Alberto Fernández está quedando atrapado en un nuevo laberinto. Duda entre seguir a su ministro de Economía, Martín Guzmán, para brindar alguna señal favorable a los mercados, o acatar las exigencias de mayor intervencionismo que, desde una visión más populista, le formula Cristina Kirchner. Según los voceros del cristinismo, postergar cualquier acuerdo con el FMI hasta después de las elecciones y aumentar los controles sobre precios y tarifas le redituará votos al oficialismo; desde la otra vereda, en cambio, se sostiene que esa maraña intervencionista y el temor a un default no hará más que agravar el proceso de desconfianza y contraerá aún más la economía, lo que también alejará a los votantes.Al concluir su reciente gira por Europa para persuadir a sus líderes de que apoyen a la Argentina en el proceso de renegociación de su deuda con el Club de París y el FMI, el presidente de la Nación dio cuenta de las contradicciones internas que caracterizan a su gobierno. “Queremos un rápido acuerdo (con el Fondo Monetario), pero no a cualquier precio”, fue una de sus definiciones que desnudó su particular afán por quedar bien con unos y con otros.El primer mandatario sabe que cuanto antes se firme un acuerdo con el FMI, más rápidamente se despejará un frente de tormenta sobre la economía. Pero, al mismo tiempo, no deja de ser permeable a los argumentos que le acerca el cristinismo, acompañados por encuestas hechas para el Instituto Patria, según las cuales la población rechaza mayoritariamente los aumentos en las tarifas de servicios públicos y no ve mal los controles de precios, al tiempo que percibe al organismo financiero internacional como un adversario de la Argentina.No escapa a las preocupaciones de Cristina Kirchner y sus primeras espadas que el factor económico es el que más pesa en la porción de votantes del Frente de Todos decepcionados con la gestión del gobierno nacional.Un reciente estudio de la consultora Synopsis da cuenta de que del 52,5% de ciudadanos que apoyaron la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales de 2019, solo el 66,7% se declara hoy leal a la coalición gobernante de cara a los próximos comicios, en tanto que el 17,5% se considera desencantado y el 15,8% restante, indeciso.Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Captura/)De acuerdo con estos números, en el distrito bonaerense, si las elecciones fueran hoy, al Frente de Todos volvería a votarlo el 34,8%, en tanto que el 8,2% duda sobre si volver a hacerlo y el 9,2% votaría a otra fuerza política.Cuando se consulta al 8,2% que duda si volver a votar a la coalición gobernante cuál es el factor más determinante para definir su sufragio, la mayoría (32,9%) señala “mejorar mis ingresos”; el 24,3% menciona “mejor educación para mis hijos”; el 23,1%, “que la corrupción no quede impune” y el 7,7%, “conservar o conseguir un empleo”.Si se analiza al 9,2% de exvotantes de Alberto Fernández que hoy no apoyaría al oficialismo, el principal factor que determinaría su voto es “que la corrupción no quede impune” (33,6%), seguido por “conservar o conseguir un empleo” (21,7%) y “mejorar mis ingresos” (14,3%).Se advierte, así, que el bolsillo de los electores continúa siendo el factor preponderante para definir el voto de quienes podrían dudar en acompañar o no al oficialismo en las próximas elecciones legislativas. Y las circunstancias actuales están lejos de favorecer al oficialismo: la inflación, que siempre golpea a los sectores menos favorecidos, supera el 17% al cabo de los primeros cuatro meses del año; la Argentina fue el país de la región cuya economía cayó más (-9,9%), después de Perú (-11%), y su salario mínimo, que ronda el equivalente a 138 dólares, es el más bajo de Sudamérica, con excepción de Venezuela.Conscientes de que la economía y el bolsillo serán definitorios en el voto de muchos de los ciudadanos que apoyaron al Frente de Todos dos años atrás, dirigentes del cristinismo sugieren que el ministro Guzmán entiende poco de política e intentan correrlo por izquierda. De allí que mientras Alberto Fernández y el titular del Palacio de Hacienda recorrían Europa en busca de comprensión y apoyos, desde las huestes de Cristina siguieron jugándole malas pasadas al ministro de Economía y a otros funcionarios del Gobierno.- El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, se sumó a las voces del Instituto Patria y de La Cámpora en favor de la estatización de la Hidrovía, que había sido desechada por el ministro de Transporte, Alexis Guerrera.- Máximo Kirchner se metió de lleno en la disputa por las tarifas y propuso bajar el costo de las facturas de gas en localidades del interior del país.- Varios dirigentes continuaron reivindicando al subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, a quien Guzmán quiso sin éxito despedir. Entre ese coro de voces, se destacó la del jefe de abogados del Gobierno, Carlos Zannini.- A instancias de Cristina Kirchner, los senadores kirchneristas aprobaron una declaración para condicionar el destino de los fondos que el FMI envíe este año a la Argentina en derechos especiales de giro (DEG) por el equivalente a unos 4300 millones de dólares, de modo que no sean empleados para pagar deudas con el propio Fondo Monetario o con el Club de París.Para algunos economistas, es esta última una discusión bizantina, por cuanto el dinero es fungible y lo que verdaderamente importa a decisores económicos y acreedores del país es si el Gobierno tiene voluntad para pagar sus deudas o no. Y lo cierto es que Alberto Fernández les pidió a líderes de Europa apoyo al plan argentino, pero ni allí ni aquí se sabe a ciencia cierta cuál es el plan. Desde el Gobierno alguien podrá afirmar que ese plan existe y que está plasmado en el presupuesto nacional 2021. La mala noticia es que esa ley contemplaba una inflación anual del 29% y ese número ya ha quedado muy corto. Las proyecciones actuales arrojan un aumento del costo de vida del 47% anual.El empeño del Presidente por despejar las dudas sobre el futuro de la Argentina fuera del país suele ser inútil cuando los interrogantes yacen dentro de la propia coalición gobernante y cuando, desde sectores del propio oficialismo, se insiste en políticas populistas que han demostrado su fracaso, imaginando equivocadamente que la reiteración de esos errores no los pagará el presente sino que serán pagados por futuros gobiernos.
Fuente: La Nación