Ubicado en José Ignacio, Uruguay, todo estaba por hacerse en este jardín con vista al mar. La situación inicial era la siguiente: había un proyecto de arquitectura -a cargo del estudio de Martín Gómez- que incluía cuatro edificaciones independientes entre sí que a la vez conformaban un espacio exterior central de unos 100 m2, protegido del viento del mar del Este tan característico de la zona. Había que resolver, desde el diseño paisajístico, el acceso principal, ya que se daba a través de la entrada de autos lateral.La idea fue hacer un diseño natural, con especies sueltas, resistentes a la cercanía del mar y de bajo mantenimiento. La propuesta paisajística, a cargo de Cuqui Fernández, incluyó espacios entre edificaciones que se convirtieron en “llenos” de canteros y el sector central, hacia donde miran las cuatro construcciones, se convirtió en el espacio de uso del jardín, con una superficie libre para el césped y contención para una espejo de agua. Como los maceteros, el color de azul profundo de la pileta buscó evocar el azul del vecino mar.Conocé qué plantas son ideales para cultivar cerca del marLa pileta poco profunda fue utilizada visualmente como estanque y eje del espacio central. (Inés Clusellas/)Antes. Así se veía el espacio central. Rodeado de arquitectura, genera un remanso contra el viento del mar. (Archivo Revista Jardín./)El desarrolloEl acceso principal cobró independencia de la entrada de autos con una rampa perpendicular y contenido por canteros en ambos lados. Para vestir la fachada, orientada hacia el mar, las especies elegidas fueron formios bronceados (Phormium tenax), Pennisetum rupelli y Gaura lindheimeri de flores blancas.El zócalo de vegetación viste la casa y la “despega” del nivel de la vereda. (Inés Clusellas/)Antes. La casa se elevó para ganar visuales al mar. (Archivo Revista Jardín/)A pedido de la dueña del jardín, alguna rosa debía ser invitada. Es así que los tres canteros del espacio central fueron plantados con lavanda (Lavandula dentata) y la gramínea Stipa tenuissima, y para lograr contraste de texturas: margaritas, verbenas (Verbena bonariensis) y Rosa ‘Graham Thomas’ (estas últimas en una mínima proporción), para aportar más color en verano.En Luján, un jardín joven de estilo mediterráneo que florece desde la primavera hasta el otoñoEl azul de la pileta y de las macetas, que recorren la galería del frente y del contrafrente, replican el color del mar. (Inés Clusellas/)En el Bajo Belgrano, un patio en planta baja que es una mini selva entre medianerasEl color agrisado de la madera oxidada, presente en los distintos módulos construidos alrededor del jardín, aliviana la arquitectura. (Inés Clusellas/)Para dar escala y filtrar el sol de la tarde sobre el jacuzzi se ubicó un olivo (Olea europaea). El lateral derecho del jardín se trabajó con un sendero discontinuo e intervenido con laureles blancos (Nerium oleander), lo que da cierto misterio al recorrido y oculta las vistas desde la parrilla.La premisa inicial partió de realizar un diseño natural, acorde al paisaje marítimo y costero. (Inés Clusellas/)La pérgola cubierta repite el mismo diseño recto que el volumen del estar de la casa. (Inés Clusellas/)Protagonista de las vistas desde el interior, el jardín llegó así a ser el centro de la casa y, sobre todo en verano, el espacio principal destinado al encuentro espontáneo u organizado de sus habitantes e invitados.

Fuente: La Nación

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