La posibilidad de que Lionel Messi integre un Dream Team con Neymar, Mbappé, Donnarumma, Sergio Ramos, Marquinhos y Di María llama la atención. ¿Cómo puede ser que el Barcelona, el club que más ingresos tuvo en la temporada 19/20, no logre retenerlo, y Paris Saint-Germain, con casi 200 millones de euros menos recaudados en la misma temporada, pueda pagar un seleccionado mundial? La diferencia es que el Barcelona es un equipo, pero PSG es un Estado. O, más preciso, es una sociedad anónima propiedad de un Estado, que en este caso es Qatar. Mientras los equipos de fútbol deben subsistir con los ingresos tradicionales, PSG suma un apartado: el del subsidio de un gobierno.El presidente del PSG, Nasser Al Khelaifi, celebra tras la obtención de la Copa de Francia, que Paris Saint-Germain le ganó a Monaco en el Stade de France el 19 de mayo pasado (John Berry/)Qatar compró el 70% del Paris Saint-Germain en 2011 y, un año más tarde, se quedó con el 30% restante. Lo hizo a través de un fondo de inversión soberano manejado por el hoy emir qatarí, Tamim bin Hamad Al Thani, quien en ese entonces era el heredero al trono. Ese fondo de inversión, llamado Qatar Investment Authority (QIA), fue creado con el objetivo de gestionar los beneficios generados por el petróleo y el gas natural. Por lo tanto, PSG es propiedad del QIA, cuyo dueño es Qatar y cuyo control está directamente ejercido por la familia real.Ahora, ¿por qué Qatar decidió invertir en el fútbol? ¿Fue una inversión más o tuvo otra intención? Por supuesto que sedujo el glamour de París y la posibilidad de reconstruir un equipo con poca historia y menos títulos (en 2011, tenía solo dos campeonatos locales contra nueve del Marsella y diez del Saint-Etienne), pero, más que eso, PSG le dio a Qatar la posibilidad de limpiar su imagen y jugar en el tablero de la política internacional.Concretamente, el gobierno qatarí entró en el fútbol cuando sus vecinos árabes lo acusaron de promover movimientos golpistas y proteger al terrorismo. Según el académico Simon Chadwick, experto en la industria del deporte en Eurasia, ése fue el motivo principal de la inversión. Frente a la necesidad de anular la imagen negativa que le generaban Arabia Saudita y los aliados de éste, Qatar contraatacó con una especie de blanqueo a través del deporte.El emir Sheikh Tamim bin Hamad al-Thani; Gianni Infantino, presidente de la FIFA, y Vladimir Putin, presidente de Rusia, durante un encuentro en el KremlinEl primer movimiento fuerte que realizó Qatar en la industria del fútbol fue la obtención de la sede del Mundial 2022, que ocurrió en 2010, cuando superó, ante la sorpresa del planeta, a Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Australia. Esa lucha coincidió con las primeras tensiones entre Qatar y Arabia, que se endurecieron entre finales de 2010 y principios de 2011, durante la Primavera Árabe, movimiento político que desembocó en la caída de los gobiernos de Egipto, Libia, Yemen y Túnez. El motivo del enfrentamiento fue que Qatar alentó la nueva ola política y Arabia prefirió una postura más conservadora. En 2011, QIA compró el PSG.El emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, junto al expresidente Mauricio MacriEl conflicto creció y alcanzó su pico en 2017, cuando los sauditas acusaron a los qataríes de apoyar al terrorismo. El gobierno de Riad rompió relaciones con Doha y encontró un rápido alineamiento en Emiratos, Bahrein, Libia, Egipto, Maldivas y Yemen. Todos juntos ejercieron un boicot diplomático contra Qatar, prohibieron la circulación por su espacio aéreo de aviones de procedencia y destino qatarí, cerraron sus fronteras para los ciudadanos de ese país, le exigieron a Doha que rompiera con Irán y reclamaron la desarticulación de la cadena de TV Al-Jazeera, propiedad del gobierno de los Al Thani.Así las cosas, Qatar respondió con una estrategia que puede resumirse con el término “soft power”. Es un concepto que surgió en 1990 en Harvard, cuando Joseph Nye definió así al poder de la influencia internacional por métodos blandos como la diplomacia, las relaciones o el marketing. Es una oposición al término “hard power”, que sería obtener resultados por vía dura, como la violencia. El objetivo de Qatar, que no estaba en condiciones de resolver sus conflictos políticos mediante una disputa bélica, fue limpiar su imagen y cambiar el eje de la discusión con el deporte como uno de sus argumentos principales.El presidente del PSG, Nasser El-Khelaïfi, en el club francésPara Chadwick, logró su objetivo, especialmente con la obtención de la sede del Mundial, luego con la compra del PSG y, finalmente, con cada adquisición altisonante, como la de Neymar, en 2017, que llegó muy poco después de las acusaciones de protección al terrorismo. Arabia y sus aliados rompieron relaciones con Qatar en junio de 2017. La compra de Neymar ocurrió el 3 de agosto de ese año. “Mientras la disputa política crecía, QIA utilizó la firma de Neymar para mostrar su fuerza económica y política”, consideró Chadwick. Qatar les mostró a sus vecinos un poder blando inmenso y Neymar se convirtió, sin quererlo, en una pieza ideal para la estrategia de los Al Thani.Neymar con la número 10, cuando desembarcó en PSG a cambio de una fortuna y dejar en vilo a BarcelonaEn enero de 2021 Qatar y sus adversarios restablecieron relaciones, y el rey de Arabia levantó el bloqueo que pesaba sobre los qataríes. Pero Qatar ya probó que el poder blando del fútbol le reporta buenos resultados. ¿Por qué, entonces, no habría de aprovechar la posibilidad de contratar a Lionel Messi?* Autor de “El Circo de los Pueblos. Cómo dictadores, narcos, políticos y empresarios consiguieron poder a través del fútbol”
Fuente: La Nación