Por Mónica Machicao y Santiago LimachiURU CHIPAYA, Bolivia, 29 jul (Reuters) – En Uru Chipaya, en
el desértico altiplano de Bolivia, el indígena Fausto López se
vistió con sus mejores prendas para finalmente recibir una
vacuna contra el COVID-19.López y su esposa Petronila Mollo se acercaron a la plaza
principal del pueblo, donde estaba planificada una vacunación
masiva con un lote de vacunas de dosis única de Johnson &
Johnson que el Gobierno boliviano había dicho que
enviaría a la remota comunidad indígena.Un gran grupo de periodistas, incluidos corresponsales de
Reuters, estaba presente tras ser invitados para cubrir la buena
noticia.Sin embargo, las cosas no salieron como estaba previsto.Las vacunas no llegaron y a pesar de llevar letreros que
leían ‘He sido vacunado contra el COVID-19’, la mayoría de las
personas no recibió su vacuna. Solo un puñado de voluntarios
fueron inoculados con una vacuna de origen chino que ya se
encontraba en la localidad. López se fue decepcionado.”Cuando las vacunas llegaron la gente tenía miedo, pero
después las vacunas faltaron y algunos quedaron sin vacunarse,
así paso aquí”, dijo López.A menudo ubicadas lejos de los principales centros urbanos
-Uru Chipaya se encuentra a unas ocho horas en automóvil de La
Paz-, las comunidades indígenas de Latinoamérica con frecuencia
están quedando relegadas en los lentos programas de vacunación
de la región.En el oeste montañoso de Bolivia, los hombres cultivan la
tierra y pescan, mientras que las mujeres tejen con destreza
artesanías hechas con lana de oveja para vender.Si bien la lejanía ha preservado la forma de vida en Uru
Chipaya, durante la pandemia del coronavirus la distancia
también creó una barrera para acceder a vacunas, que a menudo
necesitan ser cuidadosamente almacenadas y administradas en dos
dosis durante un período prolongado.El Gobierno socialista de Bolivia hasta el momento ha
aplicado más de 3,1 millones de dosis de vacunas, suficientes
para cerca del 13,5% de su población, asumiendo que cada persona
necesita dos dosis, según datos de un rastreador de Reuters.Pero mientras que algunas poblaciones indígenas de difícil
acceso han comenzado a ser vacunadas, líderes indígenas, entre
ellos la legisladora Cecilia Moyoviri y el activista local Alex
Villca, han criticado un déficit de dosis en esas comunidades.”Hay una irregularidad en la distribución de las vacunas”,
dijo a Reuters Toribia Lero, quien encabeza la Comisión de
Pueblos y Naciones Indígena Originario Campesinos en la Cámara
de Diputados de Bolivia.”No existen datos sobre la situación de los pueblos
indígenas, cómo se distribuyen las vacunas a los pueblos
indígenas. En muchas situaciones, el ministerio (de Salud) va a
un pueblo o se reúne con la elite dirigencial simplemente para
sacarse fotos”, señaló Lero.Osman Calvimontes Subieta, del Ministerio de Salud, dijo que
“las vacunas están garantizadas (…) debemos reconocer que
nuestras autoridades locales en áreas indígenas están dando
ejemplo”. Sin embargo, se negó a comentar por qué las dosis
prometidas de la vacuna no habían llegado a Uru Chipaya.Ante los retrasos en los envíos de la vacuna Sputnik V de
Rusia, el Gobierno boliviano se ha volcado hacia las dosis de la
china Sinopharm. También recibió vacunas monodosis de Janssen a
través del mecanismo COVAX, las cuales se comprometió en hacer
llegar a las zonas rurales.Lero dijo que legisladores investigarían lo que pasó en Uru
Chipaya.”Vamos a realizar las fiscalizaciones correspondientes
porque no puede ser que los pueblos indígenas nuevamente estemos
expuestos al riesgo”, dijo.
(Reporte de Mónica Machicao y Santiago Limachi; Escrito por
Adam Jourdan; Traducido por Danny Ramos; Editado por Maximilian
Heath)

Fuente: La Nación

Comparte este artículo en: