En el cuento “La máscara de la muerte roja”, Edgar Allan Poe describe la situación excepcional de un antiguo reino arrasado por una mortal pandemia. Su gobernante es un príncipe valiente y sumamente rico, que decide encerrarse en uno de sus enormes castillos junto a mil cortesanos y cortesanas, además de una enorme cantidad de provisiones. Adentro había seguridad y placer. Afuera reinaba la “muerte roja”.El escándalo de la foto de Olivos tiene puntos en común con esta historia. Al otro lado de la cerca, reina la pandemia y las restricciones dictadas por “el príncipe”. Adentro, las restricciones no aplican.¿No son simples mortales quienes la habitan? Al parecer, sí lo son, porque también a ellos los amenaza el virus. Pero no las privaciones. Eso es para el resto. La imposibilidad de trabajar, circular, despedir a nuestros muertos…En el cuento de Poe, finalmente, el virus entra y termina con todas las personas en el castillo. Aquí no será lo mismo. Aunque los que sobrevivimos a este mal, no podremos olvidar los muchos privilegios de la casta que nos encerró con verborragia y amenazas.Ellos no hicieron el mismo esfuerzo. Abusaron de su posición y mostraron sus peores miserias ante la tragedia que aún vivimos. No será, por cierto, “la peste” quien haga justicia esta vez. Seremos nosotros en las urnas quienes podemos marcarle a la “casta” los límites de la tolerancia. Es nuestra oportunidad para demostrarles que son nuestros empleados y, que esta vez, los estúpidos han comenzado a reaccionar.
Fuente: La Nación