En el año 1982 Griselda Errecalde (63) conoció en un boliche bailable de Mar del Plata, lugar donde aún sigue viviendo, a Juan José Di Meglio. Tras esa primera noche, volvieron a salir y el amor no tardó en llegar. Se pusieron de novios y en diciembre de 1984 se casaron.Desde antes de conocer a Griselda, Juan José trabajaba como maquinista de barcos pesqueros de media altura por lo que ella, cuenta, permanecía sola bastante tiempo porque él se embarcaba una semana, regresaba a tierra donde pasaba apenas dos días y se volvía a ir.Más allá de lo mucho que se extrañaban, la remuneración que Juan José recibía todos los meses era bastante elevada, acorde para mantener un hogar que con el tiempo se llenó de hijos: Anabella, Ariel y las mellizas Ornella y Luciana.Sin embargo, cuando nacieron las melli los dos acordaron que era el momento ideal para que él dejara de viajar para pasar más tiempo en familia. Entonces, pusieron una churrería (más tarde agregaron una pastelería) en su propia casa para poder criar juntos a los cuatro niños.El primer golpeGriselda comenta que fueron años difíciles ya que no eran del oficio y, principalmente, porque su marido no estaba acostumbrado a vivir al día. Más allá de que trabajaron juntos en el negocio durante cinco años, cuando le ofrecieron, otra vez, hacerse cargo del barco El Altair él no dudó en aceptar la propuesta. Para ese entonces, los chicos ya no eran tan chicos y su mujer podía arreglárselas en soledad en las tareas hogareñas.Griselda y Juan José se casaron en diciembre de 1984 y tuvieron cuatro hijos.Ni Griselda ni Juan José se imaginaron en ese momento lo que iba a ocurrir al año y medio de tomar esa decisión. “Salió un 26 de abril de 1997 con la idea de volver el 10 de mayo porque tomaba su primera comunión Anabella. En ese entonces los viajes duraban más porque tenían que ir a buscar el pescado muy al sur, pero calculaba que iba a llegar justo. Pero el 1 de mayo, en medio de un temporal que los agarró mar adentro, el barco se fue a pique con todos adentro sin ninguna posibilidad de salvarse. Yo me enteré al día siguiente, llevé a los chicos al colegio al mediodía y cuando regresé a casa la esposa de otro tripulante me estaba esperando para darme la noticia. Indescriptible la sensación, la desesperación, las preguntas sin respuestas, las idas y vueltas a prefectura esperando el milagro que no ocurrió, el barco estaba hundido. Fui al colegio a retirar a los chicos antes de su horario de salida, conté lo que estaba pasando, me los trajeron y con el apoyo de la directora y una monjita le dijimos a mis hijos. Fue tremendo. Tuve mucha contención tanto de mi familia como de la escuela”, rememora Griselda.Mirar hacia adelantePara Griselda y para sus hijos fue muy difícil ese duelo porque además de perder a un marido y a un papá nunca encontraron su cuerpo para poder enterrarlo. “Contuve mucho a mis hijos que fueron muy fuertes también. La base naval logró bajar con buzos hasta donde estaba el barco para filmarlo, estaba envuelto en las redes de pesca, así que junté a los chicos, les mostré el video y les expliqué que ahí había quedado papá, lloramos juntos y seguimos viviendo”.En ese momento Anabella tenía 10 años, Ariel 8 y Ornella y Luciana 6. Griselda se quedaba sola con ellos, pero su fortaleza y su espíritu de superación personal jamás le permitieron bajar los brazos. Tampoco tenía otra opción: tenía que criar, cuidar, contener y vivir para sus pequeños cuatro hijos.El mismo colegio al que asistían los chicos la convocó, en marzo de 1998, para trabajar en la biblioteca. Como si eso fuera poco, los becó para que los cuatro pudieran seguir estudiando, un gesto que Griselda agradecerá por siempre ya que eso le permitió a su familia poder seguir con su vida.Tras la muerte de su marido Griselda decidió alquilar la pastelería que estaba instalada debajo de su casa. De esa manera comenzó a repuntar en la parte económica y en el 2000 se animó a estudiar la carrera de Biblioteocología de la que finalmente se recibió en 2012.Griselda y Ariel, su hijo que fue asesinado en 2011.La peor noticiaLos años fueron pasando y los hijos de Griselda fueron creciendo. Los cuatro terminaron el secundario en ese mismo colegio y trabajaron desde muy chicos para poder costearse sus estudios universitarios.Habían pasado ya 14 años de la muerte de Juan José y pese a lo que significó para Griselda y para sus hijos semejante pérdida, los cinco habían podido seguir adelante con sus sueños. Sin embargo, la tarde del 8 de septiembre de 2011 ella recibió la peor noticia, la que ninguna mamá está preparada para escuchar.