Buenos Aires, Río de Janeiro y Madrid. No se trata de los puntos de una nueva canción sino de la simultaneidad de ciudades en la que se realizó esta entrevista. Signo de los tiempos: a Alec Oxenford se lo ve concentrado con un embravecido mar carioca de fondo, a Martín Varsavsky en pleno movimiento por las calles de Madrid, y a Matías Nisenson desde su casa en la ciudad de Buenos Aires. Los flamantes socios en el fondo Myelin II responden en conjunto cómo será la vida pospandemia, los negocios que se generan y su particular mirada sobre la “Argentina emprendedora” y la “Argentina política” que no siempre son el mismo país. También la idea de ser billonarios pero no por los US$1000 millones de fortuna que eso supone sino por tocar a lo largo de la vida, con proyectos de impacto en 1000 millones de personas. Y adelantan cómo será la “cacería de negocios” en la que aspiran invertir a través del nuevo fondo en el que son socios.La otra cara del boom. Sube el riesgo para los inversoresVarsavsky es un emprendedor serial, profesor e inversor que fundó ocho empresas en los Estados Unidos y Europa en los últimos 30 años. Actualmente es fundador y chairman de Inception, la cadena más grande de clínicas de fertilidad en los Estados Unidos. También es fundador y CEO de Overture Life, empresa enfocada en automatizar los laboratorios de embriología y de Goggo Network, una startup que está ayudando a desarrollar el marco legal y de ingeniería para flotas de vehículos autónomos.Martín Varsavsky: “Hay dos realidades. Una es la Argentina de los emprendedores y la tecnología que va impresionantemente bien. Y otra es la Argentina del ciudadano medio que, lamentablemente, va muy mal” (archivo/) Oxenford juega hace tiempo también en las grandes ligas y es uno de los creadores de un unicornio “made in Argentina”. Es un emprendedor tecnológico, cofundador de Alpha Capital SPAC, Letgo -un mercado de segunda mano con más de 100 millones de descargas antes de fusionarse con su competidor OfferUp en-, OLX -la tienda online más grande de su tipo en India y Brasil- y DeRemate.Por su parte, Matías Nisenson tiene 28 años y es, según Varsavsky, un “joven con muy alto potencial” con el que ya se había asociado en el primer fondo. Cultor del bajo perfil a los 17 fundó su primera startup: Southlogics, un “software factory”. Su segundo proyecto fue Tiempy, una plataforma para hacer posteos en redes. La vendió en 2016 a una empresa europea. Lideró el nacimiento de Experimental, que creó CryptoWars, un videojuego en el que los participantes pueden ganar dinero en base a sus habilidades.Ahora los tres juntos y a través del nuevo fondo Myelin II planean hacer nuevas inversiones en entre 30 y 50 compañías de tecnología en etapa inicial en Estados Unidos, Europa y América Latina. Se centrarán en una amplia gama de sectores incluidos consumo, fintech, marketplaces, biotecnología, tecnología médica, ciberseguridad y otras áreas. “Como emprendedor, construyo ‘unicornios’ y ahora los busco”, dispara Varsavsky. “Estamos ayudando a otros emprendedores a realizar todo el potencial de sus ideas. Buscamos no solo conceptos extraordinarios, sino también caminos claros y escalables para hacerlos realidad”, agrega Oxenford. El equipo de buscadores se completa con Cesar Levene, experto en impuestos y derecho internacional.Lanzan un fondo argentino para financiar a los próximos unicornios-¿Cuál es la apuesta que tienen para América latina y especialmente para la Argentina?-Matías Nisenson (MN): Con el Myelin hicimos un fondo uno que fue una especie de prueba de concepto, apuntando mucho más a Estados Unidos y a Europa. Y justamente el otro día tuvimos una charla de que en realidad la región está cambiando mucho, por más que la Argentina no necesariamente está en el mejor momento, la región sí está muy bien, en los casos de Brasil, México, Colombia. Han salido un montón de emprendimientos de Chile, algo que antes no pasaba. La región está explotando. Entonces teniendo en cuenta que tenemos un montón de network y que contamos con dos peso pesados de la tecnología, Martín y Alec, que son súper conocidos acá y en el mundo, decidimos con el fondo dos poner más foco en América Latina.