ROMA.- “Es ese miedo de no saber cómo estas vos, con qué te vas a encontrar cuando salgas a la calle… Ese miedo de lo que le puede haber pasado a la gente cercana… En el búnker está todo cerrado y escuchábamos los estruendos, los bombazos y no teníamos claro si era la Cúpula de Hierro, el sistema de defensa anti-misiles de Israel, o si cuando íbamos a volver a salir a la calle la cuadra iba a estar destruida…”.Alan Kronik tiene 28 años y es porteño “como el café con leche”. Es la una de la mañana pasada y, como indica su voz en el teléfono, está más que despierto, con mucha adrenalina encima. Claro, tuvo su primera experiencia en un búnker. “Nunca me imaginé vivir algo así. Nadie se esperaba vivir esto ahora… No es normal lo que pasó hoy… Es histórico. No es normal que lancen 130 misiles sobre Tel Aviv: no sólo por la lejanía desde Gaza, sino por lo que implica Tel Aviv como ciudad”, dice.Conflicto: lluvia de misiles y sirenas en una de las noches más angustiantes de Tel AvivAlan, que estudió Economía en la UBA e hizo un máster en el CIAS, llegó en octubre pasado a Israel para hacer otro máster en Business en la Universidad de Herzliya. Además, trabaja part-time en una empresa de tecnología en el sur de Israel.Vive en el centro de Tel Aviv, en un departamento que comparte con dos room-mates: otro argentino-canadiense que se llama Ezequiel y un brasileño, de Río de Janeiro, que se llama Isaac. Como suele ocurrir en todas las viviendas que hay en Israel -un país que prácticamente vive en guerra desde su creación, en 1948-, también en su departamento hay un búnker: un tercer cuarto con pared especial y ventana especial, que cuando se mudó nunca pensó que usaría. Hasta anoche.Un cohete lanzado desde la ciudad de Gaza es interceptado por el sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro de Israel (MAHMUD HAMS/)“Fue la primera vez para todos en el búnker. Nadie se esperaba esto. El conflicto escaló muy rápidamente y en forma desproporcionada. Hace unos días estábamos en paz, celebrando el fin de la pandemia de coronavirus, sin barbijos y de repente eso”, dice, incrédulo. “Hace una semana la agenda nacional estaba con otros temas… y de repente, lluvia de misiles”.¿Cómo fue? “Estaba cocinando una ensalada de tomate, choclo, pepino huevo y palmito, que quedó ahí, había recién vuelto de laburar, había oído el rumor de un ataque de Hamas, algo que también había pasado el día anterior y no había sucedido, cuando de repente empezaron a sonar las alarmas. Ahí, nos fuimos al búnker”, relató. En medio del desconcierto, la escena volvió a repetirse tres veces. “Fue correr y meternos adentro y esperar, mientras escuchábamos los estruendos”, contó.Covid: autopsias revelan por qué es tan difícil el diagnóstico de la enfermedad en niñosMás allá del momento inesperado, la incertidumbre, el ser novato en un el tema -normal sobre todo para quienes viven en ciudades que quedan más al sur, como Ashkelon, más cerca de la franja de Gaza-, Alan destacó la excelente organización israelí. “Hay protocolos muy buenos, una aplicación que te bajás y te avisa del ataque y uno sabe qué hacer”, subrayó.En esos 40 minutos en el búnker, donde el wifi “funcionaba hasta ahí” y donde por las dudas se llevaron los cargadores del celular y botellas de agua, Alan y sus coinquilinos se comunicaron con familiares y amigos, intentando enviar mensajes tranquilizadores. “La familia empezó a escribir, tenemos un grupo de WhatsApp, también se comunicaron tíos, abuelos, amigos… También hay un grupo grande de argentinos que vivimos acá que nos mandábamos mensajes para ver cómo estábamos”, contó Alan, a quien de golpe le cambió la rutina en forma dramática.Hoy, mientras tres cuartas partes de Israel no tendrán clases vista la situación de alerta, él trabajará en forma remota. “Veremos cómo sigue. Ojalá que esta situación se termine lo antes posible. Ojalá volvamos a esa vida que hubo hasta ayer, con Israel visto como un ejemplo de cómo manejar la pandemia… Israel se preparaba para recibir de nuevo a turistas porque es un país seguro, de hecho funcionó la Cúpula de Hierro”, resaltó. “Pero la sensación es de no creerlo… Nadie esperaba vivir esto ahora. No iba por ese lado el clima”.

Fuente: La Nación

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