“Estaba en la escuela cuando, de repente, comenzó a sonar insistentemente mi celular que no podía atender porque estaba en un curso. Ante la insistencia, salí del aula y era Noelia, la novia de Ariel, que me decía llorando ´por favor, vení a casa´. Así que una maestra y la directora del colegio me acompañaron y cuando llegué mi hijo ya estaba muerto en la vereda, lo único que hice fue tirarme al lado de él y abrazarlo”, relata.A los pocos minutos de esa desgarradora escena, Griselda se enteró que su hijo estaba charlando con su novia, sentado en su moto y a punto de irse al gimnasio. En un momento Ariel vio que un muchacho se acercó y se paró muy cerca de ellos. Como lo venía observando con desconfianza, el asesino le dijo ´¿qué me mirás?´ y sin esperar su respuesta le disparó directo al corazón. En ese instante puso la moto en marcha y huyó, mientras Noelia, desesperada, comenzó a gritar pidiendo ayuda pero, lamentablemente, Ariel ya había fallecido.Sus hijas y sus nietas fueron un pilar muy importante para superar la muerte de Ariel.“Cuando llegué a mi casa después de que levantaron a Ariel para llevarlo a la morgue y a mí me atendiera una ambulancia, entré a su habitación. En ese momento me tiré en su cama y lloré mucho, no sé cuánto, hasta que reaccioné y me dije para mí misma que él no hubiera querido que lo recordara con tristeza y yo no me quería enfermar. Tenía que hacer el duelo”.La importancia de hacer el dueloA los pocos días de la muerte de su hijo, Griselda se contactó con Alicia García, terapista en duelo, y durante un año ella y sus hijas pudieron transitar las cinco fases del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.“Esta terapista me hizo leer varios libros de la psiquiatra Elisabeth Kubler Ross y también tenía un cuaderno donde yo escribía lo que sentía, lo que quería decirle a Ariel, pegaba fotos, guardaba notas que me había escrito, tarjetas de cumpleaños, todo lo que me recordara a él. Otra sugerencia fue que lo homenajeara, entonces saqué toda su ropa, sus camisetas de Boca, del Barca, gorras, zapatillas, buzos y llamé a sus amigos y cada uno vino y se llevó algo. Fue duro para mí y para sus amigos, pero sirvió. Sus pertenencias más personales las tengo yo en un baúl con su nombre que está en mi habitación. Mi hijo era muy alegre y me quedo con eso, con esa alegría por vivir que no pudo ser. Por eso, nunca me tiré en una cama a llorar”.La terapia la ayudó a Griselda a realizar una aceptación activa de lo que le había ocurrido para poder continuar con su vida a pesar de esa tremenda e irreparable pérdida.Con su hija Anabella y sus nietas Alma (5) y Charo (1 año y medio).“Tengo mucha constancia y disciplina”Sus nietas Alma (5) y Charo (1 año y medio) son dos de las razones más importantes que encuentra todos los días Griselda para levantarse con una sonrisa pese a que las tiene un poquito lejos ya que viven en Santiago del Estero. Además, su manera de encarar la vida hace que pese a todo lo que pasó pueda sonreír y vivir el día a día con entusiasmo.“Soy muy salidora, me gusta ir a caminar por esta costa hermosa que tenemos los marplatenses. Si no hay amiga que pueda acompañarme, salgo sola, no tengo drama, disfruto igual. La pandemia cortó la ida al gimnasio, pero no impidió que yo misma me hiciera una rutina para hacer en casa que cumplí a rajatabla durante toda la cuarentena, tengo mucha constancia y disciplina. Mi objetivo ahora es poder jubilarme y si la pandemia lo permite, ir a visitar a mis dos hijas que están en Europa”, se ilusiona.El asesino de su hijo fue condenado a 13 años y 4 meses de prisión en un juicio abreviado y actualmente sigue preso, aunque goza de salidas transitorias.“Yo lo perdoné, a mí este chico no me genera odio ni nada. Deseo de corazón que le vaya bien y se porte bien”.
Fuente: La Nación