-¿Qué los unió para este proyecto?-Martín Varsavsky (MV): Aunque Matías es muy joven, lo conozco desde que era aún mucho más joven, cuando trabajaba en una aceleradora en Menorca. Y vi en él a una persona que tenía mucho talento y que tenía muchas posibilidades. Desde hace veinte años, tengo una especie de escuela de emprendedores o analistas que trabajan para mí. Es como una especie de servicio militar pero bueno (se ríe). Matías pasó por eso y siempre me pareció que tenía mucho potencial. Cuando hizo el Myelin me preguntó si quería apoyarlo y yo dije que sí. Con esa idea también de mentoring y de trabajar juntos. Y después, cuando hablamos de hacer un Myelin II pensamos en buscar un tercer socio. Y con Alec nos conocemos hace quince años y muchísimas veces hemos intercambiado ideas y nos hemos cruzado en Estados Unidos, en España, en todos lados y lo que veía ahí era una especie de complemento también a nivel de la actividad.-¿Cómo es esa complementación?-MV: En el caso de Alec, su especialidad son lo que se llaman marketplaces. Es un área en la que yo no tengo expertise. Yo sé más de temas como medicina, tech, energía o telecomunicaciones, que tienen más que ver con ingeniería pero muchas de las campos que se ven ahora o hace bastante tiempo en internet son de alguna manera especialidad de Alec. Y también está el tema de ser argentinos que trabajamos en otros países y que tienen diferentes edades. Creo que eso nos potencia.-Alec. ¿qué te convenció?-Alec Oxenford(AO): Martín es una especie de mentor natural para todos los entrepreneurs argentinos y del resto del mundo, también. Hace décadas que viene haciendo cosas increíbles con mucha visibilidad. Y además con mucha generosidad. Siempre fue muy abierto. No me acuerdo cuando fue la primera vez que lo vi. Pero sí recuerdo haber hablado con Martín y que inmediatamente dijera “caiganse a casa”, “vengan a Menorca”, nos vemos por acá, nos vemos allá. Es un tipo que podría ser muy distante, complicado, etc. Y al revés, es simple, abierto, muy generoso con su tiempo. Y habiéndolo visto desde el costado durante mucho tiempo y teniendo mucha admiración por lo que él hace y representa, la verdad es que me pareció muy natural decir inmediatamente “qué buena oportunidad, hagamos algo juntos”. Pensé que iba a aprender mucho y además divertirme y pasarla bien. Que es algo muy importante para mí. No solo hacer un buen negocio, sino hacerlo con gente a la que uno respeta y con la que puede pasarla bien. Creo que pasa bastante por ahí. Por lo menos es mi preferencia.-¿Y qué aporta Matías?-AO: Respeto muchísimo la consistencia que tuvo y además tiene una experiencia y un know how muy complementario. Cuenta con todo un lado cripto, del que yo soy profundamente ignorante. Y además tiene esta cosa muy joven, de no enfocarse en las restricciones sino solamente en los sueños. Él quiere hacer algo y se manda. Y eso es espectacular.-Cuando vamos al Myelin I, ustedes invirtieron en 25 compañías de distintos segmentos ¿Qué perspectivas tiene el fondo II?-MN: Con respecto al portfolio del fondo uno, tenemos veinticinco compañías y hay de todo. Es un espectro súper amplio en lo que tiene que ver con industrias y verticales. Tenemos compañías de bio-tech, medicina, fintech, movilidad, ciberseguridad, herramientas de software para programadores. Una empresa es Buenbit, que es una de las exchanges más grandes de Latinoamérica, a la que le está yendo súper bien. Entonces hay una combinación copada, todas tienen como común denominador mucha innovación, mucha tecnología y founders brillantes que te juntás y te quedás impresionado con lo que te cuentan. Con respecto a las diferencias con lo que va a ser el fondo dos, creo que a nivel vertical e industrial se va a mantener parecido, es probable que tengamos más marketplaces y fintechs por habernos sumado con Alec.-Martín, como emprendedor creaste compañías que fueron unicornios, tenés firmas que fueron valuadas en más de US$7000 millones. ¿Ahora como cazador qué objetivo tenés?