El devenir de una serie de medidas ambientales de la Unión Europea que, tarde o temprano impactarían sobre cuestiones comerciales, se inició a finales del año pasado y llevó a un desenlace recientemente.
Por entonces, a finales de 2019, el “Acuerdo Verde Europeo” (en inglés, European Union Green Deal) estableció cómo procederá Europa para convertirse en el primer continente neutral para el clima hacia el 2050.
Bajo ese programa, trazó un nueva estrategia de crecimiento sostenible, impulsando la economía, la mejorar la salud y la calidad de vida de las personas, el cuidado de la naturaleza, sin dejar a nadie detrás.
En estas condiciones, los agricultores europeos deberán empezar a ajustarse a una serie de normas ambientales para la producción de alimentos y ser ambientalemente sostenibles.
Con la irrupción de la pandemia del Covid-19, que derivó en la detención de muchos procesos industriales, en Europa tomaron real dimensión de los daños ambientales que estaban causando y el consecuente impacto que tendría la aplicación del Acuerdo Verde.
En este sentido, especifican: “La pandemia nos hizo muy conscientes de las interrelaciones entre nuestra salud, ecosistemas, cadenas de suministro, consumo y patrones, y límites planetarios. Está claro que tenemos que hacer mucho más para mantenernos a nosotros mismos y al planeta saludable”.
Entonces, a mediados de mayo, la Comisión Europea finalmente selló los lineamientos de lo que llamó “Farm to Fork Strategy” (F2F) (La estrategia del campo al plato), que simboliza un nuevo enfoque integral sobre la valoración de la sostenibilidad y la creación de un entorno alimentario favorable. Al respecto, la noticia más reciente es que la Comisión aprobó definitivamente este plan.
Uno de los objetivos trazados dentro de este F2F, que se pondrá en marcha desde septiembre de 2020, es un plan para 2030 para reducir las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) en un 50%-55% en comparación con los niveles de 1990.
“Hay una urgente necesidad de reducir la dependencia de pesticidas y antimicrobianos, reducir el exceso de fertilización, aumentar agricultura orgánica, mejorar el bienestar animal y revertir la pérdida de biodiversidad”, dice el documento F2F.
De esta forma, estas decisiones sustentables implicarán en un aumento de los costos productivos para los productores europeos, que terminan afectando su competitividad comercial.
Por ello, ya se sabe que los proveedores alimentarios de la UE deberán cumplir con los mismos parámetros que la Comisión le exige a sus productores, alterando prontamente las condiciones comerciales.
EL CASO ARGENTINO
Considerando esto, el asesor en cultivos especiales y desarrollador de la plataforma AgTrace, que permite agregar a trazabilidad a la cadena productiva de once cultivos, dialoga con Infocampo.
“Sin dudas, esta decisión europea terminará complicando la gestión comercial de muchos continentes que abastecen de mercadería al continente”, explica.
Por ello, los agricultores tienen que estar preparados y familiarizarse cada vez más con la información de los cultivos que producen.
Al respecto, comenta que AgTrace representa un aliado para llevar adelante esta gestión ya que, por ejemplo, activa alarmas de riesgos sobre los registros máximos de residuos, en función del mercado comercial al que se destina la mercadería.
“Al ser una plataforma multidestino permite cargar, a modo de ejemplo, la aplicación de un fitosanitario sobre un lote y una variedad dada, en función de eso, el software te avisa la divergencia entre los registos sanitarios argentinos y los europeos. Según esto se termina armando la trazabilidad de un producto para dar fe a un comprador que la mercadería fue producida bajo las mismas normas que ellos exigen a sus productores”, sostiene Poletti.
Fuente: InfoCampo