Los años que se perfilan con precipitaciones por debajo del promedio, como la campaña actual, aprovechar cada milímetro de agua disponible es clave para potenciar los rendimientos de los cultivos.
En el caso de la soja, hay múltiples tecnologías de insumos y procesos que pueden ser aliadas para dar un salto productivo, hasta en plena restricción de precipitaciones.
Es sabido que la oleaginosa tiene mecanismos simbióticos que, con bacterias fijadoras de nitrógeno, puede autoabastecerse de este elemento desde la atmósfera.
De esta manera, el cultivo se asegura los 80 kilos de este nutriente, por cada tonelada de grano. En este sentido, gracias a la inoculación con bacterias en la semilla están provistos los microorganismos fijadores.
Sin embargo, el nitrógeno no es todo. Se necesita más manejo para conseguir más rinde. Fernando Salvagiotti, investigador del INTA Oliveros (Santa Fe) recomienda realizar una fertilización con fósforo, azufre y micronutrientes para lograr una nutrición balanceada, con respecto al nitrógeno asimilado por el cultivo.
“Son prácticas complementarias que le permiten a la planta generar los nódulos primarios que luego promueven el desarrollo de biomasa e incrementan rendimientos en la etapa final del cultivo”, dice el experto, a lo que agrega que para que ocurra la sinergia entre la adición de fertilizantes con el inoculante, es conveniente aplicar fertilizaciones fosforadas y basadas en diversos micronutrientes, evitando las fertilizaciones nitrogenadas.
TECNOLOGÍA DE PUNTA
Fernando Sánchez, responsable de la línea de fertilizantes de Rizobacter, remarcó la aparición de tecnologías de nutrición de cultivos innovadoras y agregar nuevos micronutrientes que mejoran la fijación biológica de nitrógeno y la fijación de granos.
Sánchez destaca la performance de “Microstar CMB”, un fertilizante microgranulado de rápida disolución que, además de macronutrientes, aporta cobalto, molibdeno y boro, además de que puede ser agregado a la siembra junto a la semilla sin generar fitotoxicidad a las dosis recomendadas.
En ensayos a campo, citó el técnico de Rizobacter, la tecnología de CMB marcó diferencias de hasta 1.000 kilos por hectárea de rinde y la mayoría de los resultados se ubican dentro del rango de los 300 y 600 kilos por hectárea.
Es importante resaltar que los resultados positivos no sólo aparecieron en lotes pobres o de mucha historia agrícola, sino también en lotes de soja de segunda donde la tasa de éxito fue del 100% y en lotes de primera muy bien nutridos.
Otra tecnología que recomendó Salvagiotti, a su turno, son los PGPR (efecto de bacterias promotoras de crecimiento vegetal) promovido por los productos biológicos. En el lote, la acción de los PGPR se observa en el logro de plantas, es decir, hay más plantas emergidas por metro cuadrado gracias a los promotores.
Fuente: InfoCampo