-MV: A mí lo que más me gusta, y no sé si esto queda bien decirlo, es la parte didáctica. Claro que me gusta que nos vaya bien y ganar plata, pero lo que me apasiona es aprender. Cuando viene alguien y te hace un pitch (propuesta) está contando lo que hace, la estrategia, la visión, a dónde va la empresa, cómo recluta, su geografía o dónde va a actuar. Y disfruto mantenerme en contacto con el pulso de lo que está pasando en el mundo emprendedor. Cuando sos inversor es como cuando yo era chico y había un canal de televisión o pocos canales y de repente vino internet y había una multitud, se veían muchas más cosas. Pasás de la singularidad a la pluralidad. Y a mí eso es lo que me gusta. Entonces como “cazador” lo que me gusta es el pitch, entender lo que quiere hacer la gente, poder contribuir con ideas. Tenés menos profundidad, porque no es tu empresa. Pero tenés un impacto más variado. Y además es una oportunidad para enterarme de campos en los que yo no me hubiera metido porque no son los míos, pero aprendo de lo que hacen los demás. Los mejores momentos son cuando uno dice “Wow, es increíble lo que esta gente está haciendo. Voy a colaborar. Voy a invertir”. Eso es un poco el espíritu, por lo menos de mi parte.Alec Oxenford: “Quiero ser billonario. Pero no billonario en el sentido de tener mil millones de dólares, que también estaría bueno, sino billonario en el sentido de tocar un billón de personas. Y según mi cálculo directamente e indirectamente, a través de deRemate, Let-Go y otras inversiones que hice, voy por 630 millones, más o menos” (archivo/) -En tu caso Alec, ¿cuáles serán las prioridades?-AO: Sigo con Alpha donde tenemos empresas en período pre-IPO (oferta pública de acciones, por sus siglas en inglés) y acá en Myelin estamos mirando early stage (fase temprana), son las dos puntas del espectro. Yo creo que hay pocas cosas más gratificantes como emprendedor al que le fue bien que devolver un poco de eso de alguna manera y ayudar a otros entrepreneurs, que están arrancando y quieren recorrer caminos parecidos, que van a tener obstáculos similares en diferentes países, en diferentes geografías, en diferentes categorías. Ese privilegio de poder contar con el know-how de alguien que ya se equivocó, que ya hizo cosas. Yo no lo tuve mucho y me hubiera encantado tener más. Esa es una. La otra va por la misma línea del impacto. Al ayudar a entrepreneurs uno tiene un impacto indirectamente, yo hace rato dije que quiero ser billonario. Pero no billonario en el sentido de tener mil millones de dólares, que también estaría bueno, sino billonario en el sentido de tocar un billón de personas. Y según mi cálculo directamente e indirectamente, a través de deRemate, Let-Go y otras inversiones que hice, voy por 630 millones, más o menos. Y bueno, me faltan 400 millones. Y quisiera hacerlo antes de morirme. Y tocarlas de cualquier manera. No estoy diciendo cambiarles la vida. Sería muy soberbio. Pero sí hacer algo en una compañía que le ayude, que le cambie la vida un poquito, que le dé una satisfacción, que le venda un producto. Que haga algo que le dé valor a mil millones de personas. Creo que Myelin me va a acelerar un poco en ese proceso de ser billonario.-Cuando analizan la Argentina, ¿qué están viendo?-MV: Hay dos realidades. Una es la Argentina de los emprendedores y la tecnología que va impresionantemente bien. Y otra es la Argentina del ciudadano medio que, lamentablemente, va muy mal. Esas diferencias no se viven sólo en la Argentina. Hay bastantes países en donde hay un ecosistema emprendedor a que le va súper bien, rodeado de situaciones en las que la gente lamentablemente tiene dificultades en la vida cotidiana. Con respecto a la Argentina yo creo que no ayuda que la actitud de la mayoría de la gente que gobierna no es pro-emprendedores. Pero a veces la necesidad es la madre de la invención. Y es curioso la cantidad de emprendedores brillantes que surgen de una situación especialmente difícil. Eso puede explicar como la Argentina tiene tantos unicornios al mismo tiempo que hay tantas dificultades en la vida cotidiana. por una combinación de lo que ha ocurrido con la pandemia, más la gestión de la economía y de la propia pandemia. Si a mí me dicen ¿invertirías en la Argentina?, yo preguntaría: ¿dónde? En el ecosistema emprendedor argentino, sí. Porque hay gente absolutamente brillante.Matías Nisenson: “La región está cambiando mucho, por más que la Argentina no necesariamente está en el mejor momento” (archivo/) -¿Y lo harías en industrias tradicionales?