, comenzó trabajando en control de calidad para exportación en laboratorio hasta 1997. Luego, cuando la firma Pilagá compró el frigorífico, pasó a controlar la producción que iba a Inglaterra y así continuó creciendo. Vivió altibajos económicos de la empresa, quiebras, la fiebre aftosa, el anterior cierre de exportación de 2006, pero era optimista respecto de que “la planta del pueblo siempre iba a salir adelante”.Un día de faena en la planta de Black Bamboo, en Hughes, Santa FeEn este contexto, explicó que ahora es imposible mantener este tipo de actividad si sigue el cepo. “Estuvimos trabajando haciendo algo de kosher (carne para Israel) pero ahora hasta mediados de octubre no vamos a iniciar de nuevo esa faena. Y pensando que el Gobierno iba a liberar a partir del 1º de septiembre la exportación, seguimos faenando la vaca China. Pero ahora tenemos las cámaras repletas de carne de categoría de animal y no tenemos más espacio donde almacenarla. Esta semana estamos liberando algunos embarques pero igual no alcanza: si no hay más cupos, los números no dan”, dijo.Según describió, más del 50% de las familias que viven en Hughes dependen directamente de la empresa. “Los que toman las decisiones en Buenos Aires, no conocen la realidad que se vive en el interior profundo del país”, dijo sobre las autoridades oficiales.Contó que, cuando comenzó la pandemia, continuaron trabajando como de costumbre. A menudo, varios funcionarios iban a hacer inspecciones a la planta para ver si se cumplían los protocolos de higiene y salud.“Lo esencial era que nosotros, a pesar del Covid estábamos trabajando para que la población tenga alimentos y por eso no habíamos parado nunca en la pandemia. Sin embargo, pareciera que lo único que les interesaba (a los funcionarios) saber eran los protocolos y lo principal no lo veían. Fue ahí que decidimos poner un cartel en la entrada de la fábrica, con la frase de El Principito: ‘Lo esencial es invisible a los ojos’”, relató.El año pasado, antes de la pandemia, los dueños de la planta, en pos de una mayor actividad, realizaron una inversión de US$3,5 millones para sumar una tecnología de punta: “cartón freezer”, un sistema premium de productos empacados para ampliar la capacidad de congelado. “Teníamos pensado terminar en agosto pasado pero ahora recién en noviembre creemos que vamos a tenerla en funcionamiento”, detalló.Una y otra vez, Toscano reiteró que si las cosas no cambian, el escenario que ve hacia adelante es muy complicado. “Todos los que estamos en la planta tenemos un sentido de pertenencia, eso hace que la fábrica pase a ser parte nuestra. Es un pueblo que depende del frigorífico y crece al compás de él, donde el cepo afectó la economía de toda la región. Hay una sensación de preocupación, desaliento y amargura. Me duele cualquier medida que afecte la integridad de los operarios”, describió.Pidió: “Que Dios ilumine a quienes toman las decisiones y que las PASO sirvan para dar un vuelco rotundo. Que miren un poco de la historia donde este tipo de medidas nunca fueron buenas”.

Fuente: La Nación

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