-MV: Parecidas a cosas que yo ya he hecho en mi vida, como energía y telecomunicaciones, no. Por ejemplo, yo invertí en una empresa argentina de juegos, que se llama Sandbox, que la compró una empresa de Hong Kong, que se llama Nimoca, que es un unicornio. Y me fue súper bien con esa inversión. ¿Pero por qué? Porque la gente que desarrolla juegos, que hace cripto o impulsa marketplaces globales desde la Argentina está como protegida de un entorno que podría ser dañino a diferencia de lo que pasa en industrias como las telecomunicaciones y la energía. Podría decir que no voy a invertir en la Argentina pero sí voy a invertir en argentinos. La Argentina es un país que tiene esos momentos y esos argentinos brillantes. Pero no tiene un entorno brillante.-¿La Argentina sigue siendo un referente en la región?-AO: En muchos sectores, pero particularmente en tecnología, el peso relativo de la Argentina en la región y en el mundo cayó mucho. Si nosotros miramos 1999, principios de los 2000, todos los unicornios que había en América Latina eran argentinos, partiendo de que Star Media que es en parte uruguaya califica también como argentina porque lo hacían desde la Argentina en gran medida, etc. Sin embargo, cuando hacemos fast foward al día de hoy la gran mayoría de los unicornios no son argentinos. Están afuera del país. Si miramos por ejemplo las valuaciones de la bolsa, hay 37 unicornios en América Latina en este momento. La Argentina sigue teniendo más o menos cinco o seis basados en él país. Y todo el resto se dieron afuera. El Merval en su pico, en 1994-95, representaba más o menos la mitad del Bovespa, que es la bolsa brasileña de San Pablo. Si tomamos ese mismo número hoy, según la semana, porque esto varía bastante, es entre el 1,5 y 2 %. Eso te muestra un fenomenal cambio de peso específico de las valuaciones de las compañías. Y mientras que en la bolsa de San Pablo literalmente cada semana hay un IPO (lanzamiento inicial de acciones), a veces más de uno, en la Argentina hace años que no hay. Y de hecho hay menos compañías cotizando hoy que hace veinte años en la bolsa. Esto es un medidor muy claro del interés de inversores de entrar en el país, de la capacidad de financiamiento de las compañías.-¿Qué ventaja tienen los entrepreneurs tecnológicos?-AO: Al estar en una industria que se mueve globalmente, donde muchos de los inversores saben moverse internacionalmente, los nuevos proyectos no necesitan financiarse con los bancos locales ni con los mercados bursátiles. Y entonces prácticamente todas las compañías exitosas, las que llegan a series A, series B y la mayoría unicornios, tiene financiamiento afuera de la Argentina, lo que les permite en cierta manera ignorar este contexto tan negativo que hay. Sin embargo, en Brasil las empresas se financian en la bolsa brasileña. También hay otras que se financian con venture capital americano, pero hay varios venture capitalists (capitalistas de riesgo) brasileños que son enormes. Y de nuevo, la bolsa juega un papel muy relevante, tan relevante que las compañías de tecnología que salen al mercado se preguntan muy seriamente si les conviene hacerlo en Brasil o en Estados Unidos.A la caza de los próximos unicornios: Silicon Valley apuesta por los emprendedores argentinos-¿Qué significa el nombre del fondo?-MN: Mielina es un lípido que recubre las neuronas. Y básicamente lo que hace en tu cerebro es que la información pase mucho más rápido y se distribuya mucho más rápido. Entonces fue como un paralelo entre la aceleración de la información y lo que hacemos nosotros que es acelerar los proyectos con las inversiones.

Fuente: La Nación

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